miércoles, 21 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 98: VENCEN LAS PAREDES

Me recompongo en solo unos segundos mientras observo lo que está pasando. Fran me agarra por los hombros, dirigiéndome al hospital de campaña improvisado con bastantes efectivos sanitarios en él y cientos de policías y bomberos alrededor, intentando controlar la situación. Me giro hacia la puerta. Siento unas ganas tremendas de irme a casa, de correr y huir de allí, y, al mismo tiempo, siento unas ganas irrefrenables de volver a entrar e intentar ayudar a los que, sin duda, siguen necesitando ayuda dentro.

-Donde está el hombre que habéis sacado? – pregunto preocupado –

-Se lo ha llevado otra unidad, nosotros vamos a volver a entrar – contesta intentando limpiarme la herida con unas gasas –

-Voy con vosotros – digo convencido –

-Una mierda, estás herido – contesta convencido –

-Fran, tú has visto lo mismo que yo y sabes que hace falta que entre gente… - le aparto la mano – cóseme esto o ponme unas grapas pero dame un chaleco – digo seguro – voy a entrar con vosotros.

Mi decisión creo que le pilla por sorpresa. Resopla y me dirige a la ambulancia donde se encuentra Bea y el resto del equipo. Se sorprenden al verme pero enseguida comienzan a interesarse por mi estado.

-Álex, la herida es pequeña, pero al estar cerca de la ceja sabes que es muy escandalosa.

-Ponme algo ahí y entremos de una vez… - digo algo enfadado –

-Tenemos que esperar a que la policía lo autorice… no podemos entrar a la ligera y lo sabes…

-Sabes la gente que había dentro? – pregunto alzando la voz –

-Lo sé igual que tú – me contesta serio – te voy a poner un par de puntos de aproximación.

Resoplo afirmando con la cabeza. Estoy muy nervioso todavía al haber sentido todo ese miedo cuando corría hacia la salida. No sé por qué quiero entrar, si me aterra. Pero necesito entrar, necesito ayudar y sé que puedo hacerlo.

-Esto ya está… toma… - me da una chaqueta amarilla – él viene con nosotros – los demás afirman –

Es sorprendente. Apenas hablamos, hay un silencio entre nosotros atronador. Nos miramos unos a otros mientras dirigimos la mirada alternativamente a las dependencias de la estación. Parece una película de terror. Un policía se acerca a nosotros a toda prisa. Detrás de él, 4 personas vestidas de bomberos le acompañan. No decimos nada, solo nos miramos.

-Vamos, entraréis con ellos, ya hay varias unidades de los vuestros dentro… - habla apresuradamente mientras le seguimos a toda prisa – tomad, cascos – nos entrega un casco a cada uno – entraré con vosotros, pero tenemos que seguir unas pautas – no le miro, pero le escucho atentamente – no nos ponemos en riesgo, no sabemos si hay otra bomba dentro, si la hay, nos pondremos a salvo nosotros de acuerdo? Muertos no podremos ayudar a nadie – le miro instantáneamente, sintiendo el miedo recorrerme el cuerpo – seguid las indicaciones nuestras, es cuestión vital que mantengamos la seguridad ahí dentro – afirmo tragando saliva – están varias zonas derrumbadas, la segunda bomba estaba en otro vagón y había otra en las escaleras mecánicas… se han venido abajo junto con algunos pilares y la pasarela superior – aprieto la mandíbula y trago saliva al recordar que he estado ahí – bajaremos por otras escaleras, no os separéis, entendido?

Todos afirmamos sin hablar y nos disponemos a entrar a la estación. Fran me agarra del brazo.

-Estás seguro de que quieres entrar? – me dice con voz intensa –

-Estoy seguro Fran… - contesto convencido –

Sin decir nada más, aceleramos la marcha y entramos a la estación, donde, nada más entrar, el olor vuelve a transportarme a minutos antes. El olor a quemado, a miedo, a terror. Trago saliva de nuevo, se me ha secado la garganta. Nos encontramos con varios heridos que ya están siendo atendidos por otras unidades así que seguimos nuestro camino por el pasillo que antes se me había hecho largo y ahora parece ser demasiado corto. Noto las pulsaciones revolucionadas por un momento, pero logro calmarme un poco. No decimos nada, silencio sepulcral. Al llegar a la pasarela que da acceso a las vías, un gran boquete se abre ante nosotros justo donde antes estaba la escalera mecánica. Nos miramos durante un instante.

-Vamos, por aquí – ordena el policía dirigiéndose hacia las escaleras de la esquina –

Bajo las escaleras con una taquicardia incesante, intentando prepararme para lo que voy a ver una vez más. Nada más poner un pie en el andén, miro hacia el tren donde ha explotado la primera bomba. Ahora se ve más nítido. El tercer vagón está reventado, hecho añicos. El último vagón también está igual. Miro hacia las escaleras, inexistentes. Bajamos a la vía para cruzar al andén siguiente, en silencio, todo en silencio.

-Ramón! – exclama el policía – cómo lo habéis organizado?

-Poneos en la zona de las escaleras, hemos sacado a los que seguían con vida, pero hay bastantes heridos graves – habla el bombero – esto es un desastre… - resopla secándose el sudor de la frente –

Sin decir nada más, nos dirigimos a la zona que está derrumbada, donde yacen algunos cuerpos cerca de los escombros.

-Bien, código negro para los que ya no se puede hacer nada, rojo para los muy graves, amarillo para los graves, verde para los leves – dice Fran sin dejar de andar – Álex, sabes coger vías verdad? – asiento – perfecto… - llegamos a la zona de heridos –

-Ponte con el hombre, me quedo con la mujer – digo al ver los dos primeros heridos –

Me agacho y me encuentro a una mujer con la ropa cubierta de sangre. Distingo un brazo roto.

-Me oye? – la muevo levemente –

Abre los ojos y me mira un instante. Intenta levantarse pero se lo impido.

-Quédese tumbada de acuerdo? Vamos a ayudarla, dígame qué le duele.

Vuelvo a perder la noción del tiempo. Los bomberos se afanan en intentar sacar de allí a todos los heridos que nosotros vamos estabilizando. De vez en cuando me da por mirar hacia los escombros pero intento no hacerlo demasiado. Es una imagen demasiado fuerte. El equipo de bomberos ha decidido que primero hay que evacuar a los vivos, cosa lógica. Allí hay demasiado que hacer, aunque cada vez somos más los que estamos allí dentro.

No sé cuántos heridos llevamos estabilizados. Ni cuantos heridos hemos tenido que dejar de ayudar porque ya no había nada que hacer. Parece que se me había olvidado lo jodido que es tener que decir que una persona ya no está viva. Intento no pensar demasiado en eso, solo en centrarme en ayudar a los que podamos. Veo que Fran hace señas al equipo, parece que hay un herido que hay que sacar cuanto antes.

-Bea, escúchame, los bomberos están desbordados así que vais a tener que sacarle, - habla aceleradamente - vete con el herido, sabes lo que tienes que hacer para mantenerlo con vida, lleva toda la medicación puesta, solo tienes que oxigenarle con el ambú. Antonio y Marcos irán contigo. Álex y yo nos quedamos esperando a que volváis pero si os dicen que no entréis, no entréis, me oyes?

Me quedo mirándoles un segundo. Lo suficiente como para saber que son un equipo que se compenetra a la perfección. Antonio y Marcos levantan al herido y Bea mantiene en alto el suero, acompañados de un policía que se ofrece a acompañarles por si necesitaran ayuda. Fran y yo nos quedamos allí, un segundo, arrodillados.

-Esto es una locura – susurra Fran –

-Hay que seguir Fran… - digo convencido – he visto una persona allí – señalo el andén contiguo – se mueve pero no puede levantarse, vamos – le digo, pero parece que sigue paralizado – Fran – le cojo de la chaqueta – no te vengas abajo, tendremos tiempo cuando salgamos de aquí.

Asiente mirándome y se levanta rápido. Veo que se dirige hacia la otra parte del andén, la más alejada del tren, así que yo voy hacia la persona que he divisado antes.

-Oiga, está bien? – digo llegando hasta él –

-Mi pierna… - dice quejándose – no puedo levantarme –

-Tranquilo… - digo tumbándole – vale, no parece que esté rota… - veo pasar a un par de policías que parece que van hacia fuera – eh! Podéis llevároslo? Creo que no tiene nada roto pero no puede ponerse de pie… - me miran y miran al herido –

-Claro – afirma uno de ellos – vamos caballero… apóyese en nosotros…

Uno de los policías me mira. Parece haberme reconocido. Me mira y afirma como si quisiera decirme algo. Me da una palmada en el brazo en señal de ánimo y agarra por el otro brazo al hombre para sacarlo de allí en volandas.

Me levanto del suelo, noto el agotamiento cada vez más acrecentado. Demasiada tensión y demasiado pánico. Me giro y veo a Fran dirigiendo a unos bomberos para que trasladen a un enfermo. Los bomberos bajan la camilla por la vía que yo me dispongo a cruzar, cuando uno de los pilares se desprende parcialmente. Puedo verlo, puedo ver cómo cae muy cerca de la posición de Fran.

-Fran! – grito mientras empiezo a correr –

Miro hacia el pilar, parece que un golpe de viento pueda tirarlo. Caen cascotes de lo que creo que es el techo. Llego hasta Fran, que está tirado en el suelo, con un bloque de hormigón partido en dos sobre la pierna.

-Fran! – exclamo al llegar hasta él – me cago en la puta… - maldigo –

-Se está derrumbando! – escucho a alguien gritar detrás de mi –

Miro hacia donde señala el bombero y, efectivamente, veo como cede una parte del techo pero no cae, aunque tiene todas las papeletas de caer sobre nosotros.

-Álex, sal de aquí tío! – dice Fran intentando liberarse de los escombros que le atrapan la pierna –

-Cállate joder! – le grito – vamos… - empujo el trozo de hormigón intentando liberar su pierna –

-Lárgate! – me grita –

-Que no! – exclamo mientras, con todas las fuerzas que me quedan, consigo apartarlo lo suficiente para que Fran saque la pierna –

Está totalmente ensangrentada, noto al tocarla que el hueso ha rebasado la piel, imagino que está rota por varias partes, así que no dudo ni un solo segundo, agarro su brazo y lo coloco por mis hombros, para incorporarle.

-Ah! – se queja amargamente al intentar apoyar su pierna –

-Vamos! – le grito haciendo que deje todo el peso sobre mis hombros –

Tengo que cruzar hacia la última escalera. Dos andenes. Dudo tanto que podamos hacerlo juntos, pero no pienso dejarle tirado. No se me pasa por la cabeza. Si se viene abajo el techo, se vendrá abajo conmigo aquí, pero no pienso irme y dejarle a su suerte. No podrá salir. Observo a todos los efectivos ya subiendo por la escalera.

-Álex tío, lárgate joder! – exclama de nuevo –

-No vuelvas a decírmelo! No voy a dejarte aquí me oyes? – le grito mientras bajo de un salto a las vías y le sujeto para que no se caiga – salta! – le ordeno –

Al caer, cae al suelo, arrastrándome con él. Me incorporo como un resorte. Noto la adrenalina por mis venas, incesante, no puedo detenerme. Dirijo mi mirada hacia el techo, que parece cada vez más frágil.

-Agárrate a la pared – le indico mientras, de un salto, subo al andén – vamos! – le agarro de la chaqueta y consigo arrastrarle hasta arriba –

Vuelto a repetir la misma maniobra hasta que consigo subir al andén donde están las escaleras. Apenas queda nadie de los efectivos que estábamos allí. Agarro a Fran por el brazo de nuevo, casi arrastrándole a las escaleras. Sé que está haciendo verdaderos esfuerzos por salir de allí, sé que no se está rindiendo, y eso me da fuerzas a mí. Subo las escaleras con Fran casi a cuestas, hasta que llegamos a la pasarela. El sonido de los pilares crujir me hiela la sangre. Agarro fuerte a Fran de nuevo y comienzo a encarar el pasillo de salida todo lo rápido que puedo. Durante el trayecto, Fran se me resbala en varias ocasiones, pero vuelvo a agarrarle fuerte. De nuevo su nombre resuena en mi cabeza. De nuevo la escucho decir mi nombre. De nuevo su imagen aparece en mi mente. Como antes. Su nombre una y otra vez, hasta que desaparece para dar paso de nuevo a la sensación de pánico más intensa que he sentido nunca. Cuando estoy a la mitad del pasillo, el suelo tiembla y un estruendo ensordecedor me dice que parte del techo se ha derrumbado. Ni siquiera me giro, no quiero ver una bola de humo y polvo persiguiéndome. Sigo caminando con Fran a cuestas, pero la bola de humo nos atrapa. Apenas veo nada.

-Vamos Fran, estamos cerca joder! – grito intentando darle ánimos y darme ánimos a mi mismo –

-Tío llevo la pierna colgando… no puedo moverla… - susurra –

Los ojos se me llenan de lágrimas pero no dejo de caminar. El humo no me deja ver dónde cojones están las escaleras para salir de allí hasta que no las tengo encima. Vuelvo a subir como con aquella niña en brazos, esta vez con Fran casi colgado de mi espalda. Cuando veo la puerta de salida, no puedo creérmelo, está ahí, lo hemos hecho.

Salgo con Fran agarrado a mí, hago aspavientos con las manos para que alguien venga a ayudarme, estoy a punto de desmayarme, o eso creo.

-Eh!! – grito – ayudadme!!

Por la derecha y, a toda prisa, aparece un policía que agarra a Fran por el otro brazo. Y a lo lejos, veo venir corriendo a Bea, a Antonio y a Marcos, acompañados de alguien a quien no esperaba encontrarme aquí. Tere me mira paralizada, y yo a ella.

-Fran! – exclama Bea –

-Álex… - Tere se acerca a mí como a cámara lenta y me abraza, dejándome sin aliento – Álex dios mio… - me mira agarrándome la cara con las dos manos -

-Bea, cógele una vía – digo apartándome de Tere para no echarme a llorar – trae sueros, y gasas, traeros todo lo que encontréis! – grito mientras les veo dirigirse al hospital de campaña –

-Fran, mírame… - respira agitadamente – estamos fuera me oyes?

-Qué ha pasado? – Tere se agacha a mi lado –

-Se ha derrumbado el techo y le ha caigo un bloque de hormigón en la pierna… - digo acelerado -

-Álex… - susurra – estás loco cabrón… - dice con una sonrisa amarga – me has sacado…

Sonrío a punto de echarme a llorar y aparece Bea con varios sueros en sus manos y el kit para coger vías. Rompo el pantalón de Fran con una tijera que aparece por allí, pero no sé quién me la ha dado. Una gran herida se abre en su pierna para dejar salir su tibia, partida en dos.

-Vale, tenemos una fractura abierta de tibia – me dirijo al policía que me ha ayudado a llevar a Fran al hospital de campaña – búscame un transporte, el que sea, pero se tiene que ir ya, ha perdido mucha sangre.

-Hay que inmovilizarla – dice Tere ordenando que le traigan lo necesario –

Nuestras miradas se cruzan un instante, el suficiente para hacer que mis ojos se llenen de lágrimas. Si está aquí es porque la han llamado. Entonces pienso en Malú. Pienso en qué hora será y si habrá llegado a Madrid. Cuando se haya enterado de esto… no me lo quiero imaginar. Pienso de nuevo en coger mi móvil, pero mis manos cubiertas de sangre por encima de los guantes me lo impiden. Pienso en lo bonito que iba a ser este día. Pienso en ella abriéndome la puerta de su casa, sonriente, y siento unas ganas irrefrenables de salir corriendo de allí hasta su casa. Cuando alguien tiene miedo, le viene a la cabeza el lugar donde huir y sentirse seguro. Ella es mi sitio en el mundo, el sitio donde volver, y acabo de descubrirlo.

-Este cabrón me ha sacado – me señala – te debo la vida, te enteras? – me dice sonriendo de nuevo amargamente –

Tere me mira emocionada y hace que baje la cabeza para que no vea que se me están escapando las lágrimas.

-Tiene la tensión en 8/4… - dice Bea asustada –

-Está perdiendo mucha sangre… - Tere me mira mientras yo sigo presionando la herida – hay que llevárselo.

-Tengo un equipo que se lo lleva – Antonio aparece corriendo – traen ya la camilla.

Asiento casi sin mirarle, sin dejar de apretar esa herida abierta que sangra a borbotones. Quizá tiene algo más… quizá está perdiendo sangre por otro lado. Lo levantamos en volandas, no hay tiempo para una camilla, Fran está casi desangrándose. Llegamos hasta la ambulancia donde, ahora sí, hay una camilla para él.

-Álex, te debo la vida – dice con la voz entrecortada –

-No digas tonterías… - digo subiéndolo a la camilla –

Como si fuéramos autómatas, lo subimos, lo montamos a la ambulancia. Fran aprieta mi mano, me bajo de la ambulancia y cerramos las puertas. Doy dos golpes en la parte trasera de la ambulancia, en señal de que pueden arrancar, y la ambulancia se aleja, mientras noto como la lluvia, que no ha dejado de caer pero apenas la estaba sintiendo, se mete por mi ropa hasta impregnarme el cuerpo por completo.

Bea se queda parada a mi lado, junto con Antonio, Marcos y Tere. Se echa a llorar y no puedo evitar consolarla. Miro a mi alrededor y el caos sigue presente, no se va, no se acaba, no desaparece.

-Bea… escúchame… - le obligo a que me mire – Fran se pondrá bien… - miro a Antonio y a Marcos – yo voy a hablar con los del hospital de campaña, voy a quedarme – me sorprendo de la seguridad de mis palabras – os quedáis?

Antonio y Marcos se miran un instante y asienten, igual que Bea. Tere me observa desde un segundo plano, con el pelo mojado y los guantes todavía puestos.

-Hay mucho por hacer y tenemos una ambulancia que no puede volver al hospital sin heridos, aunque nos pese – digo seguro – si queréis, supliré a Fran hasta que todo esto acabe…


Los 3 me miran diría que hasta emocionados. Espontáneamente, Antonio me abraza y, tras él, Marcos y Bea le imitan. Los 4 nos abrazamos durante unos segundos. Dentro de todo ese caos, de todo ese horror, hay sitio para la emoción más sincera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario