martes, 27 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 103: VOLVAMOS A CASA

Veo a Álex hablar con el que creo que es un compañero de trabajo. Parece médico. Álex se toca la cabeza en señal de preocupación y lo abraza. Se abrazan durante varios segundos. Observo la escena desde lejos, vestida todavía de verde, como si fuera un médico más. Observo el control de urgencias, desbordado, y pienso en que ese trabajo no está pagado. No está pagado salvar tantas vidas con tus manos. No está pagado estar asustado y, aún así, seguir trabajando por los demás. Creo que debe ser uno de los trabajos más bonitos pero más duros del mundo.
Álex viene hacia mí con el rostro compungido y, sin decir nada, me abraza. Escucho como se pone a llorar, casi en silencio, pero yo puedo escucharle.

-Tranquilo Álex… - le susurro –

-Ha muerto un compañero… - dice sin soltarme – un enfermero que estaba en el tren…

-Qué? – pregunto horrorizada –

-No han podido hacer nada… - se separa de mí y se limpia las lágrimas – cuando lo han encontrado… - aprieta su mandíbula y se tapa la cara – esto es un desastre…

-Álex… - le toco la cara – lo siento muchísimo… - digo con pesar –

-Quería quedarme a echar una mano… pero no me dejan… - señala al médico con el que estaba hablando antes – es el jefe de urgencias… - niega con la cabeza – nos va a hacer un informe para que conste que hemos estado aquí…

-No es necesario Álex… - digo algo sobrepasada – quieres que nos vayamos a casa? – digo con voz dulce –

-Quiero quedarme a ayudar… - dice mirando alrededor – pero no van a dejarme…

-Álex… - aparece el otro médico, con gesto serio, y pone una mano sobre su hombro – toma – le da los informes – siento no haberos podido atender mejor, estamos desbordados…

-No te preocupes Nacho… - responde Álex cogiendo los papeles –

-Seguro que estáis bien? – dice mirándome – puedo echaros un vistazo… - resopla – sabéis que si os encontráis mal no tenéis más que venir no? – dice mirando a Álex –

-No me puedo creer que Adrián haya muerto… - dice Álex mirando al suelo –

-Lo sé… - dice Nacho poniendo de nuevo una mano en su hombro – es un día tan duro que ni siquiera Pepe nos podría sacar una sonrisa hoy verdad?

Se miran algo emocionados. Sé que, para Álex, nombrarle a Pepe ahora, su antiguo jefe, es como dejarle caer una bomba sobre los hombros. Le observo aguantarse las ganas de llorar y siento que yo no puedo refrenarlas al verle así.

-Sigues siendo uno de los nuestros… - dice dándole un par de palmadas en la cara, de forma cariñosa, mientras Álex mira al suelo algo avergonzado - Pepe tenía razón verdad? – dice Nacho – el médico es médico hasta que se muere… - vuelven a mirarse, y, sin decir nada, se dan un sonoro abrazo –

Ese abrazo ha terminado por romperme del todo. Aguanto las lágrimas como puedo. Me imagino lo duro que tiene que ser para todos todo esto. Se conocen de trabajar 24 horas al día juntos, codo con codo. Es como si aquí estuviera mi banda. Yo estaría igual que ellos. Trago saliva y pongo mi mano sobre el hombro de Álex, que separa el abrazo con Nacho.

-Iros a descansar… - dice Nacho, poniendo una mano también sobre mi hombro –

-Puedo quedarme Nacho, aunque sea suturando heridas… - dice Álex apresuradamente, enjugándose las lágrimas –

-Álex… - Nacho sonríe fraternalmente – hoy has hecho más de lo que nadie habría hecho… - vuelve a darle un par de palmadas en la cara – marchaos a casa… - Nacho me mira tiernamente – si necesitáis algo, estaremos aquí…

Álex y Nacho se miran y vuelven a abrazarse, volviéndome a poner la piel de gallina. Tras el abrazo, Nacho me agarra fugazmente la mano en señal de ánimo y se marcha por el pasillo. Álex agacha la cabeza y suspira con tono frustrado. Me mira compungido y, agarrando mi mano, comenzamos a andar hacia la salida. No decimos nada, solo nos agarramos la mano, sin soltarnos, no pienso soltarle nunca más. Imagino como debe sentirse. Tere y Fran, dos de las personas más importantes para él, han estado a punto de morir delante suya. Y un compañero no ha tenido la suerte de sobrevivir. Sé que quiere quedarse, pero también sé que debe estar agotado. Llevaba horas en esa estación, ayudando a la gente. No puedo evitar pensar en que jamás he conocido a alguien como él. Es la mejor persona que he conocido en mi vida, sin ninguna duda. Y tengo la suerte de tenerle aquí. Pienso hacerle caso a su madre y su hermana, no pienso dejarle solo hoy.

-Voy a ver cómo volvemos a casa… - dice parándose en la salida –

-Es verdad… - digo dándome cuenta – mi coche está en la estación… - digo apurada –

-Tranquila… - me acaricia la cara – vuelvo en seguida…

Desaparece durante unos minutos, los suficientes para que pueda mirar mi móvil, rebosante de mensajes. Resoplo agotada, no tengo el ánimo de contestar ahora mismo a nadie. Mi madre y Vero ya se habrán encargado de decir que estoy bien. Veo como siguen entrando camillas y sillas de ruedas, y me aparto hacia un lateral para no entorpecer el paso. Es de noche, no sé qué hora debe ser. Apoyo mi espalda contra la pared y noto frío. El pijama verde es de manga corta y en la puerta se nota el frío que hace en la calle. Al momento, Álex aparece con un par de chaquetas, seguido del equipo que nos ha traído en la ambulancia. Pongo cara de extrañeza, no pensaba que seguían aquí.

-Nos han esperado para llevarnos a casa… - dice Álex dándome una de las chaquetas – querían saber también cómo estaban los compañeros… - los tres me saludan con la cabeza, con una sonrisa amable pero fugaz. Hago lo mismo – te dejarán primero a ti y luego a mí… - dice saliendo a la calle –

-Álex… - le agarro del brazo – no pienso dejar que pases la noche solo… - se detiene en mitad de la calle, mirándome – vente a casa… - digo a modo de súplica –

Me mira con una medio sonrisa tierna y, sin hablar, me abraza. Me abraza pegando mi cuerpo al suyo, de manera suave pero firme. Me aferro a su chaqueta como si fuera el último lugar en el mundo al que podría agarrarme. Separa un poco el abrazo y acaricia mi pelo.

-Y Dandy? – pregunta mirándome –

-Lo recogeremos y lo llevaremos a casa… - digo convencida – vivimos a dos calles, recuerdas? – sonríe levemente y asiente –

El viaje en ambulancia es extremadamente silencioso. Los dos, sentados en la parte trasera de la ambulancia, sin soltarnos las manos, nos miramos de vez en cuando. Álex está con la mirada perdida, seguramente pensando en todo lo que ha ocurrido hoy. Cuando la ambulancia se detiene, Bea, Marcos y Antonio bajan de la ambulancia para despedirse de Álex. Y de mí. Lo hacen de forma cariñosa. Abrazándome, sin conocerme de nada. Nos quedamos quietos, mirando la ambulancia alejarse. Álex, con sus llaves en la mano, suspira al subir en el ascensor. Le abrazo de nuevo, como tantas veces hoy, no puedo parar de hacerlo.


Al abrir la puerta, el sonido de las pequeñas patitas de Dandy me hace sonreir. Álex se agacha y se arrodilla en el suelo para recibirle. Al escucharle llorar mientras abraza al perro, no puedo evitar comenzar a llorar yo también. Me agacho a su altura y Dandy, tras olerme fugazmente, comienza a besarme las manos. Me reconoce y eso me da mucha ternura. Es igual con los animales que yo, y eso me hace quererle todavía más. Agarra a Dandy en brazos y su correa y, sin decir nada más, salimos de su casa. Caminamos por la calle, de nuevo sin hablar. Solo le oigo suspirar varias veces en el pequeño tramo que hay de mi casa a la suya. Al llegar a la puerta, saco las llaves que he recordado coger de mi ropa. La ropa se ha quedado en el hospital, era inservible, manchada y rota por todas partes. Entro al jardín y escucho movimiento dentro de casa. Álex me mira y coge a Dandy en brazos, sonriéndome levemente. Sabe que hay gente en casa esperándome. 

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