Estoy muy nervioso. Más nervioso que en toda mi vida. Ojalá
pudiera manejar las manillas de todos los relojes del mundo y que fueran ya las
2 de la tarde y estuviera ya en casa con Malú. Me la imagino abriéndome la
puerta y se me pone un nudo en el estómago importante.
Soy de ese tipo de gente conocida que hace cosas normales y
la gente piensa que, en realidad, son extravagantes. Anoche pensé en coger el
coche para ir a la universidad, pero entonces recordé esos días en los que mi
padre me llevaba de vez en cuando, y descarté la idea. Paso muchísimo de un
atasco en este momento de mi vida. Me hace ilusión volver a viajar en cercanías
hasta allí. Siempre cogía el tren en la capital, vivía muy cerca de la
estación. Recuerdo el placer que me daba saber que solo tenía que caminar 5
minutos hasta allí y coger un tren, que era lo mejor del día. Con mis cascos,
escuchaba música durante los 20 minutos que duraba el viaje. Así todos los
días.
Hoy sé que va a ser un día especial, y voy a hacer cosas
especiales que recuerde toda la vida. Y coger el tren de nuevo para ir hasta la
facultad es una de ellas. Esta tarde vendrán las emociones fuertes de verdad.
Aparco el coche y me dirijo a la estación. No me da miedo que me reconozcan, no
me asusta, con actuar con normalidad, todo estará bien. Pero la gente a esta
hora va muy apurada y apenas se da cuenta de quien camina a su lado. Y, además,
nadie puede esperarse que alguien conocido coja un cercanías, así que creo que
puedo hasta pasar desapercibido.
Espero paciente en el andén, es la primera vez en mi vida
que llego con tiempo a coger un tren. Siempre que iba a la facultad, llegaba
casi cuando el cercanías estaba cerrando sus puertas. Hoy no, hoy he llegado
con 10 minutos de margen, y la sensación es maravillosa. Malú tiene razón,
debería ser tan puntual como ella, que llega una hora antes a los sitios.
Suspiro al pensar en ella y miro el reloj. Las 8:30, debe estar cogiendo el
avión. Justo es pensar en ella y, como si hubiera telepatía entre nosotros, mi
teléfono comienza a sonar. Voy a echar mano de los auriculares, pero me doy
cuenta de que no los llevo. Maldita sea, no puedo llegar pronto a los sitios y
llevar todo lo necesario. Soy un desastre.
-Hola… - contesto sonriente –
-Hola guapo… - dice cariñosa, casi sonrojándome – te pillo
durmiendo?
-Qué va… - sonrío mirando las escaleras – he madrugado,
estoy en la estación…
-En la estación? – pregunta extrañada – de tren? – exclama –
qué haces allí?
-Voy a ir a la despedida de mi profesor en cercanías, como
cuando iba a la facultad… - digo asintiendo tan normal –
-Estás como una cabra! – exclama riéndose – te van a
reconocer y no vas a poder dar un paso!
-Te equivocas… - digo triunfante – nadie se espera que esté
aquí, así que he pasado totalmente desapercibido… - sonrío –
-Eres de lo que no hay… - dice riéndose – yo estoy a punto
de coger el avión, estamos en el embarque…
-Tú si que eres de lo que no hay… - digo mirando hacia las
escaleras de nuevo – podrías haber venido en tren en vez de montarte a un bicho
de esos para una hora de viaje…
-Más rápido… - contesta convencida – además, estoy deseando
llegar…
-Ah si? – pregunto insinuante caminando hacia las escaleras –
y eso? Tienes alguna cita o algo así?
-Algo así… - dice tímida – pero mi cita ha decidido que es
más importante ir a la despedida de un profesor y tengo que esperarle hasta el
mediodía…
-Oye! – digo subiendo por las escaleras mecánicas –
-Jajajaja! – ríe a carcajadas –
-Sabes? Tienes razón, a los sitios hay que llegar con tiempo
– digo convencido llegando arriba y enfilando el pasillo hacia donde sé que hay
una tienda – me has recordado que se me han olvidado los auriculares y voy a
comprarme unos…
-Te lo he recordado yo? – dice riendo –
-Me gusta hablar por los auriculares cuando estoy fuera de casa…
- digo entrando a la tienda – perdone, los auriculares dónde los tiene? –
pregunto a la dependienta –
-Le acabas de provocar un infarto a la pobre seguro… - dice
riéndose – Álex Torres comprando unos auriculares… veo los titulares… - dice de
broma –
-Claro claro… - respondo irónico mirando los diferentes
modelos – no puedo viajar en tren sin escuchar música, es superior a mis
fuerzas…
-Me escuchabas a mí cuando ibas a la facultad? – dice juguetona
–
-Si, todas las mañanas escuchaba “Ven a pervertirme” – digo riéndome
–
-Álex! – exclama molesta – te gusta picarme eh?
-No sabes cuánto… - respondo sonriente eligiendo un modelo –
ala, ya los tengo… - pago los auriculares y salgo de la tienda –
-Oye, voy a embarcar ya vale? Te llamaré cuando llegue a
Barajas… - dice algo tímida –
-Estaré esperando… - digo mimoso – tengo muchas ganas de
verte… - digo hablando en la puerta de la tienda –
-Y yo… - responde tímida – pero muchas… - dice mimosa –
-Muchas? – pregunto embelesado –
-Muchísimas… - responde con voz tímida – hablamos luego…
-Vale… - respondo sonriendo – un beso…
-Un beso guapo… - vuelve a piropearme –
Sonrío y cuelgo el teléfono con unas ganas locas de salir de
aquí e ir al aeropuerto a esperarla. Estaría tan bien eso… Suspiro sabiendo que
no es lo que debo hacer y que no debo ser impaciente, y comienzo a caminar
hacia las escaleras mecánicas de nuevo.
Apenas he dado dos pasos, cuando un estruendo gigantesco me hace agacharme por instinto y, décimas de segundo después, tirarme al suelo. Jamás he escuchado nada igual, nada que se le parezca. Pongo mis manos protegiendo mi cabeza por inercia y, tras el estruendo, los segundos de silencio más sobrecogedores y terroríficos que he escuchado en mi vida. Lo único que escucho y que me hace respirar, son los latidos de mi corazón, incesantes, como queriendo salir corriendo y huir de algo que no sé exactamente lo que es.
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