sábado, 10 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 74: LUZ

Abro los ojos lentamente, notando como el airbag engloba mi rostro. Noto mis manos agarradas al volante y, poco a poco, voy siendo consciente de lo que ha pasado. Muevo las manos y me incorporo despacio. Siento un dolor inmenso por todo el cuerpo. Aturdido, apoyo la cabeza en el asiento e intento apartar el airbag de mí, me está agobiando. Recuerdo que tengo una pequeña navaja en el espejo. La cojo todavía aturdido y pincho el airbag, consiguiendo respirar más aliviado. Veo sangre por todas partes y, aterrado, muevo los dedos de los pies. Respiro aliviado cuando veo que puedo moverlos. Toco mi cabeza, notando que tengo una brecha que está drenando bastante sangre. Mis brazos, llenos de arañazos, rezuman también. Decido no moverme, no moverme hasta que llegue alguien a por mi. Si no tengo ninguna lesión y puedo mover las manos y los pies, no voy a provocármela saliendo de aquí. Cojo la llave del coche con mi mano derecha y la quito del contacto. Si puedo evitar salir ardiendo, mejor.

Veo alguien venir corriendo hacia mi coche, parece que ha bajado de otro que veo a lo lejos.

-Eh! – se acerca a la ventanilla – me oyes chaval? – asiento levemente mirándole – tranquilo, hemos avisado al 112… - susurro un gracias y me concentro en respirar –

Repaso mi cuerpo de arriba abajo, buscando quizá algo que me haga temer por mi vida. Puedo pensar, veo, escucho. La cabeza me duele, debo haberme dado algún golpe y haberme hecho esa brecha que chorrea por mi parte derecha. Me duele el cuello, seguramente por el latigazo cervical que he debido de sufrir. Puedo respirar, hincho mis pulmones y me duele el costado derecho, quizá tengo alguna costilla rota, pero creo que nada más allá. No sé si me he dado algún golpe en el abdomen. Lo toco con la mano derecha, haciendo presión, intentando encontrarme algo. Me duele todo el cuerpo, no puedo discernir qué dolor es preocupante y cuál no. Puedo mover las piernas, al menos todo lo que me permiten los hierros del coche. Y los dedos de los pies también, puedo sentirlos. Con la mano, toco mis muslos, los siento. La espalda me duele, quizá se me ha desplazado alguna vértebra, espero que no. Miro mi mano izquierda y tengo un dedo torcido, me lo he roto o luxado, no sabría qué decir. Cierro los ojos, todavía me siento aturdido, lo veo todo como a cámara lenta. Busco mi móvil con la mirada pero no lo encuentro. Debe haber salido despedido. La luna delantera está rota, se ha hecho añicos. Supongo que, cuando vengan los bomberos, me sacarán por ahí. Procuro no girar el cuello, pero alcanzo a ver que la parte derecha, la del copiloto, está bastante más aplastada que la mía, menos mal que iba solo.

Tras unos minutos en los que ese hombre no se ha separado de mi coche, escucho las sirenas. Ese sonido con el que tantas veces he viajado, me va a llevar al hospital, pero esta vez como paciente. Y entonces viene su nombre a mi cabeza. Busco de nuevo el móvil, debería avisarla, tienen que estar esperándome. Ni siquiera sé qué hora es. Veo venir una pareja de policías hacia el coche, seguidos de un equipo de bomberos. La ambulancia se detiene justo detrás.

-Eh chaval! – grita un policía hablándome desde un lateral – estás bien? – asiento levemente – aseguraos de que esto no va a explotar…

Escucho a un bombero abrir la puerta trasera del coche, la de mi lado. Los hierros rechinan unos con otros, debe estar todo aplastado.

-Tranquilo, vamos a sacarte de aquí… - dice intentando llegar a mi sitio –

-He quitado el contacto… - susurro –

Noto como el bombero me mira sorprendido.

-Bien, el equipo médico está llegando… te duele el cuello? – afirmo levemente –

Enfrente, veo venir al equipo de amarillo. Conforme se van acercando, reconozco sus caras. Sonrío irónico al ver la cara que se les queda al verme. Fran, uno de mis mejores amigos, compañero de la carrera, es el médico de la unidad. Hicimos la residencia juntos. Me parece hasta poético que él sea el encargado de sacarme de aquí.

-Álex! – exclama Fran, el médico de la unidad – joder… - susurra observando fugazmente el coche – abrid su puerta – ordena a los bomberos –

-Está atascada – le contesta el bombero que sigue dentro de mi coche – han ido ya a por la radial… - le escucho salir –

-Vale, déjame entrar… - escucho que dice Fran – Álex tío… - le escucho a mi espalda – estás bien? Puedes respirar? – dice algo acelerado –

-Si… - respondo – creo que tengo alguna costilla rota… - digo con voz rota –

-Joder tío… - dice tocando mi cabeza, haciéndome quejarme – tienes una buena brecha, pero no parece profunda… - hace gestos fuera – traedme el oxígeno y el collarín!

Miro hacia mi mano y veo ese aparatito enganchado a mi dedo. Mide el oxígeno en sangre. Resoplo aliviado cuando veo que está en unos niveles aceptables.

-No me hace falta oxígeno… - digo sonriendo irónico –

-Sabes que te lo voy a poner de todas formas… - dice convencido – ayúdame Bea! – exclama –

-Hola Bea… - digo hablando hacia mi espalda –

-Hola Álex… - dice algo asustada – no muevas el cuello de acuerdo?

-Fran… tenéis que llamarla… estará asustada…- digo sin poder dejar de pensar en ella

-Llamar a quién? – dice Fran poniéndome el collarín –

-Se va a asustar mucho… - sonrío amargamente y noto como no puedo pensar del todo con claridad, estoy aturdido todavía – llama mejor a mi mánager…

-O a tus padres… - dice abrochándomelo –

-No, a mis padres no, se mueren si se enteran así… - digo quejándome al notar el dolor en mi cuello –

-Primero vamos a sacarte de aquí y luego llamamos a quien quieras… - dice poniéndome la mascarilla con oxígeno –


Cierro los ojos, vuelvo a sentirme cansado, supongo que de la cantidad de golpes que he tenido que sufrir. Decido pensar en algo que me resulte agradable. Nunca había caído en la cuenta del agobio que siente el paciente cuando tanta gente está haciendo cosas pegado a él. Me estoy agobiando mucho. Y entonces aparece esa playa y la veo, la veo correr hacia la orilla. Sonrío sin poder evitarlo. Es el lugar donde me iría ahora mismo, sin pensarlo. 

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