viernes, 2 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 44: VOLAR

Al verle aparecer en casa tan temprano pienso que algo ha ocurrido. Me asusto solo un instante, porque, al ver su cara, parece que todo va bien. Quizá es una buena noticia.

-Te he pillado durmiendo verdad? – dice acariciándome fugazmente la mejilla –

-Por qué lo dices? – digo irónica señalándome el pelo –

-Vístete y cógete algo de ropa – ordena sentándote en el sofá –

-Cómo? – pregunto extrañada – Álex, no me apetece ir a la montaña hoy, va a hacer mucho calor y…

-Malú – me corta – hazme caso, vístete y coge ropa…

Alzo mis cejas sorprendida ante su decisión al hablar y decido hacerle caso. Me gusta que me sorprendan, pero reconozco que hoy no me apetecía nada salir de casa. No quiero decirle que no, hay algo que siempre me impide decirle que no. En el fondo, aunque no me apetezca hacer nada, cuando él aparece, esas ganas aparecen con él.

-Las he visto más rápidas…

Su voz me pilla de espaldas a la puerta de mi habitación y pego un respingo de susto. Le miro reírse y vuelvo mi mirada a la maleta.

-Me podrías decir algo más… que no sé si me estoy pasando… - digo echando ropa dentro – espera, esto significa que vamos a dormir fuera?

-Es posible… - dice haciéndose el interesante – échate un bikini – le miro sorprendida – y nada de ropa arreglada… no la necesitas…

-Me estás poniendo muy nerviosa… - digo sincera – me podrías decir donde vamos no?

-Podría… - dice mirándome – pero mejor lo ves cuando lleguemos…

El viaje se me ha hecho eterno nada más por la intriga que le está dando Álex al asunto. Con lo fácil que es decirme, mira, vamos a este sitio. Pues no, lo tiene que hacer todo complicado. Aunque reconozco que me gusta sentir la adrenalina de no saber a dónde voy. Y creo que esto jamás lo he hecho. Ir de viaje por algo que no sea trabajo siempre me ha hecho ilusión, pero pocas veces he podido hacerlo. Miro mi reloj, hace casi 2 horas que salimos de Madrid. Imagino que vamos a la playa, y solo de pensarlo me pongo nerviosa. Espero que no se le haya ocurrido la genial idea de ir a una playa concurrida, porque con las mismas, nos volveremos. Me niego a que alguien me saque en una portada de una revista en bikini. Madre mía, la que se podría liar.

-Deja de moverte… - dice sin mirarme –

-Es que no entiendo por qué no me dices de una vez donde vamos… - digo frustrada –

-Tú confías en mí? – dice mirándome –

Le miro durante unos segundos hasta que aparta la mirada a la carretera. Nunca me lo había planteado, pero creo que es de las personas en las que más confío. Respondo un sí tímidamente.

-Entonces tranquila… llegaremos en un rato… - dice sonriente –

Tras parar para estirar las piernas durante un cuarto de hora, proseguimos el viaje. Sigo con ese nerviosismo, pero esa idea de ir a una playa concurrida se ha disipado de mi cabeza. No haría eso, lo sé. Así que decido dejarme llevar, sin preguntar más veces a dónde vamos.

-Es aquí… - dice parando el coche –

Observo extrañada el paisaje. Parece una base militar o algo así. O un aeropuerto pequeño, no sabría decir. Y tampoco sabría decir dónde estoy. Me bajo del coche todavía extrañada, no entiendo nada.

-Ven, te voy a presentar a un colega… - dice convencido, haciendo que me ponga nerviosa –

-Álex, qué es esto? – pregunto mirándolo todo –

Al dejar algo que parece un hangar a la izquierda, veo al fondo una avioneta y 4 personas junto a ella. No. No puede ser. Miro a Álex automáticamente y sonríe triunfante. No puede ser lo que estoy pensando.

-Álex tío, cuánto tiempo! – observo a uno de los chicos abrazarle –

-Qué tal? – me mira – Malú, él es Tomás, un buen colega…

-Un buen colega… - dice riendo – encantado… - me da dos besos – no le has contado nada? – dice mirando a Álex –

-Qué es lo que tienes que contarme? – me apresuro a preguntar –

-Tú no querías volar? – pregunta mirándome sonriente –

Mi cara de sorpresa se transforma en cara de ilusión absoluta. No puedo evitar abrazarle. No puede ser, voy a hacerlo! Algo que llevo tanto tiempo pensando que nunca podría hacer y que me encantaría y, de repente, se cumple. Las risas de Álex y del resto del equipo se hacen patentes, haciéndome que me serene, muerta de la vergüenza.

Mientras me pongo el mono adecuado y recibo un par de consejos, mi corazón va latiendo más rápido. Observo a Álex detenidamente. Creo que es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Nadie nunca me había hecho hacer locuras de este tipo y, el caso, es que me gusta. Me gusta que esté igual de loco que yo pero que, a diferencia de mí, se atreva a cumplir esas locuras. Subimos a la avioneta juntos, estoy muy nerviosa. Más todavía cuando la avioneta despega y por el hueco de la puerta, se cuela todo el aire. Me mareo si miro por ahí.

-Te apetece hacerlo no? – pregunta Álex sentado a mi lado –

-Si, pero me está dando un acojone importante… - digo mirando hacia la puerta – a ti no?

-Mucho… - confiesa riendo – pero vas a flipar cuando saltes… - sonríe – Tomás me convenció para hacer esto, con él todo irá bien… - mira – sacar una cámara extremadamente pequeña de su bolsillo – ven, vamos a grabarnos – pone la cámara enfrente de nosotros – hola a todos!! Mirad quien va a saltar conmigo! – le miro extrañada –

-A quién le hablas? – pregunto sin querer –

-A tus maluleras… - alzo una ceja y rompo en una carcajada – este vídeo va al twitter directo…

-Si sobrevivimos… - puntualizo –

-No está nerviosa apenas… - dice mientras sigue grabándonos -

Saltaré con Tomás y Álex con Marcos, otro monitor. Siento la adrenalina corriéndome por la sangre, incesante, haciéndome tener un nudo en la garganta constante. Pero me encanta la sensación. Cuando ya hemos alcanzado la altura necesaria, Tomás me hace un gesto para que me levante. Hago lo que me han dicho, sin rechistar, ahora mismo no podría hablar, estoy muy nerviosa. Caminamos enganchados hasta la puerta de la avioneta. Ahora sí que tengo miedo. Veo el suelo, lejano, como si estuviera sobre una nube, que probablemente esté muy cerca de donde suelen estar, pero hoy no hay ni una. Al fondo, el mar, no sé de donde será, no sé dónde estoy, pero me da igual. Pienso saltar, sea donde sea.

Miro a Álex, ataviado ya con el casco y las gafas protectoras, pero puedo intuir cómo me sonríe. Me hace un gesto con el pulgar en alto y me río nerviosa. Me agarro al borde de la puerta y escucho a Tomás darme las últimas instrucciones. Llega el momento de saltar al vacío, y, a pesar de pensar que iba a hacerlo, no dudo ni un instante. Siento el impulso y, décimas de segundo después, siento el cosquilleo en el estómago propio de estar cayendo. Abro los ojos, lo mantenía cerrados. Lo que veo me hace gritar. Alargo mis brazos, estoy volando joder!

-Woooooooooowww – grito sin miedo – Dios!! – exclamo –

-Mira a tu izquierda! – escucho gritar a Tomás –

Giro mi cabeza y veo a Álex con Marcos, volando también. Tómas y Marcos hacen que nos acerquemos y conseguimos chocar nuestras manos en el aire. No puedo parar de reirme, si quisiera, podría hasta llorar. Tengo una mezcla de sensaciones increíble mientras caigo al vacío. Tras unos segundos más de caída, noto como nos alejamos de Álex y Marcos.

-Voy a abrir el paracaídas! – escucho a Tomás –

Me tenso como me han dicho para soportar el tirón que va a provocar el paracaídas y, tras notarlo, me destenso y dejo caer mis pies en vertical. A lo lejos, veo el paracaídas de Álex y, sin querer, respiro aliviada. No se lo he dicho, pero lo que más miedo me daba era que esto fallase.

-Qué tal? – escucho a Tomás –

-Flipante!! – grito subiendo mi dedo pulgar, escuchándole reir –

Flipante es poco. Cierro los ojos y respiro hondo, quizá el aire más puro que he respirado en mi vida. Todavía queda una buena distancia hasta el suelo y quiero disfrutar de las vistas desde aquí arriba. Sigo con los ojos cerrados un rato, sintiendo el aire chocar contra mí. Es una sensación preciosa. Lo primero que voy a hacer al poner los pies en el suelo va a ser correr para abrazar a Álex. No me hubiera atrevido a hacerlo sola, ni siquiera a dar el paso.

Cuando voy viendo que el suelo se va acercando, vuelvo a tensarme y a prepararme como me han dicho para la caída. A pesar de ir a una velocidad mínima, cabe la posibilidad de hacerse daño al tocar el suelo. Pero, como si lo hubiera hecho toda mi vida, al notar mis pies sobre el suelo, los muevo como dando pasos y apenas pierdo el equilibrio. Espero a que Tomás desenganche el paracaídas, que ya yace en el suelo, y, al notar que estoy suelta, le doy un amistoso abrazo a Tomás y salgo corriendo hacia donde está Álex.

Me lanzo a sus brazos y me recibe muerto de risa. Estoy pletórica, jamás he tenido una sensación como ésta.

-Te ha gustado parece ser… - dice riéndose –

-Que si me ha gustado? – digo gritando – es lo mejor que he hecho en mi vida!!

-Jajajaja! – ríe abrazándome de nuevo – lo he grabado todo, que lo sepas…

Siento ganas de besarle ahora mismo, pero me reprimo al ver que Marcos y Tomás están a nuestro lado para acompañarnos de nuevo a la base. Son unas ganas que no creo que se disipen, y menos con la adrenalina que llevo ahora mismo encima. 

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