Al verle aparecer en casa tan temprano pienso que algo ha
ocurrido. Me asusto solo un instante, porque, al ver su cara, parece que todo
va bien. Quizá es una buena noticia.
-Te he pillado durmiendo verdad? – dice acariciándome
fugazmente la mejilla –
-Por qué lo dices? – digo irónica señalándome el pelo –
-Vístete y cógete algo de ropa – ordena sentándote en el
sofá –
-Cómo? – pregunto extrañada – Álex, no me apetece ir a la
montaña hoy, va a hacer mucho calor y…
-Malú – me corta – hazme caso, vístete y coge ropa…
Alzo mis cejas sorprendida ante su decisión al hablar y
decido hacerle caso. Me gusta que me sorprendan, pero reconozco que hoy no me
apetecía nada salir de casa. No quiero decirle que no, hay algo que siempre me
impide decirle que no. En el fondo, aunque no me apetezca hacer nada, cuando él
aparece, esas ganas aparecen con él.
-Las he visto más rápidas…
Su voz me pilla de espaldas a la puerta de mi habitación y
pego un respingo de susto. Le miro reírse y vuelvo mi mirada a la maleta.
-Me podrías decir algo más… que no sé si me estoy pasando… -
digo echando ropa dentro – espera, esto significa que vamos a dormir fuera?
-Es posible… - dice haciéndose el interesante – échate un
bikini – le miro sorprendida – y nada de ropa arreglada… no la necesitas…
-Me estás poniendo muy nerviosa… - digo sincera – me podrías
decir donde vamos no?
-Podría… - dice mirándome – pero mejor lo ves cuando
lleguemos…
El viaje se me ha hecho eterno nada más por la intriga que
le está dando Álex al asunto. Con lo fácil que es decirme, mira, vamos a este
sitio. Pues no, lo tiene que hacer todo complicado. Aunque reconozco que me
gusta sentir la adrenalina de no saber a dónde voy. Y creo que esto jamás lo he
hecho. Ir de viaje por algo que no sea trabajo siempre me ha hecho ilusión,
pero pocas veces he podido hacerlo. Miro mi reloj, hace casi 2 horas que
salimos de Madrid. Imagino que vamos a la playa, y solo de pensarlo me pongo
nerviosa. Espero que no se le haya ocurrido la genial idea de ir a una playa
concurrida, porque con las mismas, nos volveremos. Me niego a que alguien me
saque en una portada de una revista en bikini. Madre mía, la que se podría
liar.
-Deja de moverte… - dice sin mirarme –
-Es que no entiendo por qué no me dices de una vez donde
vamos… - digo frustrada –
-Tú confías en mí? – dice mirándome –
Le miro durante unos segundos hasta que aparta la mirada a
la carretera. Nunca me lo había planteado, pero creo que es de las personas en
las que más confío. Respondo un sí tímidamente.
-Entonces tranquila… llegaremos en un rato… - dice sonriente
–
Tras parar para estirar las piernas durante un cuarto de
hora, proseguimos el viaje. Sigo con ese nerviosismo, pero esa idea de ir a una
playa concurrida se ha disipado de mi cabeza. No haría eso, lo sé. Así que
decido dejarme llevar, sin preguntar más veces a dónde vamos.
-Es aquí… - dice parando el coche –
Observo extrañada el paisaje. Parece una base militar o algo
así. O un aeropuerto pequeño, no sabría decir. Y tampoco sabría decir dónde
estoy. Me bajo del coche todavía extrañada, no entiendo nada.
-Ven, te voy a presentar a un colega… - dice convencido, haciendo
que me ponga nerviosa –
-Álex, qué es esto? – pregunto mirándolo todo –
Al dejar algo que parece un hangar a la izquierda, veo al
fondo una avioneta y 4 personas junto a ella. No. No puede ser. Miro a Álex
automáticamente y sonríe triunfante. No puede ser lo que estoy pensando.
-Álex tío, cuánto tiempo! – observo a uno de los chicos
abrazarle –
-Qué tal? – me mira – Malú, él es Tomás, un buen colega…
-Un buen colega… - dice riendo – encantado… - me da dos
besos – no le has contado nada? – dice mirando a Álex –
-Qué es lo que tienes que contarme? – me apresuro a
preguntar –
-Tú no querías volar? – pregunta mirándome sonriente –
Mi cara de sorpresa se transforma en cara de ilusión
absoluta. No puedo evitar abrazarle. No puede ser, voy a hacerlo! Algo que
llevo tanto tiempo pensando que nunca podría hacer y que me encantaría y, de
repente, se cumple. Las risas de Álex y del resto del equipo se hacen patentes,
haciéndome que me serene, muerta de la vergüenza.
Mientras me pongo el mono adecuado y recibo un par de
consejos, mi corazón va latiendo más rápido. Observo a Álex detenidamente. Creo
que es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Nadie nunca me había hecho
hacer locuras de este tipo y, el caso, es que me gusta. Me gusta que esté igual
de loco que yo pero que, a diferencia de mí, se atreva a cumplir esas locuras.
Subimos a la avioneta juntos, estoy muy nerviosa. Más todavía cuando la
avioneta despega y por el hueco de la puerta, se cuela todo el aire. Me mareo
si miro por ahí.
-Te apetece hacerlo no? – pregunta Álex sentado a mi lado –
-Si, pero me está dando un acojone importante… - digo
mirando hacia la puerta – a ti no?
-Mucho… - confiesa riendo – pero vas a flipar cuando saltes…
- sonríe – Tomás me convenció para hacer esto, con él todo irá bien… - mira –
sacar una cámara extremadamente pequeña de su bolsillo – ven, vamos a grabarnos
– pone la cámara enfrente de nosotros – hola a todos!! Mirad quien va a saltar
conmigo! – le miro extrañada –
-A quién le hablas? – pregunto sin querer –
-A tus maluleras… - alzo una ceja y rompo en una carcajada –
este vídeo va al twitter directo…
-Si sobrevivimos… - puntualizo –
-No está nerviosa apenas… - dice mientras sigue grabándonos
-
Saltaré con Tomás y Álex con Marcos, otro monitor. Siento la
adrenalina corriéndome por la sangre, incesante, haciéndome tener un nudo en la
garganta constante. Pero me encanta la sensación. Cuando ya hemos alcanzado la
altura necesaria, Tomás me hace un gesto para que me levante. Hago lo que me
han dicho, sin rechistar, ahora mismo no podría hablar, estoy muy nerviosa.
Caminamos enganchados hasta la puerta de la avioneta. Ahora sí que tengo miedo.
Veo el suelo, lejano, como si estuviera sobre una nube, que probablemente esté
muy cerca de donde suelen estar, pero hoy no hay ni una. Al fondo, el mar, no
sé de donde será, no sé dónde estoy, pero me da igual. Pienso saltar, sea donde
sea.
Miro a Álex, ataviado ya con el casco y las gafas
protectoras, pero puedo intuir cómo me sonríe. Me hace un gesto con el pulgar
en alto y me río nerviosa. Me agarro al borde de la puerta y escucho a Tomás
darme las últimas instrucciones. Llega el momento de saltar al vacío, y, a
pesar de pensar que iba a hacerlo, no dudo ni un instante. Siento el impulso y,
décimas de segundo después, siento el cosquilleo en el estómago propio de estar
cayendo. Abro los ojos, lo mantenía cerrados. Lo que veo me hace gritar. Alargo
mis brazos, estoy volando joder!
-Woooooooooowww – grito sin miedo – Dios!! – exclamo –
-Mira a tu izquierda! – escucho gritar a Tomás –
Giro mi cabeza y veo a Álex con Marcos, volando también.
Tómas y Marcos hacen que nos acerquemos y conseguimos chocar nuestras manos en
el aire. No puedo parar de reirme, si quisiera, podría hasta llorar. Tengo una
mezcla de sensaciones increíble mientras caigo al vacío. Tras unos segundos más
de caída, noto como nos alejamos de Álex y Marcos.
-Voy a abrir el paracaídas! – escucho a Tomás –
Me tenso como me han dicho para soportar el tirón que va a
provocar el paracaídas y, tras notarlo, me destenso y dejo caer mis pies en
vertical. A lo lejos, veo el paracaídas de Álex y, sin querer, respiro aliviada.
No se lo he dicho, pero lo que más miedo me daba era que esto fallase.
-Qué tal? – escucho a Tomás –
-Flipante!! – grito subiendo mi dedo pulgar, escuchándole
reir –
Flipante es poco. Cierro los ojos y respiro hondo, quizá el
aire más puro que he respirado en mi vida. Todavía queda una buena distancia
hasta el suelo y quiero disfrutar de las vistas desde aquí arriba. Sigo con los
ojos cerrados un rato, sintiendo el aire chocar contra mí. Es una sensación
preciosa. Lo primero que voy a hacer al poner los pies en el suelo va a ser
correr para abrazar a Álex. No me hubiera atrevido a hacerlo sola, ni siquiera
a dar el paso.
Cuando voy viendo que el suelo se va acercando, vuelvo a
tensarme y a prepararme como me han dicho para la caída. A pesar de ir a una
velocidad mínima, cabe la posibilidad de hacerse daño al tocar el suelo. Pero,
como si lo hubiera hecho toda mi vida, al notar mis pies sobre el suelo, los
muevo como dando pasos y apenas pierdo el equilibrio. Espero a que Tomás
desenganche el paracaídas, que ya yace en el suelo, y, al notar que estoy
suelta, le doy un amistoso abrazo a Tomás y salgo corriendo hacia donde está
Álex.
Me lanzo a sus brazos y me recibe muerto de risa. Estoy
pletórica, jamás he tenido una sensación como ésta.
-Te ha gustado parece ser… - dice riéndose –
-Que si me ha gustado? – digo gritando – es lo mejor que he
hecho en mi vida!!
-Jajajaja! – ríe abrazándome de nuevo – lo he grabado todo,
que lo sepas…
Siento ganas de besarle ahora mismo, pero me reprimo al ver que Marcos y Tomás están a nuestro lado para acompañarnos de nuevo a la base. Son unas ganas que no creo que se disipen, y menos con la adrenalina que llevo ahora mismo encima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario