Me quedo paralizado escuchando a mi mánager por teléfono. Se
afana en contarme los detalles de la propuesta, pero ya no necesito escuchar
nada más. Yo coach de la voz kids? Donde tengo que firmar? Y por qué me pasa a
mí esto? Tan bien lo estoy haciendo para que se fijen así en mí? Al parecer,
quedaron muy contentos con mi participación como asesor. Como cococha, como
diría Malú. Un aire de melancolía me inunda al pensar en esos momentos en los
que nos llevábamos tan bien, pero lo suplo con la ilusión que me hace el
proyecto. Le digo a mi mánager que responda que sí, que no tengo que pensar
nada, que cuadraré las fechas como sea, pero quiero estar en ese programa.
Unos días después, me comunican que los otros dos coaches
van a ser personas que conozco bien. Rosario Flores, a la que adoro. Y Malú.
Sí, Malú, aunque me dicen que no está del todo confirmada su participación. Por
un momento, pienso en echar esto para atrás. No creo que pueda hacer algo así
con ella y que no se note que no nos hablamos. Incluso pienso que ella se lo
está pensando tanto que va a decir que no, y no me gustaría que dejara de
participar porque yo esté presente.
Aquel día que coincidimos en el aniversario de esa cadena de
radio, noté que me esquivaba todo lo que podía. Decidí divertirme, realmente lo
estaba haciendo, y, en cierto modo, estar cantando al lado de ella me provocaba
sensaciones buenas, por mucho que haya pasado. No puedo evitar seguir sintiendo
algo especial por ella. Por eso no creo que sea buena idea participar en el
programa.
Todavía estando en el aire lo que va a pasar, Alejandro
decide organizar una reunión, previo a su marcha a Latinoamérica para
promocionar su nuevo disco. Estoy demasiado rayado para acudir a la reunión que
ha organizado Alejandro. De vez en cuando, organiza cosas así. Según él, es la
única manera de reunirse de vez en cuando con tantos amigos desperdigamos por
ahí. Pero tengo demasiado compromiso con él que no puedo decir que no, así que
decido acudir, a regañadientes.
Al llegar, un sonriente Alejandro me recibe. Tiene una casa
enorme, con un jardín inmenso. Veo que ya ha llegado bastante gente. En cierto
modo, estamos los de siempre, los que ya conozco. Manuel, Antonio, Pablo,
Melen, Vanesa, Rosario… Precisamente Rosario me recibe con un afectuoso abrazo,
llamándome compañero. Sonrío sin poder dejar de pensar en que quizá decida no
participar, pero no pienso dar explicaciones hoy. Hay gente que no conozco.
Alejandro me cuenta que son productores, gente de la música en general con la
que tiene muy buena relación, presentándome a varios de ellos.
Me gusta la relación que tengo con Alejandro. Siempre le he
admirado y, ahora que le conozco, todavía más. Sobre todo porque es un tipo de
lo más normal, tiene conversaciones de todo tipo, digamos que sabe mucho de la
vida como para no escucharle cuando habla. Opinamos muy parecido en muchos
temas así que, cada vez que nos reunimos, la química y la confianza entre los
dos aumenta. Hoy me ha recibido con un caluroso abrazo, le he notado más
cariñoso de lo normal, pero no sabría decir por qué.
Ni siquiera había caído en la cuenta que ella podía venir.
Mi cara de sorpresa, o de susto más bien, cuando la veo, es evidente para todo
el mundo. Bueno, es evidente para mí, porque los demás apenas se fijan en mi
reacción. Mi primer impulso es coger una copa de Martini y salir al jardín,
pero me arrepiento. No soy así, prefiero que me hagan un desprecio a hacerlo
yo, así que vuelvo sobre mis pasos, y la saludo con la mano. Me devuelve el
saludo con una breve sonrisa, pero poco después, agarra a Alejandro por el
brazo y comienzan a charlar animadamente. Me mantengo cerca del jardín, por si
tengo que salir a tomar el aire. Mis ganas de fumar aumentan por segundos, así
que decido salir disimuladamente. Me enciendo un cigarro plantado al lado de la
piscina, mirando a la nada. Esto va a seguir pasando y la tensión que hay entre
los dos puede hacer que muchas cosas se estropeen. Lo nuestro ya se ha estropeado,
pero la relación con el resto de personas que compartimos no. Debería alejarme.
Soy yo el que ha llegado el último. Ella los conoce de casi toda la vida, yo
apenas acabo de aterrizar en esto. Tere siempre me dice que, en ocasiones, me
infravaloro demasiado, y quizá tiene razón. Tengo ese defecto.
Estoy tan ensimismado en mis pensamientos que no escucho que
salen al jardín. Al escuchar mi nombre, veo a Melen acercarse a mí. Disimulo
todo lo que puedo, sonriendo.
-Qué pasa tío? Estás como ausente – dice dándome una palmada
en el hombro –
-No, que va… - respondo distendido – estaba fumando…
-Sabes que fumar es malo no? – me dice riendo – te lo dice
un experto… - estalla en una carcajada que me contagia – te asusta tanta gente
todavía o qué? – dice todavía riendo –
-Para nada… - digo fingiendo seguridad –
-Pues entonces vente pa ca coño! – exclama agarrándome del
brazo – traigo al alma de la fiesta, que está un poco desubicado… - dice
empujándome hacia el grupo donde está Malú –
-Estaría pensando como coño hacer un disco mejor que el que
ha hecho – dice Vanesa con evidente cariño en sus palabras – menudo discazo
colega…
-Si eh? – dice Melen – tío, es de esos discos que, escuches
la canción que escuches, te gustan todas… - le miro un tanto avergonzado –
-Y lo bonito que va a ser estar los 3 de coaches que? – dice
Rosario cogiéndome del brazo y con el otro, cogiendo a Malú, que sonríe por
compromiso –
-Y a ti te tienen que gustar los niños seguro – dice Pastora
– el otro día lo de la niña mira… - se señala el brazo como diciéndome que se
le pusieron los pelos de punta –
-Tú vas a ser un padrazo, ahora solo te falta encontrar con
quién eh? – dice Antonio riéndose, dándome una palmada en la espalda –
El comentario me hace mirar instintivamente a Malú que
aparta la mirada algo incómoda. No sé qué cara poner, pero ese comentario, sin
ninguna maldad, me ha removido por completo por dentro. Y no puedo evitar
pensar que yo ya encontré en su momento con quién ser padre. Con la persona que
ahora apenas me mira a la cara.
-Tenme esto – escucho como le dice a Vanesa entregándole un
vaso – voy al baño, ahora vengo…
La veo desaparecer, abriéndose paso entre la gente a toda
prisa. Reprimo todo lo que puedo las ganas que tengo de ir tras ella. Sé que se
ha ido porque no ha soportado ese comentario. Pero no puedo reprimirlo mucho
tiempo. Cuando quiero darme cuenta, estoy caminando hacia dentro de la casa.
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