Estoy hasta nervioso. Cómo puedo estar tan nervioso por algo
que ya sé que va a pasar? He pensado tantas veces lo que decirle y cómo
decírselo… me miro al espejo y veo un tío muerto de miedo. No me reconozco.
Nunca he estado así. Malú, te quiero. Joder, le estoy hablando a un puto
espejo, serénate coño!, me digo. Ya veré como se lo digo. Lo importante es que
las flores estas lleguen en buen estado a su casa, porque con el tembleque que
llevo, se me van a caer de las manos. Voy en coche para que la mínima gente
posible me veo con este ramo por la calle. Veo las portadas mañana y me mareo.
Al bajar del coche, miro su portal y miro las flores. Joder, no he hecho esto
en mi vida, y mira que me considero un tío romántico. Toco al timbre y la voz
de Vero me sorprende, no me esperaba que estuviese aquí. Entro al jardín y Vero
abre la puerta. Tiene el gesto como asustado. Me hace gestos para que suba las
escaleras y, sin entender nada, las subo algo agitado.
-Corre, ven… - me agarra de los hombros –
Al ver de cerca su cara, se me caen las flores de las manos.
Corro tras ella hacia el baño y, al abrir la puerta, me encuentro a Malú,
sentada en el suelo, con algo de sangre alrededor.
-Qué cojones…? – corro hasta ella y me agacho a su altura –
qué ha pasado? – agarro la cara de Malú, pero hace fuerza para no mirarme –
-Me la he encontrado así… - se tapa la cara con las manos –
me ha dicho que se encontraba mal y ha venido al baño y al ver que pasaba mucho
tiempo he abierto y… - dice nerviosa –
-Malú… - digo agarrando de nuevo su cara – Malú cariño, qué
ha pasado? – digo apartando el pelo de su cara – qué es toda esta sangre? –
digo mirando el suelo –
-Llévame al hospital Álex… - dice mirándome con los ojos
envueltos en lágrimas –
La observo y comprendo esa mirada. Miro hacia sus
pantalones, manchados de sangre y se me hiela la poca que circula ahora mismo
por mis venas. Intento levantarla pero creo que no va a sostenerse, así que la
cojo en brazos y le ordeno a Vero que coja las llaves de mi coche. Durante el
viaje a la clínica, intento que me cuente algo más pero parece que está en
shock, y mareada. Soy consciente de lo que puede significar esa sangre. Es
demasiada. Intento tranquilizarla, lo único que se oye salir de su garganta es
llanto. Entramos en la clínica a toda prisa, agarrando una silla de ruedas para
sentarla sin pedir permiso.
Pasamos a la misma sala donde estuvimos hace un par de
semanas, donde escuché ese latido que se fusionó con el mío nada más comenzar a
oírlo. Malú me mira apenada y asustada desde el potro. Luis me mira un tanto
cariacontencido al comenzar la ecografía.
-Bueno… - Luis me mira pero no puedo mirarle, solo miro a la
pantalla – lo siento mucho… - dice con gesto realmente apenado –
-No… - susurra Malú mirándome – no, no puede ser…
-El feto no tiene latido… - dice Luis – y parece que ha
comenzado a desprenderse, de ahí tanta sangre… - dice finalizando la ecografía –
-Luis, seguro que no tiene latido? – pregunto con tono
desesperado –
-Álex, lo siento de verdad… - pone una mano en mi hombro –
has visto que he estado un buen rato… pero tú lo has visto igual que yo…
Resoplo cabizbajo y noto un peso en la espalda, como si todas
estas paredes se hubieran caído sobre mí. Malú suelta mi mano y agarra la de
Vero, que la abraza, algo que debería haber hecho yo, pero no puedo moverme.
Luis intenta consolarla y consolarme, pero sin éxito.
-Malú, sé que es un momento duro… - habla con mucha cautela –
pero tenemos dos opciones… - miro hacia la pared, sintiendo mucha rabia –
podemos dejar que esto siga su curso… te vas a casa… con tranquilidad… - la
miro pero no me devuelve la mirada – o podemos hacerlo aquí…
He dejado de escuchar. En mi mente solo se oyen esos latidos que ya no existen. Pienso en todas las veces que he estado en una consulta, con Luis al lado, y hemos tenido que dar esta noticia. Jamás pensé que sería un momento tan duro de vivir. Sigo la camilla, con su mano agarrada a la mía, pero sin respuesta ante las miradas que estoy intentando lanzarle. Ha decidido que sea aquí, acabar con esto cuanto antes, cuanto más dure, más doloroso será. Estoy de acuerdo. O eso creo, porque todavía no me puedo creer que esté entrando a quirófano para que le hagan un legrado. Me quedo plantado en la puerta, Luis me ha aconsejado que no entre. No debo. Apoyo mi espalda en la pared del pasillo y me dejo caer al suelo. Todo el abatimiento, toda la tristeza y toda la pena me inundan. Comienzo a llorar sin consuelo. Ni siquiera el consuelo de Vero, sentada a mi lado en el suelo, me hace estar mejor. Esto no tenía que pasar, no es justo. Si hay algo injusto en esta vida es esto. Todos los planes, toda la alegría, todo… todo se acaba de ir. Y duele más todavía si pienso que hoy, a estas horas, ella y yo teníamos una cita. Una cita que ha acabado en el hospital. Una cita que no es una cita… es una pesadilla.
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