jueves, 1 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 39: ARRANCA

-Estaba muy bueno todo… - digo subiendo al coche –

-Tendría que venir más veces… - dice reflexiva abrochándose el cinturón – ya sabes que no salgo mucho por ahí…

-No entiendo por qué… - me mira incrédula – tengo que llevarte al bar donde tomábamos café cuando trabajaba en el hospital… - digo pensativo – he seguido yendo después de esto… no creo que haya que dejar de hacer las cosas que harías…

-Eso no es fácil… - dice pensativa –

-Es todo lo difícil que quieras que sea… - digo mirándola –

Nos quedamos mirando unos segundos, apartando la mirada los dos esta vez. En mi caso, es solo un momento, vuelvo a mirarla y veo una media sonrisa en ella. No puedo evitar dirigir mi mano derecha a su pelo. Lo retiro un poco de su cara mientras me mira de reojo, hasta que gira su cabeza para mirarme. Sonrío tiernamente hasta que noto una punzada en el estómago, como si algo me hubiera sentado mal, como si el coche se acabara de colar en un agujero en la calzada y estuviera cayendo. No aparto la mirada, solo la dirijo a sus labios. Comienzo a notar su respiración algo nerviosa, mezclada con la mía.

-Arranca – susurra suplicándome sin apartar su mirada de mis labios –

Me quedo paralizado con ese tono de voz tan sensual que acaba de usar. Le hago caso a regañadientes y giro la llave para encender el motor. Resoplo disimuladamente, estoy sudando de repente. Pongo el aire acondicionado del coche al mínimo, necesito que me dé un poco de aire aunque sea. Sin hablar, conduzco hacia su casa. Nos miramos de reojo, sabiendo lo que va a pasar cuando pare el coche. Me entra un calor infernal por todo el cuerpo de pensar en ese momento, de pensar en volver a tocarla, a besarla… Una de las veces que la mira fugazmente, la veo mordiéndose el labio, el gesto que me faltaba para sentir que estoy a punto de explotar.

Paro el coche en su puerta, nervioso por no saber si bajarme directamente o esperar a que ella diga algo. Se queda sentada en el asiento, sin desabrocharse el cinturón, hasta que me mira. Esa mirada la conozco, su mirada de deseo deja paso a una avergonzada. Se desabrocha el cinturón y, sin decir nada, sale del coche. Me quedo mirándola, como si necesitara una palabra para volver a moverme. Se dirige a su puerta, sin decirme nada, y no puedo evitar mirar como camina. Al llegar a la puerta, se gira hacia mí y sonríe pícaramente. Bajo del coche a toda prisa, cerrándolo con el mando por el camino y entro al jardín, viéndola como sube las escaleras riéndose.

Al entrar a su casa, cierro la puerta. No me mira, está haciéndose la disimulada. O eso creo. Me quedo en la puerta hasta que veo que se acerca a mí, con una mirada sensual. Al llegar a mi altura, su mano derecha se dirige a los botones de mi camisa, sin desabrocharlos, sólo los roza.

-Eso que has dicho en la comida… iba en serio? – pregunta sin mirarme, con tono pícaro –

-El qué? – acierto a preguntar algo nervioso –

-Eso de… que te había puesto… - sonríe tímida sin mirarme –

-Cachondo? – repito sonriendo – antes o ahora? – digo perspicaz –

Me mira automáticamente y ya no hace falta decir nada más. Nada de acercarnos despacio. No sé quién ha dado el primer paso, pero habrán sido décimas de segundo las que han separado nuestro movimientos. Se agarra a mi cuello, besándome con ferocidad, removiendo mi pelo, colgándose de mi cuello y entrecruzando las piernas por mi espalda. Mis manos se dirigen a sus caderas directamente. Doy dos pasos y pego su espalda con fuerza a la pared, arrancándole un suspiro.

-Llévame arriba – dice con ese tono que tanto me ha gustado escuchar en el coche –

Sin dejarla en el suelo, subo con ella en brazos. Sin perder el tiempo, subo su camiseta por su cuerpo hasta dejarla caer por las escaleras. Siento tanto deseo que creo que sería capaz de tumbarla en las escaleras y hacerlo aquí. Tengo la sensación de no poder llegar a su habitación con ella vestida. Desabrocho su sujetador antes de entrar a la habitación y se lo quito, con premura, notando como me falta el aire. Al llegar a la habitación, deja de abrazarme y pone los pies en el suelo, dirigiendo sus manos a mi pantalón, desabrochando primero el botón y luego la cremallera, haciendo fuerza hacia abajo para bajarlo. Con los pies, consigo quitármelo antes de caer sobre ella en la cama. Al hacerlo, comienzo a besar su cuello como si quisiera chuparle la sangre, como un auténtico vampiro.

Nos devoramos vivos, nada de calma ni por mi parte ni por la suya, nada de esperar, ni rastro de la forma de las otras veces. Esta vez lo hacemos de una manera que me atrevería a decir que no lo he hecho nunca. Yacemos en la cama, cada uno a un lado, boca arriba, desnudos, con la respiración acelerada. Tengo que cerrar los ojos varias veces para intentar respirar más hondo y no sentir tanta sensación de fatiga. Estoy sudando a mares, si me pusiera de pie, seguramente tendría que sentarme, estoy mareado. La miro y observo como su pecho sube y baja acelerado, como el mio.

-Joder… - exclamo mirando al techo – casi me muero…  

-Y yo… - dice mirando al techo – qué cojones nos pasa? – pregunta fatigada –

-No lo sé… - respondo sincero – pero no lo puedo evitar…

-Ni yo tampoco… - dice mirándome – Dios… - exclama – nunca lo había hecho así… - dice sin mirarme – ni tantas veces… - resopla – me cuesta respirar todavía…

-Nunca me había entendido tanto con alguien en la cama… - digo con extrema sinceridad – eres igual que yo, cabrona… - digo mirándola –

-Igual de bestia? – dice riéndose – es que parece que me lees la mente, en serio… - suspira – me quedaría aquí hasta mañana…

-Tienes algo que hacer? – pregunto sonriendo mirándola –

Me acerco a ella deslizándome en la cama y, cuando estoy a punto de besarla, el sonido del timbre de casa nos interrumpe. Nos miramos primero sorprendidos y, luego, con pánico. Es un pánico divertido pero está claro que nadie sabe lo que estamos haciendo. Como si fuéramos dos niños que están intentando esconder una trastada.

-Esperabas a alguien? – digo poniéndome los pantalones –

-No – contesta vistiéndose – espera aquí, voy a ver quién es – dice saliendo de la habitación –


Espero con la puerta cerrada, intentando escuchar la conversación que está teniendo con alguien. Joder, parece que es su amiga Vero. Pillada, pillada tremenda. Y ahora yo qué hago? Si parece que se queda, las estoy oyendo ir hacia el salón. Maldita sea, y ahora qué cojones hago?

No hay comentarios:

Publicar un comentario