El tiempo todo lo cura, pero no en mi caso. Cada vez que
pienso en ella, que alguien me habla de ella, el corazón me da un vuelco. No he
vuelto a verla, no he vuelto a hablarle. A veces le he preguntado a Vero sobre
ella, pero Vero, como buena amiga, ha sido parca en palabras. Nunca en persona,
sólo mediante las redes sociales en ámbito privado. A veces he tenido tantas
ganas de hablarle… pero me las he tragado. Tras aquella conversación en la que
puso punto y final a todo, su recuerdo, lejos de difuminarse, se ha instaurado
en mi mente. En lo más profundo de ella, tanto que he conseguido que no afecte
a mi vida. Tras unas semanas de parón, retome el disco como si fuera un clavo
ardiendo. Y, muchos meses después, por fin ha visto la luz. Según los críticos,
es un disco redondo. Para ser sincero, no estoy seguro que pueda cantar todo
esto en un concierto sin echarme a llorar. Hay canciones demasiado profundas.
Canciones que compuse en el peor momento, que descarté por ser demasiado
autobiográficas, pero que volví a incluir puesto que forman parte de mi vida.
Quizá con las canciones puedo ser todo lo sincero que no soy en la vida real. A
pesar de tener siempre una sonrisa preparada, por dentro sigo estando hecho
pedazos. No puedo engañarme a mi mismo, al resto de la gente sí.
Ella ha sacado su single, que precede al disco. Está mal que
yo lo diga, pero qué bien le han quedado esas canciones que escuché aquella
noche en la casa de la playa. Y qué bien le ha quedado el disco al completo.
Cada vez que escucho “quiero” me viene un suspiro inevitable a la garganta.
Cómo me hubiera gustado vivir eso con ella. Estaba tan ilusionada la última vez
que hablamos de eso… Es curioso… al escuchar su disco, veo que no ha cambiado
ninguna canción. Ni siquiera las mías, que tanto deben recordarle a mí. Ni
siquiera esa que decía que le recordaba a nosotros… quizá eso signifique algo.
O quizá sea que, simplemente, no pudo excluirlas del disco porque ya era tarde.
Yo diría que absolutamente todo el disco que he hecho me
recuerda a ella. Incluso la canción a mi abuela me recuerda al día que se la
enseñé, en su cumpleaños, y que tanto le emocionó. Hoy es seguro que voy a
verla. La gala de aniversario de una cadena de radio conocida nos va a hacer
encontrarnos, aunque sea en la distancia, porque dudo que quiera saludarme.
Me toca actuar presentando mi nuevo single. No va a ser la
canción a mi abuela, sino otra. La compuse un par de noches después de aquel
día en el que perdimos lo que nos unía. Sin darme cuenta, compuse una canción
muy emotiva. Qué bonita la vida. Así se llama. Y así la presentan en el escenario.
La he visto a lo lejos al entrar a la gala. Y perdida entre la multitud de
artistas cuando nos hemos juntado todos. Pero ni una palabra, ni una mirada.
Absolutamente nada.
Salgo al escenario, haciéndole un gesto de conformidad a los
músicos, y me planto en medio.
-Buenas noches Madrid! – digo pegando el micro a mi boca –
Recuerdo el primer consejo que Malú me dio. Mira al frente,
sin mirar a nadie, hasta que ya no te asuste. Eso hago. Comienzo a cantar sin
mirar a nadie, solo al horizonte, donde no pueda distinguir esas caras. A mi
espalda, proyectadas, las imágenes que escogí para mi videoclip. Pedí a la
gente que me sigue que me enviaran fotos con gente a la que querían, sigan aquí
o no. Y salió esto. Ni rastro de mi cara ni de mi imagen en el videoclip, solo
el sonido que sale de mi garganta, poniéndole voz a esas imágenes tan bonitas.
Tras la primera estrofa, noto la emoción en mi cuerpo cuando
escucho a la gente gritarme. Es entonces cuando les miro y me dispongo a
caminar por la pasarela, con la canción más instrumental, sin escucharse solo
el piano. No puedo evitar agacharme para chocar sus manos, mientras sigo
cantando. Miro sus caras, algunas tienen mi nombre pintado en la cara, cosa que
me sorprende todavía.
Comienza el segundo estribillo y escucho a la gente cantar
conmigo. Decido poner el micrófono y escucho, ahora si, nítidamente, mis letras
en las gargantas de esa gente, que ni siquiera ha venido a verme solo a mí,
sino a un puñado de grandes artistas. Con el sonido de la guitarra y la emoción
en mis entrañas, me dirijo hacia atrás en la pasarela. De repente, veo venir
una niña corriendo hacia mí y se abraza a mi pierna. Miro alrededor buscando
una respuesta, pero solo veo los de seguridad subirse a la pasarela, pero les
hago un gesto para que paren. Me miran extrañados pero me hacen caso. Al agacharme,
veo que la niña me mira un tanto asustada. Tiene mi nombre en la frente. Me
enternece la situación más de lo que me gustaría.
-Qué haces tú aquí? – le pregunto dulcemente mientras siguen
sonando las guitarras –
-Me he perdido… - dice asustada – me gustas mucho… - dice
mirándome –
Sonrío de nuevo enternecido y decido que voy a seguir
cantando con ella allí.
-Y tan bonita es que a veces… se despista… - canto
haciéndole una carantoña que le hace sonreir –
Me pongo de pie y camino con ella de la mano, mientras sigo
cantando. Observo como se sabe la canción al milímetro, así que vuelvo a
arrodillarme a su lado y envuelvo su pequeña cintura para acercarla a mí.
Cantamos juntos una palabra que para mí, significa tanto.
-Vida… - alargo la última vocal, escuchando como ella hace
lo mismo – vida…
La pobrecita se abraza a mí algo avergonzada y no puedo
evitar reirme. La canción está terminando y la voy a terminar aquí, arrodillado
al lado de esta niña que todavía no entiendo qué hace aquí, pero no voy a detenerme
ahora a pensarlo.
-Qué bonita la vida, que te mece con arte – canto mirando a
la niña – que te trata de usted, para luego arroparte – sonrío – te hace sentir
valiente… otras tantas don nadie… qué bonita la vida…
Sonrío al terminar la canción mientras me quedo mirando a
esa niña que me mira casi a punto de llorar. La verdad es que si a mi me
impresiona verme aquí arriba, no quiero imaginar lo que tiene que pensar una
niña de 6 años, con tanta gente, y sin su madre. La abrazo y la cojo en brazos
caminando hacia la zona inicial, donde he empezado la canción.
-Cómo te llamas cariño? – digo mirándola –
-Lucía – me responde tímida –
-Vaya… - la miro contrariado con muchos sentimientos
agolpados en mi mente – qué nombre más bonito… - sonrío algo emocionado – y cómo
es que has subido aquí? – sigo preguntándole mientras escucho todavía los
aplausos de la gente –
-Me he perdido y te he visto… y he subido por ahí… - señala
a unas escaleras en un lateral del escenario –
-Con quién estabas? – le pregunto dulcemente –
-Con mi madre… - dice haciendo un puchero y abrazándose
fuertemente a mi cuello –
-No, no llores vale? – digo de manera dulce – vamos a
encontrar a tu mami enseguida… - cojo el micro y lo pongo pegado a mi boca –
bueno… mi amiga Lucía… - la miro – que tiene un nombre muy bonito… - sonrío –
se ha perdido… - escucho la gente y los “o” exclamados con lástima – así que,
mamá de Lucía, mira al escenario porque tengo aquí a tu hija… - digo riendo y
escuchando como la gente comienza a reir –
-Álex, tenemos que seguir… - escucho a alguien a mi espalda –
-Espera, no voy a dejar a la niña sola… - digo mirándole, es
uno de los técnicos encargados del escenario –
-Déjala con los de seguridad coño! Que tiene que seguir la
gala! – me dice metiéndome prisa –
-Ni de coña, no ves que está asustada? – le hago un gesto
para que se calle y le veo hacer gestos de desesperación – A ver… - hablo otra
vez al micrófono – mamá de Lucía, tengo aquí a su hija que tiene pintado en la
cara mi nombre… - digo riéndome – y eso que tienes pintado mi nombre? – le pregunto
guasón y la niña pone cara de tímida –
-Porque me gustas… - dice la niña acercándose al micrófono –
-Jajajaja – estallo en una carcajada, escuchando a la gente reírse
– es bonita la vida o no? – pregunto hacia la gente – claro que lo es… - afirmo
con la cabeza –
A mi derecha, abajo, en el foso, la gente comienza a
señalarme hacia la izquierda. Afino la vista y unas manos con evidentes signos
de prisa se acercan a la pasarela. La niña mira hacia allí y exclama “es mi
madre” haciéndome suspirar aliviado. Bajo a la niña al suelo y la llevo de la
mano al lateral de la pasarela. Tímidos aplausos se transforman en una
atronadora ovación cuando, por una de las pantallas gigantes, se ve a la niña,
levantada por los de seguridad, abrazándose por fin a su madre. Me quedo ahí y
hago un gesto a la gente para que grite más, como si estuviera escuchando
música heavy. Puedo leer en los labios de su madre un gracias y susurro un “de
nada”.
-Bueno… - hablo por el micrófono – qué momentazo eh?... –
digo disimulando que me he emocionado – seguimos! – grito yéndome hacia los
músicos –
La siguiente canción es obra de mi productor. Bueno, es obra
mía, pero Rodrigo me aconsejó que cambiase un poco el tempo del tema. Quedaba
demasiado depresivo con el ritmo del principio, es cierto. Así se disimula un
poco lo autobiográfico de la canción. Y, la verdad, es que es de esas canciones
que me va a encantar hacer en directo. Es la primera vez que la hago así, así
que estoy algo nervioso. Al comenzar a sonar las primeras notas, la gente
aplaude. Parece que se la saben. El disco salió hace algunas semanas y esta
canción ha sonado en varias emisoras, entre ellas, la que celebra hoy su
aniversario, a pesar de no ser single todavía.
Cuando se acerca el estribillo, de un salto paso a la
pasarela, obviando las escaleras, y comienzo a cantar el estribillo mientras
salto. Se notan las horas corriendo últimamente, tengo mucho más fondo que
antes. Sigo cantando hasta llegar al segundo estribillo. Miro hacia la gente,
que salta conmigo y me emociono. Rodrigo tenía toda la razón. Esta canción es
lo suficientemente triste en la letra como para encima ponerle violines.
Además, con este tema saco todo el potencial de voz que tengo. Bueno, o casi
todo. Está en un tono muy alto, pero me gusta, me siento cómodo.
Comienza la parte instrumental y me voy hacia los músicos y
me muevo al ritmo de los golpes de las guitarras y la batería. Lo estoy dando
todo, más que nunca yo creo. Canto a su lado la parte anterior al último
estribillo hasta que llega el golpe de batería que más me gusta. Un golpe seco
que abre paso al último estribillo. Al mismo tiempo que el golpe, salto de
nuevo a la pasarela, dando una buena muestra de mi agilidad. El último
estribillo todavía sube más de tono, así que me freno en el final de la
pasarela. No me gustaría desafinar, aunque la adrenalina me pide que siga
saltando. Termino la canción apartando el micro de forma agresiva de mi boca, mirando
fijamente al frente. Comienzo a escuchar los aplausos y saco la lengua en señal
de estar extasiado. Lo estoy, pero lo hago de broma, podría seguir haciendo
esto toda mi vida si hiciera falta.
-Gracias Madrid! – grito eufórico – gracia cadena dial por
apostar tanto por la música – señalo hacia su logotipo – hace calor eh? – me abanico
con la mano y escucho algún gritito – bueno… os voy a dejar bien acompañados… -
digo mirando hacia la parte trasera del escenario, donde ya visualizo a Pablo –
un gran amigo y un gran músico, Pablo López! – grito subiendo mi mano hasta lo
más alto diciendo adiós y desapareciendo por un lateral del escenario, no sin
antes señalarle, devolviéndome el saludo riendo –
-Tío, pero qué cojones ha sido eso de la niña? – me pregunta
mi mánager –
-Yo que se… - digo riéndome – joder, qué subidón más grande…
- me quito el pinganillo del oído –
-Tenías a los responsables de esto de todos los colores… -
dice mi mánager en tono de reproche –
-Me la pela, lo siento… - digo sincero – qué tal? – digo refiriéndome
a mi actuación –
-Pues genial… - dice mirándome sonriente – se ha escuchado
perfecto…
-Estupendo… - digo sonriendo –
Me pasan una toalla para que seque el sudor de la cara. Mira
que he hecho conciertos, pero no he tenido tanto calor en mi vida. Bebo agua
dirigiéndome al backstage y entonces la veo. La veo esperar. Va a actuar
después de Pablo. Nuestras miradas se cruzan un segundo. No sé ni siquiera qué
cara poner. Aparta su mirada rápidamente, diría que algo nerviosa. Sigo
caminando sin girarme, no voy a hacer eso, no voy a torturarme.
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