miércoles, 7 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 57: TIEMPO

El tiempo todo lo cura, pero no en mi caso. Cada vez que pienso en ella, que alguien me habla de ella, el corazón me da un vuelco. No he vuelto a verla, no he vuelto a hablarle. A veces le he preguntado a Vero sobre ella, pero Vero, como buena amiga, ha sido parca en palabras. Nunca en persona, sólo mediante las redes sociales en ámbito privado. A veces he tenido tantas ganas de hablarle… pero me las he tragado. Tras aquella conversación en la que puso punto y final a todo, su recuerdo, lejos de difuminarse, se ha instaurado en mi mente. En lo más profundo de ella, tanto que he conseguido que no afecte a mi vida. Tras unas semanas de parón, retome el disco como si fuera un clavo ardiendo. Y, muchos meses después, por fin ha visto la luz. Según los críticos, es un disco redondo. Para ser sincero, no estoy seguro que pueda cantar todo esto en un concierto sin echarme a llorar. Hay canciones demasiado profundas. Canciones que compuse en el peor momento, que descarté por ser demasiado autobiográficas, pero que volví a incluir puesto que forman parte de mi vida. Quizá con las canciones puedo ser todo lo sincero que no soy en la vida real. A pesar de tener siempre una sonrisa preparada, por dentro sigo estando hecho pedazos. No puedo engañarme a mi mismo, al resto de la gente sí.

Ella ha sacado su single, que precede al disco. Está mal que yo lo diga, pero qué bien le han quedado esas canciones que escuché aquella noche en la casa de la playa. Y qué bien le ha quedado el disco al completo. Cada vez que escucho “quiero” me viene un suspiro inevitable a la garganta. Cómo me hubiera gustado vivir eso con ella. Estaba tan ilusionada la última vez que hablamos de eso… Es curioso… al escuchar su disco, veo que no ha cambiado ninguna canción. Ni siquiera las mías, que tanto deben recordarle a mí. Ni siquiera esa que decía que le recordaba a nosotros… quizá eso signifique algo. O quizá sea que, simplemente, no pudo excluirlas del disco porque ya era tarde.
Yo diría que absolutamente todo el disco que he hecho me recuerda a ella. Incluso la canción a mi abuela me recuerda al día que se la enseñé, en su cumpleaños, y que tanto le emocionó. Hoy es seguro que voy a verla. La gala de aniversario de una cadena de radio conocida nos va a hacer encontrarnos, aunque sea en la distancia, porque dudo que quiera saludarme.

Me toca actuar presentando mi nuevo single. No va a ser la canción a mi abuela, sino otra. La compuse un par de noches después de aquel día en el que perdimos lo que nos unía. Sin darme cuenta, compuse una canción muy emotiva. Qué bonita la vida. Así se llama. Y así la presentan en el escenario. La he visto a lo lejos al entrar a la gala. Y perdida entre la multitud de artistas cuando nos hemos juntado todos. Pero ni una palabra, ni una mirada. Absolutamente nada.
Salgo al escenario, haciéndole un gesto de conformidad a los músicos, y me planto en medio.

-Buenas noches Madrid! – digo pegando el micro a mi boca –




Recuerdo el primer consejo que Malú me dio. Mira al frente, sin mirar a nadie, hasta que ya no te asuste. Eso hago. Comienzo a cantar sin mirar a nadie, solo al horizonte, donde no pueda distinguir esas caras. A mi espalda, proyectadas, las imágenes que escogí para mi videoclip. Pedí a la gente que me sigue que me enviaran fotos con gente a la que querían, sigan aquí o no. Y salió esto. Ni rastro de mi cara ni de mi imagen en el videoclip, solo el sonido que sale de mi garganta, poniéndole voz a esas imágenes tan bonitas.

Tras la primera estrofa, noto la emoción en mi cuerpo cuando escucho a la gente gritarme. Es entonces cuando les miro y me dispongo a caminar por la pasarela, con la canción más instrumental, sin escucharse solo el piano. No puedo evitar agacharme para chocar sus manos, mientras sigo cantando. Miro sus caras, algunas tienen mi nombre pintado en la cara, cosa que me sorprende todavía.

Comienza el segundo estribillo y escucho a la gente cantar conmigo. Decido poner el micrófono y escucho, ahora si, nítidamente, mis letras en las gargantas de esa gente, que ni siquiera ha venido a verme solo a mí, sino a un puñado de grandes artistas. Con el sonido de la guitarra y la emoción en mis entrañas, me dirijo hacia atrás en la pasarela. De repente, veo venir una niña corriendo hacia mí y se abraza a mi pierna. Miro alrededor buscando una respuesta, pero solo veo los de seguridad subirse a la pasarela, pero les hago un gesto para que paren. Me miran extrañados pero me hacen caso. Al agacharme, veo que la niña me mira un tanto asustada. Tiene mi nombre en la frente. Me enternece la situación más de lo que me gustaría.

-Qué haces tú aquí? – le pregunto dulcemente mientras siguen sonando las guitarras –

-Me he perdido… - dice asustada – me gustas mucho… - dice mirándome –

Sonrío de nuevo enternecido y decido que voy a seguir cantando con ella allí.

-Y tan bonita es que a veces… se despista… - canto haciéndole una carantoña que le hace sonreir –

Me pongo de pie y camino con ella de la mano, mientras sigo cantando. Observo como se sabe la canción al milímetro, así que vuelvo a arrodillarme a su lado y envuelvo su pequeña cintura para acercarla a mí. Cantamos juntos una palabra que para mí, significa tanto.

-Vida… - alargo la última vocal, escuchando como ella hace lo mismo – vida…

La pobrecita se abraza a mí algo avergonzada y no puedo evitar reirme. La canción está terminando y la voy a terminar aquí, arrodillado al lado de esta niña que todavía no entiendo qué hace aquí, pero no voy a detenerme ahora a pensarlo.

-Qué bonita la vida, que te mece con arte – canto mirando a la niña – que te trata de usted, para luego arroparte – sonrío – te hace sentir valiente… otras tantas don nadie… qué bonita la vida…

Sonrío al terminar la canción mientras me quedo mirando a esa niña que me mira casi a punto de llorar. La verdad es que si a mi me impresiona verme aquí arriba, no quiero imaginar lo que tiene que pensar una niña de 6 años, con tanta gente, y sin su madre. La abrazo y la cojo en brazos caminando hacia la zona inicial, donde he empezado la canción.

-Cómo te llamas cariño? – digo mirándola –

-Lucía – me responde tímida –

-Vaya… - la miro contrariado con muchos sentimientos agolpados en mi mente – qué nombre más bonito… - sonrío algo emocionado – y cómo es que has subido aquí? – sigo preguntándole mientras escucho todavía los aplausos de la gente –

-Me he perdido y te he visto… y he subido por ahí… - señala a unas escaleras en un lateral del escenario –

-Con quién estabas? – le pregunto dulcemente –

-Con mi madre… - dice haciendo un puchero y abrazándose fuertemente a mi cuello –

-No, no llores vale? – digo de manera dulce – vamos a encontrar a tu mami enseguida… - cojo el micro y lo pongo pegado a mi boca – bueno… mi amiga Lucía… - la miro – que tiene un nombre muy bonito… - sonrío – se ha perdido… - escucho la gente y los “o” exclamados con lástima – así que, mamá de Lucía, mira al escenario porque tengo aquí a tu hija… - digo riendo y escuchando como la gente comienza a reir –

-Álex, tenemos que seguir… - escucho a alguien a mi espalda –

-Espera, no voy a dejar a la niña sola… - digo mirándole, es uno de los técnicos encargados del escenario –

-Déjala con los de seguridad coño! Que tiene que seguir la gala! – me dice metiéndome prisa –

-Ni de coña, no ves que está asustada? – le hago un gesto para que se calle y le veo hacer gestos de desesperación – A ver… - hablo otra vez al micrófono – mamá de Lucía, tengo aquí a su hija que tiene pintado en la cara mi nombre… - digo riéndome – y eso que tienes pintado mi nombre? – le pregunto guasón y la niña pone cara de tímida –

-Porque me gustas… - dice la niña acercándose al micrófono –

-Jajajaja – estallo en una carcajada, escuchando a la gente reírse – es bonita la vida o no? – pregunto hacia la gente – claro que lo es… - afirmo con la cabeza –

A mi derecha, abajo, en el foso, la gente comienza a señalarme hacia la izquierda. Afino la vista y unas manos con evidentes signos de prisa se acercan a la pasarela. La niña mira hacia allí y exclama “es mi madre” haciéndome suspirar aliviado. Bajo a la niña al suelo y la llevo de la mano al lateral de la pasarela. Tímidos aplausos se transforman en una atronadora ovación cuando, por una de las pantallas gigantes, se ve a la niña, levantada por los de seguridad, abrazándose por fin a su madre. Me quedo ahí y hago un gesto a la gente para que grite más, como si estuviera escuchando música heavy. Puedo leer en los labios de su madre un gracias y susurro un “de nada”.

-Bueno… - hablo por el micrófono – qué momentazo eh?... – digo disimulando que me he emocionado – seguimos! – grito yéndome hacia los músicos –



La siguiente canción es obra de mi productor. Bueno, es obra mía, pero Rodrigo me aconsejó que cambiase un poco el tempo del tema. Quedaba demasiado depresivo con el ritmo del principio, es cierto. Así se disimula un poco lo autobiográfico de la canción. Y, la verdad, es que es de esas canciones que me va a encantar hacer en directo. Es la primera vez que la hago así, así que estoy algo nervioso. Al comenzar a sonar las primeras notas, la gente aplaude. Parece que se la saben. El disco salió hace algunas semanas y esta canción ha sonado en varias emisoras, entre ellas, la que celebra hoy su aniversario, a pesar de no ser single todavía.

Cuando se acerca el estribillo, de un salto paso a la pasarela, obviando las escaleras, y comienzo a cantar el estribillo mientras salto. Se notan las horas corriendo últimamente, tengo mucho más fondo que antes. Sigo cantando hasta llegar al segundo estribillo. Miro hacia la gente, que salta conmigo y me emociono. Rodrigo tenía toda la razón. Esta canción es lo suficientemente triste en la letra como para encima ponerle violines. Además, con este tema saco todo el potencial de voz que tengo. Bueno, o casi todo. Está en un tono muy alto, pero me gusta, me siento cómodo.

Comienza la parte instrumental y me voy hacia los músicos y me muevo al ritmo de los golpes de las guitarras y la batería. Lo estoy dando todo, más que nunca yo creo. Canto a su lado la parte anterior al último estribillo hasta que llega el golpe de batería que más me gusta. Un golpe seco que abre paso al último estribillo. Al mismo tiempo que el golpe, salto de nuevo a la pasarela, dando una buena muestra de mi agilidad. El último estribillo todavía sube más de tono, así que me freno en el final de la pasarela. No me gustaría desafinar, aunque la adrenalina me pide que siga saltando. Termino la canción apartando el micro de forma agresiva de mi boca, mirando fijamente al frente. Comienzo a escuchar los aplausos y saco la lengua en señal de estar extasiado. Lo estoy, pero lo hago de broma, podría seguir haciendo esto toda mi vida si hiciera falta.

-Gracias Madrid! – grito eufórico – gracia cadena dial por apostar tanto por la música – señalo hacia su logotipo – hace calor eh? – me abanico con la mano y escucho algún gritito – bueno… os voy a dejar bien acompañados… - digo mirando hacia la parte trasera del escenario, donde ya visualizo a Pablo – un gran amigo y un gran músico, Pablo López! – grito subiendo mi mano hasta lo más alto diciendo adiós y desapareciendo por un lateral del escenario, no sin antes señalarle, devolviéndome el saludo riendo –

-Tío, pero qué cojones ha sido eso de la niña? – me pregunta mi mánager –

-Yo que se… - digo riéndome – joder, qué subidón más grande… - me quito el pinganillo del oído –

-Tenías a los responsables de esto de todos los colores… - dice mi mánager en tono de reproche –

-Me la pela, lo siento… - digo sincero – qué tal? – digo refiriéndome a mi actuación –

-Pues genial… - dice mirándome sonriente – se ha escuchado perfecto…

-Estupendo… - digo sonriendo –


Me pasan una toalla para que seque el sudor de la cara. Mira que he hecho conciertos, pero no he tenido tanto calor en mi vida. Bebo agua dirigiéndome al backstage y entonces la veo. La veo esperar. Va a actuar después de Pablo. Nuestras miradas se cruzan un segundo. No sé ni siquiera qué cara poner. Aparta su mirada rápidamente, diría que algo nerviosa. Sigo caminando sin girarme, no voy a hacer eso, no voy a torturarme.  

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