Me afano en ordenar la estantería llena de libros que tengo
en la buhardilla. Odio el desorden pero odio todavía más tener que ordenarlo
yo, y eso lleva mucho tiempo hecho un desastre. Al colocar un par de libros y
sacar otro para ponerlo en el estante de abajo, se cae un papel de dentro.
Resoplo frustrada por tener que agacharme, pero me paralizo al ver lo que es. Cojo
la pequeña fotografía entre mis manos y la observo.
Esa fotografía me hace recordar lo que pasó ese día. Y me
hace recordar lo ilusionado que Álex miraba esta ecografía cada vez que podía.
No recordaba que me la había quedado yo. Me siento en el sofá y no puedo evitar
echarme a llorar. Me da tanta pena recordar ese momento. Y me da tanta pena que
todo lo que Álex y yo teníamos desapareciera de esa manera. Siento tanta
sensación de culpabilidad en este momento. Le aparté de mi vida cuando,
seguramente, más le necesitaba y más necesitaba él estar conmigo. Recuerdo las
palabras de Alejandro. Él también tuvo que pasarlo muy mal y yo me empeñé en
que lo hiciéramos por separado. Y, cuando nos hemos encontrado después de tanto
tiempo, no he sido capaz de redimirme y he seguido tratándole como si nunca me
hubiera importado. Y me importó tanto… y me importa, todavía me importa. El
otro día no pude tan siquiera replicarle cuando me dijo todas esas cosas. Me lo
tengo merecido, Álex solo intentaba normalizar la situación y yo no he hecho
más que empeorarla.
Recuerdo la sensación de alivio cuando le vi aparecer y me
quitó a Jaime de encima. Pero esa sensación de alivio desapareció para dar paso
al rechazo, todavía no sé por qué. Quizá porque yo había dejado de preocuparme
por él y él no había dejado de hacerlo, a pesar de haberle tratado tan mal.
Me levanto del sofá, dejando la fotografía dentro de ese
libro de nuevo, acariciándola como si así pudiera acariciar esos momentos tan
felices que viví. Bajo las escaleras y cojo el móvil, pensativa. No va a
cogerme el teléfono. Y esto no se hace por teléfono. Salgo a la calle vestida
con ropa totalmente informal y camino hacia su casa. Todavía no sé qué voy a
decirle, pero le debo al menos una disculpa.
Toco al timbre varias veces, pero nadie me contesta. Miro
alrededor, quizá ha salido a pasear a Dandy. Entonces me doy cuenta que, desde
que ocurrió aquello, no le he vuelto a ver en el parque, ni siquiera de lejos.
Es como si se hubiera esfumado. Y si ya no vive aquí? Caigo en la cuenta que ya
no sé absolutamente nada de su vida. Ni siquiera si está con alguien. Nerviosa
por ese pensamiento y agobiada, vuelvo sobre mis pasos. Camino por la calle con
el móvil en la mano, hasta que decido buscar en la agenda un número al que hace
mucho que no llamo.
-Si? – me contesta –
-Tere, soy Malú – digo algo avergonzada – eh… - dudo – qué tal?
-Hola… - me responde algo sorprendida – qué… qué sorpresa… -
dice con tono contrariado – pasa algo?
-No no… - me apresuro en contestar – em… verás… - me
arrepiento de haberla llamado en este momento – sabes dónde puede estar Álex? –
digo completamente avergonzada – es que he ido a su casa, aquí, cerca de la mía…
pero no me abre nadie y… bueno… - no sé por qué la he llamado –
-Álex se mudó hace tiempo… - dice dejándome sorprendida – no
lo sabías verdad?
-No… - respondo sintiéndome ridícula – perdona, no quería
molestarte… le llamaré luego entonces… - digo intentando cortar la conversación
–
-No le llames hoy… - dice haciendo que frunza el ceño – no es
un buen momento… - hace una pausa –
-Pasa algo? – pregunto extrañada –
-Estamos en el tanatorio… - abro los ojos asustada –
-Qué? – exclamo – qué ha pasado? – digo asustada –
-Ha fallecido un compañero… - carraspea – nuestro jefe… - me
llevo la mano a la boca en señal de sorpresa – Álex le tenía mucho cariño y…
está bastante afectado…
-Vaya… - digo sorprendida – lo siento mucho… no… no sabía
nada…
-No te preocupes… - dice con tono amable – hoy no es un buen
día pero… no dejes de llamarle vale?
-Vale… - respondo algo contrariada por su petición –
-Le gustará que lo hagas… - dice con tono maternal – Malú,
tengo que dejarte vale?
-Vale si… - digo totalmente avergonzada – disculpa que te
haya molestado… - digo sintiéndome mal – siento lo de tu jefe, de verdad…
-Gracias cielo… - responde dulcemente – cuídate… un beso…
Cuelgo el teléfono justo al llegar a la puerta de casa de
nuevo. Qué cojones estoy haciendo? Por qué he llamado a Tere? Qué vergüenza más grande. Entro a casa como si no pudiera pensar claramente, como si no estuviera
aquí. Álex me ha hablado de su jefe, Pepe creo que se llamaba. Le tenía mucho
cariño, es cierto. Tiene que estar muy afectado. Miro el móvil y recuerdo el
día en que me envió un whatsapp cuando mi tío falleció… y lo justo es que yo
haga lo mismo, aunque sea lo primero amable que le diga en mucho tiempo.
“Álex, siento mucho lo de tu jefe… mucho ánimo” escribo
escuetamente.
Me siento en el sofá con el móvil todavía en la mano. No
creo que me conteste ahora, pero me equivoco. Mi móvil vibra minutos después y
abro el whatsapp algo nerviosa.
“Gracias”
Solo un gracias. Nada más. La sensación de culpabilidad que tenía ahora aumenta todavía más. Le tuve que haber decepcionado tanto en aquel momento. Creo que Tere sabe lo que pasó, o, al menos, sabe que no nos hablamos desde hace mucho tiempo. La frase que me ha dicho la delata. No dejes de llamarle, le gustará que lo hagas. Sin querer, me ha dicho que está esperando a que dé yo el paso. Es lo justo, he sido yo la que no ha parado de estropear las cosas. Definitivamente, tengo que pedirle disculpas, pero hoy no es el día.

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