Hace ya unos días desde la final y todavía no he asimilado
que haya podido ayudar a un niño a cumplir su sueño. Tras varias entrevistas,
la cosa se ha calmado un poco y, por fin, he podido serenarme y tener un rato
para mí. Aquella noche, cuando todo terminó y nos fuimos a casa, la despedida
con Malú fue muy extraña. Fue como si quisiera decirme algo. Me buscaba con la
mirada todo el tiempo, pero yo estaba demasiado emocionado como para
entenderlo. Al despedirnos, me dio un cariñoso beso en la mejilla que duró
varios segundos. Los suficientes como para pensar que, después de ese beso, iba
a venir otro en los labios, pero no llegó. No llegó bien porque soy muy
cobarde, o bien porque lo es ella. O quizá los dos, no lo sé.
Estaba diferente. Quizá ese era el momento para hablar de lo
nuestro. O quizá era una noche con tantas emociones que todo podía desvirtuarse
un poco. Por un momento, pensé en proponerle hablar antes de irme, pero no me
atreví. Apenas hemos hablado después. Ha estado un poco liada con varios temas
de la gira y de la promoción del disco y no he querido molestarla tampoco.
Parece que nunca es el momento para hablar, pero hoy estoy raro. Estoy inquieto.
Sé que se va a Algeciras unos días en el puente que comienza mañana y es como
si mi subconsciente supiera que es ahora o nunca. Pero aquí estoy, como tantas
otras veces que tengo que tomar una decisión, esperando a que Tere llegue para
tomarnos un café y clarificarlo todo. Soy demasiado previsible.
Al llegar, se disculpa por la tardanza, sus hijos le han
entretenido con las compras navideñas, que se acercan inexorablemente. Y yo
todavía no tengo regalo alguno. Soy un puto desastre, pienso mientras me cuenta
los regalos que ha comprado.
-Bueno, a ver… - acerca su silla a la mesa – qué es lo que
te preocupa esta vez?
-No siempre te llamo cuando me preocupa algo… - digo
intentando justificarme –
-Nos conocemos… - levanta una ceja – déjame adivinar… -
lleva su índice a la boca haciéndose la pensativa – Malú… - la miro sorprendido
– qué quieres? Yo también he visto el anuncio…
-Qué tendrá que ver el anuncio… - digo algo incómodo –
-Te conozco… - me apunta con la cucharilla del café – como si
te hubiera parido, que no se te olvide nunca…
-Joder… - suspiro sonriendo levemente – vale sí, es por ella…
-Pero cuando vas a dejar de dudar y vas a actuar? – dice algo
indignada – es que no te entiendo, de verdad… - niega con la cabeza –
-Tere, no me eches la bronca vale? – digo algo molesto –
-No te estoy echando la bronca… - dice mirándome – sabes perfectamente
cuál es mi tono de voz al echar una bronca y no es éste… - suspiro mirando al
suelo – ha pasado algo más aparte del beso? – dice recordándome que se lo conté
–
-No… - digo mirando mi café – o si… no lo sé… - digo algo
inquieto – no sé qué pasa Tere…
-Pasa que estás enamorado y tienes un miedo que ni te lo
crees… - me hace mirarla – y sabes para lo que sirve el miedo? – dice mirándome
– absolutamente para nada… - pongo los ojos en blanco –
-No es todo tan sencillo… - digo revolviéndome en mi asiento
– parece como si no supieras todo lo que ha pasado entre nosotros…
-Claro que lo sé… - exclama – deja de estar a la defensiva
conmigo jovencito… - sonrío sin poder evitarlo – sabes lo que tendrías que
hacer? – la miro – ir a su casa y decirle lo que sientes y dejarte ya de estas
gilipolleces de quinceañero… - bebe de su café – no te pegan nada…
-Joder Tere… - digo quejándome ante su sinceridad –
-Sabes lo corta que es la vida y el tiempo que estás
perdiendo? – dice con tono serio – no, no lo sabes… - niega con la cabeza – no sabes
que hoy estás aquí y mañana puede que no…
-Claro que lo sé… - digo pensando en mi accidente – lo sé de
sobra… - contesto molesto –
-Pues no lo parece… - dice mirándome seria – en esta vida
hay que jugársela, y si sale mal, pues bueno! – exclama levantando los brazos –
ya lo arreglaremos… pero si no haces algo que sabes que tienes que hacer… -
niega con la cabeza mirando al café – ahí no hay vuelta atrás Álex…
-Y qué hago? – digo desesperado – me planto en su casa como
tu dices? Como si estuviera loco? – digo negando con la cabeza –
-Es que lo estás Álex… - me mira – estás loco por ella, y no
te lo niegues más… - la miro y me aguanta la mirada, haciéndome sentir pequeño –
qué es lo que tienes que pensar? – la miro pero no puedo responder – si,
estuvisteis liados y perdisteis al bebé, y salió todo mal y estuvisteis mucho
tiempo sin veros, vale… - habla de corrido – pero qué ha pasado cuando os
habéis vuelto a encontrar? – aprieto la mandíbula – sabes lo difícil que es que
una llama no se apague con el tiempo? – sonrío levemente – y la vuestra no se
ha apagado, por lo que me cuentas…
-Ya… - digo mirando al suelo – pero no quiero hacerle daño…
-Ofgg… - pone gesto de disconformidad – dios santo Álex… -
resopla cansada – deja de escudarte en que la proteges porque lo único que
estás haciendo es perder el tiempo… - dice de nuevo – me vas a decir que el
beso ese que os disteis no es un signo claro de que entre vosotros hay mucho
más que una simple atracción? – la miro sin saber qué decir – entre vosotros
hay algo fuerte y el que te conoce un poco lo ve… - me mira – y yo te conozco
mucho Álex… y te digo que esa chica es tu persona… - sonrío sin querer – te acuerdas
esa conversación que tuvimos sobre las medias naranjas hace mucho tiempo? –
asiento recordándolo – vale que fue a las 4 de la mañana en una guardia, pero
es la verdad… - sonrío – todos tenemos una persona que está destinada a estar
con nosotros, y pueden pasar mil cosas para que no ocurra, pero lo que no
podemos hacer es provocarlo nosotros mismos… - la miro pensativo – deja de
pensar, creo que ya has pensado lo suficiente, actúa de una vez y deja de
marear la perdiz porque esa llama sigue encendida pero se puede apagar… -
suspira – y, si se apaga, no se va a volver a encender…
Las conversaciones con Tere siempre me dejan tocado. Es como mi psicoanalista, como si pudiera meterse en mi mente y revolverlo todo. Es su forma de hacerme entrar en razón. Y siempre lo consigue. Apenas he podido dormir, son las 8 de la mañana de un día festivo, en el que no tengo nada que hacer, y ya estoy sentado en el sofá viendo la tele. De repente, como por arte de magia, como si fuera el último empujón que me faltaba, aparece el anuncio en la televisión. La observo, con ese vestido rojo que tanto me gustó y que le hacía más guapa si cabe. Resoplo frustrado al terminar el anuncio y apago la televisión. O ahora o nunca. No puedo más. Tengo que decírselo.
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