sábado, 24 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 100: NO ME IRÉ SIN TÍ

Le veo alejarse entre la lluvia, inmiscuyéndose de nuevo en ese infierno, y no me puedo creer que esto esté pasando. No me puedo creer que haya tomado esa decisión sin escucharme. Miro hacia los policías. Escucho que, efectivamente, hay una bomba, y que parece que tienen 10 minutos. El corazón se me sale del pecho y el miedo, ya no por mí, sino por él, me embarga, y mi lado comienza a llenarse de gente intentando entrar en la zona. El agobio me posee completamente. No sé qué hacer, no sé donde ir, no puedo esperar aquí como si nada.   

Observo horrorizada la zona donde están los heridos, a lo lejos, y veo a gente correr de un lado a otro, desesperados. Es el caos más absoluto, jamás he visto algo así en mi vida. Siempre he contemplado estas situaciones sentada en el sofá, afectada por la tragedia, pero a salvo en casa. Y siempre he pensado qué haría yo si me hubiera tocado estar ahí. A veces he pensado que saldría corriendo como una cobarde. Otras, que intentaría ayudar a toda la gente que pudiera. Y ahora estoy aquí, a escasos metros de la masacre. Y siento unas ganas irrefrenables de correr hasta encontrar a Álex de nuevo y de ayudarle a ayudar a la gente. Sé lo que siente. Siente que es su deber. Y yo siento que no puedo mirar hacia otro lado. Siento que no puedo irme sin él y obviar lo que está pasando, no puedo salir corriendo. Mi conciencia no me dejaría. El miedo me inunda tan fuerte que no soy capaz de poner de acuerdo mi cabeza y mi corazón. No voy a esperar aquí, no pienso hacerlo.

Observo a la gente que se agolpa en el cordón policial, intentando pasar, diciendo que tienen familiares allí. Escucho como los policías hablan entre ellos, parece ser que necesitan el máximo de gente posible para trasladar heridos así que, se miran entre ellos y, sin decir nada, se hacen a un lado y salen corriendo hacia la puerta de la estación. Detrás de ellos, toda esa gente que se agolpaba a mi lado sale en estampida. Me quedo paralizada, observando como corren hacia la zona donde están los heridos, viendo el cordón policial mojarse sobre el suelo y, armándome de valor, corro hacia allí, rezando por encontrarle entre tanta gente y rezando para que esa bomba no explote. Ni siquiera pienso en que pueda matarme a mí, solo pienso en él.

Solo pienso en él hasta que llego a la altura de todos esos heridos. Ni siquiera entro en las tiendas. Me paraliza la imagen, jamás he visto algo así. Jamás he visto tanta sangre, jamás he visto tantos llantos, tantos lamentos, tanto miedo junto. Y están ahí, sentados o tumbados en el suelo, luchando por levantarse, empapados por la lluvia que ha vuelto a apretar, solamente protegidos parcialmente por una lona improvisada que han colocado desde una farola a la otra. Sin decir nada, observo hacia dónde se los están llevando y cojo a un niño en brazos, que me mira asustado. Si hay alguien que no merece estar aquí, ese es un niño. Lo agarro fuerte en brazos mientras corro. Observo que tiene varias heridas por su pequeño cuerpo y tengo que frenar las ganas de llorar que eso me produce. Al llegar a la zona que está más retirada, dejo al niño donde me ordenan los que parece que están organizando la evacuación improvisada.

-La onda expansiva va a ser grande, tiene mucha carga... si no pueden desactivarla... – escucho a un policía hablar con un médico – esta zona es segura, pero tardamos demasiado en traerlos… - dicen corriendo a mi lado – no nos va a dar tiempo… - dice con rabia –

-No se de donde ha salido tanta gente, pero quizá si que podamos sacarles de aquí… - dice el médico –

-Han salido del cordón policial… - contesta el policía – se han empeñado en ayudar…

Les escucho hasta llegar de nuevo a la zona de los heridos. Una persona pide ayuda para trasladar una camilla que no tiene ruedas. Llego hasta él, y su mirada me atraviesa.

-Qué haces aquí? – exclama soltando la camilla en el suelo –

-Álex… - digo deshaciendo el espacio entre nosotros y abrazándole –

-No puedes estar aquí… - dice asustado mientras me abraza – tienes que irte Malú.

-No voy a irme… - digo segura – igual que no vas a irte tú…

-Joder Malú! – exclama frustrado – vamos, vete… - me empuja llevándome detrás de las camillas – no tienes que hacer esto…

-Y tú tampoco – digo mirándole fijamente – pero si no me dejas sacarte de aquí, no me pidas que haga como que no he visto esto… - señalo hacia los heridos –

-Malú… - dice intentando que entre en razón –

-Yo también quiero ayudar joder! – grito – no me voy a ir de aquí sin ti y tampoco me voy a quedar sentada sin hacer nada… - miro hacia la camilla que hemos dejado en el suelo – Álex, no hay tiempo…   

Me mira sorprendido, quizá no se esperaba que me comportase así. Resopla y vuelve a su posición inicial y, sin decir nada más, alzo la camilla con él y trasladamos al herido. Intento no separarme de él, corro a su lado, sin hablar, sin decir nada, ayudándole a trasladar a todos los heridos posibles. Noto el nerviosismo en la gente y en mí misma, no sé cuanto tiempo puede quedar hasta que esto acabe pero siento la necesidad de seguir ayudando. Creo que, por primera vez en mi vida, estoy haciendo lo que haría una persona normal. Sin pensar en que alguien pueda reconocerme, sin pensar en que puedan fotografiarme, solo dejándome llevar por mis sentimientos. Estoy completamente integrada entre la gente, nadie me ha reconocido o, al menos, nadie lo ha dicho, no es el momento de pensar en ello. Me planteo cómo he terminado aquí y, al pensar en él, deshago la pregunta. Tenía que estar aquí, tenía que buscarle y tenía que encontrarle. Y, de repente, soy una más de esos que mañana llamarán “héroes anónimos”. Efectivamente, estoy haciendo lo que haría una persona normal que se comporta de manera lógica. Le pierdo de vista durante unos segundos entre tanta gente y no logro volver a verle. Me giro nerviosa hacia la parte donde están los heridos pero tampoco le veo. Agito la cabeza, estará por aquí, ayudando, no puedo pararme. Me dirijo de nuevo hacia la zona de los heridos, buscándole con la mirada, sin éxito. Al levantar una de las tantas camillas que he levantado en unos minutos, miro a la persona que está conmigo sujetándola.

-Malú? – exclama al verme – no puede ser…

-Tere… - digo sin soltar la camilla y sintiendo mi garganta emocionada – vamos, hay que llevárselo… - digo decidida –

Me mira estupefacta durante un segundo y se pone a caminar aceleradamente dirigiendo la dirección en la que va a ir la camilla. Es como si mi mente fuera capaz de posponer los sentimientos y dejarlos a un lado con tal de seguir ayudando. Al dejar al herido en el suelo, Tere me agarra de los hombros y me abraza fugazmente.

-Dónde está Álex? – digo asustada al no haber vuelto a verle –

-Estaba conmigo… - comienza a correr hacia los heridos de nuevo y le sigo – cómo se te ocurre venir aquí? – dice corriendo a mi lado –

-Lo que no sé es cómo he podido esperar en casa tanto tiempo… - digo sincera –

Noto como Tere me mira algo emocionada y nos separamos. Vuelvo a correr hacia los heridos. Le busco, hay mucha gente con su chaqueta amarilla, pero podría distinguirle, o eso creo. Quedan pocos heridos, con toda la gente de la calle, estamos consiguiendo moverles a todos. Debajo de una manta, veo una pequeña figura, sola, sin nadie alrededor, no parece ni siquiera moverse. Al acercarme, descubro con estupor que se trata de una niña pequeña, sentada en el suelo, sin hablar, sin gritar, sin decir nada. Agarro a la niña en brazos, no sé qué hace todavía aquí. Tiene puesto un gotero pero, cuando me dispongo a quitárselo, unos gritos me hacen asustarme. Miro hacia la puerta de la estación y veo a varios policías hacer gestos mientras gritan.

-Va a explotar!! Todos fuera!!! – gritan –

Miro a la niña que se abraza a mi cuello fuerte y me afano en quitarle la vía de su brazo para poder salir corriendo, mirando a todas partes, buscándole. Al no poder quitarle la vía, sabiendo que estoy perdiendo unos segundos que pueden acabar con mi vida, decido arrancársela. Por pura inercia, salgo corriendo hacia un lado. Apenas he dado dos zancadas, con la sensación de no tener que hacerlo y de buscarle, y con la sensación de que no me va a dar tiempo a escapar de aquello, cuando noto a alguien agarrarme del brazo.

-Corre!!! – exclama –

Miro a mi izquierda y veo a Álex correr desesperado, arrastrándome tras él. Agarro a la niña y la mano de Álex, que me la aprieta fuerte y me lleva estirando de ella hasta detrás de una ambulancia y, haciéndome agacharme, me tira al suelo, con la niña en brazos, y pone su cuerpo sobre nosotras. Décimas de segundo después, no pasa mucho más tiempo, escucho un estruendo ensordecedor que me hace abrazarme con una mano a Álex, temblando de miedo, y con la otra a esa niña de la que no sé ni su nombre. Noto la ambulancia tambalearse por la explosión y a mi corazón latir con fuerza a la vez. Escucho su respiración sobre mí, y el llanto inconsolable de esa niña que apenas tiene que tener 3 o 4 años y que todavía no entiendo cómo seguía allí, abandonada a su suerte.
Le veo incorporar su cabeza, que yacía escondida junto a la mía. Me mira completamente asustado y comienza a tocar mi cara con sus manos, todavía tumbado sobre mí.

-Estás bien? – dice acelerado – dime que estás bien Malú… - su voz suena desesperada –

Asiento sin poder contestarle. Me besa fugazmente varias veces en los labios, conteniendo sus ganas de llorar que son muy evidentes, igual que las mías. Miro a mi derecha, por debajo de la ambulancia. Una mano ensangrentada asoma por detrás de la rueda trasera. Esa imagen me hace darme cuenta de muchas cosas. Álex examina la cabeza de la pequeña, todavía tembloroso, mientras se incorpora. Puedo ver su mirada de terror al mirar hacia la estación. Lleva sus manos a su cabeza, en señal de horror. Me mira y se agacha para cogerme en brazos.

-No… - me apresura en contestar incorporándome – puedo andar Álex…

-Seguro? – dice tocando de nuevo mi cara, como si no se creyera que estoy bien – seguro que estás bien? – pregunta con tono desesperado –

Vuelve a abrazarme, esta vez arrodillado en el suelo. Intento no llorar, pero me es imposible. Al separar el abrazo, veo que él también lo está haciendo. Agarro a la niña en brazos, intentando consolarla, tampoco para de llorar. Al ponerme de pie, Álex vuelve a abrazarme fugazmente y pasa su brazo izquierdo por mis hombros, como sujetándome. Le escucho respirar acelerado, pero no habla, no dice nada, solo camina en dirección contraria a la entrada de la estación donde todo acaba de explotar. Me giro un instante, solo un instante, y soy consciente de que la muerte ha pasado rozándonos muy cerca.

El caos reina en el lugar, más de lo que lo hacía antes. Sigo agarrando a la niña en brazos, no quiero dejarla sola. Álex no se separa un centímetro de mí, pegándome a él y dejando besos en mi pelo, mientras busca a alguien que nos diga quién es esa niña y si estaba sola desde el principio.

-Estaba allí? – pregunta una enfermera mirando a la niña –

-Si – responde Álex – debía de estar con alguien, estaba con alguien cuando la cogiste? – pregunta mirándome –

-Estaba sola – respondo con un hilo de voz –

-Espera, antes alguien estaba diciendo algo así… - se vuelve para buscar a alguien – Carmen! – exclama – la mujer que decía que su nieta estaba allí dónde está?

La tal Carmen nos mira y señala hacia una de las camillas. Una mujer llora amargamente, con las piernas ensangrentadas, gritando como jamás he escuchado gritar a nadie. Aparenta tener como mínimo, la edad de mi madre. La niña, cuando la ve, se revuelve entre mis brazos y me hace soltarla en el suelo. Sale corriendo hasta ella y, cuando la mujer la ve, poco más que parece que va a desmayarse. Observo la escena envuelta en lágrimas. Noto como Álex me abraza y, al mirarle, descubro que está llorando no de pena, sino de alegría, con una leve sonrisa en sus labios. Un reencuentro así, tan bonito, dentro de toda este desastre, emocionaría a cualquiera. La niña nos señala y Álex me hace acercarme hasta ella. Me muero de la vergüenza, me incomoda, no sé ni qué decir cuando esa mujer me mira.

-Gracias – dice emocionada – gracias, de verdad… - abraza a la niña que me mira sonriente – es mi nieta… - dice la mujer – no sé qué ha pasado que me han separado de ella y no podía levantarme y…

-Tranquila… - interviene Álex –

La mujer nos mira tan agradecida que hasta siento como esa mirada se clava en mi corazón. Rompe a llorar de nuevo abrazándose a la niña y, con tan solo mirarnos un segundo, decidimos que ya no hacemos nada allí. Caminamos entre las camillas, mirando hacia la zona donde estaban antes, pero prefiero no mirar demasiado. Varios efectivos están ya allí. Los pocos heridos que han quedado parece que no han podido salvarse. Estaban demasiado cerca de la puerta. De no ser porque Álex nos llevó detrás de esa ambulancia que ha hecho de pantalla con la onda expansiva, seguramente me hubiera levantado del suelo y hubiera caído violentamente. No estaría aquí, eso seguro. Sin un rasguño aparentemente. Le miro y entrecruzo mi mano con la suya, está como desubicado.

-Dónde está Tere? – pregunta Álex buscándola y haciendo que la busque yo –

-La vi justo antes de que pasara… - digo mirando a todas partes – estaba conmigo pero nos separamos…

-Carlos, has visto a Tere? – dice Álex parando con el brazo a un sanitario, que niega con la cabeza y sigue corriendo con varios goteros en la mano –

Le miro y me contagia su mirada asustada. Veo como se acerca a varios compañeros, que niegan con la cabeza cada vez que les pregunta lo mismo. Le observo desde atrás, siguiéndole, cada vez está más asustado. Y yo también. Cuando quiero darme cuenta, estamos en la zona donde estaban los heridos anteriormente. Tengo que apartar la mirada varias veces, incluso me sobreviene alguna arcada con lo que estoy viendo. Si pensaba que antes había visto todo lo que tenía que ver, me equivocaba. Álex me mira asustado. Nadie ha visto a Tere desde la explosión. Intento pensar hacia dónde se fue y ubicarme. Yo me fui a la derecha y ella a la izquierda. Camino hacia allí, esquivando cascotes como puedo. Una pierna asoma detrás de un coche de policía, en el lateral derecho de la puerta de la estación. Me acerco temerosa, no sé por qué lo hago.

-Álex!! – exclamo arrodillándome en el suelo junto a ella – Álex!!! – grito desesperada hasta que le veo aparecer – Dios mío Tere…

Toco su cara, ensangrentada, con los ojos abiertos, me mira con terror y respirando entrecortadamente.

-Álex… - le miro, está paralizado, plantado a mi lado – Álex por favor haz algo… - digo suplicante a punto de echarme a llorar –

No me responde. No se mueve. Solo mira a Tere con cara de pánico, incluso dando pequeños pasos hacia atrás. Me levanto del suelo y le agarro de la chaqueta.

-Álex mírame! – le cojo de la barbilla acelerada – Álex, reacciona por favor, tenemos que hacer algo… - digo conteniendo las lágrimas – es Tere, está viva, pero tenemos que hacer algo Álex… - me mira asustado – por favor…

Me mira y, como si de repente recuperase la visión y no hubiera estado viéndome ni escuchándome en todo este tiempo, frunce el ceño lentamente y se tira al suelo al lado de Tere. Le imito, intentando ayudarle a mantener la calma.

-Tere… - le escucho hablar – Tere, dime qué notas… - toca su cara, limpiándole la sangre –

Tere solo respira aceleradamente, nos mira como intentando hablar y hace gestos con la mano, parece que señalando el pecho. Veo como Álex pone sus dos manos sobre el tórax de Tere y espera unos segundos.

-Joder… - maldice – No me hagas esto Tere… - dice levantándose – quédate con ella! – exclama mientras sale corriendo –

Agarro la mano de Tere instintivamente y me la aprieta. Su mirada es una de esas miradas que hoy he visto y que voy a tener presente siempre. No sé si me mira con una mezcla de miedo y gratitud, imposible de descifrar. Cada vez respira peor, o esa es mi sensación.

-Tere, tranquila, intenta respirar por favor… - digo mirándola y buscando a Álex con la mirada – Álex vendrá en seguida, sabe lo que tienes… - digo intentando calmarme yo –

Vuelvo a mirar hacia donde ha salido corriendo Álex y pienso en ir hacia allí. Pienso en levantarme pero noto como Tere me aprieta la mano fuerte y tira un poco hacia ella.

-No me dejes sola… - dice con un tono casi imperceptible –

La miro sorprendida, compungida, totalmente emocionada.

-Claro que no Tere… - digo acariciando su cara intentando calmarla, dándome igual la sangre – no me voy a ninguna parte…

Noto como sonríe levemente y sigue respirando así, de una forma que jamás había visto respirar a nadie. Es como si no pudiera hacer que el aire entrase en sus pulmones. Su manera de agarrarme la mano me parte el alma. Estoy segura que me ha pedido que me quede con ella porque quizá piensa que va a morir y no quiere hacerlo sola. Tiene miedo. Y yo también lo tengo. Apenas la conozco y tengo miedo de que muera. Quizá porque sé lo importante que es Tere para Álex. Tanto que no ha podido asimilar verla así.

-Vale… - aparece Álex corriendo y suelta un maletín en el suelo – ayúdame Malú, por favor… - dice mirándome fugazmente, con el gesto muerto de miedo – ponte unos guantes…

Asiento, soltando la mano de Tere y obedeciéndole.

-Vas a abrirme todo el aparataje… - dice poniéndose unos guantes y sacando un paño verde cogiéndolo cuidadosamente – Tere, tienes un neumotórax a tensión – le habla mirándole – voy a pinchártelo y te llevaré al hospital, de acuerdo? – veo como se miran – todo va a salir bien, me oyes?

Veo como Tere asiente y noto como una lágrima cae por una de sus mejillas, borrando el rastro de la sangre. Escucho a Álex resoplar varias veces.

-Ábreme gasas y echa betadine, pero no las toques… y córtale la camisa con esas tijeras… - obedezco, dejando a Tere casi desnuda – abre eso – señala uno de los paquetes – vale…

Veo una gran aguja unida a un mecanismo. No sé qué es lo que va a hacer, pero tiene pinta de que no se hace en la calle habitualmente.

-Segundo espacio intercostal… - susurra Álex cerrando los ojos durante unos segundos – firme pero con cuidado… - dice abriendo los ojos – aguanta Tere, sé que voy a hacerte daño…

Al decir esto, veo como clava la aguja en el tórax de Tere. Su cara cambia por completo y se transforma en dolor. Poco después, comienza a relajarse y comienza a dejar de respirar de esa manera. Álex se deja caer sobre sus talones, bajando la cabeza y cerrando los ojos fuerte. Sé que tiene ganas de llorar. Le miro compungida, no tiene que ser fácil hacerle esto a una persona que quieres tanto. No tiene que ser fácil saber que si te equivocas puedes matarla y si no haces nada, puede morirse.

-Lo notas? – dice acercándose al rostro de Tere – respiras mejor verdad? – Tere asiente levemente – Malú, quédate con ella, que no se mueva vale? – dice levantándose – vamos a trasladarla ya…

Veo como sale corriendo de nuevo y agarro de nuevo la mano de Tere, que vuelve a apretármela. Sonrío levemente para reconfortarla, todavía asustada pero algo emocionada, intentando reconfortarla. Intento no mirar demasiado a su tórax, me impresiona ver una aguja tan grande clavada ahí. Al poco tiempo, Álex aparece con tres personas más y una camilla. Me aparto un poco y veo como se coordinan para colocar debajo de ella una tabla que impida que su columna se mueva demasiado. La levantan en peso hasta la camilla y la atan. La chica se afana en pincharle el brazo mientras que Álex fija con todavía más esparadrapo esa aguja enganchada a ese mecanismo que acaba de colocarle en el tórax a Tere. Le miro y me mira, sin decir nada, con el gesto serio, preocupado.

-Has avisado ya al hospital? – pregunta al aire –

-Si, está el quirófano preparado me han dicho… - contesta uno de los hombres –

Álex se quita los guantes y se acerca a mí. Acaricia mi pelo levemente y me agarra de los hombros, llevándome a la ambulancia.

-Ella viene con nosotros – dice, no recibiendo ninguna respuesta negativa por parte de nadie – sube delante vale? – asiento – estás bien? – agarra mi cara con las dos manos –

-Se va a poner bien? – digo señalando a Tere, viendo como la están subiendo a la ambulancia –

-Eso espero… - dice con cara de romper a llorar de un momento a otro – tengo que subir atrás vale? Si se pone peor tengo que estar dentro…

-Lo sé… - digo agarrando sus manos – estás bien? – asiente –

Sin decir nada más, deja un beso fugaz en mis labios y sube a la ambulancia por el lateral, mientras que yo subo delante. A mi lado, el conductor, que resopla agobiado tocando varios botones.

-Cagando leches Antonio… - escucho a Álex hablar por la ventanilla que comunica la parte de atrás con el conductor – todo lo rápido que puedas…

-Oído… - dice arrancando la ambulancia –

Miro a mi derecha y veo la desolación y cómo, sin saber exactamente de qué manera, estoy escapando de aquí con Álex, justo para lo que vine, aún en contra de Vero y Manu. Vero… ni siquiera la he llamado. He perdido la noción del tiempo. Ni siquiera sé qué hora es. Pero es como si hubieran pasado años desde que aparqué el coche cuando llegué aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario