Al entrar a su casa, lo primero que escucho es la voz de su
madre, desesperada, repitiendo su nombre varias veces hasta que aparece por el
pasillo. Llorando amargamente, se abrazan, haciéndome echar de menos en este
momento un abrazo de mi madre. Miro al fondo del pasillo, al salón, y reconozco
a todas las personas que hay allí. Vero, con su hija Carla, a la que solo había
visto en foto. Alejandro con su hija Manuela, que tampoco conocía, pero
reconozco su cara. Me sorprende verle aquí. También está Manu. Y Rosa, su
mánager. Todos tienen los ojos empapados en lágrimas, pero intentan
disimularlo.
El abrazo de su madre dura lo que debe durar un abrazo así.
Tiene que parecer eterno. El miedo que ha tenido que pasar debe haber sido
tremendo. Vero espera paciente tras Pepi, dispuesta a abrazar a su amiga, a su hermana,
como si no pudiera volver a hacerlo más, como si fuera el último o el primer
abrazo que se dan. Dejo a Dandy en el suelo, está inquieto, pero se queda a mi
lado, mirándome. No sé exactamente qué hacer hasta que Alejandro se acerca a mí
lentamente, con esa mirada comprensiva que le caracteriza, y, sin decir nada,
me abraza con fuerza. Las pocas fuerzas que mantenía para contener el llanto,
se desvanecen. Es como abrazar a un hermano realmente. Como abrazar a alguien
de tu familia. A mi compadre, como él me llama. Sé que todos observan la escena
compungidos, emocionados, pero mi emoción es superior a mi vergüenza… al
deshacer el abrazo, me encuentro a Vero frente a mí, mirándome con lágrimas en
los ojos y, sin decir nada, nadie parece poder hablar en este momento, me
abraza de manera cariñosa. Suelto un resoplido intenso al abrazarla, estoy
lleno de emociones en este momento y no sé cómo sacarlas.
Tras abrazarlos a todos, observo como Carla, temerosa, se
acerca a Malú y un nudo en la garganta me impide incluso tragar saliva. Sé lo
importante que es su ahijada para ella. La agarra en brazos y el llanto ténue
pero profundo de Malú me hace volver a ponerme a llorar. Alejandro me mira,
agarrando de los hombros a su hija, que me mira con gesto triste y avergonzado.
Recuerdo que Alejandro me dijo en alguna ocasión que no paraba de escucharme.
Sonrío intentando destensar la situación y me acerco a ella, pero antes de que
pueda decir nada, me abraza como si me conociera. Me enternece tanto que no
puedo evitar volver a llorar. Una niña a la que no conozco se alegra de verme.
Alejandro nos observa, llorando ya sin reservas, igual que todos. Tras abrazar
a Manu, veo como Manuela abraza a Malú y rompen a llorar de nuevo. Igual que
Rosa, que ha estado esperando pacientemente, dejando patente ese carácter
tranquilo que en muchas ocasiones Malú me ha remarcado. La mirada de Pepi se
cruza con la mía. La última vez que la vi fue en aquel hospital, con su hija en
una habitación. Acababa de perder al bebé y me acababa de echar de su vida. Por
un momento, siento vergüenza al mirarla, pero desaparece al verla acercarse a
mí y abrazarme de manera sincera. Incluso puedo sentir que ese abrazo es el más
parecido al que me podría dar mi madre en este momento. Rompo a llorar de nuevo,
no puedo evitarlo, no podría parar de llorar aunque quisiera.
-Estáis bien? – acierta a preguntar Alejandro, secándose las
lágrimas –
Asiento y miro a Malú, que tiene agarrada de los hombros a
Manuela, que continúa llorando emocionada.
-Venga… - dice Pepi agitando la cabeza, como recomponiéndose
–
-Vais vestidos de hospital… - dice Vero mirándonos extrañada
–
-Mejor así que con la ropa que llevábamos, créeme… - dice
Malú con cierto tono de ironía – hola Danka, mi vida… - se agacha a saludarla
en condiciones, algo emocionada –
Me quedo parado hasta que noto la mano de Vero agarrarme y
arrastrarme al salón con ellos. Estoy algo sobrepasado por la situación,
saturado por este día y por las emociones que me fluyen sin parar. Creo que
tardaré bastante en asimilarlo todo. Es más, durante unos segundos siento temor
de no poder asimilar este día en mi vida. Veo el sofá y tengo unas ganas locas
de sentarme, pero creo que tengo más ganas de una ducha.
El sonido de la televisión me hace mirarla, con tan mala suerte
que están hablando de los fallecidos ya identificados. Ni siquiera sé cuánta
gente ha sido, solo sé que mucha. De repente, la foto de Adrián, aparece en
pantalla.
“Adrián Martínez, enfermero de profesión, viajaba en el tren
para dirigirse a ver a su familia. La muerte le sorprendió en ese vagón…”
No puedo escuchar nada más. Me quedo paralizado mirándole y
no puedo evitar que a mi mente vengan las noches trabajando con él. No es que
fuera uno de mis mejores amigos, pero sí era un buen compañero. Un tío siempre
con una sonrisa por delante. Como en la fotografía. Agacho la cabeza abatido y
apoyo mis manos en el sofá.
-Esto no puede estar pasando… - susurro con rabia -
-Mamá, apagad la tele por favor… - escucho decir a Malú – es
él? – pregunta poniendo una mano en mi espalda –
Asiento sin poder contestar. Resoplo intentando espantar las
ganas inmensas de llorar que tengo ahora mismo, pero me es imposible. Comienzo
a llorar, intentando que sea en silencio, me da una vergüenza tremenda hacerlo
delante de ellos, pero no lo puedo evitar. No puedo evitar sentirme incluso
culpable por estar aquí.
-Manuela, llévate a Carla arriba vale? – escucho decir a
Alejandro –
-Pero papá… - escucho que rechista en voz baja –
-Manuela… - vuelvo a escuchar el tono de súplica de
Alejandro –
Escucho como se lleva a la niña, quizá para que no haga
preguntas sobre lo que ha pasado. Malú continúa con su mano en mi espalda,
intentando que no me venga abajo, pero es imposible, es imposible si recuerdo
todo lo que he visto. Es imposible si pienso en que yo podría ser uno de los
que ahora salen en fotografía. Es imposible si pienso que ella podría ser uno
de ellos.
-Vamos Álex… - escucho a Vero – siéntate… - la miro con los
ojos empañados en lágrimas – tú también Malú…
Nos sentamos en el sofá y restriego mis ojos con fuerza,
intentando eliminar todo atisbo de llanto en ellos. Apoyo mis codos en mis
rodillas y escondo mi cara entre mis manos. Veo la taza humeante que me ofrece
Vero. No sé si tengo sed, si tengo hambre, o si tengo ganas de vomitar. No sé
qué siento pero sé que no va a sentarme mal tomar algo así. No sé cuantas horas
llevo sin beber nada. De repente, mi cuerpo, como si supiera que todo ha
terminado, se destensa, y comienza a dolerme de arriba abajo. Noto un dolor de
cabeza intenso, que sube desde las cervicales y, de allí se extiende por mi
columna, hacia mis brazos, cansados de cargar camillas, y mis piernas, cansadas
de correr. A mi lado, Malú se recuesta al lado de su madre, sin decir una
palabra, solo oigo a Pepi decir de vez en cuando palabras cariñosas hacia ella
mientras acaricia su pelo. A mi derecha, se sienta Alejandro que pone una mano
en mi rodilla y me hace mirarle.
-Conocías a ese chico? – pregunta Alejandro refiriéndose a
Adrián –
-Era compañero del hospital… - respondo con un hilo de voz –
-Lo siento… - dice pasando su brazo izquierdo por mis
hombros – esto es un desastre… - dice sincero –
-Es la frase que más he escuchado hoy… - digo con una
sonrisa irónica –
-Qué hacéis todos aquí? – pregunta Malú todavía emocionada,
con la cabeza apoyada en el hombro de su madre –
-Y dónde quieres que estemos cariño? – pregunta Rosa de
manera dulce -
-Raquel se ha quedado con Dylan… - dice ofreciéndome un vaso
de agua, que recibo con mucha sed de repente – Manuela se ha empeñado en venir…
- su voz suena como justificándose – estaba muy nerviosa…
-He tenido que recoger a Carla del colegio… - dice Vero como
reflexionando – han suspendido las clases… - asiento casi sin escucharla – me
ha llevado Manu… no podía conducir conforme me estaba temblando el cuerpo…
-Tu hermano no ha podido venir desde Algeciras con tu padre…
- escucho a Pepi emocionada – ni trenes, ni aviones… y, por supuesto, les he
prohibido coger el coche… - dice convencida – con lo nerviosos que estaban,
nada más nos faltaba… - sonrío tiernamente al mirar cómo abraza a su hija, como
si fuera una niña pequeña –
-Su hermana y sus padres tampoco han podido coger un avión…
- dice Malú, haciendo que la mire – están fuera…
Hay un silencio sepulcral tras sus palabras. Pienso en ellos
y, de nuevo, siento un nudo en la garganta que me gustaría poder quitarme en
algún momento este día, pero dudo mucho que pueda hacerlo.
-He leído lo que ha escrito tu hermana… - dice Vero sacando
el móvil –
-Donde? – pregunto interrogante –
Me presta su móvil y puedo leer el mensaje en cierta red
social.
“La mejor noticia que podían darme hoy, dentro de todo este
horror, es que mi hermano está sano y salvo. Te quiero Álex. Me muero por darte
un abrazo”
Sonrío al leerlo. Sonrío emocionado y vuelvo de nuevo a
tener ganas de llorar, no puedo frenarlas. Vero coge su móvil un segundo y me
muestra otro mensaje, haciendo que Malú lo lea también.
“Y nunca podré olvidar que quien me ha dado esa noticia has sido tú, Malú. No sabes cuánto me alegro que tú también estés a salvo.
Eres muy grande”
-Joder… - susurra Malú justo antes de echarse a llorar –
-Hermanita… - susurro sonriendo emocionado, negando con la
cabeza –
-Ella solita se ha encargado… - dice Vero cogiendo su móvil
– no sabes cuánta gente me ha llamado… - dice mirando a Malú –
-No quiero mirar mi móvil… - dice sacándolo de su bolsillo y
dejándolo sobre la mesa –
-No lo mires cielo… - dice Pepi – ya nos encargamos
nosotros… - suspira – sabes que las noticias van como la pólvora… - asiento sin
mirarla –
-Estabas allí desde el principio? – pregunta Alejandro
mirándome –
-Estaba dentro… - asiento serio, sin decir nada más –
-Ha tenido que ser horrible… - dice Vero compungida –
-Horrible es poco… - digo sincero – voy a llamar a la
familia de Tere… - digo mirando a Malú mientras me levanto del sofá, viendo
como asiente –
Salgo del salón hacia el pasillo y marco el número de su
hija. Suspiro un par de veces antes de comenzar a escuchar los tonos. La voz de
su hija, algo emocionada, me devuelve ese nudo en la garganta que estoy
empezando a aborrecer.
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-No me puedo creer que hayas ido allí… - escucho a Vero
mientras se sienta a mi lado –
-No hablemos de eso ahora Vero… - digo mirándola a ella y a
Manu, que me mira con gesto triste – necesito una ducha… - digo recostándome en
el sofá, con la taza todavía en las manos -
-Os han mirado en el hospital? – pregunta Rosa mirando mi
brazo –
-Álex me ha cosido esto… - digo señalándome la herida,
escuchando un suspiro de mi madre al verlo – pero estamos bien… no tenemos nada
más…
-Eras tú la que llevaba una niña en brazos cuando ha
explotado la última bomba verdad? – pregunta Manu de repente –
Le miro y, sin poder siquiera asentir, agacho la cabeza. Me
da pavor que mi madre haya visto eso. Habrá pensado cualquier cosa. La miro y
está llorando, no ha dejado de hacerlo desde que me ha visto.
-Y Álex el que ha ido corriendo hacia ti… - completa
Alejandro, haciéndome romper a llorar al recordarlo –
-Vale nena… - dice Vero cogiéndome el brazo con cariño –
todo esto ha sido muy fuerte para todos… pero para vosotros todavía más… - dice
compadeciéndose – lo importante es que estáis bien…
-Lo ha visto todo el mundo… - digo con cierta sensación de
agobio –
-No se habrá dado cuenta todo el mundo… - dice Manu –
nosotros, que sabíamos que estabas allí… - dice intentando restarle importancia
– lo hemos visto en directo y nos has parecido tú, pero no se distinguía mucho…
-Ay por dios, dejad de recordarme eso… - dice mi madre
levantándose del sofá – me tiembla todo el cuerpo si lo pienso…
La miro compadeciéndome de su dolor. Lo habrán pasado tan
mal estando aquí… más todavía si me han reconocido. Resoplo y miro hacia el pasillo.
Veo a Álex apoyado en la pared y puedo hasta escucharle sollozar. Alejandro me
mira y decido contar por encima lo que ha pasado.
-Dos de sus mejores amigos están en la UCI – digo mirando mi
taza – Tere y Fran… - suspiro – por eso vamos de verde… - digo mirándome la
ropa – hemos entrado a verles antes de irnos del hospital… - me miran
sorprendidos – A Fran lo ha sacado él mismo antes de que se derrumbara la
estación… - digo mirando hacia el pasillo con cierta admiración – A Tere le ha
salvado la vida después de la última explosión… - resoplo – le había afectado a
los pulmones… - digo sin entrar en más detalles –
-Joder… - exclama Manu impresionado –
-Está saturado… - digo compungida – y luego lo de Adrián, su
compañero… - niego con la cabeza intentando no emocionarme – no sabéis lo que
era ese hospital… - resoplo – era un caos absoluto…
-Dónde está su familia? – pregunta Rosa cogiéndome la mano –
-Su hermana en Francia y sus padres en Canarias… - niego con
la cabeza de nuevo – no iba a dejar que pasara la noche solo, va a quedarse
aquí… - digo convencida y mi madre asiente – no pueden volver en avión, no hay
vuelos…
-Han cerrado el espacio aéreo... – dice Alejandro – tu avión
es de los últimos que ha podido aterrizar… - le miro sorprendida – supongo que
mañana volverán a abrirlo, ha sido por precaución… - dice intentando
tranquilizarme – se han extendido muchos bulos de más amenazas de bomba y… - no
continúa hablando -
-Qué desastre… - digo reflexiva pensando en todas las
imágenes de aquella estación que se agolpan en mi cabeza y que parecen ahora
tan lejanas –
-Bueno… - escucho su voz a mi espalda y me doy la vuelta,
viendo como sus ojos están rojos – parece que Tere se ha espabilado un poco más
y está mejor… - dice guardando su móvil en el bolsillo de la camiseta verde –
Asiento obligándome a poner una sonrisa que le reconforte y
le agarro la mano con fuerza. Me sonríe de medio lado y le oigo suspirar. Está
agotado. Y necesitará una ducha tanto como yo.
-Necesitas una ducha… - digo levantándome del sofá – vente arriba…
- digo convencida, sabiendo que los allí presentes me están mirando –
-No te preocupes – dice frenándome – tú lo que necesitas es
descansar… - dice mirándome intensamente –
-Bueno – dice Vero levantándose del sofá – como creo que
esta conversación no tendría fin, tenemos que tomar las riendas nosotros… -
dice con tono decidido – así que tú y tú – nos señala – a la ducha y a
descansar…
Nos miramos sorprendidos y los dos esbozamos una sonrisa
agradecida.
-Eso, voy a prepararla… - dice mi madre levantándose del
sofá –
-Tú te quedas aquí hoy… - dice Vero señalando a Álex – ni de
coña te vas a ninguna parte… - Álex baja la cabeza sonriendo levemente – así que
venga, arriba… - señala las escaleras, acompañándonos – nosotros nos encargamos
de todo lo demás…
Sonrío sin poder evitarlo al ver como Vero, pese a todo lo
que ha pasado, siempre consigue hacerme sentir bien. Digamos que es esa persona
que siempre da el do de pecho cuando cuando se le necesita. Algo así como Tere
para Álex. Pobre Tere, me pongo triste si pienso en ella. Y me siento orgullosa
de Álex si pienso en cómo le ha salvado la vida. Al subir a mi habitación, le
indico a Álex que va a ducharse en mi baño. Al principio se niega, pero consigo
convencerle.
-Tenía que haber cogido algo de ropa de casa… - dice algo
contrariado en la puerta del baño –
-Espera… - digo cayendo en la cuenta y dirigiéndome a mi
armario –
Le veo esperar mirándome extrañado y, tras rebuscar en uno
de los cajones, encuentro lo que buscaba. Me mira entre sorprendido e
incrédulo, mirando la ropa y a mí alternativamente.
-Lo tenía guardado… debiste dejártelo algún día hace tiempo
- digo entregándole su pijama, intentando no dejarme embargar por la emoción –
no te lo devolví…
-Joder Malú… - acierta a decir mirando su pijama, viendo
como sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo –
Sin decir nada, agarra su pijama. Recuerdo cuando lo guardé
en el cajón, días después de acabar toda relación con él hace más de un año. No
sé por qué lo guardé, no sé por qué no se lo devolví o, directamente, lo tiré.
Simplemente lo guardé ahí, quizá manteniendo la esperanza de, en algún momento,
poder volver a usarlo como lo usaba cuando se quedaba a dormir en casa. No
puedo evitar recordar aquellos momentos y como todo se estropeó por mi enorme
estupidez. Me siento estúpida. Cómo pude arriesgarme a perderle de esa manera
en aquella ocasión? Cómo pude ser capaz de echar de mi vida a una persona como
él? Me siento tan mal que ni siquiera puedo mirarle a la cara. Ni siquiera soy
consciente de que va a abrazarme hasta que lo hace. Lo hace y se echa a llorar
de nuevo. No ha dejado de hacerlo desde que ha entrado por la puerta. Me parte
el alma verle así. Es como ver que se resquebraja a cada segundo, no puedo
soportarlo. Le abrazo con fuerza, con toda la fuerza que puedo.
-Si hasta tengo calzoncillos… - dice separándose e
intentando quitarle hierro al asunto secándose las lágrimas, haciéndome reir
levemente –
-Lo guardé conforme estaba… - digo – pero lo lavé eh? – digo
sorprendiéndome por mi tono distendido, no pensaba que hoy pudiera ponerlo –
-Eres… - dice sin acabar la frase –
Como si no pudiera encontrar las palabras y lo mejor que
pudiera hacer para completarla fuera besarme, se acerca a mí y me besa en la
frente, como tantas otras veces, dejándome una sensación de amor intensísima.
-Me ducharé abajo, si necesitas algo dímelo vale? – digo intentando
que se sienta cómodo –
-Lo que necesito es dormir contigo… - dice con voz tímida
pero segura – es lo único que puede reconfortarme hoy… - me acaricia la cara
con una mano – voy a ducharme o volveré a ponerme a llorar como un gilipollas…
- dice agitando su cabeza y abriendo la puerta del baño –
Sonrío emocionada sin poder evitarlo y, tras ver como cierra
la puerta, suspiro y vuelvo a mi armario, cogiendo un pijama y una toalla y
bajando las escaleras. Abajo, en el salón, continúan ellos. Sé que no van a
irse de aquí hasta que vean como me meto en la cama. De hecho, dudo que mi
madre se vaya, pero no me importa, voy a dormir con él, eso lo tengo claro.
También es lo único que puede reconfortarme hoy. Les veo observarme cuando
entro al baño. Me desvisto, dejando sobre el bidé ese pijama verde del hospital
y abriendo el grifo. Me meto bajo la ducha como si fuera lo último que hago,
necesito sentir el agua. Es como si necesitara sentir que mis heridas se
limpian. Y no las superficiales, sino las profundas, las que van por dentro.
Esas que me han dejado este día. Esas que me han dejado la sensación de no
saber si Álex estaba vivo o no. Esas que me han dejado las imágenes de esa
estación, repleta de heridos. Esas que me han dejado los sentimientos que se
han ido transformando a lo largo del día.
Bajo el agua, reflexiono sobre cómo ha empezado el día y
cómo está acabando. En el avión, estaba deseando poner un pie en tierra y que
llegase la hora de comer para comérmelo a besos cuando llegar a casa. Y, conforme
han ido pasando las horas, he llegado a pensar que eso no iba a volver a pasar,
que ni siquiera íbamos a tener la oportunidad de volver a empezar algo que
nunca debió terminar. Las lágrimas que brotan de mis ojos se entremezclan con
el agua caliente de la ducha. Hoy he pasado tanto miedo que dudo mucho que, en
algún momento de mi vida, vuelva a sentirlo.
Salgo de la ducha y, sin pasar por el salón, subo a la
habitación, secándome el pelo con la toalla, absorta en mis pensamientos.
Repaso uno a uno todos los momentos de hoy, como si no pudiera dejar de
hacerlo. Al entrar a la habitación, lo encuentro sentado en la cama, con los
codos apoyados en las rodillas y tapándose la cara con las manos, el pelo
mojado y el pijama puesto. Al oírme, alza la mirada y la aparta rápidamente. No
quiere que le vea llorar, pero ha vuelto a hacerlo. Supongo que en el ducha. Me
acerco a él y me siento a su lado, haciendo que me mire. Su mirada es de
profunda tristeza. Me parte el alma una vez más. Acaricio su espalda y pega un
pequeño respingo. Le miro extrañada y, sin decir nada, levanto su camiseta.
-Son arañazos… - dice restándole importancia – podrías echarme
un poco de agua oxigenada o algo así? – dice con voz tímida – no quiero que se
infecten…
Observo su espalda, repleta de arañazos y golpes, como si
hubiera estado fustigándose durante horas. Siento unas ganas de llorar
terribles al ver esa imagen. Escucho unos pasos y, en la puerta, veo a mi madre
observarnos, con gesto expectante. Me levanto del sofá hacia el baño, sin decir
nada. Al volver, veo como mi madre observa la espalda de Álex, algo
escandalizada, pero disimulando supongo que para no hacerle sentir mal. Álex me
mira con gesto avergonzado. Echo un poco de agua oxigenada en un trozo de gasa
y voy impregnando su espalda despacio, escuchando como se queja en silencio.
-Quieres que volvamos al hospital? – pregunto de forma
comedida –
-No… - responde convencido –
-Seguro? – pregunta mi madre – te acercamos en un momento…
-No Pepi… - niega con la cabeza – de verdad… - suspira – lo que
quiero es que este puto día se acabe…
Su voz amarga y sincera me hace notar un nudo en mi
garganta. Físicamente está agotado, pero psicológicamente está peor. Y me doy
cuenta que yo también. Dejo el agua oxigenada sobre la mesita de noche, bajo la
atenta mirada de mi madre, que me mira con ternura y me hace sentir algo de
vergüenza. Soy consciente que está notando la manera en la que me preocupo por
él. Y sé que nunca me había visto así con nadie. No hace falta que le diga
nada, ya sabe lo que siento, es mi madre y ella, con una mirada, lo adivina
todo sobre mí.
-Venga, os he preparado un caldo calentito… - dice mi madre
poniendo una mano sobre el hombro de Álex – os vendrá bien…
-Gracias Pepi… - responde Álex sonriendo levemente mientras
se levanta de la cama –
Les sigo por las escaleras y veo que todavía todos siguen
allí. Incluso Manuela y Carla están abajo. No puedo evitar mirar a Carla y
sentir una emoción enorme. Siento debilidad por esa niña, es tan inocente, tan
pura, la quiero tanto… casi como si fuera mi hija. Nos sentamos de nuevo en el
sofá, bajo la atenta mirada de todos, que apenas dicen una palabra. Huelo el
aroma de la sopa de mi madre y me transporta a aquellos días cuando era pequeña
y me ponía enferma y aquella sopa era como milagrosa. Es la misma. Sonrío sin
poder evitarlo.
-Mejor? – dice Alejandro poniendo una mano sobre la pierna
de Álex –
Álex asiente agradecido mientras sopla tímidamente la taza y
toma un sorbo. Veo como esboza una pequeña sonrisa al probarla y no puedo
evitar imitarle.
-Creo que es mejor que os dejemos descansar… - dice Vero
levantándose del sofá – mañana será otro día… - dice con evidente pesar –
Álex la mira y asiente. Hago lo mismo, de manera agradecida,
no me apetece seguir hablando. Observo a mi madre, sentada en la silla, creo
que sin saber exactamente qué hacer. Sé que sabe lo que pienso.
-Hija, no me pidas que me vaya… - dice en voz baja mirándome
–
-Mamá… - digo sonriendo algo enternecida – no voy a pedirte
eso… - sonrío –
Veo como Álex deja la taza vacía sobre la mesa y nos mira.
Creo que no ha escuchado lo que acabamos de decir, pero observa a mi madre y
sonríe. Supongo que se lo imagina al ver como todos se ponen las chaquetas
menos ella.
-Os llevo a casa Vero… - dice Manu – mañana recogerás tu
coche… - Vero asiente poniéndole la chaqueta a Carla, que tiene una cara de
sueño evidente –
Me levanto del sofá y, al primero que abrazo, es a
Alejandro. Me pega a él como si fuera la última vez que me ve. Las lágrimas
vuelven a brotar por mis ojos, cuando pensaba que no podrían volver a hacerlo.
Vuelve a pasarme lo mismo con Vero, con Rosa y con Manu. Álex se seca las
lágrimas, ya menos intensas, al abrazarse a todos ellos. Creo que no hace falta
decir nada. Manuela me mira con una cara propia de una niña de 15 años que
comienza a entender la mierda de mundo en el que vivimos. Me jode tanto eso. Me
jode tanto saber que ha sido plenamente consciente de lo que ha ocurrido hoy.
Es como haberse dado de bruces con la realidad. Es una niña tan especial para mí... si Alejandro es cómo mi hermano, mi relación con ella es como la de una sobrina. A veces me recuerda a mí cuando tenía su edad. Carla, por su parte, se abraza
a mí de una manera tan cariñosa que me rompe en mil pedazos. Apoya su cabecita
en mi hombro y me viene a la cabeza esa niña a la que he recogido justo antes
de explotar la última bomba. Tan frágil, tan llena de vida, tan inocente… tan
injusto todo. Les veo salir por la puerta y, al cerrarse, suspiro
profundamente. Álex pasa su brazo sobre mis hombros y me hace abrazarle. Hay
gente que sabe abrazar, no todo el mundo sabe hacerlo. Hay gente que sabe en
qué momento exacto y de qué manera necesitas un abrazo. Y él es una de esas
personas. Escucho a mi madre suspirar mientras recoge las tazas de la mesa.
-Sabes que quiere quedarse verdad? – digo intentando
excusarme –
-Claro que lo sé… - responde sin deshacer el abrazo – y lo
entiendo… - dice con voz dulce – y si quiere dormir contigo, también lo
entenderé…
-No Álex… - me apresuro en contestar – necesito terminar
este día como lo hubiéramos terminado si nada de esto hubiera pasado… - digo
mirándole –
-Me hubieras dejado quedarme a dormir? – dice sonriendo
tiernamente, quitándome un mechón de pelo de la cara –
-Te hubiera obligado a que te quedaras a dormir… - respondo
mirándole –
Le veo de nuevo sonreír, de una manera sincera, y deja un
beso en mis labios, todavía con sus manos en mi cintura. Escucho a mi madre
caminar por el salón, sé que nos ha visto, y no puedo evitar sentirme un tanto
avergonzada. Agarro su mano y entro de nuevo al salón, donde está mi madre,
limpiando la mesa.
-Mamá… - digo acercándome a ella – ya recogeremos esto
mañana… tú también tienes que descansar… - digo con voz dulce –
-Ay Malú… - suspira y noto como se emociona de nuevo – no me
puedo creer que esto haya pasado…
-Mamá… - digo compungida –
-Voy… - escucho la voz de Álex con timidez – voy a llamar a
mi madre para decirle que ya estoy en casa… - carraspea – bueno, en tu casa… -
dice algo apurado –
Sonrío sin poder evitarlo al verle algo apurado por la
frase. Le veo dirigirse al pasillo y observo como mi madre me mira. Sé que
espera que le diga algo, o quizá no.
-Dormiré en la habitación de invitados… - dice mi madre de
repente –
-Joder… - susurro sorprendida – no me hagas explicártelo
ahora mamá… - le ruego totalmente avergonzada –
-Crees que después de contarme Vero que has ido a buscarle,
necesito que me expliques algo? – dice mi madre con una calma impropia en ella,
haciendo que me avergüence todavía más - si te llega a pasar algo... - dice amargamente -
-Es largo de explicar mamá… - digo avergonzada – pero esto
no es de hoy… - digo mirando a Álex mientras habla por teléfono en el pasillo –
-Lo sé… - dice mirándome cariñosa – no es el momento de
hablar… - dice mi madre intentando recomponerse – no le importa que me quede
verdad? – dice mirándole –
-Claro que no… - respondo mirándole tiernamente como sigue
hablando en el pasillo – solo queremos… - me freno sintiendo una vergüenza
terrible –
-Dormir juntos… - completa mi madre la frase – ay mi vida… -
dice emocionada acariciándome de nuevo el pelo – qué hubiera hecho yo si te
pasa algo… - niega con la cabeza con los ojos llenos de lágrimas –
-Mamá… - niego – no pienses en eso… - digo intentando
serenarme – entiendes que se quede verdad?
-Cómo no voy a entenderlo? – dice mi madre algo sorprendida –
con su familia fuera y después de todo lo que habrá pasado hoy el pobre… - dice
con tono compasivo – no es una noche para que la pase solo… yo también querría
que si no estuviera, alguien se quedara contigo… - dice mi madre convencida –
estaré en la habitación si necesitáis algo cariño…
Me sorprende tanto la comprensión de mi madre. Mi madre a
veces peca mucho de hacer demasiadas preguntas en momentos en los que no
necesito eso, sino una mirada comprensiva. Justo lo que está haciendo ahora.
Tengo tanta suerte de tenerla a mi lado. Veo como mi madre se dirige hacia el
pasillo y la sigo. Pone una mano sobre el hombro de Álex, que intenta disimular
que está llorando.
-Descansa hijo… - dice en voz baja, dándole un beso en la
mejilla mientras sigue con el teléfono pegado al auricular –
Veo como Álex me mira y esboza una sonrisa emocionada y
agradecida hacia mi madre, que le hace una caricia en la mejilla de manera
cariñosa. Me quedo a su lado, escuchando sin querer cómo sigue hablando con su
madre.
-Sí mamá… - dice respirando hondo, intentando serenarse – la
madre de Malú se queda con nosotros… - suspira – no te preocupes… - me mira
apretando la mandíbula – lo sé, pero mañana podréis volver… - asiente – yo también
te quiero mamá… - sonrío enternecida – dale un beso a papá de mi parte… -
asiento – vale… - suspira de nuevo – te llamaré mañana… - carraspea – pero tranquila
vale? Descansa, no pienses en nada malo… - se apresura en pedirle – estoy bien
y eso es lo importante… - asiente – y yo… - sonríe levemente – se lo daré de tu
parte… - dice mirándome – un beso mamá…
Le observo colgar el teléfono y cómo se queda mirando a la
pantalla, como si necesitara unos segundos para recomponerse. Me mira y, sin
decir nada, de nuevo vuelve a abrazarme. Esta vez, necesita que le abrace yo,
necesita que le sostenga. Sé lo que he sentido cuando me he abrazado con mi
madre y sé lo que él ha echado de menos eso hoy. Sin decir nada más, le agarro
de la mano y subimos las escaleras. Al entrar a la habitación, como si
recordásemos en que lado dormíamos cada uno, se dirige a la otra parte de la
cama.
-Mi madre dice que gracias y que le des las gracias a tu
madre… - dice con tono cansado – creo que se ha quedado más tranquila…
-Pobre… - digo apartando las sábanas – tiene que haber
pasado mucho miedo…
Le veo asentir mientras se mete en la cama. Al taparnos, nos
miramos un segundo y, sin decir nada, se gira hacia mí y se abraza a mi cuerpo,
haciéndome abrir los brazos para recibirle. Apoya su rostro sobre mi pecho y no
puedo evitar pensar que esa posición era en la que solíamos dormir hace tanto
tiempo.
-Dios… - dice acurrucándose – se me había olvidado lo mucho
que me gustaba hacer esto… - dice con voz sincera –
Mis ojos se empañan de nuevo y no puedo evitar volver a
romper a llorar. Rompo a llorar al pensar en todo lo que me he perdido hasta
ahora. Y no puedo evitar maldecir el día en el que decidí que lo mejor era
separarme de él. Lo mejor hubiera sido aceptar que lo que nos pasó le puede
pasar a cualquiera. Pero no, elegí sufrir y elegí que sufriera él. He sido tan
estúpida. Le perdí una vez y he estado a punto de perderle del todo. Una
presión en el pecho se instaura en mi cuerpo al pensar en esa idea.
-Malú… - se incorpora al sentir como estoy llorando de nuevo
– no pienses en nada vale? – dice como si pudiera leerme la mente –
-Álex… yo… - digo con voz entrecortada, quiero decirle tantas
cosas y no sé ni siquiera por donde empezar –
-No… - pone un dedo sobre mis labios – no lo hagamos hoy… -
dice a modo de súplica – no quiero que este día de mierda me recuerde que fue
el día que tuvimos esa conversación… - su voz suena con tono de rabia –
Asiento entendiendo que exactamente es eso lo que yo tampoco
quiero. He esperado tanto tiempo a hablar de esto que no sería justo que lo
hiciéramos hoy, en un día tan triste. Aunque, realmente, pienso que no hace
falta que digamos una palabra. Me mira emocionado y se incorpora un poco más
para besarme en los labios. Y nada más. No dice nada más. Ni yo tampoco. Vuelve
a acurrucarse a mi lado, posando su rostro sobre mi pecho y acariciándome el
abdomen levemente. Acaricio su pelo, todavía reprimiendo las lágrimas. No sé
qué hubiera hecho si el día de hoy no hubiera acabado así. No sé qué hubiera
hecho si no hubiera vuelto a verle. Mientras pienso en todo eso, y pensando que
no voy a poder conciliar el sueño, el cansancio, el agotamiento físico y mental,
me hacen caer en un profundo sueño, aferrada a él y él aferrado a mí, como si
fuera el único lugar en el mundo donde poder sentirme segura.
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