viernes, 30 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 107: POR FIN PUEDO DECÍRTELO

Tras varios minutos de carantoñas sin ninguna otra pretensión que hacer del momento algo más especial, decido comenzar a hablar, aunque no sé muy bien por dónde empezar.

-No podías haber elegido un sitio mejor… - dice recostándose un poco más, todavía sentada – qué tranquilidad…

-Aquí nadie nos va a molestar… - digo en voz baja – no sabes las ganas que tenía de estar así contigo… - digo cariñoso, comenzando a dejar besos cautos en su cuello –

-De verdad crees que hace falta que tengamos esa conversación? – dice con voz ténue –

-Nos lo debemos… - se gira para mirarme – no te parece? – baja la cabeza sonriente y vuelve a su anterior posición – Me vas a dejar decírtelo todo? – digo de manera cariñosa – sin pedirme que pare mientras te pones roja como un tomate? – sonrío –

-Lo voy a intentar… - dice riendo levemente –

-Tú no sabes lo pesado que puedo llegar a ser… - digo volviendo a besar su cuello y su mejilla, notando como recuesta su cabeza hacia atrás, con total comodidad – sabes lo que creo que pasó el día que nos conocimos?

-Dime… - responde sin dejar de mirar el fuego –

-Que encontré la persona que llevaba buscando mucho tiempo… - digo notando algo de emoción en mis palabras – desde ese día no has salido de mi cabeza… - noto como ríe tímida – ni siquiera cuando estuvimos tanto tiempo sin vernos… - se revuelve un poco incómoda –

-Te hice mucho daño verdad? – pregunta con tono culpable –

-Si… - contesto sincero – me hizo daño no poder llorar contigo… - digo notando ya la emoción latente en mis palabras – por eso no quería que pasara lo mismo con esto… - acaricio sus manos –

-No me voy a perdonar eso nunca… - dice con algo de rabia – sé que también tuviste que pasarlo mal…

-Y ya no quiero seguir haciéndolo… - digo decidido – quiero estar contigo Malú… - noto como gira su cabeza para mirarme – quiero que estemos juntos… - digo con algo de vergüenza – que si tenemos que llorar por algo lo hagamos juntos… - me mira fijamente – que si tenemos que sufrir por algo, lo hagamos juntos… - suspiro – nunca he tenido tanto miedo como hace una semana… - aparta la mirada – cuando te vi ahí, con esa niña en brazos… mientras todo el mundo corría en la otra dirección… pensé que te iba a perder… - niego con la cabeza – me dio igual lo que me pasara… - veo como comienza a emocionarse – me dio igual que aquella bomba me levantara del suelo por intentar llegar hasta donde estabas… - acaricio su rostro – cuando salía corriendo con Fran, antes de que se derrumbara la estación… - me mira atenta – pensé en ti… - sonrío – en lo que se piensa cuando uno tiene miedo es en el sitio donde le gustaría estar… - aparto un mechón de su pelo mientras baja la mirada – y el día que tuve el accidente, cuando esperaba a que me sacaran del coche – asiente levemente – también pensé en ti… - me mira emocionada – en aquella playa, los dos solos… te acuerdas? – sonrío y veo como sonríe levemente – el sitio donde quiero estar eres tú… - digo notando un nudo en mi garganta – es el único sitio donde estoy a salvo…

Nos miramos unos segundos. Sus ojos y los míos comienzan a llenarse de lágrimas tímidas que no saben si salir de nuestros ojos o quedarse allí, observándonos. Se incorpora un poco y se da la vuelta para mirarme de frente. Acerca su rostro a mí para besarme, pero la detengo dulcemente. Me mira con tal intensidad que tengo que cerrar los ojos un segundo para mantener la compostura. Cojo aire y me dispongo a decir esas palabras, tan solo dos, pero esas palabras que tanto me ha costado decir y que tan seguro estoy ahora de poder pronunciarlas.

-Te quiero… - susurro débilmente, mirándola a los ojos –

Como si me acabase de quitar una mochila de 20 kilos de la espalda, habiéndola llevado durante años, mi cuerpo se destensa al decir esas palabras. Me mira unos segundos, los suficientes para saber que, tras esa mirada, hay un torrente de emociones que va a explotar de un momento a otro. Y explota, de manera lenta, de manera pausada. Acercamos nuestros rostros y unimos nuestros labios de manera suave, lenta, escuchando el sonido de la leña arder, escuchando como no solo hay fuego en la chimenea, sino que, entre nosotros, se acaba de encender de golpe ese fuego que esperaba paciente a recibir un soplo de oxígeno que hiciera que volviera a arder con la misma fuerza que aquella vez que estuvimos a punto de apagarlo para siempre.

Sus besos me hacen recostarme sobre la alfombra, notando las caricias que su pelo hace en mi rostro y en mi cuello al caer sobre él.

-No he terminado… - digo entre besos sin poder evitar sonreir, todavía me quedan muchas cosas por decirle –

-Yo tampoco… - dice sin dejar de besarme –

-Pero si no has dicho nada… - digo riendo levemente –

-Ah no? – dice mirándome a escasos centímetros de mis labios – no he dicho nada? – dice con voz dulce volviendo a besarme – no estoy diciendo nada ahora? – dice besándome –

-Jajaja – río haciendo que deje de besarme – me encantas… - digo mirándola –

La observo mirarme, con su pelo colgando de nuevo y con una sonrisa emocionada. Acaricia mi cara, apoyando su codo sobre mi pecho, mirándome fijamente durante unos segundos.

-Te quiero… - dice con un hilo de voz –

Alzo mis cejas un segundo, sorprendido al sentir que esas palabras se introducen por mis oídos y llegan a mi cerebro. Tantas veces me he imaginado escucharlas que ahora no sé qué cara poner ni cómo sentirme. Sonríe avergonzada al ver que me he quedado sin palabras y esconde su cara en mi cuello, pero hago que vuelva a mirarme. No me hace falta que diga ni una palabra más. Voy a comérmela a besos ahora mismo, hasta que me falte el aire, hasta que no pueda hacer otra cosa que concentrarme en respirar. Respirar profundo, sabiendo que, por primera vez en mi vida, siento que podría llegar a sentir felicidad aunque estuviera a punto de morir ahora mismo. 

CAPÍTULO 106: LOS DOS

Estos días han resultado muy convulsos. Tras volver de ver a Tere y a Fran, después de comer llegaron mis padres y mi hermana a casa de Malú. Mi reencuentro con ellos es algo que jamás podré olvidar. La sensación de ser de nuevo un niño pequeño, en brazos de mi madre, es algo que todavía me hace tener el vello de punta. Su forma de llorar. Su forma de abrazarme, bajo la atenta mirada emocionada de Malú y Pepi. La forma de mi hermana abrazando a Malú, tan agradecida, tan de verdad. La forma de mi padre de casi levantarme en peso del suelo, como si todavía fuera un crío. La forma de mi madre y Pepi abrazándose. El sentimiento de madre compartido dentro del sufrimiento. Solo ellas pudieron entender del todo ese abrazo. Con una sensación extraña, de alegría por irme con ellos y de pesar por separarme unas horas de ella, me fui a casa. Y seguí con la sensación de haber vuelto a la infancia. Como cuando me ponía enfermo y mi madre me arropaba por las noches y se quedaba al pie de la cama hasta que me dormía. La cantidad de sentimientos de ese día es directamente proporcional a la magnitud de los hechos del día anterior.

Me acompañaron a la manifestación, necesitaba ir, como uno más. Ya lo había hecho en ocasiones anteriores y, esta vez, con más motivo. Poco me importó que me reconociesen. A estas alturas, ya sabía que todo el mundo sabía que había estado allí. Apenas había querido saber nada, pero mi hermana se encargó de informarme que, hasta los más haters del mundo, habían hecho algún comentario amable hacia mí. Tampoco es que me importe mucho, de hecho, me molesta. Ese día no había nombres, ni profesiones, ni personas más o menos anónimas. Ese día todos fuimos iguales. Victimas de una masacre que bien podría habernos llevado por delante.

Al día siguiente, asistí a los funerales. Malú vino conmigo, se empeñó y no opuse resistencia, aunque decidió quedarse en un segundo plano. Necesitaba estar cerca de la familia de Adrián. Su mujer, Nadia, había trabajado en alguna ocasión en el hospital. Y se acababa de quedar sola con dos niños pequeños. No sabría decir que día de todos los que han pasado ha sido más duro, porque, cada mañana, me levanto teniendo la sensación fugaz de sentirme culpable por estar vivo. Por qué yo sí y ellos no? Qué he hecho yo mejor para sobrevivir a esto? Sé que son preguntas que nunca voy a poder responder y que, sin duda, van a poder atormentarme si las pienso demasiado. Nada de lo que ocurrió ese día fue justo, y nunca lo será, por muchas explicaciones que le busquemos.

En esta semana, he hablado más con ella que creo que en todo el tiempo. A todas horas, por teléfono o por whatsapp. Pero anoche lo decidí. Miré las llaves de la casa de Tere y repasé mi última conversación con ella. Malú no pudo más y reventó por teléfono. Tuve que intentar consolarla con todos los sentimientos que me contaba respecto a ese día, cuando yo sentía los mismos. El agobio, la incredulidad, la rabia, el miedo cuando cierra los ojos. Absolutamente todo lo que me contó es igual a lo que yo siento. Y pensé en Tere. Nadie puede entenderme mejor que Malú. Y, si tengo que seguir llorando, si tengo que seguir teniendo pesadillas cada vez que consigo conciliar el sueño, debo hacerlo con ella.

Antes de salir de casa en dirección a la suya, decidido a llevármela lejos de una vez, decido escribir algo en las redes sociales, a modo de reflexión y de desahogo. Necesito hacerlo. Siempre las he usado para contar cómo me sentía en algunos momentos y eso no ha cambiado desde que soy conocido. No quiero que cambie. Sigo siendo la misma persona.

“Asimilar lo que pasó hace una semana se me hace muy difícil. Estos días he intentado encontrar una explicación, pero nada podrá explicarme nunca el motivo por el que unas personas deciden arrebatarle la vida a otras. El mundo se ha convertido en un sitio jodidamente injusto, repleto de gente buena, y oscurecido por unos cuantos que no entienden que lo único importante en esta vida es ser feliz. Ser feliz se hace difícil cuando pienso que, lo que ocurrió aquí hace una semana, ocurre a diario en lugares que vemos lejanos, en los que también existe gente inocente que muere a manos de seres que no merecen el calificativo de humanos. La idea de ser feliz se hace difícil cuando pienso en que hay hijos, madres, padres, abuelos, amigos, hermanos, que nunca más podrán abrazar a su ser querido. Siento profundamente el dolor de todas esas familias, como creo que lo sentimos todos, tanto los que estuvimos en medio de esa masacre, como los que lo observaron horrorizados desde su casa. Vaya desde aquí mi más profundo pésame y mi firme promesa de que jamás les vamos a olvidar, por mucho tiempo que pase.

Agradezco enormemente las muestras de cariño que me habéis hecho llegar, pero me gustaría extenderlas a todas esas familias de esos héroes que se fueron de la manera más injusta, a todos esos heridos que siguen luchando en los hospitales por seguir viviendo, a todos esos compañeros que se jugaron la vida por ayudar a los demás, a todos esos héroes anónimos que, aún sin ser su trabajo, decidieron que lo más importante en ese momento era demostrar que lo mejor que tenemos en este mundo es la solidaridad, sin esperar nada a cambio. Ese día no hubo nombres, ni profesiones, ese día hubo seres humanos ayudando a otros seres humanos. Lo ví con mis propios ojos y es algo que nunca voy a borrar de mi memoria.

Los que tuvimos la suerte de escapar de ese infierno tenemos la obligación moral de hacer que esto no se olvide. Pero también la obligación de seguir viviendo. De recuperar nuestras vidas de una forma u otra, de no dejar que esto nos las arrebate también a nosotros, aunque esas imágenes y esos sonidos nos persigan para siempre. Siempre lo harán. Es casi de lo único de lo que estoy seguro ahora mismo. Es casi imposible cerrar los ojos y no recordar alguna imagen sobre ese día. A mí se me hace imposible. Como se me hace imposible asimilar que esto haya ocurrido.

Por si alguno todavía teníamos alguna duda, la vida no es más que esquivar el miedo que nos provocan las preguntas sin respuesta. Por qué yo estoy aquí y toda esa gente no? Qué hice yo mejor para estar aquí? Por qué ha tenido que ocurrir esto? Jamás podremos responder a esas preguntas. No tienen respuesta. Y nos provocarán miedo cada vez que las pensemos. Y es entonces cuando tenemos que mirar a nuestro alrededor y ver lo que tenemos. Ver como gente que apenas conoces, te abraza aliviado sabiendo que estás vivo. Ver como gente que pensabas que ya no estaba en tu vida, te da una palabra sincera de ánimo. Ver como la gente que te quiere, te sostiene para que no termines de caerte del todo. Ver como la persona que quieres consigue darte un abrazo que hace que te olvides, durante unos segundos, de lo jodidamente mal que te sientes. Ver, al fin y al cabo, que el destino te ha puesto aquí por algo, y que solo tienes dos opciones. Rendirte al abismo, o reponerte y seguir viviendo.
Costará hacerlo, pero hay que hacerlo, es lo único que podemos hacer los que nos hemos quedado aquí. Por nosotros, por ellos, y por todas esas personas que han tenido que sufrir que les arrancasen un trozo de su vida ese día. Adrián, amigo, también lo haré por ti.
No os olvidaremos. Nunca podremos ni querremos hacerlo”

Cierro el ordenador tras publicarlo y, sin pensar demasiado, agarro la maleta y salgo de casa. Dandy se ha quedado con mis padres, saben que voy a estar fuera unos días. Me dirijo a su casa, todavía con lágrimas en los ojos por lo que acabo de escribir. Aparco en su puerta, apenas he tardado un minuto en llegar. Salgo del coche y toco al timbre. Los ladridos de Danka me hacen sonreir débilmente, y su cara al verme, todavía más.

-Qué haces aquí? – pregunta algo extrañada – no me habías dicho que venías… - dice dejándome pasar –

-Haz la maleta… - digo convencido - Quiero llevarte a un sitio… - digo decidido, escuchando la voz de su madre desde la cocina –

-A qué sitio? – me mira extrañada –

-A esa conversación que tendríamos que haber tenido hace tanto tiempo… - digo mirándola convencido – no puedo más… - digo en tono sincero -

-Álex! – exclama su madre al verme – dame un beso hijo… - dice con acento sevillano a más no poder –

-Hola Pepi… - respondo sonriendo –

Malú sigue observándome entre extrañada e ilusionada. Mira a su madre y me mira a mí, alternativamente.

-Pasa algo? – pregunta Pepi asustada –

-Mamá… - dice Malú mirándome – voy a hacer la maleta… - dice subiendo por las escaleras –

-Cómo la maleta? – pregunta extrañada mirándome – qué pasa? – pregunta mirándome asustada –

-Siento aparecer así Pepi… - digo sintiéndome algo culpable – pero… - la aparto un poco del pasillo para que no me escuche Malú – quiero llevarla a un sitio… - suspiro – ayer estuvimos hablando y… - suspiro de nuevo – está muy agobiada… - Pepi asiente levemente –

-Lo sé hijo pero… - dice dejando entrever un poco de desaprobación por las formas –

-Sé que no son las formas… - digo excusándome – y lo siento de verdad… - me rasco la cabeza – pero… - no sé muy bien qué decirle – creo que lo necesita… - carraspeo – lo necesitamos… - corrijo con vergüenza –

Pepi me analiza durante unos segundos. Esa mirada es tan parecida a la de mi madre que me hace sentir mucho cariño. Suspira y se alza de hombros.

-Nada, otro potaje que le tengo que congelar… - dice dándose la vuelta – la vas a cuidar? – pregunta girándose de nuevo hacia mí –

-No lo dudes… - respondo seguro –

Espero impaciente en la puerta hasta que la veo aparecer, con el abrigo puesto y la maleta cargada. No sabe dónde vamos pero es como si le diera igual. Su madre aparece por el pasillo con una bolsa llena de tupers. Otra vez vuelve a recordarme a mi madre.

-Mira, yo no sé donde vais, pero llevaros esto… - me da la bolsa – vais lejos? – pregunta mirándome todavía poco convencida –

-No… - respondo sonriendo –

-Hija, abrígate que hace mucho frío… - dice subiéndole la cremallera de la chaqueta –

-Te llamaré cuando lleguemos… - me mira – dónde vamos? – pregunta mirándome –

-A un sitio, ya te lo he dicho… - respondo con voz dulce, haciendo que ponga los ojos en blanco –

-Llevad cuidado, por favor… - dice su madre todavía con el delantal puesto –

-Si mamá… - responde Malú con tono cansado –

Salgo de su casa con su maleta a cuestas. Sé que cuando entremos al coche me va a acribillar a preguntas, y me va a encantar no contestarle a ninguna. Efectivamente, subimos al coche y, nada más abrocharse el cinturón, se queda mirándome con ese gesto suyo tan particular cuando espera que le cuente algo, con una media sonrisa y mirada fija, expectante. Sonrío ampliamente y arranco el coche, escuchando como resopla frustrada.

-Por qué no me dices donde vamos? – pregunta como una niña pequeña –

-No puedes esperar a que lleguemos? – digo riendo – tu madre va a odiarme… - digo exagerando – secuestro a su hija sin avisar y ni siquiera le digo dónde me la llevo…

-Este arrebato que te ha dado no lo he entendido ni yo… - dice mirando a la carretera – pero me gusta… - sonríe mirándome –

-Ayer me dejaste preocupado… - digo refiriéndome a nuestra conversación –

-Estaba agobiada… - dice justificándose – no fue un buen día…

-Ya… - asiento – no están siendo buenos días… - digo con pesar –

-Cómo está Tere? – pregunta bajando el volumen de la música –

-He hablado esta mañana con ella por teléfono… - suspiro – está mucho mejor, pero todavía le quedan unos días en el hospital… - Malú asiente – está muy animada… seguramente pase las navidades en casa… - sonrío agradecido –

-Me alegro… - sonríe sincera – y Fran?

-Fran está bien, creo que le darán el alta mañana o pasado… - digo pensativo – le queda una larga recuperación… - miro a la carretera – lo que le preocupa es quedarse con una ligera cojera… - sonrío levemente – ya le he dicho que va a ser como el Doctor House, que lo mire por ese lado… - Malú sonríe mirándome –

-Y tú? – dice mirándome –

-Yo? – la miro interrogante – Bueno… - aparto la mirada intentando no pensar demasiado – supongo que como tú… - carraspeo – como todos… - reflexiono en voz alta – no te pasa que estos días estás como más pensativa? – pregunto mirándola fugazmente – es como si me metiera en bucles y repasara cosas en las que hace tiempo que no paro a pensar…

-Cómo cuáles? – pregunta mirándome –

-Pues… - suspiro – he pensado mucho en nosotros… - digo mirándola con gesto tranquilo – en todas las cosas que nos han pasado… - Malú aparta la mirada sonriendo de lado – he pensado mucho en el día que nos conocimos… - sonríe – no crees que ese día pasó algo y no nos dimos cuenta? – me mira – me refiero a que… - sonrío – no sé… - digo agitando la cabeza – no me hagas caso, ya te he dicho que estoy muy reflexivo estos días…

-Yo también creo que pasó algo… - dice sonriendo – ay… - suspira sonriendo –

-Qué pasa? – pregunto mirándola sonriente –

-Que tengo ganas de llegar a dónde vamos… - dice con voz tímida –

-Para qué? – pregunto pícaro –

-Para muchas cosas… - dice mirándome –

Continuamos conduciendo por la carretera hasta entrar en una zona de la montaña que comienza a tener paisajes nevados. Llevo las cadenas en el coche, pero no creo que hagan falta. Malú apenas pregunta nada más, sé que está impaciente, igual que yo. Recuerdo las fotos que me enseñaba Tere de esa casa. Con su chimenea, sus sofás que parecían muy cómodos… creo que es el lugar perfecto para perderse unos días, aunque me haya costado aceptar su proposición. Nunca me ha gustado apoderarme del sitio de alguien, pero sé que Tere lo ha hecho con toda su buena intención.

Sigo el gps y las indicaciones que me dio Tere hasta entrar en una especie de pueblecito, con apenas 4 o 5 casas separadas. Diviso la casa, es esa, por las fotos es esa. Suspiro y detengo el coche debajo de un techado, un saliente que tiene la casa, preparado para dejar el coche a cubierto.

-Es aquí? – pregunta Malú con voz ilusionada –

-Abrígate anda, que mira qué temperatura hace fuera – señalo el termostato sonriendo –

Veo como sale del coche y se abrocha su chaqueta, mirando alrededor. Saco las llaves de la casa y cierro el coche. Estoy nervioso, y todavía no sé por qué, si sé lo que va a pasar. Va a pasar lo que tenía que haber pasado hace mucho tiempo. No sé por dónde voy a empezar, pero voy a decirle todo lo que siento, sin reservas, sin vergüenzas. Y, seguramente, en un rato, estaremos haciendo el amor delante de la chimenea. Un escalofrío me recorre al pensar en eso, y no, no es del frío.

Abro la puerta de la casa y Malú entra detrás de mí sin decir una palabra, solo observando la estancia. Una casa antigua pero moderna, es una mezcla un poco extraña pero que le da encanto. Como esas típicas casas rurales, con ese olor característico de la leña y el clima de la zona. Subo los plomos como me dijo Tere y enciendo la luz. Una chimenea preside el fondo del salón, con un sofá bien amplio enfrente y una pequeña tele de plasma. Una mesa de madera, con decoración clásica y moderna a partes iguales. Al fondo a la derecha diviso la cocina. Y al lado, unas escaleras para las habitaciones. Sonrío al ver como Malú se pasea por el salón y, tras observarlo todo durante unos segundos, se gira hacia mí con una amplia sonrisa.

-Cómo has encontrado esto? – pregunta ilusionada –

-Es de Tere… - digo tímido – te gusta?

-Que si me gusta? – pregunta incrédula – es perfecto… - se acerca a mí despacio, haciéndome tener una leve taquicardia al ver cómo me está mirando –

Al llegar hasta mí, pasa sus manos despacio por mi cuello y las entrelaza por mi nuca, dejándome un beso en los labios que me hace creer que no podré dar un paso durante unos minutos. Nos miramos unos segundos, sin hablar, con sus manos en mi nuca y las mías en su cintura.

-Voy… - hablo lentamente – voy a por leña para encender la chimenea vale? – asiente sin hablar – y a sacar del maletero todo lo que he traído…

-Qué has traído? – pregunta siguiéndome –

-Comida para parar un tren, entre otras cosas… - digo riendo – pero no hagas nada, siéntate en el sofá, ya me encargo yo… - digo dirigiéndome a la zona cobijada donde sé que hay leña, tras una pequeña puerta, fuera de la estancia –

-Te crees que no sé encender una chimenea? – dice con tono de chulería –

-Yo creo que sabes hacerlo todo bien… - respondo sin mirarla –

Me giro para mirarla y esa mirada pícara me hace pensar que podría ahora mismo olvidarme de la leña y llevármela en brazos hasta la habitación, sin decir una sola palabra. Resoplo intentando no dejarme llevar por mis instintos más primarios. Quiero que sea algo perfecto, nos lo merecemos.

Tras sacar las bolsas del coche y dejarlas en la cocina, me dispongo a encender la chimenea. Siempre me han gustado estas cosas, el mundo rural, aunque solo sea para unos días. Reconozco que soy más de ciudad, pero no me desagrada la sensación de hogar que da una chimenea en medio del frío. El día es corto, la luz en un lugar así se acaba pronto, así que la noche va a ser larga. Malú se sienta a mi lado, mirando el fuego que ya hace arder la leña.

-Bueno, pues esto ya está… - digo intentando levantarme, pero me lo impide –

-Vamos a quedarnos aquí… - dice moviéndose hasta sentarse delante de mi, entre el fuego y yo –


Entrelaza mis manos y cruza sus piernas, apoyando su espalda en mi torso. Sonrío apoyando mi cabeza en su pelo. Creo que ha llegado el momento de tener la conversación más bonita que he tenido y que, seguramente, tendré en mi vida. 

miércoles, 28 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 105: AMANECER

Despertar abrazado a la persona que quieres es una de las cosas más bonitas que pueden pasarte. Pero una mañana como hoy, se ve deslucida. Ha sido abrir los ojos y recordar todo lo que pasó ayer y un tremendo pesar se ha apoderado de mí. Pero, a la vez, una sensación de tremenda suerte me ha invadido al verla dormir a mi lado. Su respiración tranquila casi es capaz de hacer que me olvide de todo. Me quedo observándola durante unos minutos, sin hacer ruido, sin moverme, solo observándola respirar hasta que empiezo a notar cómo se despierta. Veo como va haciendo movimientos con la cara, como si sus músculos fueran activándose poco a poco. Abre los ojos despacio y espero paciente a que se gire hacia mí. Cuando lo hace, veo como esboza una pequeña sonrisa sincera, diría que algo emocionada.

-Hola… - susurro como si alguien pudiera oírnos –

-Hola… - responde mirándome – has podido dormir? – pregunta girándose un poco, poniéndose de lado hacia mí –

-Te aseguro que no pensaba poder dormir así después de un día como el de ayer… - digo de manera sincera –

-Yo tampoco… - dice mirándome intensamente – me desperté un par de veces por la noche… - dice con gesto triste –

-Yo también… - digo mirándola – llevo un rato mirando como duermes… - digo con un tono extremadamente cariñoso y aparto un mechón de pelo de su cara – no sabes lo que me tranquiliza mirarte mientras duermes… - digo sabiendo que estoy siendo quizá demasiado ñoño –

-Álex… - susurra avergonzada apartando la mirada –

-Tengo mucha suerte… - digo acariciando su rostro, haciendo que se sonroje débilmente –

-Yo si que tengo suerte… - dice volviendo a mirarme – más de la que me merezco…

Frunzo el ceño ante ese comentario mientras veo como vuelve a apartar la mirada, esta vez con gesto compungido. Me incorporo un poco para observarla mejor. Parece que ya, de buena mañana, vuelve a tener ese nudo en la garganta que ayer debió tener durante todo el día y que también ha vuelto a aparecer en mí.

-Por qué dices eso? – digo algo mosqueado –

-No me hagas caso… - dice suspirando mirando hacia el colchón – tienes hambre? – dice mirándome –

-No estamos hablando de eso… - digo con tono dulce – qué piensas? – digo sin poder parar de acariciar su rostro –

-Muchas cosas… - dice con tono triste – no sigas preguntándome o empezaré el día como lo acabé ayer… - dice mientras veo como hace serios esfuerzos por no echarse a llorar –

-Ven aquí… - digo totalmente conmovido, haciendo que me abrace – sabes lo que he pensado al despertarme? – digo escuchando como comienza a sollozar – he pensado en cómo puedo tener tanta suerte de tener a alguien que haga lo que hiciste tú ayer por mí… - escucho como va a hablar, pero sigo hablando – y en lo loca que estás… - digo en voz baja – si te llega a pasar algo no me lo hubiera perdonado nunca… - deshago el abrazo y agarro su cara con mis manos – lo sabes no? – baja la cabeza, dejando escapar alguna lágrima de sus ojos –

-Y qué querías que hiciera? – dice con voz entrecortada – no podía quedarme en casa sin saber si estabas… - para en seco de hablar y escucho como traga saliva –

-Eres la persona más valiente que he conocido en mi vida… - digo sincero – y no sabes lo que me gusta eso…

-Pfff… - resopla algo sobrepasada –

-Y sólo por eso, te lo mereces todo… - digo haciendo que me mire – no sé lo que habría hecho ayer sin ti… - acaricio su rostro – si pienso en lo que pasó ayer, me parece increíble poder sonreír a pesar de todo… - sonrío levemente – y eso sólo lo consigues tú…

-Para por favor… - me suplica, echándose a llorar de nuevo, avergonzada –

Suspiro sabiendo que quizá estoy agobiándola un poco con tantas muestras de lo que siento. Hago que se acerque a mí y dejo un sonoro beso en su frente, sé que le encanta que haga eso. Y, después, inclino un poco mi cabeza y hago lo mismo sobre sus labios, que me reciben medio entreabiertos y se entrelazan levemente. Nos miramos a escasos centímetros tras besarnos y, de nuevo, pienso que no sería ni necesario tener esa conversación. Pero nos la debemos. Y sé que la vamos a tener. Y no voy a detenerme cuando llegue ese momento.

-Creo que tu madre ha hecho café… - digo sonriendo, oliendo el aroma que entra por la puerta –

Sonríe durante unos instantes, mirándome, y se remueve en la cama para levantarse. Su pelo revuelto me encanta. Se ondula de una manera natural. La imito y me apoyo en el cabecero, mirando hacia la ventana, ni siquiera sé qué hora debe ser. La miro durante un instante y agarro su mano, llevándola a mis labios y dejando un beso en ella, justo antes de levantarme de la cama. La veo observarme y, poco después, me imita. Nos abrazamos durante unos segundos en la puerta y la agarro pasando mi brazo por sus hombros. Bajamos las escaleras y el olor a café se hace más intenso. El sonido de la radio, hablando sobre lo de ayer, me hace apretar la mandíbula. Al escucharnos entrar a la cocina, Pepi se apresura en apagar la radio y sonrío ante el gesto.

-Hola… - dice Pepi mirándonos – habéis descansado? – pregunta justo antes de abrazar a Malú, que asiente todavía algo adormilada – quieres café Álex? – dice acercándose a mí y dejando un fugaz beso en mi mejilla que me deja algo contrariado –

-Si… - respondo algo sorprendido – gracias… - miro la radio y luego a Malú, que hace un gesto de afirmación –

Enciendo la radio ante la sorpresa de Pepi y escucho sentado en la silla. Cuentan que se ha abierto el espacio aéreo de nuevo y pienso en mi familia. Podrán volver hoy y podré volver a abrazarles. Y entonces comienzan a decir los fallecidos y los heridos de la masacre de ayer. Más de 300 personas fallecieron. La cifra me impresiona tanto que tengo que resoplar porque no sé qué decir. Miro a Malú que me aparta la mirada mientras coge su taza con café humeante y se sienta a mi lado. Veo como Dandy espera paciente en mis piernas a que le haga alguna caricia. Ni siquiera me acordaba que ayer habíamos ido a por él, solo recuerdo nítidamente todo lo que ocurrió en la estación, pero me cuesta recordar lo que pasó después de salir del hospital. Quizá es porque todo lo que hice a partir de ahí, fue de manera autómata.

Mientras sigo escuchando la radio, observo a Malú. Está muy pensativa, como yo, seguramente repasando todo lo que ocurrió ayer. Pepi se sienta en un lateral de la mesa, sé que quiere hablar, pero también sé que no sabe qué decir.

-He hablado con tu hermano… - dice de repente – vienen esta tarde… - Malú la mira y sonríe levemente –

-Tendría que llamar a mis padres… - digo reflexionando – y a mi hermana…

-Han llamado esta mañana al móvil de Malú… - miro a Pepi sorprendida –

-Le di mi número a tu hermana ayer… - dice mirándome –

-Tu móvil estaba apagado… - dice Pepi – y estabais durmiendo… - bebe un poco de su café – no quería despertaros… - sonrío agradecido – han conseguido un vuelo para esta tarde y tu hermana también… - dice con voz pausada –

-Hablaré con Manu para que vaya a recogerles… - dice Malú rápidamente –

-No es necesario… - digo mirándola – iré yo a recogerles…

-Álex… - me agarra la mano – creo que es mejor que os encontréis en un sitio más íntimo… - dice convencida – les diré que les traiga aquí… - mira a su madre y asiente –

La miro durante unos instantes. Se preocupa por mí de una manera que nadie lo que había hecho. Quizá tiene razón. Encontrarnos en el aeropuerto significaría que habría mucha gente y no sé si estoy preparado para eso.

-Si te parece bien claro… - dice comedida –

-Tienes mejores ideas que yo… - digo sincero, haciendo que sonría algo avergonzada –

Observo fugazmente como Pepi nos mira con una mirada que no sabría explicar. Creo que es ternura y aprobación a partes iguales. Sonrío avergonzado, terminándome el café que me está sabiendo a gloria.

Siento que no puedo pensar con claridad. Diría que esto no lo he asimilado todavía. Siempre he sido de tomar decisiones incluso en momentos difíciles, pero esta mañana me cuesta. Agradezco que Malú y Pepi se estén encargando de eso. Quiero ir a ver a Tere y a Fran, quiero saber cómo están de primera mano. Malú quiere acompañarme. Me opongo en un primer momento, pero no puedo negarme ante su total decisión. Pepi ha llamado a Manu para que vaya a mi casa y me traiga algo de ropa, tampoco he podido oponerme. Me parece increíble como una persona que solo me ha visto huir de un hospital en el que estaba ingresada su hija, puede comportarse así conmigo.

Escucho en la radio que esta tarde va a haber una manifestación de repulsa ante los atentados y los funerales serán mañana. Funeral de estado. Siempre he odiado esas imágenes por televisión. Siempre me han parecido terribles, pero me siento en la obligación de ir. Por Adrián y por muchas cosas más.
Cuando quiero darme cuenta, estoy en el coche, con Manu y Malú, dirección al hospital, para ver a Tere y Fran, con la ropa que Manu ha recogido de mi casa. Siento que se comportan conmigo como si me conocieran de toda la vida, como si fuera un miembro más de su familia, y eso me hace no poder deshacer el nudo en la garganta que todavía sigue perenne. Más todavía cuando vuelvo a entrar a esa habitación en la UCI y la veo allí. Tere me mira y sonríe al verme y lo único que acierto a hacer es acercarme a su camilla y abrazarla. Por la ventana, veo que están sus hijos, que nos observan.

-Cómo estás? – pregunto con lágrimas en los ojos –

-Mejor que ayer… - dice con un tono de voz bastante más normal que el que ayer tenía – me están cuidando muy bien… - sonríe sincera – la analítica de esta mañana está bastante aceptable… - dice algo animada – les he obligado a que me la enseñen…

-Qué buena paciente tienes que ser… - digo con tono jocoso –

-Y tú? – pregunta poniéndose seria – cómo estás?

-Bueno… - respondo brevemente –

-Dónde has pasado la noche? – pregunta como si supiera la respuesta –

-En casa de Malú, con ella y su madre… - sonríe al escuchar mi respuesta – Malú ha venido conmigo, se ha quedado fuera, pero te manda muchos besos…

-De verdad? – pregunta sorprendida – ahora entiendo todo lo que me contabas… - dice asintiendo – tienes mi aprobación absoluta… - dice con gesto divertido –

Me sorprende que, estando aquí, en la UCI, parezca que tiene mejor ánimo que yo. No me equivocaba cuando decía que es la mujer más fuerte del mundo.

-Voy a ir esta tarde a la manifestación… - digo sentándome en la camilla – y mañana a los funerales… - digo con pesar –

-Y después os vais a ir lejos de todo esto… - dice convencida, dejándome sorprendido – hablo de ella… - dice aclarándomelo – ayer me dí cuenta de algo… - me mira fijamente – todo lo que sientes por ella, lo siente ella por ti… - sonrío mirando al suelo – esa suerte no la tiene todo el mundo… - sonríe de manera tierna - no dejes que esto haga que pospongas más lo que teníais que haber hecho hace mucho tiempo… - la miro y cierro los ojos agotado –

-No puedo pensar ahora en eso Tere… - digo sincero – lo de ayer no es algo que vaya a poder asimilar fácilmente… - suspiro – no puedo parar de pensar en todo lo que pasó ayer…

-Estás vivo… - dice sin más, haciendo que la mire sorprendido – estáis vivos… - suspira – sabes la suerte que hemos tenido Álex? – me hace mirarla – claro que yo tampoco puedo parar de pensar en todo lo que pasó ayer… - suspira – me he enterado de lo de Adrián… - bajo la cabeza, abatido – y sé toda la gente que murió ayer… - me agarra la mano – y nosotros, los que hemos tenido la suerte de seguir vivos, lo único que podemos hacer con todos esos sentimientos tan contradictorios es seguir viviendo sin dejar que nos condicionen… - resoplo – cualquiera de las personas que ayer perdieron la vida, se cambiarían por nosotros Álex… - la miro y unas ganas de llorar tremendas me inundan – nos va a llevar un tiempo digerir todo esto, mucho seguramente… - asiento – pero no lo hagas solo – la miro – llora con ella – suspiro – maldice todo lo que quieras el día de ayer, pero con ella… - continúa hablando mientras yo siento que no puedo mirarla sin llorar – te aseguro que es la persona que mejor te va a entender… - suspira –

-Tere… - resoplo – ni en una cama en la UCI puedes dejar de ser así? – digo sonriendo irónico – parece que siempre necesito que me abras los ojos…

-Ayer me los abriste tú cuando estaba a punto de cerrarlos… - responde con una intensidad que es imposible obviar – tú y Malú… - sonríe – dile de mi parte que le agradezco enormemente que se quedara conmigo todo el tiempo… - traga saliva – pensé de verdad que me iba a morir… - noto como su voz se emociona un poco – y si hubo algo que me reconfortó fue saber que no lo haría sola porque se quedó conmigo…

No puedo responder a eso, lo único que puedo hacer es volver a abrazarla. No sé qué hubiera hecho si Tere fuera una de esas fallecidas. Es esa persona que uno necesita tener en su vida. Cabal, racional, emocional, con las palabras justas en el momento exacto.

-Sabes? – dice haciendo que deshaga el abrazo – te acuerdas esa casa que te dije que tenían mis padres… en la sierra… a la que hace tanto tiempo que no voy? - asiento – esta noche, cuando no podía dormir, pensé que tiene que estar preciosa… - sonríe – todo nevado, sin apenas nadie alrededor… - me mira y sonrío – pídele las llaves a mi hija – frunzo el ceño y niego con la cabeza – llévate a Malú allí cuando pasen unos días y todo esto se calme…

-Tere… - intento decirle que no, pero me interrumpe –

-No me discutas y hazme caso… - dice con voz pausada – cuántas veces ha ocurrido algo que ha hecho que no hagáis lo que tenéis que hacer? – resoplo pensando en la razón que tiene – no dejes que pase nada más y hazlo de una vez… - dice con tono decidido – deja salir todo eso que tienes ahí – me toca el pecho – os lo debéis… - cierro los ojos aturdido – prométeme que me vas a hacer caso… - me mira fijamente –

La miro unos instantes y entiendo que quizá tiene razón, aunque piense que no sea el momento para pensar en todo eso. Salgo de la habitación prometiéndole que mañana vendré a verla. Al salir de la UCI, Malú espera pacientemente sentada en una de las sillas. No pensaba que, después de lo de ayer, podría tener ilusión por algo en apenas unas horas. Siento que mi forma de pensar en cuanto a elegir los momentos adecuados para hacer las cosas, ha cambiado. Siempre posponemos algunas cosas pensando que no debemos hacerlas según las circunstancias, pero Tere tiene razón. Ayer fue un día que podría haber terminado tan mal, que creo que es justo que seamos conscientes de la suerte que hemos tenido. Estos días también van a ser muy duros. Días de pensar, de asimilar, de intentar comprender lo incomprensible que resulta el día de ayer. Pero lo único que puedo comprender y que sé a ciencia cierta es que la persona que me está mirando es la persona con la que necesito estar a a partir de ahora, pase lo que pase, me sienta como me sienta.

CAPÍTULO 104: SE ME HABÍA OLVIDADO

Al entrar a su casa, lo primero que escucho es la voz de su madre, desesperada, repitiendo su nombre varias veces hasta que aparece por el pasillo. Llorando amargamente, se abrazan, haciéndome echar de menos en este momento un abrazo de mi madre. Miro al fondo del pasillo, al salón, y reconozco a todas las personas que hay allí. Vero, con su hija Carla, a la que solo había visto en foto. Alejandro con su hija Manuela, que tampoco conocía, pero reconozco su cara. Me sorprende verle aquí. También está Manu. Y Rosa, su mánager. Todos tienen los ojos empapados en lágrimas, pero intentan disimularlo.

El abrazo de su madre dura lo que debe durar un abrazo así. Tiene que parecer eterno. El miedo que ha tenido que pasar debe haber sido tremendo. Vero espera paciente tras Pepi, dispuesta a abrazar a su amiga, a su hermana, como si no pudiera volver a hacerlo más, como si fuera el último o el primer abrazo que se dan. Dejo a Dandy en el suelo, está inquieto, pero se queda a mi lado, mirándome. No sé exactamente qué hacer hasta que Alejandro se acerca a mí lentamente, con esa mirada comprensiva que le caracteriza, y, sin decir nada, me abraza con fuerza. Las pocas fuerzas que mantenía para contener el llanto, se desvanecen. Es como abrazar a un hermano realmente. Como abrazar a alguien de tu familia. A mi compadre, como él me llama. Sé que todos observan la escena compungidos, emocionados, pero mi emoción es superior a mi vergüenza… al deshacer el abrazo, me encuentro a Vero frente a mí, mirándome con lágrimas en los ojos y, sin decir nada, nadie parece poder hablar en este momento, me abraza de manera cariñosa. Suelto un resoplido intenso al abrazarla, estoy lleno de emociones en este momento y no sé cómo sacarlas.

Tras abrazarlos a todos, observo como Carla, temerosa, se acerca a Malú y un nudo en la garganta me impide incluso tragar saliva. Sé lo importante que es su ahijada para ella. La agarra en brazos y el llanto ténue pero profundo de Malú me hace volver a ponerme a llorar. Alejandro me mira, agarrando de los hombros a su hija, que me mira con gesto triste y avergonzado. Recuerdo que Alejandro me dijo en alguna ocasión que no paraba de escucharme. Sonrío intentando destensar la situación y me acerco a ella, pero antes de que pueda decir nada, me abraza como si me conociera. Me enternece tanto que no puedo evitar volver a llorar. Una niña a la que no conozco se alegra de verme. Alejandro nos observa, llorando ya sin reservas, igual que todos. Tras abrazar a Manu, veo como Manuela abraza a Malú y rompen a llorar de nuevo. Igual que Rosa, que ha estado esperando pacientemente, dejando patente ese carácter tranquilo que en muchas ocasiones Malú me ha remarcado. La mirada de Pepi se cruza con la mía. La última vez que la vi fue en aquel hospital, con su hija en una habitación. Acababa de perder al bebé y me acababa de echar de su vida. Por un momento, siento vergüenza al mirarla, pero desaparece al verla acercarse a mí y abrazarme de manera sincera. Incluso puedo sentir que ese abrazo es el más parecido al que me podría dar mi madre en este momento. Rompo a llorar de nuevo, no puedo evitarlo, no podría parar de llorar aunque quisiera.

-Estáis bien? – acierta a preguntar Alejandro, secándose las lágrimas –

Asiento y miro a Malú, que tiene agarrada de los hombros a Manuela, que continúa llorando emocionada.

-Venga… - dice Pepi agitando la cabeza, como recomponiéndose –

-Vais vestidos de hospital… - dice Vero mirándonos extrañada –

-Mejor así que con la ropa que llevábamos, créeme… - dice Malú con cierto tono de ironía – hola Danka, mi vida… - se agacha a saludarla en condiciones, algo emocionada –

Me quedo parado hasta que noto la mano de Vero agarrarme y arrastrarme al salón con ellos. Estoy algo sobrepasado por la situación, saturado por este día y por las emociones que me fluyen sin parar. Creo que tardaré bastante en asimilarlo todo. Es más, durante unos segundos siento temor de no poder asimilar este día en mi vida. Veo el sofá y tengo unas ganas locas de sentarme, pero creo que tengo más ganas de una ducha.

El sonido de la televisión me hace mirarla, con tan mala suerte que están hablando de los fallecidos ya identificados. Ni siquiera sé cuánta gente ha sido, solo sé que mucha. De repente, la foto de Adrián, aparece en pantalla.

“Adrián Martínez, enfermero de profesión, viajaba en el tren para dirigirse a ver a su familia. La muerte le sorprendió en ese vagón…”

No puedo escuchar nada más. Me quedo paralizado mirándole y no puedo evitar que a mi mente vengan las noches trabajando con él. No es que fuera uno de mis mejores amigos, pero sí era un buen compañero. Un tío siempre con una sonrisa por delante. Como en la fotografía. Agacho la cabeza abatido y apoyo mis manos en el sofá.

-Esto no puede estar pasando… - susurro con rabia -

-Mamá, apagad la tele por favor… - escucho decir a Malú – es él? – pregunta poniendo una mano en mi espalda –

Asiento sin poder contestar. Resoplo intentando espantar las ganas inmensas de llorar que tengo ahora mismo, pero me es imposible. Comienzo a llorar, intentando que sea en silencio, me da una vergüenza tremenda hacerlo delante de ellos, pero no lo puedo evitar. No puedo evitar sentirme incluso culpable por estar aquí.

-Manuela, llévate a Carla arriba vale? – escucho decir a Alejandro –

-Pero papá… - escucho que rechista en voz baja –

-Manuela… - vuelvo a escuchar el tono de súplica de Alejandro –

Escucho como se lleva a la niña, quizá para que no haga preguntas sobre lo que ha pasado. Malú continúa con su mano en mi espalda, intentando que no me venga abajo, pero es imposible, es imposible si recuerdo todo lo que he visto. Es imposible si pienso en que yo podría ser uno de los que ahora salen en fotografía. Es imposible si pienso que ella podría ser uno de ellos.

-Vamos Álex… - escucho a Vero – siéntate… - la miro con los ojos empañados en lágrimas – tú también Malú…

Nos sentamos en el sofá y restriego mis ojos con fuerza, intentando eliminar todo atisbo de llanto en ellos. Apoyo mis codos en mis rodillas y escondo mi cara entre mis manos. Veo la taza humeante que me ofrece Vero. No sé si tengo sed, si tengo hambre, o si tengo ganas de vomitar. No sé qué siento pero sé que no va a sentarme mal tomar algo así. No sé cuantas horas llevo sin beber nada. De repente, mi cuerpo, como si supiera que todo ha terminado, se destensa, y comienza a dolerme de arriba abajo. Noto un dolor de cabeza intenso, que sube desde las cervicales y, de allí se extiende por mi columna, hacia mis brazos, cansados de cargar camillas, y mis piernas, cansadas de correr. A mi lado, Malú se recuesta al lado de su madre, sin decir una palabra, solo oigo a Pepi decir de vez en cuando palabras cariñosas hacia ella mientras acaricia su pelo. A mi derecha, se sienta Alejandro que pone una mano en mi rodilla y me hace mirarle.

-Conocías a ese chico? – pregunta Alejandro refiriéndose a Adrián –

-Era compañero del hospital… - respondo con un hilo de voz –

-Lo siento… - dice pasando su brazo izquierdo por mis hombros – esto es un desastre… - dice sincero –

-Es la frase que más he escuchado hoy… - digo con una sonrisa irónica –

-Qué hacéis todos aquí? – pregunta Malú todavía emocionada, con la cabeza apoyada en el hombro de su madre –

-Y dónde quieres que estemos cariño? – pregunta Rosa de manera dulce -  

-Raquel se ha quedado con Dylan… - dice ofreciéndome un vaso de agua, que recibo con mucha sed de repente – Manuela se ha empeñado en venir… - su voz suena como justificándose – estaba muy nerviosa…

-He tenido que recoger a Carla del colegio… - dice Vero como reflexionando – han suspendido las clases… - asiento casi sin escucharla – me ha llevado Manu… no podía conducir conforme me estaba temblando el cuerpo…

-Tu hermano no ha podido venir desde Algeciras con tu padre… - escucho a Pepi emocionada – ni trenes, ni aviones… y, por supuesto, les he prohibido coger el coche… - dice convencida – con lo nerviosos que estaban, nada más nos faltaba… - sonrío tiernamente al mirar cómo abraza a su hija, como si fuera una niña pequeña –

-Su hermana y sus padres tampoco han podido coger un avión… - dice Malú, haciendo que la mire – están fuera…

Hay un silencio sepulcral tras sus palabras. Pienso en ellos y, de nuevo, siento un nudo en la garganta que me gustaría poder quitarme en algún momento este día, pero dudo mucho que pueda hacerlo.

-He leído lo que ha escrito tu hermana… - dice Vero sacando el móvil –

-Donde? – pregunto interrogante –

Me presta su móvil y puedo leer el mensaje en cierta red social.

“La mejor noticia que podían darme hoy, dentro de todo este horror, es que mi hermano está sano y salvo. Te quiero Álex. Me muero por darte un abrazo”

Sonrío al leerlo. Sonrío emocionado y vuelvo de nuevo a tener ganas de llorar, no puedo frenarlas. Vero coge su móvil un segundo y me muestra otro mensaje, haciendo que Malú lo lea también.

“Y nunca podré olvidar que quien me ha dado esa noticia has sido tú, Malú. No sabes cuánto me alegro que tú también estés a salvo. Eres muy grande”

-Joder… - susurra Malú justo antes de echarse a llorar –

-Hermanita… - susurro sonriendo emocionado, negando con la cabeza –

-Ella solita se ha encargado… - dice Vero cogiendo su móvil – no sabes cuánta gente me ha llamado… - dice mirando a Malú –

-No quiero mirar mi móvil… - dice sacándolo de su bolsillo y dejándolo sobre la mesa –

-No lo mires cielo… - dice Pepi – ya nos encargamos nosotros… - suspira – sabes que las noticias van como la pólvora… - asiento sin mirarla –

-Estabas allí desde el principio? – pregunta Alejandro mirándome –

-Estaba dentro… - asiento serio, sin decir nada más –

-Ha tenido que ser horrible… - dice Vero compungida –

-Horrible es poco… - digo sincero – voy a llamar a la familia de Tere… - digo mirando a Malú mientras me levanto del sofá, viendo como asiente –

Salgo del salón hacia el pasillo y marco el número de su hija. Suspiro un par de veces antes de comenzar a escuchar los tonos. La voz de su hija, algo emocionada, me devuelve ese nudo en la garganta que estoy empezando a aborrecer.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

-No me puedo creer que hayas ido allí… - escucho a Vero mientras se sienta a mi lado –

-No hablemos de eso ahora Vero… - digo mirándola a ella y a Manu, que me mira con gesto triste – necesito una ducha… - digo recostándome en el sofá, con la taza todavía en las manos -

-Os han mirado en el hospital? – pregunta Rosa mirando mi brazo –

-Álex me ha cosido esto… - digo señalándome la herida, escuchando un suspiro de mi madre al verlo – pero estamos bien… no tenemos nada más…

-Eras tú la que llevaba una niña en brazos cuando ha explotado la última bomba verdad? – pregunta Manu de repente –

Le miro y, sin poder siquiera asentir, agacho la cabeza. Me da pavor que mi madre haya visto eso. Habrá pensado cualquier cosa. La miro y está llorando, no ha dejado de hacerlo desde que me ha visto.

-Y Álex el que ha ido corriendo hacia ti… - completa Alejandro, haciéndome romper a llorar al recordarlo –

-Vale nena… - dice Vero cogiéndome el brazo con cariño – todo esto ha sido muy fuerte para todos… pero para vosotros todavía más… - dice compadeciéndose – lo importante es que estáis bien…

-Lo ha visto todo el mundo… - digo con cierta sensación de agobio –

-No se habrá dado cuenta todo el mundo… - dice Manu – nosotros, que sabíamos que estabas allí… - dice intentando restarle importancia – lo hemos visto en directo y nos has parecido tú, pero no se distinguía mucho…

-Ay por dios, dejad de recordarme eso… - dice mi madre levantándose del sofá – me tiembla todo el cuerpo si lo pienso…

La miro compadeciéndome de su dolor. Lo habrán pasado tan mal estando aquí… más todavía si me han reconocido. Resoplo y miro hacia el pasillo. Veo a Álex apoyado en la pared y puedo hasta escucharle sollozar. Alejandro me mira y decido contar por encima lo que ha pasado.

-Dos de sus mejores amigos están en la UCI – digo mirando mi taza – Tere y Fran… - suspiro – por eso vamos de verde… - digo mirándome la ropa – hemos entrado a verles antes de irnos del hospital… - me miran sorprendidos – A Fran lo ha sacado él mismo antes de que se derrumbara la estación… - digo mirando hacia el pasillo con cierta admiración – A Tere le ha salvado la vida después de la última explosión… - resoplo – le había afectado a los pulmones… - digo sin entrar en más detalles –

-Joder… - exclama Manu impresionado –

-Está saturado… - digo compungida – y luego lo de Adrián, su compañero… - niego con la cabeza intentando no emocionarme – no sabéis lo que era ese hospital… - resoplo – era un caos absoluto…

-Dónde está su familia? – pregunta Rosa cogiéndome la mano –

-Su hermana en Francia y sus padres en Canarias… - niego con la cabeza de nuevo – no iba a dejar que pasara la noche solo, va a quedarse aquí… - digo convencida y mi madre asiente – no pueden volver en avión, no hay vuelos…

-Han cerrado el espacio aéreo... – dice Alejandro – tu avión es de los últimos que ha podido aterrizar… - le miro sorprendida – supongo que mañana volverán a abrirlo, ha sido por precaución… - dice intentando tranquilizarme – se han extendido muchos bulos de más amenazas de bomba y… - no continúa hablando -

-Qué desastre… - digo reflexiva pensando en todas las imágenes de aquella estación que se agolpan en mi cabeza y que parecen ahora tan lejanas –

-Bueno… - escucho su voz a mi espalda y me doy la vuelta, viendo como sus ojos están rojos – parece que Tere se ha espabilado un poco más y está mejor… - dice guardando su móvil en el bolsillo de la camiseta verde –

Asiento obligándome a poner una sonrisa que le reconforte y le agarro la mano con fuerza. Me sonríe de medio lado y le oigo suspirar. Está agotado. Y necesitará una ducha tanto como yo.

-Necesitas una ducha… - digo levantándome del sofá – vente arriba… - digo convencida, sabiendo que los allí presentes me están mirando –

-No te preocupes – dice frenándome – tú lo que necesitas es descansar… - dice mirándome intensamente –

-Bueno – dice Vero levantándose del sofá – como creo que esta conversación no tendría fin, tenemos que tomar las riendas nosotros… - dice con tono decidido – así que tú y tú – nos señala – a la ducha y a descansar…

Nos miramos sorprendidos y los dos esbozamos una sonrisa agradecida.

-Eso, voy a prepararla… - dice mi madre levantándose del sofá –

-Tú te quedas aquí hoy… - dice Vero señalando a Álex – ni de coña te vas a ninguna parte… - Álex baja la cabeza sonriendo levemente – así que venga, arriba… - señala las escaleras, acompañándonos – nosotros nos encargamos de todo lo demás…

Sonrío sin poder evitarlo al ver como Vero, pese a todo lo que ha pasado, siempre consigue hacerme sentir bien. Digamos que es esa persona que siempre da el do de pecho cuando cuando se le necesita. Algo así como Tere para Álex. Pobre Tere, me pongo triste si pienso en ella. Y me siento orgullosa de Álex si pienso en cómo le ha salvado la vida. Al subir a mi habitación, le indico a Álex que va a ducharse en mi baño. Al principio se niega, pero consigo convencerle.

-Tenía que haber cogido algo de ropa de casa… - dice algo contrariado en la puerta del baño –

-Espera… - digo cayendo en la cuenta y dirigiéndome a mi armario –

Le veo esperar mirándome extrañado y, tras rebuscar en uno de los cajones, encuentro lo que buscaba. Me mira entre sorprendido e incrédulo, mirando la ropa y a mí alternativamente.

-Lo tenía guardado… debiste dejártelo algún día hace tiempo - digo entregándole su pijama, intentando no dejarme embargar por la emoción – no te lo devolví…

-Joder Malú… - acierta a decir mirando su pijama, viendo como sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo –

Sin decir nada, agarra su pijama. Recuerdo cuando lo guardé en el cajón, días después de acabar toda relación con él hace más de un año. No sé por qué lo guardé, no sé por qué no se lo devolví o, directamente, lo tiré. Simplemente lo guardé ahí, quizá manteniendo la esperanza de, en algún momento, poder volver a usarlo como lo usaba cuando se quedaba a dormir en casa. No puedo evitar recordar aquellos momentos y como todo se estropeó por mi enorme estupidez. Me siento estúpida. Cómo pude arriesgarme a perderle de esa manera en aquella ocasión? Cómo pude ser capaz de echar de mi vida a una persona como él? Me siento tan mal que ni siquiera puedo mirarle a la cara. Ni siquiera soy consciente de que va a abrazarme hasta que lo hace. Lo hace y se echa a llorar de nuevo. No ha dejado de hacerlo desde que ha entrado por la puerta. Me parte el alma verle así. Es como ver que se resquebraja a cada segundo, no puedo soportarlo. Le abrazo con fuerza, con toda la fuerza que puedo.

-Si hasta tengo calzoncillos… - dice separándose e intentando quitarle hierro al asunto secándose las lágrimas, haciéndome reir levemente –

-Lo guardé conforme estaba… - digo – pero lo lavé eh? – digo sorprendiéndome por mi tono distendido, no pensaba que hoy pudiera ponerlo –

-Eres… - dice sin acabar la frase –

Como si no pudiera encontrar las palabras y lo mejor que pudiera hacer para completarla fuera besarme, se acerca a mí y me besa en la frente, como tantas otras veces, dejándome una sensación de amor intensísima.

-Me ducharé abajo, si necesitas algo dímelo vale? – digo intentando que se sienta cómodo –

-Lo que necesito es dormir contigo… - dice con voz tímida pero segura – es lo único que puede reconfortarme hoy… - me acaricia la cara con una mano – voy a ducharme o volveré a ponerme a llorar como un gilipollas… - dice agitando su cabeza y abriendo la puerta del baño –

Sonrío emocionada sin poder evitarlo y, tras ver como cierra la puerta, suspiro y vuelvo a mi armario, cogiendo un pijama y una toalla y bajando las escaleras. Abajo, en el salón, continúan ellos. Sé que no van a irse de aquí hasta que vean como me meto en la cama. De hecho, dudo que mi madre se vaya, pero no me importa, voy a dormir con él, eso lo tengo claro. También es lo único que puede reconfortarme hoy. Les veo observarme cuando entro al baño. Me desvisto, dejando sobre el bidé ese pijama verde del hospital y abriendo el grifo. Me meto bajo la ducha como si fuera lo último que hago, necesito sentir el agua. Es como si necesitara sentir que mis heridas se limpian. Y no las superficiales, sino las profundas, las que van por dentro. Esas que me han dejado este día. Esas que me han dejado la sensación de no saber si Álex estaba vivo o no. Esas que me han dejado las imágenes de esa estación, repleta de heridos. Esas que me han dejado los sentimientos que se han ido transformando a lo largo del día.

Bajo el agua, reflexiono sobre cómo ha empezado el día y cómo está acabando. En el avión, estaba deseando poner un pie en tierra y que llegase la hora de comer para comérmelo a besos cuando llegar a casa. Y, conforme han ido pasando las horas, he llegado a pensar que eso no iba a volver a pasar, que ni siquiera íbamos a tener la oportunidad de volver a empezar algo que nunca debió terminar. Las lágrimas que brotan de mis ojos se entremezclan con el agua caliente de la ducha. Hoy he pasado tanto miedo que dudo mucho que, en algún momento de mi vida, vuelva a sentirlo.

Salgo de la ducha y, sin pasar por el salón, subo a la habitación, secándome el pelo con la toalla, absorta en mis pensamientos. Repaso uno a uno todos los momentos de hoy, como si no pudiera dejar de hacerlo. Al entrar a la habitación, lo encuentro sentado en la cama, con los codos apoyados en las rodillas y tapándose la cara con las manos, el pelo mojado y el pijama puesto. Al oírme, alza la mirada y la aparta rápidamente. No quiere que le vea llorar, pero ha vuelto a hacerlo. Supongo que en el ducha. Me acerco a él y me siento a su lado, haciendo que me mire. Su mirada es de profunda tristeza. Me parte el alma una vez más. Acaricio su espalda y pega un pequeño respingo. Le miro extrañada y, sin decir nada, levanto su camiseta.

-Son arañazos… - dice restándole importancia – podrías echarme un poco de agua oxigenada o algo así? – dice con voz tímida – no quiero que se infecten…

Observo su espalda, repleta de arañazos y golpes, como si hubiera estado fustigándose durante horas. Siento unas ganas de llorar terribles al ver esa imagen. Escucho unos pasos y, en la puerta, veo a mi madre observarnos, con gesto expectante. Me levanto del sofá hacia el baño, sin decir nada. Al volver, veo como mi madre observa la espalda de Álex, algo escandalizada, pero disimulando supongo que para no hacerle sentir mal. Álex me mira con gesto avergonzado. Echo un poco de agua oxigenada en un trozo de gasa y voy impregnando su espalda despacio, escuchando como se queja en silencio.

-Quieres que volvamos al hospital? – pregunto de forma comedida –

-No… - responde convencido –

-Seguro? – pregunta mi madre – te acercamos en un momento…

-No Pepi… - niega con la cabeza – de verdad… - suspira – lo que quiero es que este puto día se acabe…

Su voz amarga y sincera me hace notar un nudo en mi garganta. Físicamente está agotado, pero psicológicamente está peor. Y me doy cuenta que yo también. Dejo el agua oxigenada sobre la mesita de noche, bajo la atenta mirada de mi madre, que me mira con ternura y me hace sentir algo de vergüenza. Soy consciente que está notando la manera en la que me preocupo por él. Y sé que nunca me había visto así con nadie. No hace falta que le diga nada, ya sabe lo que siento, es mi madre y ella, con una mirada, lo adivina todo sobre mí.

-Venga, os he preparado un caldo calentito… - dice mi madre poniendo una mano sobre el hombro de Álex – os vendrá bien…

-Gracias Pepi… - responde Álex sonriendo levemente mientras se levanta de la cama –

Les sigo por las escaleras y veo que todavía todos siguen allí. Incluso Manuela y Carla están abajo. No puedo evitar mirar a Carla y sentir una emoción enorme. Siento debilidad por esa niña, es tan inocente, tan pura, la quiero tanto… casi como si fuera mi hija. Nos sentamos de nuevo en el sofá, bajo la atenta mirada de todos, que apenas dicen una palabra. Huelo el aroma de la sopa de mi madre y me transporta a aquellos días cuando era pequeña y me ponía enferma y aquella sopa era como milagrosa. Es la misma. Sonrío sin poder evitarlo.

-Mejor? – dice Alejandro poniendo una mano sobre la pierna de Álex –

Álex asiente agradecido mientras sopla tímidamente la taza y toma un sorbo. Veo como esboza una pequeña sonrisa al probarla y no puedo evitar imitarle.

-Creo que es mejor que os dejemos descansar… - dice Vero levantándose del sofá – mañana será otro día… - dice con evidente pesar –

Álex la mira y asiente. Hago lo mismo, de manera agradecida, no me apetece seguir hablando. Observo a mi madre, sentada en la silla, creo que sin saber exactamente qué hacer. Sé que sabe lo que pienso.

-Hija, no me pidas que me vaya… - dice en voz baja mirándome –

-Mamá… - digo sonriendo algo enternecida – no voy a pedirte eso… - sonrío –

Veo como Álex deja la taza vacía sobre la mesa y nos mira. Creo que no ha escuchado lo que acabamos de decir, pero observa a mi madre y sonríe. Supongo que se lo imagina al ver como todos se ponen las chaquetas menos ella.

-Os llevo a casa Vero… - dice Manu – mañana recogerás tu coche… - Vero asiente poniéndole la chaqueta a Carla, que tiene una cara de sueño evidente –

Me levanto del sofá y, al primero que abrazo, es a Alejandro. Me pega a él como si fuera la última vez que me ve. Las lágrimas vuelven a brotar por mis ojos, cuando pensaba que no podrían volver a hacerlo. Vuelve a pasarme lo mismo con Vero, con Rosa y con Manu. Álex se seca las lágrimas, ya menos intensas, al abrazarse a todos ellos. Creo que no hace falta decir nada. Manuela me mira con una cara propia de una niña de 15 años que comienza a entender la mierda de mundo en el que vivimos. Me jode tanto eso. Me jode tanto saber que ha sido plenamente consciente de lo que ha ocurrido hoy. Es como haberse dado de bruces con la realidad. Es una niña tan especial para mí... si Alejandro es cómo mi hermano, mi relación con ella es como la de una sobrina. A veces me recuerda a mí cuando tenía su edad. Carla, por su parte, se abraza a mí de una manera tan cariñosa que me rompe en mil pedazos. Apoya su cabecita en mi hombro y me viene a la cabeza esa niña a la que he recogido justo antes de explotar la última bomba. Tan frágil, tan llena de vida, tan inocente… tan injusto todo. Les veo salir por la puerta y, al cerrarse, suspiro profundamente. Álex pasa su brazo sobre mis hombros y me hace abrazarle. Hay gente que sabe abrazar, no todo el mundo sabe hacerlo. Hay gente que sabe en qué momento exacto y de qué manera necesitas un abrazo. Y él es una de esas personas. Escucho a mi madre suspirar mientras recoge las tazas de la mesa.

-Sabes que quiere quedarse verdad? – digo intentando excusarme –

-Claro que lo sé… - responde sin deshacer el abrazo – y lo entiendo… - dice con voz dulce – y si quiere dormir contigo, también lo entenderé…

-No Álex… - me apresuro en contestar – necesito terminar este día como lo hubiéramos terminado si nada de esto hubiera pasado… - digo mirándole –

-Me hubieras dejado quedarme a dormir? – dice sonriendo tiernamente, quitándome un mechón de pelo de la cara –

-Te hubiera obligado a que te quedaras a dormir… - respondo mirándole –

Le veo de nuevo sonreír, de una manera sincera, y deja un beso en mis labios, todavía con sus manos en mi cintura. Escucho a mi madre caminar por el salón, sé que nos ha visto, y no puedo evitar sentirme un tanto avergonzada. Agarro su mano y entro de nuevo al salón, donde está mi madre, limpiando la mesa.

-Mamá… - digo acercándome a ella – ya recogeremos esto mañana… tú también tienes que descansar… - digo con voz dulce –

-Ay Malú… - suspira y noto como se emociona de nuevo – no me puedo creer que esto haya pasado…

-Mamá… - digo compungida –

-Voy… - escucho la voz de Álex con timidez – voy a llamar a mi madre para decirle que ya estoy en casa… - carraspea – bueno, en tu casa… - dice algo apurado –

Sonrío sin poder evitarlo al verle algo apurado por la frase. Le veo dirigirse al pasillo y observo como mi madre me mira. Sé que espera que le diga algo, o quizá no.

-Dormiré en la habitación de invitados… - dice mi madre de repente –

-Joder… - susurro sorprendida – no me hagas explicártelo ahora mamá… - le ruego totalmente avergonzada –

-Crees que después de contarme Vero que has ido a buscarle, necesito que me expliques algo? – dice mi madre con una calma impropia en ella, haciendo que me avergüence todavía más - si te llega a pasar algo... - dice amargamente - 

-Es largo de explicar mamá… - digo avergonzada – pero esto no es de hoy… - digo mirando a Álex mientras habla por teléfono en el pasillo –

-Lo sé… - dice mirándome cariñosa – no es el momento de hablar… - dice mi madre intentando recomponerse – no le importa que me quede verdad? – dice mirándole –

-Claro que no… - respondo mirándole tiernamente como sigue hablando en el pasillo – solo queremos… - me freno sintiendo una vergüenza terrible –

-Dormir juntos… - completa mi madre la frase – ay mi vida… - dice emocionada acariciándome de nuevo el pelo – qué hubiera hecho yo si te pasa algo… - niega con la cabeza con los ojos llenos de lágrimas –

-Mamá… - niego – no pienses en eso… - digo intentando serenarme – entiendes que se quede verdad?

-Cómo no voy a entenderlo? – dice mi madre algo sorprendida – con su familia fuera y después de todo lo que habrá pasado hoy el pobre… - dice con tono compasivo – no es una noche para que la pase solo… yo también querría que si no estuviera, alguien se quedara contigo… - dice mi madre convencida – estaré en la habitación si necesitáis algo cariño…

Me sorprende tanto la comprensión de mi madre. Mi madre a veces peca mucho de hacer demasiadas preguntas en momentos en los que no necesito eso, sino una mirada comprensiva. Justo lo que está haciendo ahora. Tengo tanta suerte de tenerla a mi lado. Veo como mi madre se dirige hacia el pasillo y la sigo. Pone una mano sobre el hombro de Álex, que intenta disimular que está llorando.

-Descansa hijo… - dice en voz baja, dándole un beso en la mejilla mientras sigue con el teléfono pegado al auricular –

Veo como Álex me mira y esboza una sonrisa emocionada y agradecida hacia mi madre, que le hace una caricia en la mejilla de manera cariñosa. Me quedo a su lado, escuchando sin querer cómo sigue hablando con su madre.

-Sí mamá… - dice respirando hondo, intentando serenarse – la madre de Malú se queda con nosotros… - suspira – no te preocupes… - me mira apretando la mandíbula – lo sé, pero mañana podréis volver… - asiente – yo también te quiero mamá… - sonrío enternecida – dale un beso a papá de mi parte… - asiento – vale… - suspira de nuevo – te llamaré mañana… - carraspea – pero tranquila vale? Descansa, no pienses en nada malo… - se apresura en pedirle – estoy bien y eso es lo importante… - asiente – y yo… - sonríe levemente – se lo daré de tu parte… - dice mirándome – un beso mamá…

Le observo colgar el teléfono y cómo se queda mirando a la pantalla, como si necesitara unos segundos para recomponerse. Me mira y, sin decir nada, de nuevo vuelve a abrazarme. Esta vez, necesita que le abrace yo, necesita que le sostenga. Sé lo que he sentido cuando me he abrazado con mi madre y sé lo que él ha echado de menos eso hoy. Sin decir nada más, le agarro de la mano y subimos las escaleras. Al entrar a la habitación, como si recordásemos en que lado dormíamos cada uno, se dirige a la otra parte de la cama.

-Mi madre dice que gracias y que le des las gracias a tu madre… - dice con tono cansado – creo que se ha quedado más tranquila…

-Pobre… - digo apartando las sábanas – tiene que haber pasado mucho miedo…

Le veo asentir mientras se mete en la cama. Al taparnos, nos miramos un segundo y, sin decir nada, se gira hacia mí y se abraza a mi cuerpo, haciéndome abrir los brazos para recibirle. Apoya su rostro sobre mi pecho y no puedo evitar pensar que esa posición era en la que solíamos dormir hace tanto tiempo.

-Dios… - dice acurrucándose – se me había olvidado lo mucho que me gustaba hacer esto… - dice con voz sincera –

Mis ojos se empañan de nuevo y no puedo evitar volver a romper a llorar. Rompo a llorar al pensar en todo lo que me he perdido hasta ahora. Y no puedo evitar maldecir el día en el que decidí que lo mejor era separarme de él. Lo mejor hubiera sido aceptar que lo que nos pasó le puede pasar a cualquiera. Pero no, elegí sufrir y elegí que sufriera él. He sido tan estúpida. Le perdí una vez y he estado a punto de perderle del todo. Una presión en el pecho se instaura en mi cuerpo al pensar en esa idea.

-Malú… - se incorpora al sentir como estoy llorando de nuevo – no pienses en nada vale? – dice como si pudiera leerme la mente –

-Álex… yo… - digo con voz entrecortada, quiero decirle tantas cosas y no sé ni siquiera por donde empezar –

-No… - pone un dedo sobre mis labios – no lo hagamos hoy… - dice a modo de súplica – no quiero que este día de mierda me recuerde que fue el día que tuvimos esa conversación… - su voz suena con tono de rabia –


Asiento entendiendo que exactamente es eso lo que yo tampoco quiero. He esperado tanto tiempo a hablar de esto que no sería justo que lo hiciéramos hoy, en un día tan triste. Aunque, realmente, pienso que no hace falta que digamos una palabra. Me mira emocionado y se incorpora un poco más para besarme en los labios. Y nada más. No dice nada más. Ni yo tampoco. Vuelve a acurrucarse a mi lado, posando su rostro sobre mi pecho y acariciándome el abdomen levemente. Acaricio su pelo, todavía reprimiendo las lágrimas. No sé qué hubiera hecho si el día de hoy no hubiera acabado así. No sé qué hubiera hecho si no hubiera vuelto a verle. Mientras pienso en todo eso, y pensando que no voy a poder conciliar el sueño, el cansancio, el agotamiento físico y mental, me hacen caer en un profundo sueño, aferrada a él y él aferrado a mí, como si fuera el único lugar en el mundo donde poder sentirme segura. 

martes, 27 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 103: VOLVAMOS A CASA

Veo a Álex hablar con el que creo que es un compañero de trabajo. Parece médico. Álex se toca la cabeza en señal de preocupación y lo abraza. Se abrazan durante varios segundos. Observo la escena desde lejos, vestida todavía de verde, como si fuera un médico más. Observo el control de urgencias, desbordado, y pienso en que ese trabajo no está pagado. No está pagado salvar tantas vidas con tus manos. No está pagado estar asustado y, aún así, seguir trabajando por los demás. Creo que debe ser uno de los trabajos más bonitos pero más duros del mundo.
Álex viene hacia mí con el rostro compungido y, sin decir nada, me abraza. Escucho como se pone a llorar, casi en silencio, pero yo puedo escucharle.

-Tranquilo Álex… - le susurro –

-Ha muerto un compañero… - dice sin soltarme – un enfermero que estaba en el tren…

-Qué? – pregunto horrorizada –

-No han podido hacer nada… - se separa de mí y se limpia las lágrimas – cuando lo han encontrado… - aprieta su mandíbula y se tapa la cara – esto es un desastre…

-Álex… - le toco la cara – lo siento muchísimo… - digo con pesar –

-Quería quedarme a echar una mano… pero no me dejan… - señala al médico con el que estaba hablando antes – es el jefe de urgencias… - niega con la cabeza – nos va a hacer un informe para que conste que hemos estado aquí…

-No es necesario Álex… - digo algo sobrepasada – quieres que nos vayamos a casa? – digo con voz dulce –

-Quiero quedarme a ayudar… - dice mirando alrededor – pero no van a dejarme…

-Álex… - aparece el otro médico, con gesto serio, y pone una mano sobre su hombro – toma – le da los informes – siento no haberos podido atender mejor, estamos desbordados…

-No te preocupes Nacho… - responde Álex cogiendo los papeles –

-Seguro que estáis bien? – dice mirándome – puedo echaros un vistazo… - resopla – sabéis que si os encontráis mal no tenéis más que venir no? – dice mirando a Álex –

-No me puedo creer que Adrián haya muerto… - dice Álex mirando al suelo –

-Lo sé… - dice Nacho poniendo de nuevo una mano en su hombro – es un día tan duro que ni siquiera Pepe nos podría sacar una sonrisa hoy verdad?

Se miran algo emocionados. Sé que, para Álex, nombrarle a Pepe ahora, su antiguo jefe, es como dejarle caer una bomba sobre los hombros. Le observo aguantarse las ganas de llorar y siento que yo no puedo refrenarlas al verle así.

-Sigues siendo uno de los nuestros… - dice dándole un par de palmadas en la cara, de forma cariñosa, mientras Álex mira al suelo algo avergonzado - Pepe tenía razón verdad? – dice Nacho – el médico es médico hasta que se muere… - vuelven a mirarse, y, sin decir nada, se dan un sonoro abrazo –

Ese abrazo ha terminado por romperme del todo. Aguanto las lágrimas como puedo. Me imagino lo duro que tiene que ser para todos todo esto. Se conocen de trabajar 24 horas al día juntos, codo con codo. Es como si aquí estuviera mi banda. Yo estaría igual que ellos. Trago saliva y pongo mi mano sobre el hombro de Álex, que separa el abrazo con Nacho.

-Iros a descansar… - dice Nacho, poniendo una mano también sobre mi hombro –

-Puedo quedarme Nacho, aunque sea suturando heridas… - dice Álex apresuradamente, enjugándose las lágrimas –

-Álex… - Nacho sonríe fraternalmente – hoy has hecho más de lo que nadie habría hecho… - vuelve a darle un par de palmadas en la cara – marchaos a casa… - Nacho me mira tiernamente – si necesitáis algo, estaremos aquí…

Álex y Nacho se miran y vuelven a abrazarse, volviéndome a poner la piel de gallina. Tras el abrazo, Nacho me agarra fugazmente la mano en señal de ánimo y se marcha por el pasillo. Álex agacha la cabeza y suspira con tono frustrado. Me mira compungido y, agarrando mi mano, comenzamos a andar hacia la salida. No decimos nada, solo nos agarramos la mano, sin soltarnos, no pienso soltarle nunca más. Imagino como debe sentirse. Tere y Fran, dos de las personas más importantes para él, han estado a punto de morir delante suya. Y un compañero no ha tenido la suerte de sobrevivir. Sé que quiere quedarse, pero también sé que debe estar agotado. Llevaba horas en esa estación, ayudando a la gente. No puedo evitar pensar en que jamás he conocido a alguien como él. Es la mejor persona que he conocido en mi vida, sin ninguna duda. Y tengo la suerte de tenerle aquí. Pienso hacerle caso a su madre y su hermana, no pienso dejarle solo hoy.

-Voy a ver cómo volvemos a casa… - dice parándose en la salida –

-Es verdad… - digo dándome cuenta – mi coche está en la estación… - digo apurada –

-Tranquila… - me acaricia la cara – vuelvo en seguida…

Desaparece durante unos minutos, los suficientes para que pueda mirar mi móvil, rebosante de mensajes. Resoplo agotada, no tengo el ánimo de contestar ahora mismo a nadie. Mi madre y Vero ya se habrán encargado de decir que estoy bien. Veo como siguen entrando camillas y sillas de ruedas, y me aparto hacia un lateral para no entorpecer el paso. Es de noche, no sé qué hora debe ser. Apoyo mi espalda contra la pared y noto frío. El pijama verde es de manga corta y en la puerta se nota el frío que hace en la calle. Al momento, Álex aparece con un par de chaquetas, seguido del equipo que nos ha traído en la ambulancia. Pongo cara de extrañeza, no pensaba que seguían aquí.

-Nos han esperado para llevarnos a casa… - dice Álex dándome una de las chaquetas – querían saber también cómo estaban los compañeros… - los tres me saludan con la cabeza, con una sonrisa amable pero fugaz. Hago lo mismo – te dejarán primero a ti y luego a mí… - dice saliendo a la calle –

-Álex… - le agarro del brazo – no pienso dejar que pases la noche solo… - se detiene en mitad de la calle, mirándome – vente a casa… - digo a modo de súplica –

Me mira con una medio sonrisa tierna y, sin hablar, me abraza. Me abraza pegando mi cuerpo al suyo, de manera suave pero firme. Me aferro a su chaqueta como si fuera el último lugar en el mundo al que podría agarrarme. Separa un poco el abrazo y acaricia mi pelo.

-Y Dandy? – pregunta mirándome –

-Lo recogeremos y lo llevaremos a casa… - digo convencida – vivimos a dos calles, recuerdas? – sonríe levemente y asiente –

El viaje en ambulancia es extremadamente silencioso. Los dos, sentados en la parte trasera de la ambulancia, sin soltarnos las manos, nos miramos de vez en cuando. Álex está con la mirada perdida, seguramente pensando en todo lo que ha ocurrido hoy. Cuando la ambulancia se detiene, Bea, Marcos y Antonio bajan de la ambulancia para despedirse de Álex. Y de mí. Lo hacen de forma cariñosa. Abrazándome, sin conocerme de nada. Nos quedamos quietos, mirando la ambulancia alejarse. Álex, con sus llaves en la mano, suspira al subir en el ascensor. Le abrazo de nuevo, como tantas veces hoy, no puedo parar de hacerlo.


Al abrir la puerta, el sonido de las pequeñas patitas de Dandy me hace sonreir. Álex se agacha y se arrodilla en el suelo para recibirle. Al escucharle llorar mientras abraza al perro, no puedo evitar comenzar a llorar yo también. Me agacho a su altura y Dandy, tras olerme fugazmente, comienza a besarme las manos. Me reconoce y eso me da mucha ternura. Es igual con los animales que yo, y eso me hace quererle todavía más. Agarra a Dandy en brazos y su correa y, sin decir nada más, salimos de su casa. Caminamos por la calle, de nuevo sin hablar. Solo le oigo suspirar varias veces en el pequeño tramo que hay de mi casa a la suya. Al llegar a la puerta, saco las llaves que he recordado coger de mi ropa. La ropa se ha quedado en el hospital, era inservible, manchada y rota por todas partes. Entro al jardín y escucho movimiento dentro de casa. Álex me mira y coge a Dandy en brazos, sonriéndome levemente. Sabe que hay gente en casa esperándome.