Nuestros labios se rozan primero algo tímidos. Timidez que
solo dura unos segundos para dejar paso a un huracán hecho pasión que pocas
veces he sentido. Se agarra a mi cuello, besándome desesperadamente, haciéndome
tambalear hasta casi caerme. Pongo mis manos en sus caderas, notando su piel
por debajo de la camiseta con la que va vestida. Da igual que lleve vestido o
ropa normal, no importa, su figura se estiliza con cualquier cosa. Levanto un
poco la camiseta y rozo su piel. Suelta un pequeño gemido que me da la clave
para seguir con esto. La levanto en peso con la mirada puesta en ese sofá que
parecía tan cómodo. La dejo reposar sobre el sofá conmigo encima, sin deshacer
los besos que nos estamos regalando. No puedo pensar y no quiero hacerlo.
Mis manos la recorren de arriba abajo por debajo de la ropa.
Ella me agarra con sus manos en mi espalda, primero sobre la camiseta y,
después, por debajo. No hemos dicho una sola palabra y no creo que vayamos a
decirla. Si esto tiene que pasar, que pase, ya tendré tiempo de pensar mañana.
Ahora lo único que sé es que me muero de ganas por seguir. En un arrebato, me
sube la camiseta hasta la cabeza y poco más que me la arranca. Mi torso queda
al descubierto y a merced de sus manos, que comienza a acariciarme
frenéticamente.
Su ropa comienza a sobrarme, así que hago lo mismo que ella.
Deslizo su camiseta por encima de su cabeza hasta lanzarla al suelo. Intentaría
ir más despacio, pero no puedo concebir hacerlo. Quiero comérmela ahora mismo,
tengo prisa, y ella parece que también. Sus pechos todavía cubiertos por el
sujetador, me llaman con mucho deseo. Comienzo a repartir besos por su cuello
y, a juzgar por sus gemidos, parece que le gusta. No creo que le guste más de
lo que a mí me está gustando esto. Nunca he sido de acostarme con alguien
porque sí, sin haber nada más, solo por sexo, aunque reconozco que alguna vez
lo he hecho. Soy consciente de que esto es solo sexo, no puede ser nada más
porque no la conozco, solo sé que me atrae y que me gusta físicamente y lo poco
que he podido conocerla, también me gusta. Joder, la conozco desde hace apenas
unas horas y estamos aquí, en el sofá de su buhardilla, casi en pelotas y
devorándonos a besos. Y esto no lo vamos a poder parar, al menos yo no quiero.
Y ella tampoco. Las miradas que estamos cruzando podrían devorarnos el uno al
otro si eso fuera posible.
Esa mirada es la que me está matando. Es la mirada de deseo
más increíble que he visto en mi vida. Nadie podría poner cordura a esto en mi
lugar. Mis manos se dirigen a sus pantalones, bajándolos sin hacer preguntas y
sin recibir respuestas. Lo único que recibo es la elevación de sus caderas para
que le quite esos pantalones de una vez. Obedezco la orden. Tras quitárselos,
se incorpora y me hace sentarme, sentándose a horcajadas sobre mí, sin dejar de
besarme. Estoy en el puto paraíso ahora mismo, aunque me falte el aire. Sus
manos se dirigen a mis pantalones y desabrochan el cinturón, el botón y bajan
la cremallera. Sin levantarme, solo elevando las caderas como ella hace un
momento, deslizo mi pantalón hasta que cae al suelo. Vuelve a sentarse sobre
mí, ni siquiera me ha dejado quitármelos del todo así que muevo mis pies para
liberarme de esa cárcel en la que se habían convertido mis pantalones.
Mi calentón es más que evidente, no puedo esconderlo. Beso su cuello de nuevo y voy bajando, con ella a horcajadas todavía, hasta llegar de nuevo a sus pechos pero no me detengo en el borde del sujetador. Sin desabrocharlo, los dejo al descubierto, escuchando sus gemidos que ahora son más que evidentes y que están haciéndome perder el norte. Me harto de ese trozo de tela y desabrocho el sujetador. Lo lanzo lejos, y vuelvo a pasear mis labios y mi lengua por sus pechos, esta vez mucho más libres. El sonido de sus gemidos es cada vez más alto. Mis suspiros de placer también. Me levanto con ella agarrada a mí y vuelvo a tumbarme sobre ella.
Seguimos sin decirnos ni una sola palabra, solo nos comunicamos con el tacto y con los gemidos. Desciendo por su cuerpo hasta llegar a su ombligo, donde me detengo un poco, haciendo que mueva sus caderas de manera un tanto desesperada. Mis manos agarran sus muslos y bajo despacio pero de manera firme sus braguitas. No noto oposición y alzo la mirada cuando se las quito del todo. Su mirada de deseo es ya insostenible, me quedo hasta hipnotizado mirándola. Esboza una pequeña sonrisa y, por un momento, noto que está hasta algo avergonzada porque me aparta la mirada. Ese gesto me devuelve un poco a la realidad y decido frenar un poco ese deseo para intentar que ella se sienta todo lo cómoda que yo pueda hacer. Está completamente desnuda ante mí y, durante un instante, creo que se siente algo desprotegida. Sin dejar de mirarnos, vuelvo a tumbarme sobre ella y, de nuevo, vuelve a esbozar ese ténue sonrisa que ha terminado de matarme. Sonrío levemente yo también y comienzo a besarla de nuevo, esta vez más despacio, mientras reparto caricias por toda la piel que alcanzo a tocar.
Si hay algo que considero que es importante en el sexo es tener un mínimo de complicidad. Eso no es difícil si conoces a alguien, pero, en este caso, es asombroso. Apenas nos conocemos y tenemos muchísima complicidad. Nada es forzado, nada parece incomodarnos. Vuelvo a reptar por su cuerpo dispuesto a llegar hasta el lugar que cubrían sus braguitas. Creo que se sorprende momentáneamente, pero no me para. Me agarra del pelo suavemente cuando nota mi aliento sobre la zona. Es todo lo que necesito para saber que puedo intensificar de nuevo el ritmo. Abro sus piernas de manera firme y comienzo a besarla. Ahora sus gemidos están haciendo que yo esté a punto de morirme. Resuenan en mi cabeza, suenan muy fuerte, muy profundos. Decido centrarme en su placer primero, sin pudor ninguno.
-Álex… - escucho que susurra entre gemidos –
Es la única palabra que me ha dicho desde que nos hemos besado. Mi nombre suena bien en su boca, todavía más por la forma que ha tenido de decirlo, con un gemido ahogado incluido. Continúo con mi propósito de hacer que llegue al orgasmo con mi boca como única arma, y parece que lo estoy consiguiendo. Me agarra de nuevo del pelo, esta vez más fuerte, mientras sigue gimiendo cada vez más rápido, cada vez de manera más intensa, hasta que una de sus manos se agarra a una de las mías fuerte, apretando, acompañándolo todo de un profundo gemido y arqueando la espalda sobre ese sofá que está siendo testigo de nuestra pasión desbordada.
-Joder… - susurra mientras noto como intenta respirar de manera más acompasada –
Suelta mi mano y acaricia mi cara. La estoy mirando desde hace varios segundos. Con los ojos cerrados, la boca entreabierta y su cuerpo destensándose. Me parece la imagen más sexy que he visto en mi vida. Me incorporo y me dirijo directamente a su boca, que me recibe gustosa, con besos sonoros entre nuestros labios y nuestras lenguas, que vuelven a cruzarse. Dirige sus manos a mis glúteos y los aprieta contra ella. Cuela sus manos por mis bóxer y los desliza hacia abajo, dejando al descubierto la única parte de mi cuerpo que seguía cubierta. Me observa de arriba abajo, hasta con descaro diría yo, sin ningún pudor ni ninguna vergüenza. Resopla levemente antes de incorporarse y lanzarse a besarme con furia, con rabia, como un torrente de deseo. Me hace sentarme de nuevo y se sienta sobre mí, sin todavía tener el contacto sexual más íntimo, pero rozando con su pubis el mío, aumentando todavía más mis ganas. Sus movimientos con sus caderas me están volviendo loco, hasta gruño de pasión mientras se mueve sobre mí, con esa mirada que de nuevo está matándome.
Agarro de nuevo su trasero y la tumbo sobre el sofá, tumbándome encima de ella. No puedo más, voy a dar el paso definitivo, necesito estar dentro de ella. Cuando estoy casi a punto y estoy escuchando sus gemidos, se para de golpe y pone una mano sobre mi pecho.
-Qué pasa? – digo algo sorprendido –
-Dime que tienes condones – responde respirando agitadamente –
-Joder… - niego con la cabeza – es verdad… - me siento tan mal de no haberme acordado de ese pequeño detalle – lo siento, se me ha ido la pinza…
-No pasa nada tonto… - ríe tímidamente – tienes?
-Tengo uno en la cartera… - me agacho a recoger mis pantalones – debe estar ahí a punto de caducarse…
-Claro… - contesta irónica como si no se lo creyera -
-Mira… - se lo enseño – un año le falta… - digo leyendo el envoltorio y agradeciendo a la vida que siga ahí –
-Siento la cortada de rollo pero… - intenta excusarse –
-Pero qué dices? – digo restándole importancia – estaba tan… - carraspeo – concentrado que ni me he acordado… es culpa mía – digo sincero -
-Concentrado… - dice sonriendo irónicamente y alzando una ceja –
-Muy concentrado… - contesto siguiendo la broma y acercándome a sus labios – no sabes cuánto… - la beso -
-Dios… - resopla – ponte eso ahora mismo…
-Jajajaja! – río mientras me coloco el condón – ven aquí…
La agarro de las caderas y la deslizo boca arriba por el sofá hasta mí. Suelta un pequeño gritito y se ríe tímidamente. Esa es la complicidad a la que me refiero. Vuelvo a tumbarme sobre ella y ya no me freno. Gime al notar como me abro camino dentro de ella. No puedo evitar gemir yo también. Me sorprendo, no suelo ser nada escandaloso en esto del sexo, pero ahora no puedo evitar gemir cada vez que me deslizo dentro de ella. Estoy muy cachondo, mucho, no sé ni lo que voy a poder aguantar. Malú cruza sus piernas por mis caderas y sus manos por mi cuello mientras nos besamos y continúo moviendo mis caderas a un ritmo todavía suave, sin prisas, disfrutando de un momento tan íntimo como éste.
Cuando aumento el ritmo un poco, se incorpora y con su mano sobre mi torso, me obliga a sentarme en el sofá. Sin mediar palabra y con la respiración agitada, se sienta a horcajadas sobre mí, dejando que vuelva a introducirme en ella, esta vez con mucha más virulencia. Esa pasión que está dejando fluir me está volviendo majara. Mueve sus caderas sobre mí, con un ritmo que no sé si voy a poder mantener mucho tiempo. Se agarra a mis hombros y se arquea hacia atrás mientras gime casi de manera escandalosa. Creo que va a llegar de nuevo y yo no voy a impedirlo, es más, voy a ayudarla. Fijo sus caderas con mis manos para que deje de moverse y comienzo a moverme yo todo lo rápido que puedo. Los sonidos que estoy escuchando me están haciendo difícil mantener la cordura. Gime sin parar, muy fuerte, grita mi nombre, hasta que vuelve a realizar ese movimiento arqueando la espalda que me dice que acaba de tener otro orgasmo. Agradezco que la casa esté insonorizada, de no ser así, los vecinos habrían llamado a la policía. No debería haber nada que le dé más placer a un hombre que ver como una mujer disfruta de esa manera. Es lo más maravilloso que existe.
-Dios… - exclama abrazándose a mi y escondiendo su cabeza en mi cuello –
-Déjame seguir… - le suplico –
-Espera… - respira agitadamente – me vas a matar…
-Yo si que me voy a morir… - resoplo intentando mantener la compostura – ven…
Vuelvo a tumbarla boca arriba, y vuelvo a ver esa mirada que tan loco me está volviendo. Sin articular palabra, vuelvo a colarme dentro de ella. Vuelve a gemir al sentirme. Esta vez, me arrodillo ante ella y agarro sus piernas, elevándolas, para pegarla más a mí. Agarrando sus piernas con mis manos, comienzo de nuevo ese ritmo lento del principio pero que tan poco tiempo va a durar. No puedo esperar mucho más, aunque estaría eternamente haciendo esto, lo alargaría si me asegurasen que Malú va a estar mirándome así todo el tiempo. Me parece la mujer más pasional con la que me he acostado, sin duda. Tampoco es que mi historial sea muy amplio, pero he tenido mis periplos sentimentales y esto sin duda es un polvazo en toda regla. El ritmo se hace cada vez más frenético a causa de lo que me provocan sus gemidos. Noto como voy a correrme de un momento a otro así que acelero todavía más, agarrándome más fuerte a sus piernas. Me mira un segundo, con los ojos bien abiertos, para cerrarlos fuerte mientras suelta otro de esos gemidos ahogados que ya me resultan familiares. Cuando noto que está llegando de nuevo, no puedo más y dejo que la naturaleza haga el resto. El orgasmo me invade de principio a fin, me hace temblar más que en toda mi vida. Mantengo los movimientos unos segundos más hasta que la fuerza que parecía tener hace un momento, desaparece. Suelto un leve gemido y me dejo caer sobre mis manos, apoyadas en el sofá una a cada lado de su cara. Me tiembla todo el cuerpo, pero el escalofrío final me recorre cuando noto que sus manos se abrazan a mi cuello y me hace pegar mi cuerpo al de ella. Sudorosos, casi ahogados de tanto placer, sin poder respirar con normalidad, yacemos sobre el sofá después de un rato de pasión totalmente desmedida.
La sensación que tengo ahora es genial. Casi me gusta más el momento de después que el durante. Bueno no, la verdad es que no, pero se le acerca mucho. Siento una tranquilidad en este momento difícilmente comparable con nada. Mi respiración se va acompasando con la suya, mientras ella continúa abrazada a mi espalda. Intuyo que es una persona cariñosa. Fogosa y cariñosa, la mezcla perfecta diría yo. Me incorporo un poco, lo suficiente para ver su cara, que ahora ya no tiene la mirada de deseo a la que me había acostumbrado. Ahora está totalmente destensada.
-Madre mía… - dice llevando una mano a su cara con gesto avergonzado –
-Eso digo yo… - contesto riéndome – estás bien? – asiente sin hablar – espera… - me aparto un poco – voy… voy a quitarme esto… - asiente sonriendo levemente –
Veo como se hace a un lado en el sofá, haciéndome sitio para que vuelva a tumbarme. No sé por qué, pero pensaba que me iba a decir que me marchara. Quizá me he equivocado.
-Quieres que me quede? – pregunto –
-Quieres irte? – pregunta un tanto sorprendida –
-No… yo… - me aclaro la voz – lo digo por si tú…
-Ven aquí… - me ordena – que tengo frío… - sonríe un tanto pícara –
-Tienes frío? – me tumbo a su lado – quieres que vaya a por una manta? – se ríe –
-Paso mucho tiempo aquí… - se incorpora y pasa su mano por detrás del sofá – lo tengo todo pensado… - dice sacando una fina manta –
-Joder… - digo riéndome – esto sí… - digo con tono de aprobación -
-Dios… qué gusto… - exclama al extender la manta por encima de los dos y se acurruca en mi lado izquierdo – te molesto así?
-No… - contesto sonriendo – claro que no… - sonrío tiernamente – quieres que nos quedemos así?
-Si… - contesta con voz de niña – estás cómodo?
-Mucho… - contesto con voz tierna – Ven… - abro mi brazo izquierdo para recibir su cabeza en mi pecho –
-Dios, ahora sí que estoy cómoda… - dice pasando un brazo por encima de mi cuerpo –
Es lo último que dice. No hablamos, no decimos nada, solo
nos quedamos ahí, tumbados, el uno pegado al otro. A los 5 minutos escucho como
respira profundo. Se ha quedado dormida. Sonrío ampliamente casi sin querer. La
verdad es que yo también tengo mucho sueño. Miro mi reloj intentando no
despertarla. Las 6 menos cuarto de la mañana. Buena hora para dormir.



No hay comentarios:
Publicar un comentario