miércoles, 30 de noviembre de 2016

CAPÍTULO 36: DESCANSO

Tras el alta y despedirme de Tere, subo al coche de Malú, aparcado en la parte trasera del hospital. Son las 4 de la mañana, nada más y nada menos. Observo en su cara el cansancio y el sueño, sin poder evitar sentirme culpable por ello. Se ha portado tan bien conmigo que sobran las palabras. Sobran tanto que no nos la hemos dirigido desde que nos hemos montado en el coche. Los ojos se me cierran y apoyo mi brazo en la puerta para sujetar mi cabeza, que también quiere dejar vencer el peso de la gravedad.

Malú enciende la radio, imagino que por el sueño que tiene. Le diría que conduzco yo, pero creo que tengo más sueño que ella. Voy completamente drogado. Mis ojos, que estaban ya entrecerrados, se abren cuando escucho mi voz por los altavoces. Me da por reírme. Resulta que yo la escucho a ella en el coche pero ella también me escucha a mí. La observo avergonzada, quitándole algo de voz, como si así se dejara de notar que esa canción es mía. Sonrío y vuelvo a colocarme. Creo que me da tiempo a observar dos calles, a la tercera, ya estoy durmiendo.

-Álex… - escucho su voz como lejana – Álex…

-Mmmh… - digo abriendo los ojos parcialmente –

-Ya hemos llegado – dice mirándome –

Observo por la ventanilla. Es la casa de Malú. Se baja del coche decidida. Me quito el cinturón todavía contrariado y abro la puerta.

-Quieres que me quede en tu casa? – pregunto extrañado –

-No querrás dormir solo esta noche… - dice como si nada cerrando el coche – si te vuelve el dolor, con lo cabezón que eres, no vas a avisar a nadie…

Voy a replicar, pero no hay más que decir. La decisión parece estar tomada. No tengo cuerpo para dormir en su cama ni para un arranque, pero tengo la esperanza que ella pienso lo mismo. Al entrar, sube las escaleras y la sigo como hipnotizado. Entro en su habitación, quedándome en la puerta. Se gira extrañada mientras se quita la chaqueta, mirándome sin entender qué hago ahí.

-Prefieres dormir en la habitación de invitados? – pregunta mirándome –

-No… - sacudo la cabeza – o sí… - resoplo – no sé…

-Jajaja – ríe – no tengo sábanas puestas en la otra habitación… si quieres las pongo en un momento… - dice abriendo el armario –

-No sé Malú, estoy muy cansado… - digo sincero –

-Me lo imagino… - dice quitándose la camiseta, haciendo que aparte la vista para no verla en sujetador, aunque es demasiado tarde – seré buena… - dice riéndose –

-Ya lo veo… - digo cansado sentándome al borde de la cama – me han metido mórficos o algo… - digo sin mirarla – el sueño que tengo no es normal…

-Anda toma… - me lanza una camiseta ancha – ponte eso, no tengo pantalones de tu talla, lo siento… - dice apartando las sábanas –

Miro la camiseta, es de ella supongo. Suspiro, no tengo tiempo para pensar, sólo quiero dormir hasta que me sangre la espalda de no cambiar de posición. Me quito la camiseta y el pantalón y me pongo la prenda que me acaba de dar, sin girarme, sentado al lado contrario de donde está ella. Me meto en la cama sin permiso, como si fuera un maleducado, pero tengo mucho sueño. Escucho como ríe levemente al verme ya tumbado en la cama, tapado hasta el cuello.

-Malú, siento lo que pasó el otro día… - digo mirándola, con los ojos repletos de sueño –

-Vas a empezar con eso ahora? – pone cara de desagravio – no estabas cansado? – se tumba a mi lado, tapándose con la sábana –

-Ya pero…

-Ni pero ni nada… - dice cortándome – ven aquí… - abre sus brazos, dejándome contrariado – que voy a ser buena joder, solo quiero que durmamos como el otro día… - dice sonriendo –

Acepto, como podría aceptar dormir sobre una piedra ahora mismo, aunque esto es mucho más cómodo. Con su mano, comienza a acariciarme el pelo levemente, haciendo soltar un suspiro placentero. Sonríe, o eso creo, porque no tengo fuerzas para girar mi cabeza hacia ella.

-Descansa vale? – dice suavemente – si notas dolor, dímelo, aunque esté dormida…


Sonrío sin contestarle, ya no tengo fuerzas. La medicación, y el agotamiento mental y físico, me lo impiden. En un instinto, me abrazo a ella, pasando mi brazo derecho por encima de su cuerpo y colocándolo en su cintura. Por un momento, pienso que puede incomodarse, pero todo lo contrario, se abraza a mí todavía más. Sonrío de nuevo, apenas me da tiempo a otra cosa. Caigo en un profundo y placentero sueño del que no quiero que me despierte nadie. 

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