La observo disimular con la grabadora en sus manos y me
produce una ternura infinita. No sé qué es lo que pasa, pero no puedo evitarlo.
Es mirarla y provocarme una ternura mezclada con atracción que no comprendo. Me
levanto del piano y me dirijo a coger una guitarra que yace plantada al otro
lado de la buhardilla. Cuando la cojo, Malú me mira con una sonrisa un tanto
avergonzada.
-Sabes tocarla? – pregunto –
-No… - responde con vergüenza – es curioso eh? Me podría
haber enseñado tanta gente… - dice reflexiva –
-Te puedo enseñar yo si quieres… - digo sentándome en el
sofá – es cuestión de dedicarle tiempo…
-Justo lo que no tengo… - dice sentándose a mi lado en el
sofá –
-Siempre hay tiempo para aprender… - digo dándole la
guitarra – cógela…
Acepta no muy convencida. Coge la guitarra y posiciona sus
dedos en el mástil creando un mi menor. Alzo las cejas y sonríe tímida.
-Sí que sabes… - digo mirándola –
-Un par de acordes solamente… - dice avergonzada – nunca me
he aplicado en esto…
-Ahora solo tienes que mover la mano derecha a un ritmo
adecuado… - digo cogiendo su mano desde atrás y dando suaves toques a las
cuerdas – no es fácil, pero no es lo más difícil del mundo…
Escucho su respiración algo entrecortada. Me recorre un
escalofrío por el cuerpo cuando la veo que me mira de reojo mientras yo sigo
moviendo su mano por las cuerdas. Me pongo arrodillado en el sofá, detrás de
ella sin saber muy bien por qué estoy haciendo esto. Mi mano izquierda se posa
sobre la suya, sobre el mástil, y guía sus dedos hasta cambiar de acorde a un
La, moviendo su mano derecha sobre las cuerdas a un ritmo lento. Su pelo suelto
cae sobre su cara, sus hombros, e incluso sobre la guitarra. Dejo de rozar sus
manos y recojo su pelo, echándolo a un lado, dejando su hombro derecho y parte
de su cuello al descubierto.
Noto de nuevo su respiración algo agitada y me doy cuenta
que yo también estoy respirando así. No puedo evitarlo, no sé por qué me gusta
tanto de repente, no sé por qué no puedo evitar hacer esto, pero mis labios,
como si su cuello tuviera un imán para ellos, se acercan a él peligrosamente.
No obtengo oposición, ni por parte de mi cabeza ni por la suya. Al rozar su
piel con mis labios, escucho como suspira profundamente y deja de sonar la
guitarra. Arquea su cuello hacia la izquierda para dejarme más piel a merced de
mis labios. Me separo solo un poco y la miro. Su perfil, con los ojos cerrados
y la boca entreabierta, me hace perder todavía más la razón. Vuelvo a dirigir
mis labios hacia su cuello y mis manos se dirigen a las suyas, guiándola para
que suelte la guitarra. Me obedece sin decir nada y deja la guitarra apoyada en
el suelo, sin mover el cuerpo, parece paralizada por mis besos.
Tras soltar la guitarra, dirige una de sus manos a mi
cuello, sin darse la vuelta, arqueando de nuevo el cuello hacia la izquierda,
acariciando mi cara de espaldas a mí. Los pensamientos y las preguntas se
agolpan en mi mente, pero no tengo sitio para ellos ahora mismo, he decidido
seguir con esto si ella no me detiene, y no parece que vaya a hacerlo. Sigo
explayándome en su cuello, esta vez abrazándola desde atrás, dirigiendo mis
manos a sus pechos, donde sus manos se entrelazan con las mías. Mis labios y mi
lengua recorren su cuello hasta subir a su oreja, donde voy dejando besos en el
lóbulo, que hacen que suelte un suspiro transformado en el primer gemido hasta
ahora.
Es entonces, cuando se separa y se da la vuelta, con un
gesto un tanto avergonzado, sin mirarme apenas. Yo sigo arrodillado en el sofá,
suplicando que no se eche atrás y podamos seguir con esta locura tan
placentera. Al girarse, su rostro y el mío se quedan a escasos centímetros que
solo se mantienen durante unos segundos. Miro sus ojos y su boca
alternativamente, estoy deshecho de deseo ahora mismo. Acaricio su mejilla
izquierda, consigo que me mire y pongo fin a ese espacio que hay entre los dos.
Beso sus labios con delicadeza, nada que ver con como lo había hecho hasta
ahora. Quizá esa forma de besarla tiene que ver con la ternura que a veces me
despierta.
Durante el beso, entreabre los labios lentamente, dejando
paso a su lengua, que se cruza con la mía. Dentro de que apenas puedo pensar
ahora mismo, me doy cuenta que siento algo diferente a lo que he sentido hasta
ahora. Ya no solo siento pasión, siento otra cosa, siento ganas de abrazarla,
de protegerla, de ser extremadamente cariñoso. Durante un buen rato,
simplemente nos besamos, acariciándonos los rostros, sin llegar a hacer nada
más. Pero cuando nos separamos un momento y nos miramos, todo cambia. Su mirada
de deseo despierta en mí de nuevo esa pasión que las otras veces me ha
provocado. La levanto en peso y la tumbo en el sofá, arrancando una risa
parcialmente contenida en su garganta. Se incorpora ya sin reírse y agarra mi
camiseta, levantándola a toda prisa y quitándomela. Con mi torso ya desnudo,
vuelvo a repartir besos por su cuello. Me recibe agarrándose con sus manos a mi
espalda, soltando breve gemidos que resuenan en mi cabeza como su voz hace
algunos instantes cantando las canciones que le he regalado.
Le quito la camiseta yo también, sin miramientos, ni rastro
de esa ternura que me provocaba hace un momento. Ahora solo siento pasión por
besarla cuanto más mejor y por hacerle el amor en el menor tiempo posible. Mi
celeridad le hace ponerme una mano en el pecho. Cuando la miro, respira
agitadamente. Apenas porta las braguitas, todo lo demás se lo he arrancado prácticamente.
De nuevo, noto esa fragilidad en sus ojos. Cierro los ojos y suspiro, sin decir
nada, mientras sonríe hasta diría que enternecida. Me tumbo despacio sobre ella
boca arriba, quedándome a escasos centímetros de su boca. Dejo un beso en su
frente, como señal de disculpa ante mi escasa calma. La escucho reírse tímidamente,
mientras comienza a acariciar mi espalda despacio. La sensación que siento es
casi indescriptible. Siento paz, tranquilidad, calma… solo con un simple gesto
por su parte, es capaz de provocarme todas esas cosas a pesar de las prisas y
la desesperación que tenía hace un momento. Mi mente me traiciona por un
segundo y me hace pensar el por qué de todas esas sensaciones, pero consigo
escabullirme de ese pensamiento paseando mi boca por sus pechos. Esta vez lo
hago despacio, sin prisas, incluso querría parar el tiempo ahora mismo con tal
de seguir haciendo esto.
Qué diferente a las otras ocasiones en las que yo he llevado
parcialmente las riendas. Ahora ella es la que está marcando el tiempo,
invitándome a mirarla de vez en cuando, a levantarme y a sentarme para sentarse
sobre mí mientras me besa. Mi excitación va, irremediablemente, en aumento, y
la suya también. Cuando parece que los dos nos hemos sosegado lo suficiente,
nace de nuevo esa pasión incontrolable que me hace volver a tumbarla en el
sofá, abrir sus piernas y hundirme en ella. Esta vez me he encargado de que no
haya riesgo de tener otro susto como el otro día.
He perdido la noción del tiempo desde que esto ha empezado
y, aún estando sobre ella desde hace rato, simplemente respirando, tras otro “arranque”
como dice ella, todavía no la he recuperado. No sé qué hora es ni cuanto
llevamos haciendo esto, pero quiero quedarme aquí, sobre ella, sintiendo su piel
contra mi piel el máximo tiempo posible. Acaricia mi pelo de manera suave, no
ha dejado de hacerlo desde que hemos dado por concluido el momento de pasión.
Su forma de acariciarme el pelo me hace tener hasta sueño, estoy extremadamente
relajado en este momento.
-Te vas a quedar durmiendo… - susurra –
-Estás incómoda? – digo intentando levantarme, pero noto sus
manos posarse en mi espalda con fuerza –
-Anda calla… - dice riendo levemente –
Y así, esa extrema relajación, me hace caer en un sueño
profundo, no sin antes, justo antes de dormirme, volver a aparecer en mi cabeza
esas preguntas que, ahora mismo, soy incapaz de responder.
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