lunes, 28 de noviembre de 2016

CAPÍTULO 29: NO PUEDO EVITARLO

La observo disimular con la grabadora en sus manos y me produce una ternura infinita. No sé qué es lo que pasa, pero no puedo evitarlo. Es mirarla y provocarme una ternura mezclada con atracción que no comprendo. Me levanto del piano y me dirijo a coger una guitarra que yace plantada al otro lado de la buhardilla. Cuando la cojo, Malú me mira con una sonrisa un tanto avergonzada.

-Sabes tocarla? – pregunto –

-No… - responde con vergüenza – es curioso eh? Me podría haber enseñado tanta gente… - dice reflexiva –

-Te puedo enseñar yo si quieres… - digo sentándome en el sofá – es cuestión de dedicarle tiempo…

-Justo lo que no tengo… - dice sentándose a mi lado en el sofá –

-Siempre hay tiempo para aprender… - digo dándole la guitarra – cógela…

Acepta no muy convencida. Coge la guitarra y posiciona sus dedos en el mástil creando un mi menor. Alzo las cejas y sonríe tímida.

-Sí que sabes… - digo mirándola –

-Un par de acordes solamente… - dice avergonzada – nunca me he aplicado en esto…

-Ahora solo tienes que mover la mano derecha a un ritmo adecuado… - digo cogiendo su mano desde atrás y dando suaves toques a las cuerdas – no es fácil, pero no es lo más difícil del mundo…

Escucho su respiración algo entrecortada. Me recorre un escalofrío por el cuerpo cuando la veo que me mira de reojo mientras yo sigo moviendo su mano por las cuerdas. Me pongo arrodillado en el sofá, detrás de ella sin saber muy bien por qué estoy haciendo esto. Mi mano izquierda se posa sobre la suya, sobre el mástil, y guía sus dedos hasta cambiar de acorde a un La, moviendo su mano derecha sobre las cuerdas a un ritmo lento. Su pelo suelto cae sobre su cara, sus hombros, e incluso sobre la guitarra. Dejo de rozar sus manos y recojo su pelo, echándolo a un lado, dejando su hombro derecho y parte de su cuello al descubierto.

Noto de nuevo su respiración algo agitada y me doy cuenta que yo también estoy respirando así. No puedo evitarlo, no sé por qué me gusta tanto de repente, no sé por qué no puedo evitar hacer esto, pero mis labios, como si su cuello tuviera un imán para ellos, se acercan a él peligrosamente. No obtengo oposición, ni por parte de mi cabeza ni por la suya. Al rozar su piel con mis labios, escucho como suspira profundamente y deja de sonar la guitarra. Arquea su cuello hacia la izquierda para dejarme más piel a merced de mis labios. Me separo solo un poco y la miro. Su perfil, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, me hace perder todavía más la razón. Vuelvo a dirigir mis labios hacia su cuello y mis manos se dirigen a las suyas, guiándola para que suelte la guitarra. Me obedece sin decir nada y deja la guitarra apoyada en el suelo, sin mover el cuerpo, parece paralizada por mis besos.

Tras soltar la guitarra, dirige una de sus manos a mi cuello, sin darse la vuelta, arqueando de nuevo el cuello hacia la izquierda, acariciando mi cara de espaldas a mí. Los pensamientos y las preguntas se agolpan en mi mente, pero no tengo sitio para ellos ahora mismo, he decidido seguir con esto si ella no me detiene, y no parece que vaya a hacerlo. Sigo explayándome en su cuello, esta vez abrazándola desde atrás, dirigiendo mis manos a sus pechos, donde sus manos se entrelazan con las mías. Mis labios y mi lengua recorren su cuello hasta subir a su oreja, donde voy dejando besos en el lóbulo, que hacen que suelte un suspiro transformado en el primer gemido hasta ahora.

Es entonces, cuando se separa y se da la vuelta, con un gesto un tanto avergonzado, sin mirarme apenas. Yo sigo arrodillado en el sofá, suplicando que no se eche atrás y podamos seguir con esta locura tan placentera. Al girarse, su rostro y el mío se quedan a escasos centímetros que solo se mantienen durante unos segundos. Miro sus ojos y su boca alternativamente, estoy deshecho de deseo ahora mismo. Acaricio su mejilla izquierda, consigo que me mire y pongo fin a ese espacio que hay entre los dos. Beso sus labios con delicadeza, nada que ver con como lo había hecho hasta ahora. Quizá esa forma de besarla tiene que ver con la ternura que a veces me despierta.

Durante el beso, entreabre los labios lentamente, dejando paso a su lengua, que se cruza con la mía. Dentro de que apenas puedo pensar ahora mismo, me doy cuenta que siento algo diferente a lo que he sentido hasta ahora. Ya no solo siento pasión, siento otra cosa, siento ganas de abrazarla, de protegerla, de ser extremadamente cariñoso. Durante un buen rato, simplemente nos besamos, acariciándonos los rostros, sin llegar a hacer nada más. Pero cuando nos separamos un momento y nos miramos, todo cambia. Su mirada de deseo despierta en mí de nuevo esa pasión que las otras veces me ha provocado. La levanto en peso y la tumbo en el sofá, arrancando una risa parcialmente contenida en su garganta. Se incorpora ya sin reírse y agarra mi camiseta, levantándola a toda prisa y quitándomela. Con mi torso ya desnudo, vuelvo a repartir besos por su cuello. Me recibe agarrándose con sus manos a mi espalda, soltando breve gemidos que resuenan en mi cabeza como su voz hace algunos instantes cantando las canciones que le he regalado.

Le quito la camiseta yo también, sin miramientos, ni rastro de esa ternura que me provocaba hace un momento. Ahora solo siento pasión por besarla cuanto más mejor y por hacerle el amor en el menor tiempo posible. Mi celeridad le hace ponerme una mano en el pecho. Cuando la miro, respira agitadamente. Apenas porta las braguitas, todo lo demás se lo he arrancado prácticamente. De nuevo, noto esa fragilidad en sus ojos. Cierro los ojos y suspiro, sin decir nada, mientras sonríe hasta diría que enternecida. Me tumbo despacio sobre ella boca arriba, quedándome a escasos centímetros de su boca. Dejo un beso en su frente, como señal de disculpa ante mi escasa calma. La escucho reírse tímidamente, mientras comienza a acariciar mi espalda despacio. La sensación que siento es casi indescriptible. Siento paz, tranquilidad, calma… solo con un simple gesto por su parte, es capaz de provocarme todas esas cosas a pesar de las prisas y la desesperación que tenía hace un momento. Mi mente me traiciona por un segundo y me hace pensar el por qué de todas esas sensaciones, pero consigo escabullirme de ese pensamiento paseando mi boca por sus pechos. Esta vez lo hago despacio, sin prisas, incluso querría parar el tiempo ahora mismo con tal de seguir haciendo esto.

Qué diferente a las otras ocasiones en las que yo he llevado parcialmente las riendas. Ahora ella es la que está marcando el tiempo, invitándome a mirarla de vez en cuando, a levantarme y a sentarme para sentarse sobre mí mientras me besa. Mi excitación va, irremediablemente, en aumento, y la suya también. Cuando parece que los dos nos hemos sosegado lo suficiente, nace de nuevo esa pasión incontrolable que me hace volver a tumbarla en el sofá, abrir sus piernas y hundirme en ella. Esta vez me he encargado de que no haya riesgo de tener otro susto como el otro día.

He perdido la noción del tiempo desde que esto ha empezado y, aún estando sobre ella desde hace rato, simplemente respirando, tras otro “arranque” como dice ella, todavía no la he recuperado. No sé qué hora es ni cuanto llevamos haciendo esto, pero quiero quedarme aquí, sobre ella, sintiendo su piel contra mi piel el máximo tiempo posible. Acaricia mi pelo de manera suave, no ha dejado de hacerlo desde que hemos dado por concluido el momento de pasión. Su forma de acariciarme el pelo me hace tener hasta sueño, estoy extremadamente relajado en este momento.

-Te vas a quedar durmiendo… - susurra –

-Estás incómoda? – digo intentando levantarme, pero noto sus manos posarse en mi espalda con fuerza –

-Anda calla… - dice riendo levemente –


Y así, esa extrema relajación, me hace caer en un sueño profundo, no sin antes, justo antes de dormirme, volver a aparecer en mi cabeza esas preguntas que, ahora mismo, soy incapaz de responder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario