lunes, 28 de noviembre de 2016

CAPÍTULO 34: A MÍ TAMBIÉN

-Tere? – pregunto con el teléfono en mi oreja –

-Álex? – pregunta extrañada al no reconocer su voz –

-Tere… soy… - dudo un segundo – soy Malú, la amiga de Álex – digo sintiéndome ridícula –

-Hola, dime… - pregunta contrariada – pasa algo?

-Álex está enfermo… - digo acelerada – creo que tiene un cólico, me ha dicho que ha tenido otros antes y se parece el dolor… y… no para de vomitar y…

-Tráemelo, estoy de guardia… - contesta al instante – ha tenido otros antes, lo sé

-De verdad? No quiere ir al hospital porque no quiere que le reconozcan… - digo apurada – pero está mal de verdad, lo tengo vomitando en el salón y no puede ni tumbarse…

-No te preocupes, lo haremos como cuando vinisteis la otra vez… - habla con voz pausada – aparca en la parte de atrás, estaré allí…

-Te lo agradezco, de verdad… - digo agradecida – es que no quería que llamase a nadie más…

-Es muy cabezón… - dice con voz amable – no te preocupes, tráemelo, no le des nada por boca…

-Vale… - contesto cogiendo la chaqueta – en seguida estamos allí…

Cuelgo el teléfono pensando qué amiga más maravillosa tiene Álex. En el coche, el pobre hasta parece que está llorando del dolor. Me está dando una impotencia no poder hacer nada… me siento fatal por haberle hablado así. Ha venido a disculparse de nuevo y he vuelto a tratarle fatal. A quién quiero engañar? Me importa. Me importa mucho. Sé que es muy buena gente, que, si en algún momento le habla mal a alguien, se arrepiente al instante. Nunca le he visto hacerlo, solo conmigo, la confianza supongo. Veo el hospital y suspiro nerviosa. Aparco en la parte trasera y distingo a Tere, vestida de blanco, esperando en la puerta.

Le veo salir del coche, tambaleándose, y me asusto todavía más. Ahora mismo le traería esta silla o las que hicieran falta con tal de que se sintiera mejor. Me importa poco que alguien pueda reconocerme, lo importante ahora mismo es que Álex esté bien. Nunca le he visto así, está pálido, quejándose amargamente cada dos por tres del dolor. Sigo a Tere mirándola de vez en cuando. Qué paz transmite esta mujer, es increíble, la miro y dejo de estar nerviosa. Si alguna vez me pongo enferma, espero que me atienda ella. Nada más con mirarme, me curaré.

Tras un par de minutos veo aparecer a una chica que parece ser la tal Laura. Una chica bajita, regordita, diría que de unos 40 años, morena con el pelo no demasiado largo. Me mira un instante y me sonríe amablemente, haciéndome sentirme cómoda con la situación. Sonrío al ver como bromean. Hasta con un dolor insoportable, Álex sigue dispuesto a gastar bromas. Tere le mira con tanta ternura… con la misma que le estoy mirando yo supongo. Ni de coña voy a marcharme, por mucho que me lo pida. Me lo llevaré a casa cuando esté mejor, aunque tenga que pasar aquí la noche. Se nota que ha dejado huella aquí. La forma que tiene Laura de hablarle, me lo deja entrever.

-Gracias por traerme… - dice pareciendo que se relaja –

-Y qué pensabas que iba a hacer? – digo restándole importancia –

-Has hablado con Tere por teléfono? – pregunta sin mirarme –

-Claro… - digo sentándome en una silla a su lado – mientras tú vomitabas…

-Joder… - se queja – qué cara de asco has tenido que poner…

-No tanto como cuando conocí a esa fan tuya… Miriam se llama? – digo irónica –

-Jajaja – se ríe – no me hagas reir que todavía me duele…

-Anda, descansa… - digo colocando mejor su almohada – que estás pálido…

-No tanto como cuando me dejaste en el parque con Dandy… - responde mirándome tras acabar la frase – perdona, no tenía que haber dicho eso…

Sonrío enternecida. Pobre, ha tenido que pasarlo mal estos días. A veces creo que soy un poco orgullosa, intento no serlo, de hecho, hace mucho tiempo que no me comportaba así. Me hizo daño, es cierto. Mucho. Su forma de hablarme me molestó tanto que era incapaz de hablarle. Pero algo dentro de mí esperaba que él diera el paso. Lo ansiaba. Y lo ha dado. Sin pensarlo, dejo un beso en su frente. Me mira y, al instante, sonríe.

-Eso es que me perdonas? – pregunta con voz de niño pequeño –

-Eso es que te calles y te relajes de una vez… - le ordeno –

-A sus órdenes jefa… - dice sin mirarme –


Sonrío con su contestación. Me hace gracia cuando me llama jefa. Sé que me llaman así, pero en su voz me resulta gracioso. Me siento en la silla al lado de la cama, acariciándole la mano. Sin decir nada, cruza sus dedos por los míos, dejando su mano agarrada a la mía. Y así, sin decirnos nada, noto como su cuerpo se va relajando gracias a la medicación, y escucho su respiración cada vez más tranquila hasta hacerse totalmente relajada, como cuando se quedó durmiendo aquel día sobre mi pecho. Sonrío totalmente enternecida. No sé cómo he podido estar tanto tiempo enfadada con él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario