jueves, 17 de enero de 2019

CAPÍTULO 146: LA LUZ DE OROZCO

Escucho las guitarras sonar y salgo rápidamente, pegando saltos. El subidón de esta canción era justo lo que necesitaba.

-Mírate! – grito haciendo que la gente se ponga a saltar – Eh! – grito haciendo gestos para que la gente siga saltando – La rueda, el trapecista y las agujas aún siguen girando… Girando mi esperanza y mis te quieros te están esperando… Y esperando se deshace el hielo de esta última copa.

Me hago a un lado y sale Orozco dando saltos, micro en mano, mirándome con esa sonrisa contagiosa.

-La copa queda en las palabras que nos prometimos – la gente grita exaltada, no se esperaban que apareciera - Promesas que llegan descalzas si no estás conmigo – me mira y me hace un gesto con la cabeza como afirmando - Y conmigo no se aguanta el mundo que nos construimos.

Los dos nos vamos cada uno para una parte de las pasarelas laterales y comenzamos a cantar juntos.

-¿Dime quién? Me juro mil veces que era para siempre – salto viendo como Antonio también lo hace al otro lado de la pasarela que nos une - ¿Y Para qué? Si siempre era nunca y nunca era el destino – sigo saltando, la fatiga no hace mella en mí, tengo la adrenalina en un nivel muy alto - ¿Cómo fue?. Si el destino nuestro nunca lo escribimos – caminamos hasta encontrarnos en el centro de la pasarela – Mírame – sonrío al ver que me hace un guiño fugaz - Escribiendo sueños por volverte a ver… - volvemos caminando hacia el escenario - Mírate… Eh! – Antonio suelta ese grito – Madrid! Que nos oiga el mundo!! – exclama -

-La lluvia, el viento, el frio y la tormenta se están acabando – sigue cantando Antonio - Se acaban cuando alguien sabe lo que está buscando – se acerca como cantándome esa parte de la canción a mí - Y buscando me encontré una vida que yo había perdido – me hace un gesto para que continúe cantando yo -

-Perdido entre las mil historias que me están pasando – me revuelvo el pelo - Se pasan los que no se atreven a vivir volando – Antonio asiente, nos estamos cantando cara a cara, en el centro del escenario - Y volando desperté de todo lo que había pasado – Alzo la mano con el índica hacia arriba y Antonio sonríe y comienza a saltar –

Volvemos  a cantar el estribillo de nuevo juntos, esta vez en el centro del escenario, agarrados de los hombros, notando como su energía positiva se traslada de él hasta mí.

-¿Dime quién? Me obligo a pensar que algo es para siempre – nos miramos mientras saltamos - ¿Y Para qué? Si siempre era nunca y nunca era el destino – Saltamos cara a cara, me contagia de nuevo su sonrisa - ¿Cómo fue? Si el destino nuestro nunca lo escribimos – negamos con la cabeza mientras reímos – Mírame – Antonio me hace un gesto para que le mire y luego mire al público - Que yo sé que el miedo ensucia lo que ve… Mírate!!…

La canción, las guitarras, la batería… todo se calma poco a poco… Antonio me agarra por los hombros y continúa con la canción…

-No hay excusa más valiente que aquella que nunca lo fue – dice mirándome -

-Y no hay futuro más incierto que el miedo a todo aquello… que podría ser – las guitarras comienzan otra vez y asentimos los dos al ritmo -

-Mírate… - saltamos los dos por todo lo ancho del escenario – Eh! – Señalo al público y veo que la gente está saltando como si no hubiera un mañana –

La canción acaba conmigo extasiado. Reventado. Necesitaría días de recuperación si no fuera porque tengo la adrenalina al máximo. Antonio y yo nos abrazamos. Es un abrazo especial, este hombre es especial. Transmite una positividad y una ternura tremenda. Mi sorpresa viene cuando no se va, sino que lleva su micro a la boca y comienza a hablar.

-Este tipo es la mejor persona que he conocido en mi vida… - dice agotado, haciéndome taparme levemente la cara con una sonrisa – así que cuidádmelo – se escuchan aplausos – y cuidad a todas esas personas que tenéis al lado… como si fuerais piratas de la vida y esos fueran vuestros tesoros más preciados… - el aplauso se hace unánime – te quiero hermano – me dice –

-Te quiero – digo con voz leve, tengo un nudo en la garganta –

Nos fundimos en un abrazo de nuevo, esta vez más calmado. Hago serios esfuerzos por no llorar, no quiero hacerlo porque siento mucha felicidad ahora mismo. Antonio desaparece del escenario pero me da la sensación que ha dejado una luz especial que se va a mantener durante toda la noche. 

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