Bajo del coche como si tuviera prisa, como si fuera a perder
un tren. Cojo la maleta, me despido de mi mánager, y abro la puerta casi sin
respirar. Subo las escaleras y llego a la puerta. Resoplo sonriente justo antes
de abrirla. Al entrar, dejo la maleta en la entrada.
-Hola? – pregunto de forma alegre – Malú?
-Álex? – la escucho desde la cocina y oigo como sale
corriendo –
No decimos nada. La veo salir corriendo por el pasillo y
solo puedo abrir los brazos. Se me tira encima, colgándose de mi cuello y
enlazando sus piernas por detrás de mi espalda. Comenzamos a besarnos entre
risas, mientras me tambaleo intentando no caerme.
-Te he dicho que me avisaras cuando llegara tu avión! –
exclama dándome una palmada en el hombro, sin soltarse – Me has dicho que no
venías a comer! – dice indignada, para, acto seguido, volver a besarme -
-Así es más sorpresa no? – digo divertido entre besos –
Camino hacia el salón, todavía con ella encaramada a mí. 3
días sin verla son demasiados. Como acordamos el viernes, el lunes volveríamos
a vernos después de nuestros conciertos, pero le he contado una mentira piadosa.
Le he dicho que se había retrasado el vuelo y que no llegaba hasta después de
comer. Todavía me estoy aguantando la risa cuando, con voz de niña, me ha dicho
por teléfono que no iba a poder estar mucho tiempo más sin verme.
Llegamos al salón y la apoyo en la parte trasera del sofá
para que se siente. No se suelta de mí, no deja de besarme y yo no puedo parar
de reírme.
-Qué ganas tenía de verte… - dice besándome el cuello y
haciendo que un escalofrío me recorra la espalda –
-Malú… - le imploro para que pare, pero, al mismo tiempo, no
quiero que lo haga – que sabes que me caliento muy rápido si haces eso… - digo
agarrando de nuevo su trasero –
-Hostia – se separa de mí rápidamente y la miro interrogante
– el fuego! – exclama saltando del sofá y yendo hacia la cocina a toda prisa –
mierda! – le oigo exclamar mientras no puedo parar de reírme –
-Qué? – pregunto divertido desde la puerta – se te olvida
todo cuando me ves eh?
-Cállate! – exclama bajando la potencia de la vitrocerámica
mientras aparta un cazo del fuego – todo desparramado… - dice maldiciendo y
limpiando con una bayeta el agua que se ha derramado del cazo –
-Qué estabas haciendo? – digo acercándome –
-Espaguettis… - dice sin mirarme, afanándose en recogerlo
bien todo –
-Mmm… - susurro acercándome por detrás y abrazándola por la
espalda – qué ricos…
-Álex… - dice suspirando – muy ricos y todo lo que quieras –
dice zafándose de mí – pero para ti no hay, que me has dicho que no ibas a
venir a comer… - me mira con media sonrisa, fingiendo que todavía está enfadada
-
-Seguro que hay porque… - me acerco de nuevo a ella – como
no sabes medir, habrás hecho espaguetis para 10… - la abrazo de nuevo y sonríe
algo avergonzada mirando al suelo – podríamos esperar un poco… - digo besando
su cuello y escuchando su primer gemido – para comer digo… - meto mi mano por
debajo de su camiseta –
-Qué ganas tenía de esto… - dice con voz ronca mientras sigo
besando su cuello –
No hace falta que diga nada más. La cojo en brazos y la
siento en la mesa de la cocina con algo de rudeza. Me mira un poco sorprendida
pero supongo que ve fuego en mis ojos. Sonríe de forma pícara y me levanta la
camiseta hasta quitármela. Suficiente. La tumbo en la mesa, conmigo plantado en
el borde y agarrando sus caderas y, con la mano, tiro el frutero al suelo,
haciéndome sitio. Pega un gritito y comienza a reírse, hasta que vuelve a
mirarme y su mirada vuelve a transformarse. Subo su camiseta hasta comprobar
que no lleva sujetador. Suspiro de puro placer y levanto su camiseta, sin
quitársela. Arqueo mi espalda y comienzo a besarla con fiereza, escuchando como
va soltando gemidos en mi boca al notar como mis manos tocan sus muslos, los
aprietan contra mi pelvis, y se pasean por su abdomen.
Comienzo a besar sus pechos sin apenas avisar. El único
aviso que recibo por su parte es un gemido de placer profundo. Voy a
desabrochar su pantalón y se incorpora, cruzando sus manos por mi cuello.
-En el sofá… - dice sin apartar la mirada de mis labios
para, acto seguido, comenzar a besarlos con desesperación –
Dicho y hecho. La agarro, con sus piernas de nuevo cruzadas
por mi espalda, y caemos en el sofá, yo encima de ella. Repto por su cuerpo,
dispuesto a bajar sus pantalones y comenzar a pasear mis labios y mi lengua por
ahí, pero me agarra de la cabeza y niega. Me quedo algo paralizado hasta que
veo como, ella misma, baja sus pantalones y sus braguitas y me desabrocha el
pantalón, bajando la cremallera, sin bajar el calzoncillo del todo, deja mi
miembro al descubierto, me agarra y me pega a su pelvis, ya desnuda.
-Quiero que lo hagas ya – dice seria, con voz desesperada –
Resoplo muerto de placer. Es tan salvaje a veces que me
encanta. Me introduzco en ella poco a poco, despacio, escuchando como comienza
a gemir. Bajo la cabeza y visiono sus pechos, casi al descubierto por la
camiseta, estoy a punto de volver a besarlos pero me agarra la cara y me hace
mirarla.
-Más fuerte… - dice con voz ronca –
Trago saliva. Se me ha secado la garganta de repente. Agarro
sus muslos y abro todavía más sus piernas y comienzo a mover mis caderas con
fuerza. Se agarra a mi pelo, y no puedo dejar de mirar su cara, con su cuello
hiperextendido hacia atrás, con su boca abierta soltando gemidos con cada
embestida.
-Sigue… - dice entremezclando su voz con gemidos – sigue… -
repite otra vez haciendo que el poco control que me quedaba, se vaya –
Agarro sus muslos y los pego todavía más a mí, aumentando el
ritmo mucho más. En ese momento, escucho un ruido en la entrada, como de la
puerta. Al momento, una voz familiar me hace frenarme en seco y mirar a Malú,
que está completamente ojiplática.
-Malú? – la voz de su madre es inconfundible –
Como si fuera un resorte, me levanto a toda prisa, doy un
par de vueltas sin saber qué hacer, haciéndole gestos a Malú, que se sube los
pantalones, se baja la camiseta a toda prisa y me señala la cocina con cara de
pánico. Me meto en la cocina como una exhalación, con los pantalones por los
tobillos, tropiezo y casi me estampo contra el quicio de la puerta. Al entrar,
me subo los pantalones, cojo mi camiseta que yace en el suelo, me la pongo rápidamente,
y miro mi entrepierna. Intento abrocharme los pantalones, subir la cremallera…
pero imposible, así no sube del todo ni de coña. Como si de una revelación se
tratara, veo el delantal sobre la encimera y me lo pongo, sin abrocharlo, que
quede ancho para que no se note que tengo una erección como el brazo de
Robocop.
Poco después de conseguir hacer todo eso, escucho la voz de
Pepi en el salón.
-Hola hijo! – exclama – no te hacía aquí! – me da dos besos
mientras Malú me mira por detrás tapándose la boca intentando no reirse y
recomponiéndose un poco el pelo –
-Si eh… - digo abriendo mis brazos – es que he llegado antes
de lo que esperaba… - sonrío algo nervioso y Malú me hace gestos hacia mi
delantal intentando reprimir la risa –
-Estás cocinando? – dice Pepi yendo hacia la encimera y
dejándome atrás –
-Malú, por favor… - digo todo lo bajito que puedo – si si
eh… - digo nervioso dirigiéndome a Pepi – espaguetis…
-Pues como no los pongas en el fuego, no se van a hacer en
la vida… - dice mirándome fugazmente y encendiendo la encimera –
-Ya es que… - carraspeo mirando a Malú, todavía controlando
su risa – ha hervido mucho y se ha derramado el agua y… - veo como Malú sale
para el salón, supongo que porque se está meando de la risa – y los he apartado
del fuego…
-Ya… - dice mirando la encimera todavía con algo de agua –
menos mal que sabes cocinar, que sino diría que esto es obra de mi hija…
-Jajajajaja! – escucho una carcajada de Malú en el salón y
sonrío disimulando hacia Pepi –
-Y toda esta fruta? – dice mirando al suelo –
Me giro para mirar a Malú, que ya está de nuevo en la puerta
de la cocina y mira pasmada el frutero en el suelo, con naranjas y manzanas
esparcidas alrededor de la mesa.
-Esto… - me agacho para recogerlo – esto es que tu hija ha
intentado ayudarme… - digo inventándomelo sobre la marcha, procurando poner un
tono normal – y la ha liado un poco… - Pongo el frutero en la pila de fregar
para lavar la fruta y enciendo el grifo –
-Es que tiene poca paciencia mi hija – dice Pepi,
aparentemente, sin enterarse de nada –
Me giro y Malú está tapándose la cara con una mano y
haciendo leves espasmos, como muerta de la risa pero sin querer reírse. Como
lleva todo este tiempo mientras yo intento mantener la compostura. Cuando me
mira, me hace un gesto señalando mis pantalones. Pepi sigue lavando la fruta.
Noto como están medio bajados, dejando ver mi calzoncillo por la parte de
atrás. La miro con espanto y ella abre la boca y tira la cabeza hacia atrás,
haciendo como que se ríe, pero sin hacer ruido.
-Voy un segundo al baño – digo agarrando mis pantalones
metiendo la mano por el delantal – y… - camino hacia atrás – y ahora vengo…
-Claro hijo – dice Pepi sin mirarme –
Salgo al salón haciéndole gestos a Malú que no puede parar
de reírse en silencio. Me llevo la mano al pecho cuando llego al baño, mientras
Malú me observa, ahora sí, dejando salir algo de sonido de risa por su boca.
-No puede ser… - dice intentando no reírse –
-La madre que te parió, nunca mejor dicho – digo
abrochándome el pantalón –
-Pero por qué te has puesto el delantal? – dice mirándome
con cara de estar a punto de llorar de la risa –
-Porque no me abrochaba el pantalón Malú – se descojona
apoyándose en la puerta – que tenía esto como la torre Eiffel
-Jajajajajajajaja! – estalla en una carcajada –
-Pero cállate! – digo intentando no contagiarme de su risa,
pero me es imposible – Malú, si tu madre nos llega a ver así, te juro que me la
corto.
-Te la corta ella lo más seguro – dice llevándose la mano a
la barriga – me duele… - dice sin poder parar de reírse – tu cara ha sido lo
mejor…
-Basta – le digo intentando no reírme – por favor Malú,
mantén la compostura, que no sé mentir…
-Pero por qué no te has abrochado el delantal? – dice
todavía riéndose –
-Te lo explico? – digo señalando mi entrepierna – que le
digo a tu madre? Que tengo un plátano ahí guardado porque tú has tirado toda la
fruta por la cocina?
-Jjajajajajajajajajajajaja! – estalla en otra carcajada aún
más fuerte – para! – exclama sin poder parar de reírse – me voy a mear encima!
– exclama intentando parar de reírse, pero vuelve a hacerlo y termina por
contagiarme del todo –
-Jajajajajaja – me río sin poder pararlo, apoyándome en el
lavabo – Malú, no he visto situación como esta, te lo juro – me llevo la mano
al pecho –
-Es que… - intenta hablar – jajajajajajaja! – la risa no le
deja – te has estampado contra la puerta! – dice volviendo a estallar en otra
carcajada –
-Jajajajajajaja! – sigo riéndome – Por favor… - le hago un
gesto apoyado en el lavabo – para por favor…
Alzo mis dos manos y asiente, resoplando. Tiene algún
intento de volver a reírse, pero se contiene.
-Ya está… - dice convencida – vamos? – asiento – ay de
verdad… - me abraza mientras caminamos por el pasillo – no me lo puedo pasar
mejor contigo…
-A costa de que me explote una coronaria… - digo haciéndola
reír –
-Ay hija – dice su madre al ver como entramos en la cocina –
como me gusta verte reir tanto…
-Jajajajaja! – se ríe de nuevo, supongo que pensando que, si
ella supiera por qué se ríe, ya no le gustaría tanto –
-Eso es que me la estás cuidando bien… - dice mirándome –
-No lo sabes tú bien… - dice Malú por lo bajini y dándome
una palmada en el trasero – te quedas a comer mamá?
Lo pregunta como si nada y yo alzo una ceja. Malú me mira y
me hace un gesto de disculpa. Lo entiendo… quedaría rarísimo que le dijéramos
que se fuera. De hecho, no iba a ser yo el que lo dijese. Asiento y sonríe
ampliamente.
-No es necesario hija, si yo solo venía a ver cómo te había
ido este fin de semana… - dice todavía removiendo el cazo lleno de espaguetis –
bueno, a ver cómo os había ido – dice mirándome y sonrío – todo bien? – asiento
–
-Si, ya sabes mamá… - dice sacando una cola zero del
frigorífico y pegando un trago – mucho estrés, pero luego todo sale bien…
-Y tú Álex? – dice mientras me acerco a ella para intentar
que deje de cocinar –
-Bien Pepi, ha comenzado bien la gira – digo sonriendo –
-Ay, cuanto me alegro… - dice removiendo los espaguetis –
-Como te vas a quedar a comer – digo mientras le quito la
cuchara de madera – no voy a dejar que cocines tú – digo metiendo la cuchara y
removiendo para ver si están hechos –
-Ay hijo de verdad – dice poniendo su mano en mi hombro –
que salao que eres…
Malú se pone a mi lado, apoyada en la encimera, y la miro.
Me sonríe con tanta ternura y con tanto amor que no puedo evitar acercarme a su
boca para darle un fugaz beso.
-Eres un cielo… - dice en voz baja acercándose a mí – te
ayudo?
-No, que luego lo tiras todo por el suelo… - digo fingiendo
y haciendo que vuelva a reírse -