El sonido del jacuzzi me atrae hasta el baño. Al entrar,
Álex me hace un gesto para que me salga, pero le hago caso omiso y decido
entrar soltando una risilla.
-Malú, que lo estoy preparando… - dice frustrado –
Observo el baño, con varias velas todavía sin encender por
el suelo, el jacuzzi lleno de espuma y pétalos de rosa por el suelo. Ahogo un
gritito de emoción justo al mismo tiempo que Álex me empuja suavemente para
salir del baño y cierra la puerta.
-No tienes paciencia eh? – dice fingiendo enfado –
-Eso es para mí? – señalo sonrojada hacia la puerta del baño
–
-Puedes esperarme un segundo aquí fuera? – pregunta sonriendo
y asiento inquieta –
Entra de nuevo al baño y doy vueltas sobre mi misma
esperando a que salga. Estoy hasta nerviosa. Tras unos segundos que se me hacen
interminables, un sonido me hace sorprenderme. El sonido de una guitarra
comienza a sonar dentro del baño y mis ojos se abren de par en par. Me acerco a
la puerta rápidamente y abro como si tuviera temor a lo que voy a encontrarme.
Al entrar, las velas están encendidas, la luz apagada y Álex está sentado en el
suelo con una guitarra que todavía no consigo conectar de dónde la ha sacado.
Puede ser que sea la que la otra noche Alejandro usó.
Me quedo quieta, mirándolo todo, mientras escucho esa
melodía alegre y romántica a la vez. Álex me mira un instante, algo avergonzado
y comienza a cantar dejándome sin palabras.
-Jamás te importó lo que nadie pensara – me tapo la cara
avergonzada - y fui incapaz de esperar a saber si me amabas – me mira y sonríe
devolviendo la mirada a la guitarra - Olvidé, descarté sin mediar dos palabras,
y una vez me escapé de la cárcel del alma.
Escucho atentamente la letra y siento que me estoy
derritiendo por los pies.
-Y ahora resto el tiempo y aún no creo que te tengo, y mi
suerte fue encontrarte, si no habría que robarte…
Me echo a reír al escuchar la última frase. Me ha compuesto
una canción a mí. Me siento pequeña y, a la vez, llena. Álex siempre ha tenido
una forma de tratarme distinta a todo lo que había conocido hasta ahora, pero
esto es demasiado para mi pobre corazón.
-Sabes, que tienes la llave – su tono de voz, afinado,
perfecto, hace que se me erice la piel - La llave que abre mi mundo y tus
calles, tienes la clave – me apoyo levemente en la pared mientras todas esas
palabras se analizan solas en mi mente sin poder quitar la sonrisa de mi boca -
Y ahora resto el tiempo y aún no creo que te tengo. Y mi suerte fue
encontrarte, si no habría que inventarte.
Me río de nuevo con la última frase. Me parece lo más bonito
que me han hecho jamás. Me hace un gesto para que me mire el reloj. Las 12 en
punto. Mi cumpleaños acaba de empezar. No puedo evitar taparme la cara de
nuevo. Ahora mismo me echaría a llorar de emoción. Sigue tocando la guitarra y decido sentarme en
el suelo, con la espalda apoyada en la puerta, separados apenas por un metro de
distancia.
-La verdad es que sé que no encuentro palabras, ni se cómo
explicar cuando tú me haces falta – sonrío ampliamente, emocionada - Respirar,
despertar, solo eran palabras… y que gracias a ti, son mi rumbo y mis alas –
resoplo abrumada por todas las cosas que está diciendo con esa letra - Y ahora
resto el tiempo y aún no creo que te tengo. Y mi suerte fue encontrarte, si no
habría que pintarte.
Estallo en una carcajada breve. Cada vez que termina ese
verso con una palabra distinta, me deja todavía más flipada.
-Sabes, que tienes la llave – cierro los ojos un segundo y
me balanceo con el ritmo del estribillo - La llave que abre mi mundo y tus
calles, tienes la clave – cambia de nuevo el ritmo y doy unas palmadas en mi
muslo marcando el ritmo - Y ahora resto el tiempo y aún no creo que te tengo. Y
mi suerte fue encontrarte, si no habría que buscarte.
Sonrío de nuevo. Tengo tantas ganas de que acabe y de que
siga a la vez. De que acabe para poder comérmelo a besos y de que siga porque
no pararía de escucharle. Me recuerda tanto este momento a aquella noche en el
piano cuando le escuché de cerca la primera vez. Un nudo en mi garganta aparece
y creo que me voy a poner a llorar cuando veo como para de tocar la guitarra y
continúa la canción a capella.
-Sabes, que tienes la llave – intento que no pase, pero se
me llenan los ojos de lágrimas - La llave que abre mi mundo y tus calles, tienes
la clave.
Comienza de nuevo a tocar la guitarra. Me seco los ojos
intentando no echarme a llorar pero creo que he hecho algún puchero. Álex
sonríe tiernamente. Espero paciente a que termine, ordenándole a mis piernas
que no se levanten todavía.
-Y ahora resto el tiempo y aún no creo que te tengo. Y mi
suerte fue encontrarte, si no habría que soñarte…
Me mira sonriente y creo que algo emocionado hasta que deja
de tocar la guitarra. Durante unos segundos, un silencio recorre el baño. Sigo
sentada en el suelo, apoyada en la puerta, pero mis piernas, que antes querían
levantarse, ahora no son capaces de moverse. Paralizada, veo como Álex ríe
tímidamente y suelta la guitarra en el suelo. Se levanta y llega hasta mí y no
puedo más. Me echo a llorar con una mezcla de emociones que siento nuevas para
mí. Me tapo la cara y la escondo entre mis rodillas flexionadas.
Siento como se sienta a mi lado, vuelve a reír tímidamente,
y su mano pasa por mi pelo dulcemente atrayéndome hasta él. Me abrazo a su
cuerpo como una niña, sin poder parar de llorar y reir sin querer. La luz ténue
de las velas me deja ver su cara cuando consigo serenarme un poco. Me mira tiernamente
y, sin hablar, sin decir una palabra, me besa en los labios.
-Feliz cumpleaños… - susurra a escasos centímetros de mi
boca –
Río nerviosa, avergonzada, debo estar como un tomate. No
estoy acostumbrada a estas cosas. Ha sido precioso, perfecto, inesperado. No
creía que nadie pudiera sorprenderme de esta manera. Vuelve a besarme, esta vez
más tiempo, dándome oportunidad de abrir mis labios despacio para que se
fusionen por completo con los suyos. Durante unos segundos, nos besamos todavía
sentados en el suelo, pero noto como se levanta y hago lo mismo, sin separar
mis labios de los suyos. Pone sus manos en mi cintura y me levanta un poco la
camiseta. El roce de sus dedos en mi piel me hace erizarme.
Nos separamos un instante y me hace un gesto con la cabeza
hacia el jacuzzi. Le entiendo enseguida. Desabrocho su camisa lentamente y,
tras quitársela, sube mi camiseta por mis brazos hasta quitármela. Nos
desnudamos despacio, sin decir una palabra, no hemos dicho nada, ni siquiera le
he dicho que me ha encantado lo que ha hecho, pero no me salen las palabras,
solo me sale besarle, tocarle, abrazarle. Una vez desnudos, entra él primero, tendiéndome
la mano para que le acompañe. La temperatura del agua es perfecta y la espuma
la justa para que sea agradable. Se sienta sin dejar de mirarme y, sonriendo
pícaramente, me invita a hacer lo mismo. Me acomodo sobre él y comenzamos a
besarnos de nuevo, esta vez más apasionadamente.
Nos movemos lentamente, ajustando nuestras caderas al
máximo. Mi nivel de excitación ya ha llegado al máximo, pero quiero disfrutar
del momento, sin prisas, y parece que él tiene la misma intención. Comienzo a
dejar escapar gemidos cuando dirige sus labios a mis pechos. Se recrea en ellos
de una forma que me está haciendo perder el control. Desde mis pechos, asciende
por mi cuello y me agarro a su pelo arqueando mi espalda.
Me hace darme la vuelta y comienza a besar mi espalda
mientras sigo sentada sobre él. Su mano derecha se dirige a mi pubis mientras
su mano izquierda se pasea por mi abdomen, acariciándome. Mueve lentamente su
mano derecha haciéndome volver a gemir, primero levemente, y, poco a poco, más
fuerte. Me recuesto sobre él, con mi espalda apoyada en su pecho y mi cabeza
alineada al lado de la suya. Su mano izquierda sube hasta uno de mis pechos,
acariciándolo, presionándolo suavemente, mientras no deja de mover su mano
derecha.
Noto como mi cuerpo se tensa cuando su mano derecha aumenta
el ritmo. Mi garganta deja salir gemidos en forma de gritos ahogados hasta que
una corriente eléctrica nace desde mi pelvis y se reparte por mi cuerpo,
haciéndome arquear la espalda, agarrándome con una mano al borde del jacuzzi
para no hundirme en el agua, y un gemido de placer absoluto sale de mi
garganta.
Respiro agitadamente, notando como su mano derecha se aleja
de mi pelvis hasta hacer que mi rostro se gire hacia el suyo. Me besa con
lentitud, haciéndome suspirar y gemir levemente de nuevo. Mi cuerpo no me
responde, estoy tan relajada que, si no fuera porque él me sujeta con su
cuerpo, me sumergiría en el agua, dándome igual todo.
Tras unos segundos en los que recobro el aliento, consigo
moverme y volver a ponerme sobre él, girándome para poder verle la cara. Me
sonríe con tanta ternura que, en vez de provocarme ternura, me provoca deseo.
No pienso dejarle así. Muevo mis caderas casi sin pensar, despacio. Veo como
sonríe y resopla apoyando su cabeza en el borde del jacuzzi.
No espero más y hago que se introduzca dentro de mí. Es una
sensación rara, nunca lo he hecho, pero estoy tan excitada que no me resulta
difícil. Le escucho gemir y me encanta. Veo como cierra los ojos cuando
comienzo a mover las caderas. Resopla de nuevo y levanta la cabeza, mirándome
con unos ojos que desprenden únicamente deseo. Se incorpora un poco más y
vuelve a dirigir sus labios a mis pechos, haciéndome gemir a mí esta vez. Me
agarra las caderas, fijándolas, y comienza a mover las suyas. La espuma nos
rodea, las velas siguen alumbrando tenuemente el baño. Es una sensación tan
placentera que lo único que puedo hacer es dejarme llevar. No podría pensar
aunque quisiera.
No sé el tiempo que llevamos aquí dentro, tengo los dedos arrugados,
pero no me importa. Nos miramos lascivamente mientras sigo moviéndome sobre él,
hasta que decide incorporarme y hacer que, esta vez, esté yo debajo. Agarra mis
piernas y las eleva un poco hasta ponerse en medio y comienza de nuevo a mover
sus caderas. Me agarro al borde del jacuzzi de nuevo para no hundirme y
comienza a imprimir más velocidad en sus movimientos. Mis gemidos vuelven a ser
tremendamente sonoros y se entremezclan con los de él, más suaves pero
profundos. Me agarro a su cuello, dejando el borde del jacuzzi atrás, y,
sujetándome las caderas, mueve las suyas cada vez más rápido. Entrecruzo mis
piernas por su espalda y me agarro a su cuello todavía más fuerte. Creo que va
a conseguir que me estremezca otra vez. Ya no se si lo que cae por mi frente es
agua o sudor, pero poco me importa ahora mismo. Sus jadeos, ahora más sonoros,
hacen que mi excitación aumente todavía más. Hago que me mire un instante, para
que sepa que está a punto de pasarme. Pega su frente a la mía y cierra los ojos
comenzando a gemir más fuerte, aunque no tan fuerte como yo. Tras unos segundos
en los que aumenta todavía más la velocidad de sus movimientos, noto de nuevo
como me estremezco y termino gritando, como si me fuera la vida en ello, como
si no pudiera soportar retener ese sonido en mi garganta. Al mismo tiempo,
escucho como un gemido profundo sale de su garganta y deja de moverse tan
rápido, moviéndose más lento. Noto como pierde fuerza y ya no me sujeta tan
fuerte. Sus ojos cerrados y su boca abierta dejando salir jadeos, me hacen
saber que ha llegado a la sensación más placentera que existe.
Con su respiración agitada y sus fuerzas flaqueando,
consigue dejarme de nuevo sentada en el jacuzzi. Una mano se aleja de mis
caderas y se agarra fuerte al borde del jacuzzi, mientras sigue respirando como
si le faltara el aire. Acaricio su espalda, intentando recobrar mi respiración
normal. Todavía no ha sido capaz de abrir los ojos. Cuando los abre, me mira y
sonríe levemente. Sonrío y le beso tiernamente, sin más pretensión que decirle
que el tiempo que llevamos en este baño, se me va a quedar grabado para
siempre.
Ya relajados, se sienta y apoya su espalda en el borde,
tirando de mi mano para que me siente apoyada en su espalda. Nos dejamos caer
un poco hasta que el agua nos cubre el pecho. Me agarra una de mis manos y la
entrecruza con la suya, repartiendo algunos besos por mi cuello. Sonrío ampliamente,
totalmente relajada, y apoyo mi cabeza en su hombro.
-Te quiero… - susurra pegado a mi oído –
-Álex… - me quejo al volver a ponerme colorada –
-Te ha gustado tu regalo? – pregunta riendo levemente –
-Cuál de ellos? – pregunto irónica – me ha encantado todo… -
respondo sincera –
-Tenía tantas ganas de enseñarte esa canción… - susurra – no
sé cómo he podido aguantarme hasta hoy…
-Ha sido precioso… - respondo mimosa – cómo puedes componer
así?
-Jajajaja – ríe – tengo buena musa… - dice acariciando mi
pelo mojado – la compuse hace unos días… - me giro para mirarle – me salió la
letra sin pensarla…
Niego con la cabeza abrumada y vuelvo a recostarme sobre él.
La poca espuma que se mantiene dentro del jacuzzi, me hace hacerme una idea del
tiempo que llevamos aquí dentro.
-Tengo otra cosa para ti… - dice alargando su mano fuera del
jacuzzi – pero no quiero que te agobies vale?
Le miro con una ceja levantada, sin entender nada, hasta que
veo una pequeña cajita y, entonces, levanto las dos cejas. Tengo que hacer
serios esfuerzos para no desmayarme.
-Es una tontería… - dice algo avergonzado – pero quería
regalarte algo así…
Me entrega la caja y, con las manos mojadas y temblorosas,
la abro. Un anillo sencillo, de plata, sin florituras, espera impaciente a que
lo saque de la caja.
-No… - carraspea – no sé si te estará bien…
Le miro a él y al anillo alternativamente y me acojono por
un momento, sintiendo mucho vértigo de repente. Parece leerme la mente y se
ríe.
-No estoy tan loco… - dice sacando el anillo – solo es que
me hacía ilusión regalarte algo así, pero no te asustes… - río nerviosa – era de
mi abuela… - le miro sorprendida – me lo dio un día, semanas antes de morir… -
carraspea un poco y noto como se emociona. Le miro estupefacta – me contó que
se lo regaló mi abuelo en su primer cumpleaños juntos… - me tapo la boca a
punto de llorar – me lo contaba con una ilusión… no se esperaba que mi abuelo
le regalase un anillo… - sonríe emocionado - me dijo que para ella era incluso
más importante que el de compromiso… - le miro y le veo sonreír tiernamente
mirándolo – y me dijo que lo guardase hasta que encontrase a la persona
adecuada…
-Álex, no puedo… - niego con la cabeza sabiendo lo
importante que es para él –
-Si puedes… - responde seguro – quiero que lo tengas tú…
Saca el anillo de la caja y me agarra la mano. Noto como me
tiembla sin querer y río nerviosa. Lo introduce sin dificultad.
-Joder… - le tiembla la barbilla un segundo – tienes la
misma talla que ella…
Río de nuevo, de manera nerviosa, y siento como los ojos se
me han llenado de lágrimas. Cuando le miro, sus ojos enrojecidos me dicen que a
él también le ha pasado lo mismo.
-Álex… - digo sobrepasada – es demasiado…
-Sé que ella estaría de acuerdo en que lo llevases tú… -
susurra entrecortado –
Noto como va a echarse a llorar de un momento a otro y le
abrazo. Efectivamente, le escucho sollozar justo después de abrazarle. Me
contagia. Nos abrazamos durante unos segundos en los que intento asimilar lo
que acaba de pasar. Abrumada, miro el anillo de nuevo y recuerdo lo importante
que era para él su abuela. Un nudo en la garganta me impide por unos segundos
tragar saliva. Jamás había sentido tanta magia en un momento.
-Joder… - se separa de mí secándose los ojos – qué gilipollas
me he puesto… - ríe calmándose –
-Es precioso… - digo mirando el anillo –
-Te gusta? – pregunta algo tímido –
-Pues claro que me gusta Álex… - acaricio su cara – pero es
que esto es muy especial para ti… - digo abrumada todavía –
-Igual que tú… - dice mirándome haciéndome resoplar – estás
helada… - dice tocándome el brazo – vamos a la cama? – asiento – ni siquiera
hemos abierto el cava…
-Jajajajaja – estallo en una carcajada – tenía cosas más
importantes que hacer… - digo de manera rápida –
Me mira alzando una ceja y, al ponerme de pie, me da una
suave palmetada en mi trasero. Suelto un gritito y me pongo a reirme mientras
salgo del jacuzzi. Nos secamos entre risas, apagando todas las velas, y salimos
del baño, notando el contraste de temperatura con el ambiente que se había
generado dentro del baño. Me estremezco un poco por el frío y, rápidamente, me
quita la toalla y me hace meterme en la cama, abrazándose a mí dándome calor.
Nos quedamos mirándonos frente a frente, sonriendo, sin hablar. Me besa
tiernamente y, abriendo sus brazos, hace que apoye mi cabeza en su pecho. Me
envuelve con sus brazos, deja un beso en mi pelo todavía húmedo, y, así, casi
fusionados, caigo en un profundo sueño con el único pensamiento de haber vivido
el mejor cumpleaños de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario