lunes, 5 de junio de 2017

CAPÍTULO 125: MORIRÉ EN EL INTENTO

Salgo al escenario pisando con la derecha. Me he vuelto un supersticioso de cuidado. El piano comienza a sonar dándome pie a que comience a cantar, muchos meses después, encima de un escenario. Esta canción la escribí semanas después de que mi relación con Malú terminase, con la esperanza de volver a retomarla. Lo que no sabía es que iba a pasar tanto tiempo hasta volver a verla. Es una canción optimista, contrariamente a lo que me salía en ese momento. He elegido esta canción casi sin pensarlo bien.


El escenario, amplio por ambas partes, se abre ante mí.  Sin más comienzo a cantar y, ante mi asombro, el lugar se llena de voces que corean la canción. No esperaba que se la supieran, ni siquiera ha sido single.

-Respirar, tan solo tu aliento – sonrío al escuchar al público cantar - Esperar, tan solo lo intento. Si es por preguntar, pregunto si has vuelto – abro los ojos mirando al frente - Si fuese verdad, mi mundo es perfecto.

Comienzo a dar pequeños saltitos. Me sale un “Buenas noches Tenerife” al más puro estilo de estrella del rock. Creo que me transformo al subir al escenario y mi timidez se queda abajo.

-Regresar, pensando en lo eterno – alzo mi índice hacia arriba - Perdonar, tan solo es un gesto – ladeo mi cabeza mirando al público - Si es por aceptar, también me arrepiento. Si es por empezar, empecemos de nuevo.

Hago un gesto para que comiencen los saltos y las palmas y me siguen

-Yo tengo el valor, tengo los sueños – me llevo la mano al pecho - Me sobra el amor, tengo el momento – señalo al frente - Y tú, que tienes mi voz – cierro los ojos - tienes mis versos – miro al frente - Te pido perdón y juro que hoy – alzo mi mano en la posición característica de Malú - Moriré en el intento.

Escucho aplausos y sonrío algo emocionado. He sentido esa parte de la canción muy adentro. Y siento la adrenalina por mis venas.

-Escuchar – me paseo por el escenario, mirando a la gente - no supe y te entiendo. Despertar, porque estamos a tiempo – asiento mientras camino - Si es por comparar – niego con el dedo - no somos perfectos. Si es por empezar – sonrío ampliamente - empecemos de nuevo – les hago un gesto para que salten y salto yo también - Yo tengo el valor – alzo mi mano - yo tengo los sueños – me muevo por el escenario - Me sobra el amor, tengo el momento – me paro en seco y señalo al público - Y tú, que tienes mi voz, tienes mis versos, te pido perdón y juro que hoy… - no continúo con la canción y grito – qué???? – pongo el micro hacia ellos -

El público me responde “moriré en el intento” y el subidón me puede, me pongo a correr por el escenario, gritando un “vamos” y me detengo para saltar con el micro en alto, viendo como la gente se anima todavía más.  

-Moriré en el intento – canto mientras salto –

Vuelvo a recorrer el escenario, sin poder quitar la sonrisa de la cara ni las ganas de echarme a llorar, a partes iguales. Había echado de menos esto y me acabo de dar cuenta. Agarro un pie de micro donde lo coloco.  

-Yo tengo el valor – doy dos palmadas al aire, siguiendo el ritmo de la batería - tengo los sueños – vuelvo a repetir el gesto y veo como la gente me sigue - Me sobra el amor – vuelvo a hacerlo - tengo el momento – agarro el micro y doy varios pasos adelante - Y tú – señalo al frente - que tienes mi voz, tienes mis versos – me llevo la mano al pecho - Te pido perdón y juro que hoy – me dejo caer de rodillas en el escenario - Moriré en el intento.

Termino la canción así, arrodillado, agotado, señalando al cielo sin saber muy bien por qué. Una mezcla de sensaciones me recorre al escuchar los aplausos, los gritos. La gente comienza a corear mi nombre y me levanto del suelo sonriendo emocionado.

-Gracias Tenerife… - digo con un tono de voz visiblemente emocionado –


Me marcho del escenario y, al llegar al backstage, el primero que me recibe es Alejandro. Abre los brazos visiblemente emocionado y me agarro a él de manera sincera. Estoy entre conmovido y alegre, no sé describirlo bien, solo sé que he comenzado a llorar mientras me río. Malú nos observa unos metros más allá y se va acercando despacio, con gesto emocionado. Nos fundimos en un abrazo que, más que de pareja, es de amigos, de amistad, de puro sentimiento, de saber que la tengo aquí, conmigo, siempre que lo necesite. Y así terminan los minutos más intensos y especiales que he vivido encima de un escenario hasta ahora. 


Le veo subirse al escenario y siento mi corazón yendo muy deprisa. Sé que está nervioso y que esto es muy especial para él. Volver a subirse a un escenario después de todo lo que ha pasado era algo casi impensable hace unas semanas. Estas dos últimas semanas, su actitud ha cambiado mucho. Desde aquella conversación con Clara de testigo, desde aquella mañana en la que parece que amaneció de nuevo el Álex que conocí, ha estado más alegre, menos reflexivo, menos metido en sí mismo, y yo he respirado.

Igual que respiro ahora, al verle comenzar cantar. Me posiciono en una esquina del escenario y le escucho y observo. Sé que la canción la escribió pensando en mí, y eso me emociona, aunque fuera en una situación nada bonita. Me sé la canción de pe a pa, como si la hubiera escrito yo.

-La baba Malula… - escucho la voz de Alejandro a mi espalda y me río –

-Qué idiota que eres… - digo algo avergonzada –

-Se os ve bien… - dice poniendo sus manos en mis hombros –

-Lo estamos… - confieso sonriente mientras no dejo de mirarle – ala! – exclamo cuando le veo alzar la mano con mi gesto característico – la madre que lo parió – digo riéndome –

Alejandro me sonríe tiernamente y se queda conmigo escuchando el resto de la canción. Le observo moverse por el escenario como pez en el agua. Cuando llega el estribillo, canto al mismo tiempo que él. Alejandro me mira negando con la cabeza mientras sonríe y a nosotros se une Antonio, Pablo y demás gente. Cuando escucho ese “Qué??” lanzado al público, me recuerda a mí en mis conciertos. Me río mientras salto junto con Antonio y los demás. Sigo las palmas de la gente al ritmo que marca Álex y escucho el último estribillo. Cuando le veo arrodillado en el escenario, me dan ganas de salir a abrazarle, como si fuera un jugador de fútbol que acaba de marcar el gol más importante de su vida. Me contengo, sin poder contener las lágrimas, eso no. Me abrazo a Alejandro durante unos segundos, los suficientes para serenarme.

Cuando les veo abrazarse, comprendo que no soy yo sola la que ve que Álex es especial. Quizá la persona más especial que he conocido. Y siento que la suerte que he tenido al encontrarle no es algo que se pueda medir. No podré medirlo ni saberlo nunca. 

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