Hoy me he despertado con una sensación extraña. Cumplir 33
años es algo que hace algún tiempo no me hubiera hecho ninguna gracia. Hacerse
viejo es algo difícil de asimilar. Pero hoy, hasta debo dar las gracias por
poder cumplirlos. Soy consciente de que podía haber muerto con 32, casi como
Jesucristo. Sonrío agitando la cabeza ante ese pensamiento tan absurdo.
Malú no está en la habitación, pero he escuchado movimiento
abajo. Anoche, muerta de sueño, esperó a que llegasen las 12 de la noche y así
ser la primera en felicitarme. Como yo aquel día en el que nos volvimos a
encontrar después de nuestro primer encuentro íntimo.
Me levanto de la cama y miro el móvil. Son las 11 y ya tengo
incontables felicitaciones, de gente que conozco y de gente que no pero que se
han convertido como si fueran de mi familia. Los fans es algo en lo que no
pensaba cuando comencé en esto, pero ahora son un estímulo, ahora son algo tan
importante que ni siquiera sabría explicarlo. Incluso fans de Malú me están
felicitando con un cariño tremendo. Escucho pasos por las escaleras y decido
hacerme el dormido.
-Dormilón… - escucho susurrar dejando algo sobre la mesa –
Álex… - dice con un tono alegre pero en voz baja, mientras siento que se
arrodilla a mi lado en la cama – feliz cumpleaños cariño… - susurra en mi oído
–
No puedo evitar sonreír, pensaba fingir que estaba dormido
pero no he podido. Abro los ojos y la veo con el pelo recogido con una pinza,
cayéndole un par de mechones por delante, mirándome con una amplia sonrisa.
-Mira… - se gira y veo que ha subido una bandeja con el desayuno
– ha llegado el servicio de habitaciones…
-Malú… - digo con ternura – y esto?
-Creo que no hay nada mejor para empezar el día de tu
cumpleaños que desayunar en la cama… - dice riendo –
-A mi se me ocurre otra manera de empezar el día mucho más…
- digo alargando mi mano hacia sus muslos –
-Álex! – exclama riendo haciendo que se tambaleé levemente
la bandeja – que se me va a caer el zumo!
-Vale vale… - alzo mis brazos – desayuno en la cama pero
luego quiero postre…
-En el desayuno no hay postre… - dice sentándose en la cama
– ha llamado mi madre… - coge una tostada – pero no quería despertarte tan
pronto…
-Mi suegra me adora… - digo mientras muerdo la tostada –
-No sabes cuánto… - dice sonriendo –
He de reconocer que Malú tiene razón. No hay nada mejor que
desayunar en la cama. Pero, al final, me salgo con la mía. Lo mejor del
desayuno en la cama es el postre, aunque Malú no lo conciba. Tras un nuevo
arrebato de amor y pasión, me tumbo boca arriba en la cama. Me quedo pensativo,
a la vez que exhausto. Estos días en los que Malú y yo hemos vuelto a unir
nuestro caminos, no he sido yo mismo. Estoy con una mezcla de sentimientos
importante. Por un lado, estoy feliz, tremendamente feliz, por estar vivo y por
estar con ella. Por otro lado, estoy pensativo, reflexivo, poco espontáneo para
lo que yo soy.
-En qué piensas? – dice Malú recostándose a mi lado en la
cama –
-En nada… - miento sonriendo de lado –
-Eres muy mentiroso… - dice riendo mirando hacia el techo,
como yo –
-Me da rabia… - digo sin querer y noto como se incorpora
para mirarme, pero le aparto la mirada – estoy demasiado pensativo estos días…
-Eso es verdad… - dice con tono de querer quitarle
importancia – pero es lógico… por qué te da rabia?
-Sabes que no soy así… - digo casi sin querer sacar el tema
– hoy por ejemplo, en otras circunstancias, me apetecería reunir a todo el
mundo y hacer una pedazo de fiesta… - me mira atentamente – pero no me apetece
ver a nadie… - suspiro –
-Y qué es lo que te apetece? – se recuesta en mi pecho –
-Pues que vuelva mi estado de ánimo normal… - se queda
callada – tú me conoces… - suspiro de nuevo – sabes que no soy así de… - hago
una pausa – triste…
-Triste? – se incorpora extrañada – no definiría tu estado
actual como triste…
-Y cómo lo definirías? – pregunto incorporándome un poco –
-Pues… - se queda pensativa – es como cuando a un equipo le
meten un gol… - sonrío sin querer – se queda un rato ahí, pensando en lo que ha
pasado, bloqueado, pasando el balón sin sentido… - levanto una ceja – hasta
que, de repente, dicen “coño, si tenemos que seguir jugando”, y se reponen… -
río sin querer por la comparativa – tú estás como dando pases sin sentido… y yo
soy como esa aficionada que sabe que su equipo va a volver a jugar como sabe… -
me agarra la cara con las dos manos – estoy segura de eso.
-Nunca hubiera dicho que ibas a compararme con un partido de
fútbol… - digo riendo –
-No paro de sorprenderte eh? – dice con tono chulesco – pues
venga Torres, que tienes que seguir el partido… - dice poniéndose de pie – qué
quieres que hagamos hoy?
Me quedo mirándola unos segundos. No sé de donde saca esa
vitalidad. Estoy seguro que ella tiene un estado de ánimo similar al mío, pero
lo disimula muy bien. O eso o ha entendido mejor que yo lo que significa estar
vivo.
-Me gustaría ver a mis padres hoy… - digo poniéndome de pie
– pero no sé si querrías venir conmigo a casa de mis padres…
-Los suegros… - dice suspirando – un detalle que había
olvidado… claro… - se pone a hablar sola mientras abre el armario – tanto
tiempo sin pareja es lo que tiene… - coge un pantalón – este está bien o me
arreglo más? – dice enseñándomelo –
Sonrío sin poder evitarlo y me acerco a ella para darle un
beso en la boca antes de ir hacia el baño. Necesito una ducha caliente, debe
hacer mucho frío en la calle. Normal, es 26 de diciembre.
Tras la ducha, llamo por teléfono a mis padres y quedo con
ellos en ir a comer. Les digo que voy a ir con ella y, lejos de sorprenderse,
lo toman como algo normal. Como si lleváramos años juntos. Mi hermana comienza
a coserme a whatsapps nada más enterarse de que vamos a comer con Malú. Rezo
para que no me deje en ridículo sacando miles de fotos en las que,
obligatoriamente, Malú tendría que firmar. Autógrafos para ella y para todo el
arsenal de amigos que tiene. Es como una relaciones públicas en potencia. Tiene
amigos hasta en los lugares más inhóspitos.
-Estás más nervioso que yo – dice Malú riendo abrochándose
el cinturón –
-Estoy nervioso porque tengo una hermana que está como un
cencerro… - arranco el coche – me ha mandado un audio cantándome una canción
tuya. Dice que va a poner música tuya de fondo mientras comemos. – niego con la
cabeza mientras la escucho reir –
-Me cae bien mi cuñada… - dice riendo –
-No quiero que te agobies… - digo sincero –
-El que se está agobiando eres tú… - dice con tono
comprensivo – me apetece mucho conocerles sin que haya hospitales de por medio
– sonrío - así que deja de pensar cosas
raras.
Asiento no muy convencido. Llegamos a casa de mis padres y
una sensación de nostalgia me inunda. Cualquiera diría que fue ayer cuando
salía de esta casa para ir a la universidad. Y ahora vuelvo a comer el día de
mi cumpleaños con Malú. Mi vida es un cúmulo de situaciones surrealistas.
Malú me agarra de la mano justo antes de entrar a mi casa.
Mi madre, sonriente, nos recibe efusiva pero contenida a la vez. El abrazo con
Malú es especial, lo presencio en silencio y noto un nudo en la garganta que
pasa rápido.
-Pasad, estábamos poniendo la mesa – dice mi padre dándome
un pescozón cariñoso en la nuca – bueno, la estaba poniendo yo mientras tu
hermana y tu madre…
-Paco, para una vez que pones la mesa dios mío… - dice mi
madre poniendo los ojos en blanco –
Escucho reir tímidamente a Malú. Bueno, mis padres al menos
se comportan de forma normal. Ahí llega mi hermana. Sonriente, me guiña un ojo
y pasa olímpicamente de mi para abrazar a Malú que rie sorprendida. Pongo los
ojos en blanco, alguna cosa así tenía que pasar. La primera de muchas supongo.
-Hola hermanito – digo fingiendo la voz de mi hermana – qué
alegría me da que cumplas años…
-Qué celoso eres… - dice mi hermana deshaciendo el abrazo
con Malú, que sigue riendo – feliz cumpleaños tontaco… - dice abrazándome –
Nos sentamos en la mesa, yo lo hago sin perder de vista a
Malú, que no pierde esa sonrisa que hace que me parezca que esta cómoda.
Respiro tranquilo.
Durante la comida, la televisión está puesta e,
inevitablemente, en uno de los informativos se toca el tema del atentado. No
puedo evitar soltar la cuchara desganado mientras observo la pantalla. Por el
rabillo del ojo, veo a mi madre mirarme con cara de circunstancias.
-Ni de mayores consigo que dejen de ver la tele mientras
comen… - dice con tono amable cogiendo el mando –
-No hace falta que la apagues mamá… - digo con tono desganado
– me estoy acostumbrando a que me siente mal la comida…
Se hace un silencio un tanto incómodo en la mesa. Mi padre
posa su vaso con cuidado sobre la mesa, como no queriendo hacer ruido. Así nos
tiramos hasta que mi hermana se levanta, coge el mando y apaga la televisión,
bajo la atenta mirada de todos.
-A ver, qué te piensas? – dice mirándome – que no vas a
soplar las velas o qué? – dice corriendo hacia la cocina –
Me hace sonreir tímidamente. La más joven y quizá la más
sensata. Al momento, aparece con una tarta y un gran 33 en forma de vela sobre
ella. Alzo una de mis cejas sin poder evitar sonreir.
-La edad de Cristo chaval… - dice dejando la tarta sobre la
mesa – a tu edad, Jesús ya había convertido el agua en vino no sé cuántas
veces, y yo todavía estoy esperando a que lo hagas…
Malú no puede contener la risa ante el comentario de mi
hermana. Ingeniosa como ella sola. Casi ni recuerdo que casi me joden la comida
de mi cumpleaños con esas imágenes de nuevo.
-Qué viejo eres joder… - dice mi hermana mirándome – mira,
mira… - señala mi pelo – te acabo de ver una cana…
-Ahí tienes a mi hermana – le digo a Malú – tan amable
siempre con su hermano… - digo irónico –
-Eh! – me apunta con el dedo – que sabes que te quiero un
huevo, pero negaré haberlo dicho…
Malú nos observa sonriendo, igual que mis padres, que ya han
puesto varias copas sobre la mesa para brindar.
-Bueno va… - mi padre saca un mechero del bolsillo – cuanto antes
soples, antes nos comemos esta tarta…
Observo la tarta, con las velas encendidas y, como si se
tratara de uno de esos momentos en los que te planteas toda tu vida, esos
momentos que ocurren en las series o en las películas, en los que, el
protagonista, aparece a cámara lenta, con música de violines de fondo,
reflexiono. Es mi cumpleaños. Estoy cumpliendo un año más rodeado de la gente
más importante de mi vida. Y sí, está Malú entre ellos. La miro un momento mientras
me enfoca con su iphone. Pongo los ojos en blanco, no me gusta que me graben,
pero prefiero no decir nada.
-Que no se te olvide pedir un deseo… - escucho a mi hermana
mirándome, esta vez, con gesto emocionado –
Sonrío mirándola y devuelvo mi mirada hacia las velas. Escucho a mi madre comenzar a cantar el cumpleaños feliz, seguida de mi hermana, mi padre y Malú, que canta bajito, como si no quisiera que nadie la escuchase. La observo un segundo y vuelvo a mirar las velas. Cierro los ojos con media sonrisa. Sé lo que quiero pedir, aunque sé que es un absurdo pedir un deseo al aire. Deseo estar aquí el año que viene con ellos. Es lo único que quiero. Soplo las velas con ganas hasta que veo que se apagan y mi madre comienza a aplaudir, seguida de los demás. Un año más. Con esa cera que acaba de arder, espero haber dejado atrás algunas cosas que, tras varias semanas, todavía me impiden volver a ser el que era.
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