martes, 30 de mayo de 2017

CAPÍTULO 119: EL CAMINO

-Bueno Álex, me gustaría que me contases por qué has venido a verme…

Dudo un instante. Por un momento, no sé qué hago aquí. O sí lo sé. Sé que he venido porque creo que no soy capaz de canalizar todas las emociones negativas que he sentido en las últimas semanas. A pesar de sentirme mejor, creo que no soy capaz de retomar mi vida y de poner las cosas en su sitio yo solo.

-Creo que necesito hablar con alguien que no me conozca… - digo de manera espontánea – alguien a quien no le condicione el tenerme cariño… - la observo, me mira expectante y asiente con la cabeza –

-No te voy a mentir… - sonríe de medio lado – mi hija tiene posters tuyos en su habitación – sonrío – pero no quiero que eso te condicione a la hora de contarme lo que quieres contarme… - asiento – no te conozco, hagamos como que no sé nada de ti… - sonríe amablemente para hacer que me sienta cómodo – hay algún hecho en concreto que te haya hecho venir hasta aquí?

Trago saliva. Supongo que debo contarle ahora la razón por la que estoy aquí. La razón por la que hace unos días consideré la posibilidad de ponerme en manos de un profesional tras hablar con Alejandro.

-Hace un mes y pico ocurrió algo… - veo como coge un papel y comienza a apuntar – que ha hecho que me cueste mucho continuar con mi vida… - asiente – supongo que ya lo sabes…

-Recuerda que lo que quiero es que tú me lo cuentes… - dice con voz suave –

Aparto la mirada y observo la habitación. Dos grandes ventanales me hacen ver parte de Madrid. La ciudad es ruidosa, pero aquí apenas se escucha. Una estantería llena de libros adorna de forma hogareña la estancia. Es entonces cuando vuelvo a dirigir mi mirada hacia esa señora que tendrá unos 50 años, quizá algunos menos. Me observa, como escrutándome, esperando a que hable, sin hacer ni un solo gesto que me haga sentir incómodo.

-Hace unas semanas estuve en el atentado de la estación… - me arranco a decir por fin – supongo que, desde entonces, y a pesar de tener muchos momentos en los que he estado bien… - suspiro – noto que no soy el de antes…

-Y cómo es ser el de antes? – pregunta de manera retórica tras apuntar algo en la libreta –

-Pues… - resoplo – he sido siempre positivo… - asiente – alegre… - asiente de nuevo – nunca había estado tanto tiempo con esta sensación…

-Qué sientes? – pregunta dejándome tiempo para contestar –

-Siento… - me quedo callado, no sé encontrar las palabras – no sé muy bien cómo expresarlo… - me mira atenta y comienzo a ponerme algo nervioso – siento que no soy capaz de gestionar lo que me ocurre… - asiente apuntando en la libreta – en muchas ocasiones siento ansiedad… temor… como que pierdo el control de mis pensamientos - me mira – duermo mal por las noches… tengo pesadillas… - suspiro – revivo muchos momentos de ese día... y hay veces que me despierto pensando que estoy allí…

Se hace un silencio en la habitación. Esa mujer me observa, me siento muy observado en este momento, tanto, que no puedo evitar apartar la mirada.

-Vale… todo eso está haciendo que dejes de lado tu trabajo, tus amigos…? – pregunta dándome pie a la respuesta –

-Bueno, no tengo un trabajo normal ahora mismo… - río nervioso – pero digamos que no me siento capaz de poner en marcha todos los proyectos que se quedaron estancados ese día…

-A qué te refieres con que se quedaron estancados? – pregunta interrogante –

-Dos semanas después de aquello yo tenía que dar un concierto… - resoplo – era la primera vez que daba un concierto ante tanta gente… - niego con la cabeza – lo suspendí porque no me sentía con fuerzas…

-Y te sientes mal por eso? – pregunta mirándome –

-Bueno… - carraspeo – creo que lo que de verdad me hace sentirme mal es que no sé si voy a poder retomar todo eso que tenía planeado… - me mira con el ceño fruncido – al menos no ahora…

-En qué crees que puedo ayudarte Álex? – pregunta mirándome intensamente –

-Eh… - dudo un poco por la pregunta – supongo que en hacer que mi cabeza entienda y asimile algunas cosas… - me mira extrañada – quiero decir que… - carraspeo – creo que yo solo no puedo… - asiente lentamente – todo eso ocupa mi mente la mayoría del tiempo… y no me deja centrarme en otras cosas…

-Ajá… - asiente dejándome seguir, aunque no tengo intención de hacerlo – comencemos desde el principio, te parece? – asiento –

Tras 2 horas allí, hablándole sobre mi familia y mi relación con ellos, quedamos en que la semana que viene tendremos otra sesión. Al salir de allí, tengo una sensación extraña. La sensación de no haber contado lo que quería contar, de no haberme desahogado en exceso. Alejandro me advirtió que Clara es una psicóloga diferente. Intenta buscar la raíz del problema desde el principio, sin centrarse en un hecho concreto. La verdad es que ha sido agradable hablar con ella, aunque me haya dejado un poco descolocado por su forma de llevar la sesión.

Al llegar a casa, dejo las llaves sobre el recibidor y me quito la chaqueta. Danka me recibe contenta. Vivir en casa de Malú, con llaves propias, es algo que también me ha descuadrado un poco, pero, la verdad, necesito tenerla cerca. De las pocas cosas que me hacen sentirme mejor es saber que compartimos algo más que una relación. Hemos comenzado a vivir juntos, eso son palabras mayores. No me ha resultado precipitado, pero, si lo pienso, mi vida ha pegado un cambio muy grande desde hace un mes.

-Cómo ha ido cielo? – pregunta dándome un beso y sentándose en el sofá –

-Bien supongo… - digo no muy convencido –

-No pareces muy convincente… - dice mirándome algo preocupada – te sientes mejor?

-No sé… es raro… - digo rascándome la cabeza – voy a pegarme una ducha vale?

-Vale…

Camino por el pasillo hasta subir las escaleras. Sé que se ha quedado preocupada, pero, la verdad, no me apetece dar muchas explicaciones. Me siento raro. Como distante. Desde nochevieja, las cosas han cambiado un poco, pero sigo con esa sensación de inquietud, de no saber muy bien qué hacer ni cómo comportarme. Estoy como perdido. Tras hablarlo con Malú, y tras comentarlo con Alejandro, decidí acudir a Clara para realizar terapia. No espero que todos esos pensamientos se vayan de mi mente de un plumazo, pero tampoco esperaba tener esta sensación de incertidumbre. El agua cae sobre mi cuerpo haciendo que, por un segundo, se vayan de un plumazo las preocupaciones que asaltan mi cabeza.

Al salir de la ducha, me encuentro a Malú en la habitación que, nada más verme, disimula como si estuviera buscando algo en la mesita de noche. Sonrío sin poder evitarlo. Se preocupa por mí, eso es un hecho, y yo lo agradezco, aunque ahora mismo me apetezca poco hablar. Sin decir una palabra, se sienta en la cama, sin mirarme, abriendo los cajones, mientras sigue disimulando. Decido acercarme a ella y, sin mediar palabra, dejo un beso cariñoso en su pelo y acaricio su cara. Me mira por un instante y sonríe como si se hubiera quitado un peso de encima.

-Estás bien? – pregunta algo temerosa –

-Estoy raro… - digo vistiéndome – pero se me pasará, no te preocupes…

-Quieres hablar? – pregunta mirándome –

-No – respondo sin mirarla – podemos hacer algo para que me despeje? – digo con tono de súplica –

-Cla… claro… - tartamudea – te apetece pasear con Danka y Dandy?

-Me encantaría – digo de forma sincera mirándola –

Me sonríe brevemente y sale de la habitación, supongo que para preparar a los perros mientras me visto. No me sale otra manera de comunicarme que no sea con frases cortas. No quiero hablar, lo que quiero es dejar de tener esta sensación de pesadez que tengo desde que he vuelto de hablar con Clara.

Mientras paseamos por el parque, recuerdo las veces que hemos paseado por aquí. Lo hacemos en silencio. Recuerdo aquel día tras el incidente en casa de Alejandro, cuando se podría decir que nos reencontramos. Fue aquí, es como si este parque fuera el lugar donde empezó todo. Sin decir nada, y mientras Danka y Dandy corretean felices mientras caminamos, la agarro cariñosamente de los hombros y la pego a mi cuerpo mientras caminamos. Noto que va a hablar, pero me adelanto.

-Sé que no estoy muy hablador, pero no quiero que estés preocupada…

-Claro que me preocupo – dice tras soltar un suspiro – no me gusta verte así…
-Encontraré la forma de dejar de estar así… - digo con un tono de convencimiento que me sorprende –

-Es que tengo la sensación de que no puedo ayudarte en nada… - dice con cierto tono de frustración – sino que lo que hago es molestarte…

-Oye… - me detengo en seco y hago que se ponga frente a mí – no digas eso ni de broma… - digo agarrándole las manos – pensarás que no es así, pero me estás ayudando mucho Malú…

-Pues no sé cómo… - dice incrédula apartando la mirada –

-Haces que no me sienta solo… - digo sincero – haces que me distraiga… - me mira con el ceño fruncido – y haces que me sienta mejor cuando me miras… - sonríe algo avergonzada – no hace falta que hablemos para que sepa que estás aquí… - digo de manera sincera – no se explicarte exactamente lo que me pasa Malú… - suspiro volviendo a caminar, agarrándola de nuevo por los hombros – ni siquiera he sido capaz de explicárselo a Clara… - resoplo algo frustrado – tengo la sensación de no haberme desahogado y, a la vez, de no tener ganas de hacerlo…

-Luego dicen que las mujeres somos complicadas… - dice espontáneamente haciéndome sonreir – puedo hacer algo?

-Lo que haces es justo lo que necesito Malú… - digo acariciando su pelo – siento mucho estar así, sabes que voy a días, y hoy no es un buen día… - suspiro – al final vas a cansarte de mí…

-Sabes que eso no es verdad… - dice rápidamente – solo que a veces me frustra no saber qué hacer…

-Para no saber qué hacer… lo haces muy bien… - digo sincero –


Noto como me mira y, mientras caminamos, me agacho hasta llegar a sus labios. Un tierno beso en los labios, sin más pretensión que mostrar agradecimiento y amor. Estoy enamorado de ella y ese sentimiento tan puro es un halo de esperanza para mí en este momento. Siento que puedo tener ratitos de felicidad durante el día gracias a ella y a eso me estoy agarrando. Porque el resto del día mis pensamientos son oscuros, nada claros, y me asustan. Me asusta pensar que esto se va a prolongar en el tiempo. No puedo permitir que lo haga. No puedo permitir que esta sensación me impida vivir. Y, sobre todo, no puedo permitir que esto haga que lo nuestro, eso que tanto nos ha costado conseguir, se estropee.

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