Al llegar a Algeciras, la brisa del mar me da de lleno al
bajar del coche. Es fría, propia del invierno, pero agradable. No siento frío,
siento paz, mucha paz. Miro hacia la casa, una casa con dos plantas, parece
grande. Espero a que Malú camine para ir tras ella. Su madre suelta algunos
grititos quejándose del dolor de piernas que tiene y me hace reir al ver que mi
madre hace el mismo comentario y se ríen juntas.
Camino al lado de Malú hasta llegar a la puerta. La abre y
pasamos dentro de la casa. Parece una casa antigua reformada, alcanzo a ver el
típico patio de las casas andaluzas y unas escaleras que imagino suben al piso
de arriba. Nada más entrar, la madre de Malú se pone a pegar voces diciendo que
ya hemos llegado, que donde están esas gambas que tenemos hambre. Entre risas,
veo aparecer a su padre, que se abraza a Malú nada más verla. Me quedo
mirándoles un segundo y aparto la mirada como temeroso de haber podido
interferir en un momento tan íntimo. Mis padres saludan al suyo, mi padre con
una efusividad contenida. Sonrío hasta que Pepe me mira y se acerca para darme
un abrazo muy sentido.
-Qué alegría que estéis aquí – dice de manera sincera –
-Gracias por invitarnos Pepe – digo de manera cortés –
-Qué gracias ni qué ná! – exclama – anda pasad…
Al pasar, en el salón, veo a gente que no conozco, intento
sonreir de manera sincera, aunque me siento un poco incómodo con tantos ojos
mirándome. Al fondo, un sonriente Alejandro se acerca a mí. Me sorprendo al
verle, aunque recuerdo que Malú me había dicho que venía.
-Qué pasa compadre? – pregunta cariñoso dándome un abrazo –
os estábamos esperando…
Sonrío agradecido antes de pasar a todas las presentaciones.
He perdido la cuenta de todos los primos que me ha presentado Malú. Veo varias
caras conocidas que ya conozco, amigos de la familia que también se dedican a
la música, pero en su gran mayoría, son gente que no he visto nunca.
Observo a mi hermana que parece haberse quedado petrificada
tras el saludo de Alejandro. No puedo evitar reirme al ver su cara.
-Es él… - dice mi hermana en voz baja con tono de admiración
mirándole –
-No te había dicho que era mi compadre? – digo con voz
chulesca – anda, cierra la boca que se te nota…
-Hermanito… - me agarra de los hombros – definitivamente has
hecho muy bien eligiendo a tu novia…
-Compórtate vale? – digo temeroso de que pueda ponerse a
pedir autógrafos a diestro y siniestro –
-Por quién me tomas? – dice haciéndose la ofendida –
Sonrío agradecido y sigo a Malú que me guía hasta uno de los
sofás. La tarde pasa rápido y enseguida comienzan los preparativos para la
cena. Cada vez llega más gente, es posible que seamos unas 50 personas cenando
aquí hoy. Y parece que todas esas personas están invitadas porque de verdad son
de la familia, no por azar ni por aparentar, da igual que no sean familia de
sangre.
Durante la cena, y tras muchos brindis y conversaciones con
varias personas a las que no conocía hasta esa noche, hay un momento en el que
pierdo de vista a Malú. Su madre, nerviosa, se afana en repartir uvas a diestro
y siniestro. Probablemente habrán terminado con todas las existencias del
supermercado de turno para abastecernos a todos los que somos. Me levanto de la
mesa, dejando sentados a mis padres y mi hermana a mi derecha, que ya se ha
destensado y se comporta como una persona normal.
-Jose, donde está tu hermana? – le pregunto encontrándomelo
en el pasillo –
-Ni idea, hace 10 minutos que no la veo y mi madre ya se
está poniendo de los nervios… - dice de forma divertida – igual está en la
terraza, tráetela que faltan 20 minutos y mi madre es muy supersticiosa… - me
quedo mirándole mientras me rio – si no nos tomamos las uvas todos juntos, ya
dice que vamos a tener mala suerte o algo así.
Sonrío y me dirijo hacia la terraza, la puerta está
entreabierta. Al entrar, la veo apoyada en la barandilla, con el humo de un
cigarro a modo de escudo protector.
-Qué haces aquí? – pregunto como si nada, apoyándome a su
izquierda, en la barandilla –
-Joder… - da un pequeño respingo – qué susto me has dado…
-Anda trae… - le cojo su cajetilla de tabaco y robo un
cigarro – qué vistas tiene esto… - digo mirando al frente, donde se divisa la
playa, con el mar oscuro, casi imperceptible – Es como estar mirando al
infinito… - digo encendiéndome el cigarro – no se ve el horizonte
-Ya… - dice algo pensativa – estaba un poco saturada de toda
la gente… - gira su cabeza hacia atrás – necesitaba despejarme…
-Y pensar? – digo con cierta intención –
-Algo así… - responde algo incómoda –
-Es un buen momento para pensar… - doy una calada – cuando no
estoy muy borracho, suelo hacer lo que has hecho tú en las noches de fin de año…
- me mira – aislarme 5 minutos y hacer una especie de balance…
-No tanto como balance… - niega con la cabeza – no crees que
en este último mes han pasado demasiadas cosas?
-Demasiadas… - miro al mar – difíciles de asimilar…
-Necesitaba pararme unos segundos… - dice apoyándose de
nuevo en la barandilla – muchas cosas demasiado deprisa… - me mira – nunca había
traído a nadie a casa en un día como hoy… - baja la cabeza algo avergonzada –
-No te arrepientes no? – pregunto con media sonrisa –
-Claro que no… - sonríe sin mirarme – pero ha sido un final
de año demasiado intenso… - suspira – y me ha dado por pensar y se me ha puesto
un nudo en la garganta pero… - traga saliva – no quería ponerme a llorar
delante de todos…
-Oye… - chasqueo mi lengua – no pienses demasiado anda… - me
pongo detrás de ella y la envuelvo con mis brazos –
-Ya… ya lo sé… - se acomoda entre mis brazos – antes,
durante el viaje… - asiento – has hablado con Tere verdad? – sonrío –
-Si… - suspiro – estaba igual de pensativo que tú ahora
mismo… - beso su mejilla tiernamente –
-Y qué te ha dicho para que dejaras de tener la sensación de
no tener ganas de nada? – pregunta con cierto tono de cansancio –
-Sube un brazo – le ordeno –
-Qué? – pregunta extrañada volviéndose hacia mí –
-Hazme caso… - le digo sonriendo –
Me obedece a regañadientes. La observo sonriendo y pone los
ojos en blanco, esperando a que le diga a qué viene eso.
-Lo sientes? – digo mirando su mano mientras me mira
extrañada – el viento te está rozando, a veces se nos olvida, pero siempre es
así… - mira su mano algo extrañada – yo también lo siento… - elevo mi brazo y
junto mi mano con la suya – lo sentimos porque estamos vivos…
-Ay Álex… - se queja haciendo un mini puchero y luego
arranca a reir –
-Puede que mañana esté igual de pensativo que hoy… - suspiro
– puede que mañana vuelva a tener la sensación de no saber encajar todo lo que
ha pasado… - la miro – y puede que el viento me pueda rozar en cualquier sitio
y en cualquier momento… - llevo su mano a mi boca y le doy un tierno beso –
pero no se me ocurre un sitio mejor que contigo…
-La madre que te parió… - dice tras un silencio, abrazándose
a mí – no te pongas tan moñas que me voy a poner a llorar…
-Jajajaja – río – a veces se me olvida que lo que más
deseaba en este mundo era estar contigo… - hago que me mire – y me da rabia que
hayamos empezado así, pero aquí estamos… - acaricio su pelo – donde quería y
con quién quería… - me mira algo emocionada – y te prometo que, poco a poco,
todo irá asentándose…
-No quiero que pienses que no comprendo que a veces estés
como… - hace una pausa – ausente… - voy a hablar pero me corta – claro que lo
entiendo, yo también lo estoy… cuando pienso en ese día es imposible que pueda
estar como si nada… - suspiro – lo intento, porque sé que necesitas sentirte
comprendido y, a la vez, que alguien te ayude…
-Probablemente yo no estoy haciendo eso contigo – digo con
sentimiento de culpa por no haberme preocupado demasiado por su estado de ánimo
–
-Tú estás más tocado que yo… - dice con tono comprensivo –
solo quiero que sepas que sé lo que sientes vale? – me acaricia la cara – y que
no tienes que callártelo, que puedes contármelo…
-Lo sé… - sonrío enternecido – ven aquí… - la abrazo con
todas mis fuerzas mientras ella me corresponde – todo va a ir bien vale? – digo
con tono dulce –
-No quiero estropearlo… - dice entre leves sollozos –
-Estropearlo por qué? – digo sorprendido –
-Me da miedo que a veces estés así… y no saber qué hacer -
frunzo el ceño - No quiero perderte otra vez Álex… - dice con tono emocionado –
-Y por qué crees que va a pasar eso? – deshago el abrazo
para mirarla – no te vas a deshacer de mí tan fácilmente… - digo en tono de
broma haciendo que sonría – te acuerdas de lo que te dije ese día en el
hospital? – me mira algo extrañada – lo sigo pensando… - sonrío – y lo voy a
seguir pensando toda mi vida… - me mira intrigada – eres lo mejor que me ha
pasado…
-Aggg… - se queja mientras se abraza a mí con algo de rabia –
deja de hacer eso que voy a llorar joder!
-Jajajaja! – carcajeo – te quiero… - susurro pegado a su
oído –
-Y yo a ti… - susurra abrazada a mí –
-Ejem… - escucho un carraspeo a mi espalda – siento romper
el momento pero Pepi está a punto de estampar las uvas en la televisión… - veo
a Alejandro en la puerta, mirándonos enternecido – faltan 5 minutos para las
uvas…
-Jajaja – escucho a Malú reírse – ya vamos Ale… - dice
haciéndole un gesto –
Alejandro nos mira sonriendo y vuelve a entrar en la casa.
Malú me mira y me planta un beso en los labios, tierno, lento pero breve,
cargado de sentimiento.
-Vamos? – señala con la cabeza hacia la puerta – mi madre te
puede poner la cruz para siempre como no nos tomemos las uvas con ella…
-Vamos vamos… - digo fingiendo nerviosismo haciendo que se
ría –
Al volver al salón, todos nos miran con gesto tierno. Mi
madre me mira interrogante y le hago un gesto para que no preocupe.
-Por Dios Malú! – exclama su madre al vernos – que me va a
dar un infarto aquí, que mira qué hora es!! – señala a la tele –
-Qué exagerada eres mamá… - dice riéndose cogiendo el montón
de uvas de nos deja a cada uno – ya estoy aquí… - dice de manera cariñosa
abrazándola y dándole un beso en la frente –
-Bueno, ahora sí… - dice su madre mirándome medio sonriente –
que da muy mala suerte no tomarse las uvas…
Malú me mira sonriente y les hace un gesto a mis padres para
que se sitúen cerca de la enorme pantalla que ha montado Pepe. Es la primera
vez que me voy a tomar las uvas con una pantalla gigante, como si estuviera
viendo el fútbol.
-Callarse! – grita Pepi – que viene el carillón! – grita emocionada
–
-Jajajaja – no puedo evitar reirme –
Comienzan los cuartos entre risas y miradas. Miro a mis
padres, plantados a mi derecha, con una amplia sonrisa en la cara. Mi hermana
me guiña un ojo justo antes de comenzar las campanadas. Al comenzarlas, vuelve
a pasar lo que pasaba cuando éramos pequeños. Cuando, hace años, nos tomábamos
las uvas juntos, casi no podíamos tragárnoslas de la risa que nos daba mirarnos
en esa situación. Río sin poder abrir la boca y veo como Malú se contagia.
-Mmmmm – exclama mi hermana a punto de escupir -
-Te vas a ahogar! – grita Pepi hacia su hija con la boca llena
de uvas –
-Jajaja – río casi sin poder abrir la boca –
-No puedo! – exclama Malú muerta de risa –
Cierro los ojos para concentrarme y, con cada campanada,
introduzco una uva más, aun pensando que es imposible que quepa alguna más en
mi boca. Con los carillos llenos, con la última campanada, abro los ojos y veo
a Malú mirándome, sonriendo como puede, con la boca llena igualmente. El
estruendo y los gritos de alegría al terminar las campanadas, nos envuelven,
pero yo sigo mirándola durante unos segundos. Acabo de decidir que todas mis nocheviejas
a partir de ahora, quiero que sean así, con ella siendo lo último que veo
durante el año y lo primero que veo en el año nuevo. Con las uvas todavía en la
boca, nos abrazamos de manera sentida pero divertida.
-Feliz año cariño… - digo intentando no atragantarme –
-Feliz año… - dice dándome un beso en los labios, con sabor
a uva –
Nos quedamos mirándonos un segundo, justo el tiempo que
tarda Pepi en agarrar a su hija para achucharla un rato. Sonrío y me giro hacia
mis padres y mi hermana. Mi madre, algo emocionada, es la que se lanza a
abrazarme.
-Ay mi niño… - dice con tono emocionado – cuánto te quiero…
-Y yo a ti mamá… - digo intentando no emocionarme –
Abrazo a mi padre de manera sentida, sabiendo que ese abrazo
significa muchas cosas, tantas, que sería incapaz de describirlas. Y mi hermana
nos observa tras abrazarse a mi madre y me mira con esa mirada que no suele
poner, pero que, cuando la pone, es totalmente sincera. La mirada de emoción,
sin bromas, sin risas, pura y exclusivamente sentimental. Nos abrazamos con
ganas. Me ha encantado retrotraerme años atrás durante las uvas, cuando celebrábamos
el año nuevo juntos. Me ha encantado recordar, por si se me había olvidado, que
mi hermana es uno de los pilares más importantes de mi vida. Me ha encantado saber
que entre nosotros sigue habiendo esa complicidad tan nuestra, que fue naciendo
poco a poco, cuando fuimos madurando los dos. Todos esos sentimientos se
agolpan en mi pecho hasta llegar a mi garganta y siguen subiendo hasta mis
ojos. Sin deshacer el abrazo, noto mis ojos llenarse de lágrimas. No deshago el
abrazo ni mi hermana tampoco. Nos balanceamos lentamente, sin decirnos nada. Sé
que para ella también es un momento especial. Para mí, más que especial, es un
momento de paz. La paz que da el saber que tengo a mi lado a la gente que
quiero y siendo consciente que eso podría haberse truncado hace unas semanas.
Me separo algo emocionado y mi hermana se afana en llevarse
las manos a los ojos de manera cuidadosa, para no llevarse toda la pintura. Río
algo nervioso e intento recomponerme. Noto una mano removerme el pelo de manera
cariñosa. Al girarme, Alejandro me mira algo emocionado pero sonriente. Me
abrazo a él de forma efusiva.
-Feliz año compadre… - me susurra –
-Feliz año… - acierto a responder –
Los abrazos se suceden, uno detrás de otro, hasta llegar a
Pepi, a esa mujer tan efusiva, tan a punto de enloquecer siempre, pero que
tiene esa mirada serena que tantas veces he visto en Malú. Me abraza sin decir
nada, no es necesario, lo hace con tanto cariño que sobran las palabras.
Su hermano espera paciente hasta que su madre termina deshaciendo
el abrazo algo emocionada, intentando disimular y dándose la vuelta haciendo
aspavientos con las manos hasta que se pone a canturrear. Así es ella y así es
Malú, no hay duda de que son madre e hija. Jose me abraza con mucho cariño,
dándome palmadas en la espalda, hasta que, tras el abrazo, descubro a Pepe
esperando para abrazarme. Su padre, el anfitrión, me abraza de la manera más
sentida posible. Tampoco habla, tampoco dice nada, es como si cualquier palabra
que se dijera, no mejorase en nada ese abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario