sábado, 19 de agosto de 2017

CAPÍTULO 133: ME INVENTARÉ

El miedo es algo que puedes sentir por muchas razones. Por ti mismo, por pensar que puede pasarte algo. Pero creo que el mayor miedo que puedes sentir es el que tienes cuando algo le pasa a los que quieres. Sentí miedo cuando Malú parecía convencida para que me fuese de casa, pero nada comparado al miedo que sentí cuando sufrió ese ataque de ansiedad. Será por las veces que he visto uno mientras trabajaba en el hospital. Aún así, me asusté, me asustó que le pasara algo, me asustó que no se calmase. Me asustó ver cómo temblaba y cómo respiraba. Me asustó cuando perdió la consciencia unos segundos, probablemente, por la falta de oxígeno. Y por mucho que supiera lo que tenía que hacer, los minutos se me hicieron eternos.

Cuando se le pasó, no quise ni siquiera tocar el tema. Intentó disculparse varias veces pero se lo impedí, solo dejé que la pastilla que le di hiciese efecto y terminase de relajarle tanto que se quedase dormida. Mientras dormía, una melodía invadió mi cabeza y no he podido quitármela de la cabeza hasta hoy. No puedo decir que haya dejado de estar preocupado por ella, no puedo decir que la vea mejor, solo puedo decir que no está peor y que ha dejado de hacer como si yo no estuviera. Y si de algo estoy seguro es de que no pienso irme de su lado, por nada del mundo. 

Ha salido a dar una vuelta, como todos los días, me lo ha dicho y me ha pedido que no le acompañe. Reconozco que a veces me da miedo que salga sola y le pase lo que le pasó el otro día en casa. A veces me da miedo que su cabeza no pueda controlar la situación, pero soy consciente que tengo que dejarle algo de espacio. Así me lo ha hecho saber Clara, según ella, no tengo que apartarme pero tampoco meterme. Tengo que dejar que Malú me tenga cuando quiera ella, no cuando quiera yo. Su cabeza ahora mismo será un hervidero de sentimientos, igual que estaba la mía, intentando recomponer un puzzle que lleva demasiados meses deshecho.

Subo a la buhardilla tarareando esa melodía que vino a mi cabeza el otro día, miro el piano, pero me apetece más sacarla con la guitarra, así que la agarro y me siento en el recodo del sofá, tarareo la canción mientras voy buscando los acordes adecuados. Cojo papel y boli y comienzo a escribir sobre el piano. Me sale una primera estrofa casi sin pensar. Tengo que leerla varias veces, pocas veces me sale una estrofa así, en un minuto. Continúo sin cortar la magia y escribo una letra conforme me va saliendo. La guitarra me acompaña con muy poco esfuerzo, esa melodía que solo estaba en mi cabeza, se ha convertido en real.

Tras dos estrofas, me sale solo el estribillo. Siento que tiene fuerza, incluso me provoca un nudo en la garganta que me hace beber agua como si estuviera sediento. Soy consciente que la letra está saliendo pensando en ella, pero, a la vez, en mí. De repente, recuerdo a esa niña con la que salí en brazos. Recuerdo esa mirada perdida. Y me veo cantándole esta canción. Me veo cantándosela a mis hijos. Sonrío sin querer al pensar en eso. Sin tenerla terminada, sé que esta canción va a estar en el próximo disco que haga. Me está provocando demasiadas cosas. Me está haciendo sentir bien y tener ganas de llorar al mismo tiempo. Está siendo como un desahogo.
Miro mi reloj, apenas media hora ha bastado para tener la letra. Me sorprendo al mirar el reloj, me ha parecido que había pasado mucho más tiempo. Antes de bajar al salón, quiero grabarla para no olvidar el ritmo y la entonación. Le doy a grabar en la grabadora y comienzo desde el principio.




Subo las escaleras buscando a Álex, hasta que escucho su guitarra en la buhardilla. Sonrío de medio lado, hacía tiempo que no le escuchaba tocar, creo que desde aquella noche en Tenerife. Afino el oído mientras subo despacio, intentando que no me descubra. Es una melodía que no conozco. Y comienzo a escuchar una letra que me hace paralizarme y apoyarme en la pared mientras la escucho.

-Qué bonito sería decirle que es sólo un cuento… Que las cosas que pasan ahí fuera ocurren muy lejos – apoyo mi espalda en la pared y me dejo caer lentamente en el escalón - Qué bonito sería engañarle matándole a besos… - sonrío sin querer - Pero ahora mis brazos son sólo otros brazos con miedo – cierro los ojos y trago saliva intentando hacer pasar ese nudo en la garganta - Qué bonito sería decirle que es sólo un juego… y evitarle la falta de luz que provoca el invierno – me encojo de piernas y apoyo mis brazos sobre mis rodillas - Ayudarle a subir a la luna aunque sé que no debo… Aquí abajo te espero sentado por si va mal tu vuelo.

El ritmo de la canción cambia un poco e intuyo que comienza el estribillo. Por alguna razón, siento que esa canción está hecha pensando en una niña, exactamente cómo me siento en este momento.

-Me inventaré que hasta los malos son buenos – intento evitar que me caiga una lágrima, pero me es imposible - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel… - miro mi ropa, todavía mojada por la lluvia, y me da un vuelvo el corazón - Me inventaré para salvarte del miedo… estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer – cierro los ojos de nuevo pensando en las noches que llevo intentando dormir tranquila - Me inventaré… Me inventaré…

Me encojo todavía más de piernas y apoyo mi cabeza en mis rodillas. Esa postura solía hacerla mucho cuando era pequeña.

-Qué bonito sería contarle que aquí no hay misterio… Que la vida va en broma y que no hay que tomársela en serio – sonrío de lado - Qué bonito que fuera real aunque sólo sea un verso… Y que no hiciera falta inventarse este estúpido cuento – trago saliva y vuelvo a comenzar a sollozar - Me inventaré que hasta los malos son buenos – limpio mis lágrimas con mis manos - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel – sigo llorando en silencio sin poder evitarlo, volviendo a notar la ropa mojada - Me inventaré para salvarte del miedo… Estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer… - procuro llorar en silencio, no quiero que me oiga - Me inventaré… Me inventaré…

Me levanto del suelo haciendo verdaderos esfuerzos por no llorar, y me apoyo en la puerta. Está tan concentrado tocando que ni siquiera me ve. Está sentado de lado en el sofá, con varios folios sobre el piano y su grabadora. Me tapo la boca para no soltar un suspiro y apoyo mi cabeza en el marco.

-Me inventaré que hasta los malos son buenos… - sonrío al verle cantar con los ojos cerrados - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel… - suspiro -  Me inventaré para salvarte del miedo… Estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer – canta con una mezcla de dulzura y rabia a la vez - Me inventaré que hasta los malos son buenos… Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel – cojo aire y suspiro de nuevo, pero sigue sin saber que estoy ahí - Me inventaré… Me inventaré...

La canción termina con una melodía preciosa y que transmite yo diría que algo de esperanza. Le oigo suspirar y apaga la grabadora. Al girarse, me ve apoyada en la puerta y se pone colorado en milésimas de segundo.

-Cuánto tiempo llevas ahí? – pregunta avergonzado –

Me acerco hasta él sonriendo levemente.

-El suficiente para saber que eres maravilloso… - digo dándole un beso en la frente mientras intenta levantarse a toda prisa del sofá –

-Joder Malú… - niega con la cabeza sonriendo – no está bien escuchar detrás de la puerta eh? – dice con tono de broma – estás empapada… - me mira y sonrío de lado – llueve? – asiento -

-Me gustaría escuchar esa canción todas las noches antes de dormir… - digo de manera sincera, haciendo caso omiso a mi ropa mojada – me ha dado mucha paz…

-De verdad? – me mira algo emocionado mientras recoge los folios – me ha salido como si se la escribiera a una niña pequeña… - se encoge de hombros –

-Y a quién se la has escrito? – pregunto mirándole y me mira durante unos segundos fijamente –

-A mi niña pequeña… - dice acariciándome el rostro y haciendo que me ruborice –


Sonríe ampliamente a ver que soy yo la que está colorada ahora. Sus labios se acercan a los míos y dejan un suave pero precioso beso. Por primera vez en muchas semanas, no siento ese descontrol mental que me posee todos los días, sino que siento que las piezas de ese puzzle que se desmontó, están volviendo a encajar. 

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