Tras varias sesiones con Clara, mi nivel de ansiedad ha
bajado. Ha habido días en los que ni he dormido ni he dejado dormir a Álex. Se
han invertido los papeles de la forma más inesperada y tardía posible. Me
siento reflexiva y con ganas de estar sola, exactamente igual que estaba Álex y
por lo que yo me quejaba hace solo unas semanas. Incluso me he planteado la
idea de quedarme sola durante una temporada, con mis pensamientos, sin que
nadie, ni siquiera Álex, me pregunte cómo estoy. Escucho ecos en mi cabeza
que sé que van a ser eternos. Tengo la sensación que esos sonidos, sensaciones,
imágenes… todo me va a perseguir para siempre. Tengo incluso la sensación que
todo eso no me va a dejar volver a ser como antes. Cuántas veces me he
preguntado en estas semanas por qué me ha pasado esto tras varios meses.
Cuántas veces me he preguntado si voy a ser capaz de poder volver a estar
estable psicológicamente. Cuantas veces me he preguntado si lo mejor es
alejarme de Álex para evitar que vuelva a caer en la espiral en la que estaba y
a la que yo le estoy arrastrando de nuevo.
Clara me ha dado algunos consejos para que los siga cuando
me encuentre más angustiada y a punto de perder el control. Y en ello estoy,
aquí, en la calle, corriendo bajo la fina capa de lluvia de una tarde de Abril.
Correr es algo que nunca me ha gustado, me ha parecido siempre aburrido, pero
ahora es como si me ayudase a escapar. Incluso a escapar de Álex. Vuelvo a
relacionarle con una situación que me provoca angustia, como aquella vez. Me
siento tan culpable al mirarle y volver a recordar ese miedo. Debería pasarme
lo contrario, mirarle y recordar que sobrevivimos juntos ese día, pero
últimamente le miro y solo recuerdo el momento en que explotó aquella bomba y
casi nos lleva por delante. Él, por su parte, se empeña en intentar llevarme de
viaje unos días, pero no quiero irme de viaje, no quiero huir con él de nuevo,
quiero hacerlo sola, pero no me atrevo.
Al llegar a casa, empapada, le veo en las escaleras,
sentado, con semblante abatido cuando entro por la puerta. No digo una palabra,
solo dejo las llaves en el recibidor y me dispongo a entrar al baño, pero su
voz me detiene.
-Dónde estabas? – pregunta con cierto tono de angustia –
-He salido un rato a correr – respondo con desgana sin
mirarle mientras entro al baño –
-No me has avisado y me he asustado… - resoplo mirando al
espejo – he salido de la ducha y ya no estabas…
-Tengo que decirte todo lo que hago? – contesto con cierto
aire de desprecio – no tenemos que estar pegados todo el día…
-Por qué me hablas así? – su voz se torna algo emocionada –
sabes que sé perfectamente por lo que estás pasando pero me tratas como si fuera
un extraño…
-Deja de hacerte la víctima quieres? – contesto
despectivamente saliendo el baño – yo no me comporté así cuando tú estabas mal…
Sé perfectamente que ese reproche ha debido clavarse en su
espalda como un puñal. Cierro los ojos un segundo por la culpa que me invade,
pero sigo caminando hacia la cocina. Abro el grifo y bebo con ganas un vaso de
agua, bajo su atenta mirada. Me pone nerviosa que me mire sin decir nada.
Resoplo frustrada y apoyo mis manos en la mesa. Mi mirada se dirige hacia él y
me la devuelve serio pero con un halo de tristeza indescriptible.
-Si quieres irte lo entenderé… - digo de repente – no tienes
por qué quedarte…
-Qué? – pregunta sorprendido – a dónde me voy a ir?
-A tu casa Álex… - le miro con cierto distanciamiento – creo
que necesito estar sola y tú no necesitas que nadie te deprima de nuevo.
El silencio se hace entre los dos. Sé que se ha quedado mudo
y yo siento un dolor en el pecho inexplicable.
-Me estás dejando? – pregunta con voz temerosa – de verdad quieres
que me vaya?
No soy capaz de contestar a eso. Mi enfado permanente se va
transformando en miedo. Y si de verdad se va? No, claro que no quiero que se
vaya, pero me siento incapaz de decírselo. Solo le miro con una mirada muy
distinta a la previa. Como si me leyera la mente, se acerca mas a mí y hace un
gesto de abrazarme lentamente. Estoy a punto de resistirme pero no puedo, es
justo lo que necesito, que alguien me abrace y haga que me convenza que sigo
estando aquí, que esos ecos que resuenan en mi mente son temporales. No dice
nada, solo me abraza y me pega a su cuerpo bastante más que otras veces, como
si quisiera cerciorarse que sigo estando aquí. Tras varios segundos, tengo la
sensación de estar en mar abierto y necesitar abrazarme a algo para no
ahogarme, asi que le envuelvo también con mis brazos. Le escucho suspirar
cuando le abrazo y comienza a sollozar. Ahora si que se me ha partido el alma
en mil pedazos. Le estoy haciendo tanto daño. No he dejado de hacérselo desde
que nos conocimos. La pena me invade por completo y comienzo a llorar. A llorar
con la sensación de no poder controlar lo que me pasa, de estar estropeándolo
todo con Álex, de estar a punto de tirar mi vida por la borda.
No sé el tiempo que llevamos abrazados, pero la angustia me posee y no puedo controlarla. Siento que me ahogo, que no puedo respirar. De repente, me veo sentada en el suelo, con Álex abrazándome por la espalda y diciéndome cosas que no alcanzo a escuchar. Cierro los ojos y noto un intenso cosquilleo en mis manos y mis pies. Me asusto, pienso de verdad que algo malo va a pasarme. Mi forma de respirar es totalmente insostenible. No se de dónde ha salido la bolsa en la que estoy respirando. Un pitido en mis oídos me impide escuchar a la Álex, pero le veo delante de mí, a punto de llorar, acariciándome el rostro con las manos temblorosas. No puedo apenas moverme, solo escucho ese pitido y mi respiración agitada, mi corazón a punto de salir por mi boca. Noto un sabor amargo, tengo algo en la boca que creo que debe ser una pastilla. Estoy sentada en el sofá, con Danka a mi derecha mirándome girando la cara como intentando entender qué pasa. Y Álex, arrodillado delante de mi, cogiendo mi mano izquierda y haciendo que mi mano derecha no se separe de esa bolsa en la que estoy respirando. Mi mente no puede ir más allá, no sé qué está pasando exactamente, pero tengo miedo. Y de nuevo esos ecos resuenan en mi cabeza impidiéndome pensar en otra cosa que no sea ese día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario