martes, 22 de agosto de 2017

CAPÍTULO 135: BIG BANG

Al final me ha convencido. No creo que la solución a todo sea huir siempre, pero si creo que puede ayudarme. Hace ya días desde que Álex me abrió los ojos y creo que he cambiado mi forma de actuar con él. No le aparto, respeta siempre el espacio que le pido, pero está ahí. Hemos hablado mucho estos días de lo que siento, mucho más que en los meses anteriores. Le observo conducir, con música de fondo, concentrado en la carretera. Apoyo mi codo en la puerta del copiloto y mi rosto en la mano, mirando por la ventana. Dentro de nada tendré que comenzar a participar en crear de nuevo otro espectáculo. La gira es algo que me ronda la mente, pero no consigo centrarme en ello. Se están encargando Rubén y los demás, saben que no estoy bien, sobre todo después de lo que pasó el otro día. Mi hermano ha intentado hablar conmigo, pero todavía no es el momento, no puedo expresar lo que siento sin llorar y no quiero que me vea así.

En cambio, he llorado mucho estos días con Álex. Solo con que esté cerca, me tranquiliza. Conforme voy mirando los carteles, voy entendiendo donde vamos. Donde empezó y terminó todo. Algo así como nuestro Big Bang. Detiene el coche frente a ese remonte que tanto recuerdo. Al subirlo, sé que veré el mar. Bajo del coche sin decir nada y, sin coger ni una sola de mis pertenencias, subo el remonte bajo la atenta mirada de Álex, que me observa plantado al lado del coche. Al subir y sentir la brisa del mar, y abrir mis ojos y ver la orilla, recibiendo las olas con gusto, sonrío. Hace buen tiempo, es un día despejado y caluroso de mitad de Abril. Cierro los ojos y respiro hondo, con una media sonrisa. Resulta que acabo de descubrir que la paz no está en un solo sitio. Aquí también existe. La pequeña playa sigue estando igual que aquella vez que estuvimos aquí, y eso me hace sentirme bien. Me doy la vuelta y Álex me mira desde el coche, sonríe y, sin decirme nada, abre el maletero y coge la mochila.

-Hace un día estupendo, verdad? – dice llegando a mi altura –

-Si… - respondo sonriendo mirando al horizonte –

-Anda vamos…

Me agarro a su mano y bajamos hasta la playa. Al llegar, me quito el calzado y los calcetines y me dirijo a la orilla. El agua está bastante fría, pero me hace sentirme tan bien notar el mar en mis pies… es una sensación que me costaría describir con palabras.

-Cuando tuve el accidente de coche… - escucho su voz a mi espalda pero no me giro – y estaba atrapado esperando a que me sacaran… - cierro los ojos recordando el pánico que sentí por si le pasaba algo – supe que tenía que pensar en algo que quisiera volver a hacer… algo que consiguiera calmarme y esperar a que me sacaran… - sonrío – y pensé en volver aquí contigo… te juro que hasta pude sentir la brisa… - me giro para mirarle – para mí significa mucho que estemos aquí…

-Para mí también Álex… - bajo la cabeza un poco avergonzada –

-Ven… - me invita a sentarme entre sus piernas –

Apoyo la cabeza en su pecho. Sus pies también están desnudos. Cierro los ojos y lo único que escucho es su respiración a mi espalda y el sonido de las olas al frente. Por un momento, siento que podría entrar en trance aquí, que podría abstraerme de absolutamente todo lo que me rodea. Esa sensación me encanta, la sensación de no tener que pensar en nada, de no tener miedo… hace mucho que no lo siento.

-Para mí, este sitio es el comienzo de lo nuestro… - dice hablando a mi espalda – aquí supe que no solo me gustabas… - sonrío avergonzada – por muchas cosas que hayan pasado entre nosotros, este sitio para mí es uno de los mejores recuerdos que tengo… - comienzo a notar la emoción en mi garganta – el tiempo que estuvimos separados… pensaba en esta playa de vez en cuando… - me recuesto más en su pecho – pero no tuve el valor de volver solo…

-Álex… - digo acariciando su mano – este también es uno de los mejores recuerdos que tengo…

-Desde que te conozco… - le oigo tragar saliva, como si le costase hablar – joder, mi vida ha cambiado tanto… - se ríe – Malú, hay muy pocas cosas de las que esté seguro del todo… - cierro los ojos – pero si hay una cosa de la que estoy seguro, es que nunca voy a poder olvidar esto… - siento un nudo en la garganta – nunca voy a poder olvidar las cosas que he sentido contigo y las cosas que nos han pasado… - ríe – contigo me han pasado cosas que no me habían pasado con nadie… - de repente, a mi mente viene aquel día, mientras me hacían la ecografía, y vi como Álex casi lloraba al oir el latido del bebé – sé que entre nosotros no hay solo amor, o atracción… - aprieto su mano – hay mucho más… hay como… - se queda pensativo – como un nexo, no se explicártelo… como un vínculo… - sonrío – y eso no se puede romper… - asiento levemente – siempre voy a tener la necesidad de saber cómo estás… y… - traga saliva – y de ayudarte si necesitas algo, aunque ya no seamos nada… - sonríe – siempre serás especial para mí...

-Álex que…? - le miro extrañada, no sé qué quiere decir, pero me está asustando –

-Lo que quiero decir es que… - sonríe mirando al suelo – que no sé lo que va a pasar dentro de un mes… ni dentro de un año… - le miro atentamente – y tú tampoco lo sabes… - frunzo el ceño – pero pase lo que pase y ocurra lo que ocurra, siempre voy a estar aquí… - siento el temblor en mi barbilla – sé que últimamente quizá te he agobiado demasiado – voy a hablar pero me corta – y procuraré dejarte espacio, pero no me pidas que no me preocupe por ti… - le miro algo emocionada – no me pidas que me aparte mientras veo como te sientes perdida… - suspira – no es solo que te quiera, o que esté enamorado de ti… - sonrío avergonzada – es que… - suspira de nuevo – es que eres uno de los pilares que me sostiene… - le miro emocionada – y si tú te tambaleas… - se alza de hombros – yo también me tambaleo… - río sin querer – y eso se que va a ser así para siempre…

-Álex… es… - carraspeo para aclararme la voz – es muy bonito lo que dices pero… - le miro y sonríe – joder, por un momento pensaba que ibas a dejarme…

-Claro que no… - dice convencido mientras ríe – pero sé que mañana, dentro de una semana, o de un mes… las cosas pueden ser diferentes… - me mira – tú también lo sabes… - asiento – solo quería que supieras que ocurra lo que ocurra entre nosotros dos, nunca vas a tener que preocuparte… - alzo una de mis cejas – nunca haré nada que te perjudique…

-Álex… - digo con desgana –

-Ya te he dicho que hay muy pocas cosas de las que estoy seguro ahora mismo… - alza mi barbilla para que le mire – y una de ellas es esa… - le miro – nunca haré nada que te perjudique… - sonríe – solo quería que tú también estuvieras segura de eso…

Nos miramos unos segundos. Por primera vez en mi vida confío plenamente en alguien que no es de mi familia, que no es de mi sangre, pero es como si lo fuera. Niego con la cabeza sonriendo y le veo sonreir mirándome.

-Qué pasa? – dice mirándome –

-Y yo que pensaba que me ibas a dejar… - vuelvo a decir de nuevo –

-Mientras vayamos por el mismo camino, iremos juntos… - dice abrazandome por la espalda –

-Qué zen te has puesto… - digo riendo –

-Álex sentimental ser… - dice con voz de Yoda –


-Jajajajajaja! – estallo en una carcajada - 

lunes, 21 de agosto de 2017

CAPÍTULO 134: ORIGEN

-Álex, soy Jose…

Su voz suena preocupada, lo que hace que yo me preocupe solamente con ese saludo. Malú está hoy con ellos, iban a empezar a preparar la gira y parecía ilusionada. Si Jose me está llamando es por algo que, por su tono de voz, no es nada bueno.

-Dime… - contesto algo temeroso –

-Está Malú contigo?

Trago saliva y mi mente va a toda velocidad.

-No… - respondo y le oigo resoplar – qué pasa Jose?

-Verás… - le oigo resoplar de nuevo – es que estábamos aquí, no sé lo que ha pasado…

-Dónde está Malú, Jose? – pregunto asustado levantándome del sofá –

-No lo sé joder… - dice frustrado – pensaba que se habría ido a casa… - suspira – le estoy llamando al móvil y no lo coge… estando aquí se ha puesto nerviosa, no sé muy bien por qué… - le tiembla la voz – he intentado calmarla pero ha sido imposible… ha cogido sus cosas y se ha marchado…

-Estaba muy nerviosa? – digo cogiendo la chaqueta –

-Sí, no sé… - responde Jose – no le había visto así nunca… - dice un tanto contrariado – ha cogido el coche y se ha ido…

-Maldita sea… - farfullo saliendo de casa a toda prisa – has llamado a tu madre?

-Si, tampoco está con ella, pero no le he dicho la verdad, no quiero preocuparla…

-Ha dicho algo antes de irse? – digo caminando hacia el parque –

-No… Álex, mi hermana no está bien…

-Ya lo sé… hace semanas que no está bien… - digo caminando acelerado hacia el parque –

-Qué le pasa? – pregunta preocupado –

-No te lo puedo contar ahora Jose… voy a buscarla… - comienzo a correr – si aparece llámame…

-Pero Álex…

-Tú hazlo Jose… - respondo algo serio – no preguntes, llama a quien se te ocurra y si sabes algo llámame…

-Álex me estás asustando… - dice con voz algo rota –

-Hazme caso Jose… - digo acelerado –

Cuelgo el teléfono y comienzo a correr más rápido hasta llegar al parque. Tengo la esperanza de encontrarla corriendo, como siempre hace últimamente cuando se agobia. Mis esperanzas se disipan al comprobar que no la veo, que no está allí. Comienzo a agobiarme y por mi mente pasan imágenes de sus ataques de ansiedad. Solo con la idea de verla así en el coche o en algún sitio estando sola, me asusta.

Vuelvo a casa a toda prisa, entro y la llamo, pero no. La llamo de nuevo al móvil y no lo coge y el miedo se va apoderando de mí. Salgo de nuevo de casa en dirección a mi coche, y, sin saber a donde voy, me pongo en marcha. Me paro en un semáforo y resoplo apoyándome en el volante. Lo más cuerdo sería quedarme en casa esperando a que llegue, seguramente se ha agobiado y está calmándose en algún lugar ella sola, ese aprendizaje tiene que llevarlo a cabo sin mi ayuda ni la de nadie. Tiene que aprender a volver a la realidad y a controlar su mente como yo lo hice y como lo he hecho en muchas ocasiones en las que he tenido la sensación de perder el control por algo que me ha pasado.

Al pensar en eso, levanto mi cabeza del volante, veo que el semáforo está en verde y tengo una especie de revelación. Acelero por las calles hasta salir de la ciudad y dirigirme al monte, a ese lugar donde tantas veces he ido cuando he creído que no estaba preparado para controlar mis pensamientos. Y si está allí? Yo le enseñé ese sitio. Por un momento pienso que es una gilipollez, pero aparto ese pensamiento de mí y comienzo a estar casi convencido de que está allí, intentando volver a la realidad.

Subo por la carretera secundaria que tan bien conozco hasta llegar al saliente donde solía aparcar el coche. Allí está el suyo. Resoplo y bajo del coche a toda prisa, cruzando la carretera y subiendo a través de la maleza hasta llegar a ese lugar. Allí sigue ese árbol donde tantas veces he apoyado mi espalda. Pero no está ella. Camino despacio, como si me diera miedo acercarme al borde del precipicio. Veo su chaqueta tirada al lado del árbol y trago saliva. Miro a todas partes, pero no está. Noto como me tiemblan las piernas ante la idea de que haya hecho una tontería. Miro hacia la barandilla, con su chaqueta en mi mano, y me acerco despacio. Puedo sentir como si el corazón se me saliera por la boca. Me asomo levemente rezando por no encontrarme nada que me haga querer lanzarme al vacío. Miro atentamente al vacío, no veo nada y suspiro.

-Malú? – pregunto acojonado –

-Qué malo es conocerse…

Su voz aparece a mi espalda y me hace tambalearme, al borde del precipicio, pero rectifico a tiempo mi posición y me equilibro. Miro a mi espalda y la veo salir de entre la maleza, arreglándose su camiseta.

-Joder Malú! – grito alejándome del precipicio todavía con el miedo en el cuerpo –

-Qué pensabas? Que me había tirado? – dice con sorna al ver todavía mi gesto de pánico – tengo demasiadas cosas que hacer todavía…

-Me puedes explicar qué cojones haces aquí? – digo con tono enfadado por el susto que me ha dado – y qué hacías ahí? – señalo hacia la maleza –

-Mear – dice seria mirándome – no sabía que tenía que publicarlo también en twitter… - pongo los ojos en blanco – te imaginas? – sonríe de medio lado – que nadie se preocupe, no voy a cortarme las venas, solo voy a mear…

-Deja de bromear con eso… - digo serio – me has asustado vale? – le doy su chaqueta y la coge mirándome fijamente –

-De verdad pensabas que iba a hacer una locura? – agarra mi mano, todavía algo temblorosa, pero la aparto rápidamente –

-Joder Malú, no puedes desaparecer así vale? – digo alzando la voz – no puedes asustar a tu hermano sin cogerle el teléfono – me acerco  a ella – ni a mí! – grito todavía más –

-Cálmate Álex… - hace un gesto con las manos para que baje el tono de voz –

-Y una mierda! – exclamo mirándola – me largo y preocupo a todo el mundo pero que les den – hago un gesto de desprecio – eso es lo que tú haces…

-Necesitaba un poco de aire, eso es todo… - dice con tono de culpabilidad –

-Yo también necesito aire! – pongo el índice de mi mano derecha en mi pecho con fuerza – necesito aire Malú! Necesito saber que estás controlando esto, que no vas a hacer una gilipollez, que no vas a asustarme más! – suspiro – esto es una puta locura… - pongo las manos en mi cabeza – te vienes aquí, sin cogerle el teléfono a nadie, y pretendes que no me asuste? – vuelvo a alzar la voz – sabes lo que hubiera hecho si hubieras hecho una tontería? Si te hubiera pasado algo? – la miro fijamente y me mira incrédula –

-De verdad piensas que quiero matarme? – intenta que le mire pero le rehúyo la mirada – de verdad crees que se me ha pasado por la cabeza eso? – alza la voz igual que yo –

-Y yo que sé! – respondo frustrado – si no hablas conmigo, no me dices como te sientes… - niego con la cabeza y pongo mis brazos en jarra – cuando creo que estás mejor, es solo un espejismo y vuelves a encerrarte en ti misma…

-Qué pronto se te ha olvidado el tiempo que tú estuviste así… - dice en tono de reproche –

-Es eso? – ahora intento que me mire pero no lo consigo – me haces lo que te he hecho yo a ti?

-Pero cómo puedes decir eso? – grita mirándome – necesitaba tranquilidad, no escuchar a nadie, y me he venido aquí y lo he conseguido, qué problema hay con eso?

-Qué problema hay? – le miro incrédulo – claro, qué problema hay con que Álex viva con el corazón en un puño? Qué problema hay con que no haya abierto la boca sobre lo que te pasa, conforme le pediste, y no pueda pedir ayuda a nadie? – baja la cabeza abatida – Qué problema hay? Si es Álex! – digo irónico – da igual lo que le haga, siempre me va a perdonar…

-Eso ha sido un golpe bajo… - dice seria –

-Un golpe bajo es lo que haces conmigo todos los putos días… - digo todavía enfadado – como si no importara lo que nos ha pasado… - suspiro – todas las putas noches antes de dormir te digo que te quiero y eso te da igual! – exclamo – te importa una mierda!

-Eso no es cierto! – grita – solo necesito algo de tiempo Álex! Yo lo entendí contigo!

-Otra vez… - resoplo – lo entendiste pero hay algo que no entiendes ahora… - me acerco a ella – no entiendes que estoy aquí… no… - trago saliva – no entiendes que he subido hasta aquí acojonado… - me mira – no entiendes que no puedo quedarme sentado mientras desapareces… - alzo el tono de voz – no entiendes que no puedes hacerme esto joder!

Hay un silencio inmenso entre los dos. Nos miramos unos segundos y aparto la mirada frustrado. Me doy la vuelta y me pongo de espaldas a ella. Tengo que hacer serios esfuerzos por no salir corriendo hasta el coche y largarme de allí.

-Lo… - la escucho a mi espalda – lo siento Álex… - su voz suena entrecortada –

-Lo que más daño me puede hacer es que te tomes a broma mi forma de preocuparme por ti… - digo sincero –

-No me lo he tomado a broma… - dice convencida –

-No has tardado nada en bromear sobre tirarte por ahí… - digo dándome la vuelta y señalando al precipicio – no solo estaba preocupado por eso… - niego con la cabeza – te habías ido con el coche… y he visto lo que te ocurre cuando tienes un ataque de pánico… - baja la cabeza con culpabilidad – te puedes imaginar todo lo que he pensado si eso te pasaba en el coche… - digo con tono de reproche – y cuando te encuentro, te tomas mi preocupación a la risa… como si fuera un exagerado… como si no fuera yo el que está contigo cuando sufres esas crisis…

-Álex… hoy no me ha pasado eso… - dice acariciándome la cara –

-No, hoy lo que te ha pasado es que te has olvidado que estoy aquí, a tu lado… - me mira algo emocionada – esperando a que me dejes ayudarte…

Me mira en silencio y, por primera vez durante la conversación, veo que sus ojos no me miran con extrañeza. Me mira emocionada y veo como sus ojos se llenan de lágrimas. No puedo resistirme a abrazarla. Sé que mi tono de voz y mi alarma quizá han sido desmedidas. Quizá mi afán por protegerla no hace otra cosa que alejarla de mi, pero no sé hacerlo de otra manera.

-Siento haberte asustado… - dice entre sollozos sin deshacer el abrazo –

-Y yo siento haberme puesto así… - suspiro – es solo que… - deshago el abrazo sin soltar sus manos – estoy sugestionado supongo… - me alzo de hombros – estoy todo el rato pensando que algo malo puede volver a pasar… - niego con la cabeza – estoy superado…

La miro y ha dejado de llorar, me mira con pena, con tristeza. Se pone de puntillas y me da un beso en los labios, acariciándome el rostro.

-Ven… - dice haciendo que camine tras ella –

Se sienta debajo del árbol y me hace un gesto para que me siente a su lado. Apoyo mi cabeza en su hombro mientras acaricia mi pelo.

-Hubiera hecho lo mismo que tú… - dice haciéndome suspirar – y me hubiera asustado también… - resopla – cuando me contaste que venías aquí a pensar, a poner las cosas en su lugar… supe que, algún día, necesitaría venir… - me aferro a ella – sentí mucha paz cuando vine contigo… la misma que he sentido hoy… me hacía mucha falta… - dice sincera –

-Siento haberme puesto así… - acierto a decir –

-Álex… - hace que la mire – te prometo que no voy a volver a asustarte así… - sonrío de medio lado –


Nos besamos bajo ese árbol como si sellásemos esa promesa. Este lugar tiene algo, no sé qué es, que, al final, consigue devolverme la paz que en muchas ocasiones me ha faltado y que tanto echaba de menos.  

sábado, 19 de agosto de 2017

CAPÍTULO 133: ME INVENTARÉ

El miedo es algo que puedes sentir por muchas razones. Por ti mismo, por pensar que puede pasarte algo. Pero creo que el mayor miedo que puedes sentir es el que tienes cuando algo le pasa a los que quieres. Sentí miedo cuando Malú parecía convencida para que me fuese de casa, pero nada comparado al miedo que sentí cuando sufrió ese ataque de ansiedad. Será por las veces que he visto uno mientras trabajaba en el hospital. Aún así, me asusté, me asustó que le pasara algo, me asustó que no se calmase. Me asustó ver cómo temblaba y cómo respiraba. Me asustó cuando perdió la consciencia unos segundos, probablemente, por la falta de oxígeno. Y por mucho que supiera lo que tenía que hacer, los minutos se me hicieron eternos.

Cuando se le pasó, no quise ni siquiera tocar el tema. Intentó disculparse varias veces pero se lo impedí, solo dejé que la pastilla que le di hiciese efecto y terminase de relajarle tanto que se quedase dormida. Mientras dormía, una melodía invadió mi cabeza y no he podido quitármela de la cabeza hasta hoy. No puedo decir que haya dejado de estar preocupado por ella, no puedo decir que la vea mejor, solo puedo decir que no está peor y que ha dejado de hacer como si yo no estuviera. Y si de algo estoy seguro es de que no pienso irme de su lado, por nada del mundo. 

Ha salido a dar una vuelta, como todos los días, me lo ha dicho y me ha pedido que no le acompañe. Reconozco que a veces me da miedo que salga sola y le pase lo que le pasó el otro día en casa. A veces me da miedo que su cabeza no pueda controlar la situación, pero soy consciente que tengo que dejarle algo de espacio. Así me lo ha hecho saber Clara, según ella, no tengo que apartarme pero tampoco meterme. Tengo que dejar que Malú me tenga cuando quiera ella, no cuando quiera yo. Su cabeza ahora mismo será un hervidero de sentimientos, igual que estaba la mía, intentando recomponer un puzzle que lleva demasiados meses deshecho.

Subo a la buhardilla tarareando esa melodía que vino a mi cabeza el otro día, miro el piano, pero me apetece más sacarla con la guitarra, así que la agarro y me siento en el recodo del sofá, tarareo la canción mientras voy buscando los acordes adecuados. Cojo papel y boli y comienzo a escribir sobre el piano. Me sale una primera estrofa casi sin pensar. Tengo que leerla varias veces, pocas veces me sale una estrofa así, en un minuto. Continúo sin cortar la magia y escribo una letra conforme me va saliendo. La guitarra me acompaña con muy poco esfuerzo, esa melodía que solo estaba en mi cabeza, se ha convertido en real.

Tras dos estrofas, me sale solo el estribillo. Siento que tiene fuerza, incluso me provoca un nudo en la garganta que me hace beber agua como si estuviera sediento. Soy consciente que la letra está saliendo pensando en ella, pero, a la vez, en mí. De repente, recuerdo a esa niña con la que salí en brazos. Recuerdo esa mirada perdida. Y me veo cantándole esta canción. Me veo cantándosela a mis hijos. Sonrío sin querer al pensar en eso. Sin tenerla terminada, sé que esta canción va a estar en el próximo disco que haga. Me está provocando demasiadas cosas. Me está haciendo sentir bien y tener ganas de llorar al mismo tiempo. Está siendo como un desahogo.
Miro mi reloj, apenas media hora ha bastado para tener la letra. Me sorprendo al mirar el reloj, me ha parecido que había pasado mucho más tiempo. Antes de bajar al salón, quiero grabarla para no olvidar el ritmo y la entonación. Le doy a grabar en la grabadora y comienzo desde el principio.




Subo las escaleras buscando a Álex, hasta que escucho su guitarra en la buhardilla. Sonrío de medio lado, hacía tiempo que no le escuchaba tocar, creo que desde aquella noche en Tenerife. Afino el oído mientras subo despacio, intentando que no me descubra. Es una melodía que no conozco. Y comienzo a escuchar una letra que me hace paralizarme y apoyarme en la pared mientras la escucho.

-Qué bonito sería decirle que es sólo un cuento… Que las cosas que pasan ahí fuera ocurren muy lejos – apoyo mi espalda en la pared y me dejo caer lentamente en el escalón - Qué bonito sería engañarle matándole a besos… - sonrío sin querer - Pero ahora mis brazos son sólo otros brazos con miedo – cierro los ojos y trago saliva intentando hacer pasar ese nudo en la garganta - Qué bonito sería decirle que es sólo un juego… y evitarle la falta de luz que provoca el invierno – me encojo de piernas y apoyo mis brazos sobre mis rodillas - Ayudarle a subir a la luna aunque sé que no debo… Aquí abajo te espero sentado por si va mal tu vuelo.

El ritmo de la canción cambia un poco e intuyo que comienza el estribillo. Por alguna razón, siento que esa canción está hecha pensando en una niña, exactamente cómo me siento en este momento.

-Me inventaré que hasta los malos son buenos – intento evitar que me caiga una lágrima, pero me es imposible - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel… - miro mi ropa, todavía mojada por la lluvia, y me da un vuelvo el corazón - Me inventaré para salvarte del miedo… estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer – cierro los ojos de nuevo pensando en las noches que llevo intentando dormir tranquila - Me inventaré… Me inventaré…

Me encojo todavía más de piernas y apoyo mi cabeza en mis rodillas. Esa postura solía hacerla mucho cuando era pequeña.

-Qué bonito sería contarle que aquí no hay misterio… Que la vida va en broma y que no hay que tomársela en serio – sonrío de lado - Qué bonito que fuera real aunque sólo sea un verso… Y que no hiciera falta inventarse este estúpido cuento – trago saliva y vuelvo a comenzar a sollozar - Me inventaré que hasta los malos son buenos – limpio mis lágrimas con mis manos - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel – sigo llorando en silencio sin poder evitarlo, volviendo a notar la ropa mojada - Me inventaré para salvarte del miedo… Estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer… - procuro llorar en silencio, no quiero que me oiga - Me inventaré… Me inventaré…

Me levanto del suelo haciendo verdaderos esfuerzos por no llorar, y me apoyo en la puerta. Está tan concentrado tocando que ni siquiera me ve. Está sentado de lado en el sofá, con varios folios sobre el piano y su grabadora. Me tapo la boca para no soltar un suspiro y apoyo mi cabeza en el marco.

-Me inventaré que hasta los malos son buenos… - sonrío al verle cantar con los ojos cerrados - Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel… - suspiro -  Me inventaré para salvarte del miedo… Estrellas para tu cielo y no pinten de negro tu sueño al oscurecer – canta con una mezcla de dulzura y rabia a la vez - Me inventaré que hasta los malos son buenos… Que habrá verano en enero y la última lluvia es esta que moja tu piel – cojo aire y suspiro de nuevo, pero sigue sin saber que estoy ahí - Me inventaré… Me inventaré...

La canción termina con una melodía preciosa y que transmite yo diría que algo de esperanza. Le oigo suspirar y apaga la grabadora. Al girarse, me ve apoyada en la puerta y se pone colorado en milésimas de segundo.

-Cuánto tiempo llevas ahí? – pregunta avergonzado –

Me acerco hasta él sonriendo levemente.

-El suficiente para saber que eres maravilloso… - digo dándole un beso en la frente mientras intenta levantarse a toda prisa del sofá –

-Joder Malú… - niega con la cabeza sonriendo – no está bien escuchar detrás de la puerta eh? – dice con tono de broma – estás empapada… - me mira y sonrío de lado – llueve? – asiento -

-Me gustaría escuchar esa canción todas las noches antes de dormir… - digo de manera sincera, haciendo caso omiso a mi ropa mojada – me ha dado mucha paz…

-De verdad? – me mira algo emocionado mientras recoge los folios – me ha salido como si se la escribiera a una niña pequeña… - se encoge de hombros –

-Y a quién se la has escrito? – pregunto mirándole y me mira durante unos segundos fijamente –

-A mi niña pequeña… - dice acariciándome el rostro y haciendo que me ruborice –


Sonríe ampliamente a ver que soy yo la que está colorada ahora. Sus labios se acercan a los míos y dejan un suave pero precioso beso. Por primera vez en muchas semanas, no siento ese descontrol mental que me posee todos los días, sino que siento que las piezas de ese puzzle que se desmontó, están volviendo a encajar. 

CAPÍTULO 132: ECOS ETERNOS

Tras varias sesiones con Clara, mi nivel de ansiedad ha bajado. Ha habido días en los que ni he dormido ni he dejado dormir a Álex. Se han invertido los papeles de la forma más inesperada y tardía posible. Me siento reflexiva y con ganas de estar sola, exactamente igual que estaba Álex y por lo que yo me quejaba hace solo unas semanas. Incluso me he planteado la idea de quedarme sola durante una temporada, con mis pensamientos, sin que nadie, ni siquiera Álex, me pregunte cómo estoy. Escucho ecos en mi cabeza que sé que van a ser eternos. Tengo la sensación que esos sonidos, sensaciones, imágenes… todo me va a perseguir para siempre. Tengo incluso la sensación que todo eso no me va a dejar volver a ser como antes. Cuántas veces me he preguntado en estas semanas por qué me ha pasado esto tras varios meses. Cuántas veces me he preguntado si voy a ser capaz de poder volver a estar estable psicológicamente. Cuantas veces me he preguntado si lo mejor es alejarme de Álex para evitar que vuelva a caer en la espiral en la que estaba y a la que yo le estoy arrastrando de nuevo.

Clara me ha dado algunos consejos para que los siga cuando me encuentre más angustiada y a punto de perder el control. Y en ello estoy, aquí, en la calle, corriendo bajo la fina capa de lluvia de una tarde de Abril. Correr es algo que nunca me ha gustado, me ha parecido siempre aburrido, pero ahora es como si me ayudase a escapar. Incluso a escapar de Álex. Vuelvo a relacionarle con una situación que me provoca angustia, como aquella vez. Me siento tan culpable al mirarle y volver a recordar ese miedo. Debería pasarme lo contrario, mirarle y recordar que sobrevivimos juntos ese día, pero últimamente le miro y solo recuerdo el momento en que explotó aquella bomba y casi nos lleva por delante. Él, por su parte, se empeña en intentar llevarme de viaje unos días, pero no quiero irme de viaje, no quiero huir con él de nuevo, quiero hacerlo sola, pero no me atrevo.

Al llegar a casa, empapada, le veo en las escaleras, sentado, con semblante abatido cuando entro por la puerta. No digo una palabra, solo dejo las llaves en el recibidor y me dispongo a entrar al baño, pero su voz me detiene.

-Dónde estabas? – pregunta con cierto tono de angustia –

-He salido un rato a correr – respondo con desgana sin mirarle mientras entro al baño –

-No me has avisado y me he asustado… - resoplo mirando al espejo – he salido de la ducha y ya no estabas…

-Tengo que decirte todo lo que hago? – contesto con cierto aire de desprecio – no tenemos que estar pegados todo el día…

-Por qué me hablas así? – su voz se torna algo emocionada – sabes que sé perfectamente por lo que estás pasando pero me tratas como si fuera un extraño…

-Deja de hacerte la víctima quieres? – contesto despectivamente saliendo el baño – yo no me comporté así cuando tú estabas mal…

Sé perfectamente que ese reproche ha debido clavarse en su espalda como un puñal. Cierro los ojos un segundo por la culpa que me invade, pero sigo caminando hacia la cocina. Abro el grifo y bebo con ganas un vaso de agua, bajo su atenta mirada. Me pone nerviosa que me mire sin decir nada. Resoplo frustrada y apoyo mis manos en la mesa. Mi mirada se dirige hacia él y me la devuelve serio pero con un halo de tristeza indescriptible.

-Si quieres irte lo entenderé… - digo de repente – no tienes por qué quedarte…

-Qué? – pregunta sorprendido – a dónde me voy a ir?

-A tu casa Álex… - le miro con cierto distanciamiento – creo que necesito estar sola y tú no necesitas que nadie te deprima de nuevo.

El silencio se hace entre los dos. Sé que se ha quedado mudo y yo siento un dolor en el pecho inexplicable.

-Me estás dejando? – pregunta con voz temerosa – de verdad quieres que me vaya?

No soy capaz de contestar a eso. Mi enfado permanente se va transformando en miedo. Y si de verdad se va? No, claro que no quiero que se vaya, pero me siento incapaz de decírselo. Solo le miro con una mirada muy distinta a la previa. Como si me leyera la mente, se acerca mas a mí y hace un gesto de abrazarme lentamente. Estoy a punto de resistirme pero no puedo, es justo lo que necesito, que alguien me abrace y haga que me convenza que sigo estando aquí, que esos ecos que resuenan en mi mente son temporales. No dice nada, solo me abraza y me pega a su cuerpo bastante más que otras veces, como si quisiera cerciorarse que sigo estando aquí. Tras varios segundos, tengo la sensación de estar en mar abierto y necesitar abrazarme a algo para no ahogarme, asi que le envuelvo también con mis brazos. Le escucho suspirar cuando le abrazo y comienza a sollozar. Ahora si que se me ha partido el alma en mil pedazos. Le estoy haciendo tanto daño. No he dejado de hacérselo desde que nos conocimos. La pena me invade por completo y comienzo a llorar. A llorar con la sensación de no poder controlar lo que me pasa, de estar estropeándolo todo con Álex, de estar a punto de tirar mi vida por la borda.

No sé el tiempo que llevamos abrazados, pero la angustia me posee y no puedo controlarla. Siento que me ahogo, que no puedo respirar. De repente, me veo sentada en el suelo, con Álex abrazándome por la espalda y diciéndome cosas que no alcanzo a escuchar. Cierro los ojos y noto un intenso cosquilleo en mis manos y mis pies. Me asusto, pienso de verdad que algo malo va a pasarme. Mi forma de respirar es totalmente insostenible. No se de dónde ha salido la bolsa en la que estoy respirando. Un pitido en mis oídos me impide escuchar a la Álex, pero le veo delante de mí, a punto de llorar, acariciándome el rostro con las manos temblorosas. No puedo apenas moverme, solo escucho ese pitido y mi respiración agitada, mi corazón a punto de salir por mi boca. Noto un sabor amargo, tengo algo en la boca que creo que debe ser una pastilla. Estoy sentada en el sofá, con Danka a mi derecha mirándome girando la cara como intentando entender qué pasa. Y Álex, arrodillado delante de mi, cogiendo mi mano izquierda y haciendo que mi mano derecha no se separe de esa bolsa en la que estoy respirando. Mi mente no puede ir más allá, no sé qué está pasando exactamente, pero tengo miedo. Y de nuevo esos ecos resuenan en mi cabeza impidiéndome pensar en otra cosa que no sea ese día.

CAPÍTULO 131: ESTÁS AQUÍ

-Vamos, pasad… - ordeno a Danka y Dandy entre risas – Malú, no sabes lo que han hecho en el parque… - entro al salón y veo la televisión encendida – Malú… - suelto las correas y les dejo campar a sus anchas por la casa mientras entro en la cocina – Malú? – salgo de la cocina mirando hacia el jardín –

El sonido que viene de arriba es un grito ahogado, de pánico, que me hace detenerme por completo durante décimas de segundo. Mi corazón se acelera y mis piernas salen corriendo escaleras arriba. Al entrar en la habitación, me encuentro una escena que me asusta. La lamparilla yace en el suelo. Varios objetos más también. Y Malú, con la mirada perdida, se balancea en un rincón con las piernas encogidas. Durante unos segundos, no sé ni siquiera si acercarme. No me mira, solo mueve la cabeza de un lado a otro, como buscando algo.

-Ma… - tartamudeo – Malú… - me arrodillo delante de ella – qué ha pasado?

No me mira, parece como si no me viera. Miles de pensamientos nefastos se pasean por mi cabeza. Llego a pensar que, realmente no me ve, que se ha quedado ciega. Uno ese pensamiento a las cosas tiradas por el suelo. Lo único que se me ocurre hacer después de varios intentos hablándole, es tocarla. Y, al tocar su brazo, parece como si le hubiera pasado la corriente. Sus gritos y sus aspavientos me hacen agarrarla de los brazos, incluso con más fuerza de la que me gustaría.

-Malú, mírame! – la zarandeo mientras grita fuera de sí – Malú! Malú, estoy aquí! – grito desesperado –

De repente, como si la escena hubiera sido una pesadilla, me mira con los ojos inyectados en sangre. Su mirada es de pánico por un momento y, tras unos segundos, se torna de sorpresa. El sudor cae por su frente. Ninguno de los dos puede articular palabra. Qué es lo que acaba de pasar?

-Me ves? – pregunto temeroso –

Me mira incrédula y comienza a mirar a todas partes. Se pone de pie bajo mi atenta mirada y se lleva las manos a la cabeza al ver los destrozos que hay por el suelo.

-Malú… - vuelvo a tocar su brazo y lo retira rápidamente – Malú cielo… - digo con voz dulce intentando que se tranquilice del todo – todo está bien vale?

Parece que la frase es el detonante para que vuelva del todo en sí. Me mira todavía con más gesto de sorpresa y su barbilla comienza a temblar. Es como si se acabara de despertar. Como si se acabase de dar cuenta que estoy aquí. Se abraza a mí de manera desesperada y rompe a llorar.

-Calma… - intento mantener la compostura – Malú… cálmate…

-Estaba allí… - susurra entre sollozos – estaba allí – repite una y otra vez –

De repente, ato cabos y pienso que esto ha pasado por algo relacionado con aquella mañana fría de diciembre.

-Estás aquí… - acierto a decir – estás aquí conmigo… - digo acariciando su pelo sin deshacer el abrazo – cálmate…

-No sé lo que ha pasado… - dice separándose de mí y mirando con sorpresa y temor los destrozos de la habitación – qué he hecho? – me mira asustada antes de volver a romper a llorar de nuevo –

-No has hecho nada… - digo mientras la abrazo – solo asustarme un poco… - digo intentando quitarle hierro al asunto –

-He hecho yo todo esto? – dice mirando alrededor, algo aturdida –

-Ven… - la agarro de la mano – vamos abajo… - mira hacia la habitación mientras camina –

Baja las escaleras incluso con temor, como si esa casa no fuera suya. Me asusta verla así, pero creo que ha tenido que sufrir algún tipo de ataque de pánico. O eso creo. No sabría decir qué es lo que acabo de ver. Como si no fuera capaz de tomar decisiones, la siento en una silla en la cocina y saco agua fresca del frigorífico. La engulle y deja el vaso sobre la encimera. Se toca la frente y se lleva la mano al pecho, respirando hondo. Espero paciente delante de ella, con gesto preocupado.

-Dios… - dice sentándose en la silla de nuevo –

-Te… - me da temor preguntarle esto – te acuerdas de lo que ha pasado?

Me mira con gesto contrariado desde la silla y dirige su mirada a la derecha, como intentando recordar. Resopla cerrando los ojos, casi volviendo a llorar, y asiente. Doy dos pasos hasta ella y dejo que se abrace a mí, envolviendo su cabeza con mis manos contra mi abdomen. Se abraza a mis piernas como si fuera una niña tremendamente asustada.

-No las había visto todavía… - dice de forma incongruente –

-El qué? – pregunto algo asustado –

-Las imágenes… - se apoya en sus rodillas y tapa su rostro – no sé qué me ha pasado, pero… - traga saliva – de repente estaba otra vez allí…

-En la estación? – pregunto casi sin querer y asiente sin mirarme –

-No sé cómo he llegado a la habitación… - dice asustada – no sé lo que he hecho… - su voz resulta angustiosa – solo escuchaba gritos y voces…

-Vale… - vuelvo a poner su rostro pegado en mi abdomen – ya está cariño… - acaricio su pelo mientras vuelve a agarrarse a mis piernas – ha sido un ataque de pánico… - digo convencido – ya está…

-No está! – grita levantándose de la silla – a qué viene esto ahora? – pregunta mirándome – por qué? – vuelve a romper a llorar – si no me ha pasado antes! – grita amargamente –

-Malú… - la abrazo fuerte contra mí – no pasa nada vale? – alza su mirada asustada – si no habías visto las imágenes… - carraspeo – han debido de ser fuertes y te ha impresionado…


Suspira abrazándose de nuevo fuertemente contra mí. Todos estos meses, esa sensación de desamparo, de falta de control, la he estado sintiendo. No me he parado a pensar que ella podía sentirla también. No entiendo cómo ha pasado esto después de varios meses, pero quizá tengo buena parte de culpa por no haberle prestado atención a lo que ella debía sentir. Y ahora, después de 3 meses de aquello y cuando parecía que todo volvía a su lugar, volvemos a empezar desde el principio.

CAPÍTULO 130: NO ESTOY AQUÍ

Ya hace semanas de aquel maravilloso viaje a Tenerife. Allí descubrí no solo que Álex ha vuelto a ser él, sino que, con él, me siento mejor. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando veo el anillo de su abuela en mi mano. O cuando recuerdo la letra de esa canción. O ese jacuzzi. Con la vida que llevamos, los regalos suelen ser eminentemente materiales, pero los suyos no, los suyos están cargados de significado. Con 34 años siento que por fin he encontrado a la persona con la que me siento estable, segura de lo que hago. Por eso no me importa verme en las revistas a su lado en la alfombra de esa fiesta. Poco me importa que me lluevan mensajes sobre nuestra relación. Al contrario, hasta me alegra, la mayoría de los mensajes que recibo son positivos. La opinión de la gente, en general, es que hacemos una bonita pareja.

Nunca me había expuesto tanto y eso, en algunos momentos, me asusta. Me asusta salir a la calle y encontrarme con paparazzis en la puerta esperando una instantánea nuestra. Me asusta pasear a Danka y tener que pararme a contestar preguntas. A pesar de estar segura de nuestra relación, tengo la sensación que, en algún momento, voy a perder el control sobre esto. Si no lo he perdido y estoy serena es porque le veo sereno a él también. Le da poca importancia, incluso se la resta a los comentarios que estamos leyendo estos días. He llegado a leer que es una tapadera para esconder mi inclinación sexual. Me encantaría poder contestar a esas cosas, pero es entrar en el juego. Mi estilo siempre ha sido el silencio ante lo que se inventa la gente, y así va a seguir siendo.

Con la sensación de haber vuelto a la normalidad y de, por fin, estar disfrutando de mi relación con él, comienzo a ultimar los detalles de la nueva gira. Álex, por su parte, comienza a ilusionarse de nuevo, me cuenta cosas que tiene en mente. Me ilusiona verle así, deseoso de volver a cantar encima de un escenario. Parece que poco queda de esos fantasmas que me confesó en la playa. Tiene ganas de volver a empezar, y lo va a hacer a lo grande, en el palacio de los deportes, donde tiene pendiente un sold out que ya consiguió antes de que todo esto pasara, pero que no pudo llevarse a cabo porque Álex no se encontró con fuerzas en diciembre. Ahora es distinto, ahora parece que podría hacer 7 palacios en una semana. Está eufórico, con su habitual buen carácter, y las sesiones con Clara se han espaciado en el tiempo.

Yo… yo tengo una sensación extraña. Es como tener la certeza que algo me pasa, pero no poder encontrar el qué. Estoy feliz, pero contenida. No estoy eufórica, y suelo estarlo cuando organizo una gira. Estoy como con la sensación de que algo ronda mi cabeza y no me va a dejar pensar de un momento a otro.

Álex ha salido a pasear a Dandy y Danka, hoy no me apetece salir. Álex se ha sorprendido bastante, pero creo que he conseguido que no se preocupe, solo es que hoy me apetecía quedarme en casa. Mi estado de ánimo es extraño y eso me preocupa, pero la realidad es que no me apetecía salir a la calle, sino quedarme en casa, sin pensar en nada. De repente, no encuentro qué hacer y siento como una sensación de ansiedad intensa, pero poco duradera. Es raro, muy raro. Me siento en el sofá y me calmo sin mucho esfuerzo, decido encender la tele un rato mientras miro el móvil al mismo tiempo. Es como si necesitara mantener mi mente ocupada, aunque no sé muy bien por qué. Sola en casa, pienso en lo pendiente que he estado de Álex este tiempo y en lo poco que he pensado en mí. Tampoco me importaba como yo estuviera, porque lo importante para mí es que Álex superase ese trance, tenía mucho más derecho que yo a estar mal anímicamente.

Mientras reflexiono sobre eso, aparecen en la televisión imágenes de ese día. Mi mente me da la orden de cambiar de canal, pero mi cuerpo no me responde, solo me ordena que mire fijamente a la pantalla. Escucho la noticia de que uno de los heridos de aquella masacre que permanecía en coma, ha muerto en el hospital. Se me hiela la sangre. Pero se me congela al ver unas imágenes que, hasta ahora, no había visto. Una cámara graba los momentos previos a la explosión de la bomba de la puerta de la estación y me reconozco con esa niña en brazos. Distingo como Álex viene corriendo hasta mí, cuando todo el mundo está corriendo en dirección contraria. Nos escondemos detrás de aquella ambulancia y, de repente, la cámara se tambalea y se intuye que, el que la porta, corre en dirección contraria, tras escucharse un gran estruendo.

Es como si estuviera allí. Me sudan las manos, me falta el aire, y pierdo la noción del tiempo y del espacio. Mis piernas comienzan a correr escaleras arriba, me choco mareada contra el armario de mi habitación y caigo al suelo, sentándome en un rincón. Me descubro gritando. Es como si hubiera perdido la consciencia y no supiera cómo he llegado hasta ahí. No puedo moverme, solo puedo gritar y gritar. Mi mente se esfuerza en decirme que no está pasando otra vez, pero apenas la escucho. Solo escucho gritos a mi alrededor, voces de fondo. Miro a todas partes buscando quien me habla pero no hay nadie. Tengo la sensación de muerte inminente que sentí ese día. Y no puedo detenerla.