martes, 3 de enero de 2017

CAPÍTULO 108: EL CENTRO DE MI EXISTENCIA

La alfombra situada frente a la chimenea hace que el suelo no esté frío, aunque, por muy frío que estuviera, no sería capaz de enfriarme por dentro. Sentada sobre mí, a horcajadas pero con su espalda curvada para poder besarnos, hace que mi espalda contacte por completo con el suelo. La de noches que me habré dormido pensando en que esto no iba a volver a pasar nunca. Y ha vuelto a pasar, por cosas que solo comprenderá el destino quizá, pero está pasando. Estoy sintiendo tantas cosas que ni con suspiros, ni escuchando sus gemidos tenues todavía, ni intentando respirar hondo, podría contener mis emociones. La quiero y me quiere, y no hay más, y no hay más vuelta de hoja, no hay más medias verdades, no hay más sentimientos ocultos que, por vergüenza, nos dé miedo expresar. No hay ahora mismo espacio para nada más que no sea besarnos como si no hubiera un mañana.
Su pelvis contra la mía, moviéndose despacio, sin prisas, pero con un punto de desesperación que hace que mi excitación aumente. Así llevamos un buen rato, sin quitarnos la ropa, colando nuestras manos por debajo de ella, acariciándonos, sintiéndonos como creo que nunca lo hemos hecho. Me he parado a pensar un segundo cuánto tiempo llevaba sin sentirla así. Demasiado. No he podido evitar pensar en aquel día en la playa, quizá el más especial que habíamos vivido hasta ahora. Quizá el día en el que me di cuenta que aquello no era solo sexo, que era mucho más. Hoy es mucho más, muchísimo más. Hoy es la necesidad de saber que, cuando me toca, estoy vivo, y, cuando la toco a ella, también lo está.

El calor que desprende la chimenea, unido al calor que me provoca su cuerpo sobre el mío, me hace elevar su camiseta, como si así fuese yo a tener menos calor. Pero nada de eso, tengo mucho más calor si veo su abdomen al descubierto y su sujetador cubriendo sus pechos, que suben y bajan al ritmo de una respiración ya un poco más acelerada. Me incorporo, con ella sentada encima de mí, y lanzo su jersey al sofá. Cualquier cosa que no sea su piel, me va a molestar ahora mismo. Acaricio su espalda mientras nos besamos de manera lenta, dulce, pero apasionada, abriendo bien los labios como si consiguiéramos así más aire que meter en los pulmones. Puedo ver como cierra los ojos cada vez que nos besamos. Los abro solo para mirarla aunque sea un pequeño instante, y la veo así, con los ojos cerrados, haciendo que me muera de amor. Cuando descubre que la estoy mirando, ríe nerviosa, agarrándome la cara con las dos manos y volviendo a besarme, acariciándome el pelo. Cómo me gusta que haga eso. Sin quitarse de encima de mí, no voy a dejar que lo haga, levanta mi camiseta para hacer lo mismo que yo, quitarme esa prenda de ropa que ya no le sirve. Lanza mi camiseta al suelo, mientras mueve sus caderas sobre las mías para intentar pegar todavía más su cuerpo al mío. Mis manos ya pasean libres por su espalda, por sus glúteos, todavía cubiertos por sus pantalones, pero que tan poco tiempo le van a durar puestos.

Si tuviera que poner una música a este baile que hemos empezado, sería una música llena de violines de fondo, llena de armonías que emocionan nada más escuchar la primera nota. Agarro su cintura y hago que su espalda se tumbe sobre la alfombra, comenzando a besarla desde el abdomen, subiendo lentamente hasta su escote, su cuello, y llegando a sus labios. No lo hago de manera lasciva, no es así. Solo quiero recorrer con mis labios cualquier poro de su piel, a ver si así consigo no olvidarme de ningún centímetro de su cuerpo. Mis caderas sobre las suyas, tumbado sobre ella, se mueven solas, a un ritmo lento. Sus piernas se enganchan, todavía vestidas, a mis caderas, haciendo que pueda separarme. Tampoco iba a hacerlo. Beso su cuello hasta llegar a su oreja. Estoy tan sensible ahora mismo que no puedo evitar ser ñoño.

-Te quiero… - susurro pegado a su oído –

La escucho reírse tímida y siento sus manos entrelazarse por mi espalda, mientras sigo dejando besos por su cuello. Hubo veces, hace tiempo, que tuve que hacer verdaderos esfuerzos mientras hacíamos el amor, por no decirle algo así, aunque de verdad lo sentía. Y, cuando lo sentía, me sentía mal por ese sentimiento. Hoy no, hoy no me siento así, hoy siento que, si no se lo digo, le estaría mintiendo. Hoy siento que puedo decírselo con tanta libertad que estaría a cada segundo repitiéndolo. Mis manos rozan el borde de su sujetador. Quiero quitárselo, quiero volver a ver su cuerpo entero, sin ropa, poder tocarlo, poder besarlo sin pudor, sin prisa pero sin descanso, hasta quedar exhausto. Noto como apoya sus codos en la alfombra y se incorpora un poco, como diciéndome que puedo desabrocharlo cuando quiera. Lo hago notando que mis manos tiemblan levemente. Por qué tiemblo? Si lo he hecho más veces. Pero es como si, esta vez, fuese la clave. Como si todo lo que pase esta noche aquí, frente al fuego, vaya a marcar un antes y un después en nosotros. Sin duda lo va a hacer. Llevo tantos días diciendo que he visto cosas en la última semana que jamás voy a borrar de mi mente, que siento un gran alivio al saber que, por fin, una de esas cosas va a ser buena. Este momento se va a quedar grabado a fuego para siempre en mi vida.

Desabrocho el sujetador y lo lanzo hacia el sofá, haciendo que sonría tímida cuando me quedo observándola sobre ella. La hago tumbarse de nuevo, necesito pasear mis labios por esa zona. Sin pudor ninguno, acaricio sus pechos y paseo mi boca por ellos, haciendo que mi mente recuerde esos gemidos que tanto me hacían perder la cabeza hace ya tanto tiempo. Cómo he podido estar tanto tiempo sin volver a escucharlos? Arquea su espalda y eleva su pelvis para pegarla a la mía cada vez que nota que mi lengua entra en contacto con esa parte de su piel. No puedo evitar necesitar besos sus labios con tranquilidad. Desnuda de cintura para arriba, abrazada a mí, recibe mis besos imprimiendo un suave movimiento en sus labios, acariciando mi espalda que ya parece estar cicatrizando de tanta herida, tanto por dentro como por fuera. Sus manos acarician mi torso desnudo y me hacen separarme un poco. La observo mirarme. Son solo unos segundos, pero me parece el momento más bonito que he vivido hasta ahora, ese justo, este justo momento en el que me mira haciéndome saber que me ha echado de menos.

Sin dejar de besarla, dirijo mis manos al borde de su pantalón y lo desabrocho con lentitud. Decido colar una mano entre el pantalón y sus braguitas, de manera suave, nada de prisas, tenemos todo el tiempo del mundo. Al notar mi mano en la zona, exclama un pequeño pero sonoro gemido que me hace resoplar y sonreír a la vez. Me mira mordiéndose el labio. No se puede ser más sexy pero tierna a la vez, es imposible. Levanta sus caderas para que le libere de esos pantalones que tanto me están estorbando. Los bajo despacio, quedándome a sus pies y reptando por sus piernas cuando ya no hay pantalón que las cubra. Sonríe tímida al ver cómo la estoy mirando. Besos sus muslos con delicadeza, acariciándolos por la parte externa y besándolos por la parte interna, hasta que mis manos se aferran a sus braguitas. Necesito quitárselas, necesito verla desnuda por completo. No opone resistencia, aunque su forma de mirarme me hace saber que su vergüenza está apareciendo.

Cuando está desnuda por completo, paso de largo y repto por su cuerpo hasta tumbarme sobre ella. La beso en los labios con todo el amor que puedo respirar en este momento. Acaricio su rostro mientras la observo. Me mira fijamente, sonriendo. Es la sonrisa más sincera que he visto en mi vida. Está cómoda y yo también lo estoy, más que nunca.

-Tienes frío? – acierto a preguntar en voz baja –

-No… - responde susurrando sin dejar de mirarme –

-Quieres que vayamos a la cama? – pregunto dejando varios besos en sus labios –

-No… - vuelve a responder, con un gemido ahogado –

La observo detenidamente. Nunca había visto esa mirada en ella, con una mezcla de emoción y pasión a partes iguales y de nuevo vuelvo a sentir la necesidad de decírselo. No quiero callármelo más, no quiero guardármelo, quiero decirlo cada vez que lo sienta, como si tiene que ser a cada segundo.

-Te quiero… - susurro dejando un beso en sus labios – te quiero… - vuelvo a repetir, completamente entregado –

-Dios… - susurra – y yo a ti… - dice con un tono de desahogo –

Nos miramos unos segundos. Su forma de decírmelo es casi como lo que siento yo. Como si estuviera harta de haber estado callada todo este tiempo y ahora, cada vez que sabe que puede decirlo, sienta una sensación de tranquilidad inmensa. Comienzo a bajar por su cuerpo, dejando besos en su cuello, en sus pechos, en su abdomen, hasta llegar a sus muslos. Con mis manos, hago que entreabra un poco las piernas. También necesito que mis labios contacten con ella así. Al notar mi aliento sobre la zona, escucho como suspira y siento como acaricia mi pelo de manera suave. Así tiene que ser, suave, no hace falta que me diga nada más. Va a ser como ella quiera, hasta cuando ella quiera.

Sus gemidos se hacen más evidentes cuando mi lengua comienza a moverse. Van in crescendo, despacio, lentos pero firmes, clavándose en mis oídos de una manera irreversible. Me encanta escucharla desde aquí. Me encanta saber que puedo provocar esto en ella. Con mis manos acaricio su abdomen y sus manos se entrelazan de vez en cuando con las mías, hasta que noto que sus caderas comienzan a moverse, pidiendo más. Hago que mi boca se mueva más rápido, guiándome por sus gemidos, cada vez más altos, más acelerados, más desesperados. No pienso hacer que espere, yo tampoco puedo esperar.

-Álex… - susurra gimiendo – sigue… - me suplica -

El mismísimo paraíso, lleno de árboles, de manantiales, de animalillos pululando por ahí, se quedaría corto con la sensación que me está provocando escucharla así. Vuelvo a pensar cómo he sido capaz de sobrevivir sin escuchar esto, sin sentir esto, y sé que nunca voy a volver a sentirlo con otra persona que no sea ella. Y esa sensación me da miedo durante unos segundos. Me da miedo y me gusta a la vez. Sus gemidos siguen subiendo cuando creía que no podrían hacerlo más alto, pero pueden, pueden seguir subiendo todo lo que quiera.

Tras varios segundos con los gemidos a todo volumen, seguidos, sin descanso, un gemido ahogado sale de su boca, noto como se tensa, eleva la pelvis hacia mí, se queda con la espalda arqueada y, segundo después, otro gemido ahogado hace que su espalda vuelva a contactar con el suelo, moviendo las caderas lentamente hacia mí. Su respiración acelerada y sus manos sobre mi pelo, pidiéndome que pare, me hacen saber que el primer orgasmo de los muchos que pienso provocarle a partir de ahora, ya ha pasado. Siento como tiembla y cómo me hace temblar a mí ese momento. Repto por su cuerpo hasta quedar con mi rostro entre el hueco de su cuello y su hombro izquierdo, con mi respiración pegada a su oído y la suya al mío. Me abraza, sin decir nada, solo me abraza haciendo que mi torso se pegue al suyo, respirando a la vez, metiendo y sacando el aire que parece querer escaparse de nosotros. Tras unos segundos así, la observo. Me mira, cerrando los ojos todavía para poder respirar acompasadamente. Nos besamos lentamente, hasta que me hace voltear en el suelo, quedando a horcajadas sobre mí de nuevo, pero, esta vez, completamente desnuda. Me siento en el suelo, con ella sobre mí, besando su cuello sin descanso, haciendo que siga gimiendo pero, esta vez, más pausadamente.

Sus manos se dirigen a mi pantalón, a mi también está empezando a sobrarme. Desabrocha el botón y baja la cremallera y la ayudo a que me lo quite. Mis bóxers no pueden disimular la excitación que me provoca. Una excitación que hasta me duele. Despacio, desliza mis boxers por mis piernas, dejándome desnudo, como ella. Me hace tumbarme en el suelo y decide que es el momento de que me quede quieto. No puedo explicar la sensación que me está provocando. Solo consigue que me quede quieto durante unos segundos. No soportaré mucho más verla así, así que, tras unos segundos, me incorporo de nuevo y hago que se tumbe en el suelo. Se queja levemente, riendo, pero necesito tumbarme sobre ella y dejarnos llevar de otra manera. Agarro sus manos y las elevo por encima de su cabeza, suavemente, mientras nuestras caderas se mueven a la vez, todavía sin contactar íntimamente. Escucharla gemir así, tan relajada, tan cómoda, hace que no pueda evitar sonreír. Suelto sus manos y, automáticamente, las dirige a mi espalda y baja por ella hasta llegar a mis nalgas. Las aprieta contra ella, mientras me muevo todavía de una manera suave.

Tras varios minutos así, deseando hacerlo, pero queriendo alargar más el momento para disfrutarlo todavía más, me dispongo a dar el siguiente paso. El paso definitivo. Sin dejar de mirarnos, lentamente, más lento que en toda mi vida, me introduzco en ella. A cada centímetro de piel que contacta, la sensación es todavía más placentera, todavía más emocionante, se me eriza la piel. Solo dejamos de mirarnos cuando tenemos que cerrar los ojos porque el placer nos impide mantenerlos abiertos pero, como si los dos sintiéramos que tiene que ser así, los volvemos a abrir y nos volvemos a mirar, hasta que llego a introducirme del todo en su cuerpo. No puedo evitar gemir al hacerlo. No puedo evitar esconder mi rostro en su cuello. Siento unas ganas de llorar inmensas ahora mismo, pero debo aguantármelas. Es una mezcla de placer, de emoción intensa, imposible de controlar. No es sexo, definitivamente no lo es. Es el saber que, hace una semana, podríamos habernos perdido para siempre y, ahora estamos aquí. Es el saber que lo que sentimos es correspondido y, quizá es la primera vez que lo sentimos de una manera tan intensa.

Mi mano derecha se posa en su muslo izquierdo, mientras me muevo despacio, lento, dentro de ella. Suspira y gime levemente, cerrando los ojos igual que los cierro yo. Cuando los abre, noto como se le han empañado los ojos.

-Cariño… - susurro intentando aguantarme las ganas de llorar que también tengo ahora mismo – schh… - digo en voz baja acariciando su rostro – no pienses en nada… - le digo sabiendo por qué está así –

-Álex… - susurra emocionada, acariciándome el pelo – joder… - dice en voz baja –

-No pienses… - vuelvo a decirle pegado a su oído – no sabes cuánto tiempo llevaba deseando volver a tenerte así… - digo moviéndome lento –

-Y yo… - se apresura en contestar, aferrándose a mi espalda – te quiero… - dice con un tono claro de emoción –

-Y yo a ti…. – respondo sacando mi rostro de ese escondite que había encontrado en su cuello – no sabes cuánto… - digo volviendo a mover mis caderas dentro de ella –

Sus esfuerzos y los míos por no llorar en ese momento están resultando un poco inútiles. Siento hasta la necesidad de hacer los movimientos más profundos, para intentar ahogar esa emoción tan intensa que estoy sintiendo y transformarla solo en placer. Creo que lo consigo porque sus leves sollozos se transforman en gemidos de nuevo. Gemidos que voy acompañando con los míos con cada movimiento, cada un poco más rápido y luego volviendo a ser lento, en la misma posición, yo sobre ella. Me quedaría así eternamente, pero, tras varios minutos, mi excitación me impide seguir de un modo que no sea más rápido. Noto como la suya también necesita más. Imprimo movimiento más rítmicos, más rápidos, con todos mis sentidos a flor de piel. Nos besamos, esta vez, con desesperación, mientras mis caderas se mueven cada vez más rápido. No podré aguantar mucho más, no puedo más, el placer me está inundando de una manera que no recuerdo haber sentido en mi vida. Sus gemidos, ahora sí, intensos, mezclados con los míos, más intensos que en toda mi vida, se entrelazan al compás. Siento su cuerpo quebrarse, su espalda arquearse y, como si fuera algo automático, me pasa lo mismo, casi al mismo tiempo, como si hubiéramos sincronizado los relojes.

Caigo rendido sobre ella, sintiendo su pecho elevarse desesperado por respirar. Vuelvo a esconder mi rostro en mi sitio favorito, sintiendo el tacto de su pelo en mis mejillas, su olor, sus manos en mi espalda, acariciando esas heridas que, aunque estuvieran abiertas, no podrían dolerme. Tras unos segundos, siento como su pecho se mueve sollozando y alzo mi mirada. Nada más verla así, no puedo evitar imitarla. Las ganas de llorar me poseen, me poseen del todo, ya no puedo frenarlas. Nos abrazamos sabiendo que ese momento, quizá el más bonito que hemos vivido juntos, podría no haber vuelto a pasar. No puedo evitar pensar en la sensación de miedo que sentí cuando pensé que podría perderla. En todas las cosas que me hubiera perdido si me la hubieran arrebatado. Y ese pensamiento, sabiendo que está aquí, conmigo, me hace sentirme afortunado, tremendamente afortunado, pero frágil. Tan frágil que estoy llorando sobre ella sin poder parar porque sé que ella tampoco puede. He sentido tantas cosas en el tiempo que llevamos sobre esta alfombra que estoy aturdido, sobrepasado, y por algún sitio tienen que brotar todos estos sentimientos.

Intento serenarme un poco para ayudarla a ella, pero es mirarla, con los ojos repletos de lágrimas, y volver a llenarse los míos.

-No llores… - le ruego sollozando – no llores que no puedo parar Malú… - apoyo mi frente sobre su mejilla izquierda –

-Lo siento… - dice sollozando – no puedo evitarlo… - dice amargamente – no sé qué me pasa, pero no puedo parar… - dice llorando y, a la vez, entremezclando alguna risa nerviosa muy breve – no sé qué hubiera hecho si te llega a pasar algo… - dice amargamente –

-No… - digo alzando la mirada disgustado – no, no pienses en eso ahora… - digo acariciando su rostro – estamos aquí… - digo intentando sonreir –

-Lo sé… - dice sonriendo fugazmente – por eso no puedo parar… - dice algo frustrada – ha sido tan… - resopla – intenso… - dice como si le faltara el aire –

-Intenso es la palabra… - digo mirándola sin poder evitar sonreír – mucho… - digo afirmando – cálmate vale? – asiente dejando de llorar mientras acaricio su rostro – joder… - suspiro – cómo puedes ser tan preciosa… - digo con un tono en el que jamás le he hablado a nadie –

-Álex… - se queja riéndose – no ayudas nada a que deje de llorar como una gilipollas eh? – dice riendo, todavía emocionada –

-Déjame que me explaye anda… - digo dejando besos por su cuello – que estaba deseando poder ponerme así de ñoño… - escucho como se ríe levemente – ven…

Me incorporo de rodillas, haciendo que se levante y, agarrándola de la cintura, me levanto del suelo y me dirijo al sofá, tumbándome a su lado. Me mira embelesada, nunca me había mirado así. Echo la manta sobre nosotros y la abrazo, quedándonos pegados, como dos siameses, frente al fuego.

-Me ha entrado un sueño… – digo susurrando, besando su cuello –

-No vayamos a la cama… - me pide – la primera vez nos quedamos durmiendo en un sofá, te acuerdas? – dice sonriendo –

-Claro que me acuerdo… - digo alzando la mirada – nos quedamos aquí… - digo convencido – calentitos… - me pego más a su cuerpo y levanto más la manta hasta cubrirnos hasta el cuello –

-Te quiero Álex… - dice mirándome –

-Te quiero… - respondo susurrando mientras sonrío –


Me acurruco a su lado, notando como se acomoda y se abraza más a mí. Su respiración mezclada con el sonido de la leña arder me parece el sonido que querré escuchar cuando necesite relajarme. Ojalá pudiera plasmarlo en algún sitio y escucharlo cada noche antes de dormir. Ese y todos los que se han grabado en mi mente esta noche tan intensa. Esta noche en la que, por fin, nos hemos dicho todo lo que nos teníamos que decir, sin dudar, sin pensar más allá, solo dejando que eso que latía en el centro de nuestra existencia, saliera fuera y pudiera por fin liberarse. 

1 comentario:

  1. Corazón lleno de alegría cortando esto a este foro. Estaba tan destrozado que mi empresa me despidió simplemente porque no me obligó a sus términos, por lo que hackeado en mi sistema y teléfono y hace que sea tan difícil de conseguir cualquier otro trabajo, hice todo lo que pude, pero las cosas empeoraron cada vez más por el Día que no podía pagar mis 3 niños honorarios y pagar mis facturas. Yo debo a tantas personas tratando de pedir prestado dinero para sobrevivir porque mi antigua empresa no podía permitirme conseguir otro trabajo y que hicieron todo lo posible para destruir mi vida sólo por declinar estar entre sus malas acciones. No he renunciado seguí buscando trabajo en línea cuando me encontré con el testimonio de una señora llamada Judith sobre cómo ella consiguió la tarjeta de cajero automático en blanco. Debido a mi estado actual, tuve que ponerse en contacto con Hacker llamado Bernard Lucas. Correo electrónico: bernardlucasworld88@hotmail.com y él me dijo que los procedimientos y junto con los términos que he accedido a cumplir y me dijeron que la tarjeta en blanco será entregar a mí sin más demora y me aferro a sus palabras ya mi Mayor sorpresa, recibí una tarjeta de cajero automático por valor de $ 5000 Retiro diario durante 12 meses. I inmediatamente lo confirmó, es 100% real y el trabajo. Todo Gracias a Bernard Lucas, si usted está enfrentando cualquier problema financiero, póngase en contacto con él lo antes posible. Correo electrónico: bernardlucasworld88@hotmail.com

    ResponderEliminar