miércoles, 22 de marzo de 2017

CAPÍTULO 115: ESTAMOS VIVOS

Toco al timbre de su casa, algo nervioso, sé que habrá mucha gente dentro y, sobre todo, no me esperan. Al decir mi nombre, abren automáticamente la puerta y sonrío. No he reconocido la voz, no ha sido Malú, eso seguro.

Al abrir la puerta del jardín, descubro a su madre en el resquicio de la puerta, visiblemente sorprendida, mirándome con ternura.

-Hola Pepi… - digo subiendo los escalones –

-Pero hijo, qué haces aquí? – dice dándome dos besos – Feliz Navidad cielo… - me revuelve un poco el pelo de manera cariñosa – Malú no sabe que venías no? – niego con la cabeza riendo –

-Feliz Navidad – digo abriéndome de brazos –

-Malú! – grita con potencia, ahora sé de donde ha sacado esa voz su hija – tienes una sorpresa!

-Qué? – escucho su voz a lo lejos – Pero…

La veo que se queda paralizada en la puerta del salón al verme quitarme la chaqueta y colgarla en la percha. Río abiertamente al ver como viene hacia mí con gesto sorprendido.
Abro los brazos y la recibo casi a punto de caerme al suelo por su efusividad.

-Qué haces aquí? – dice dándome un beso en los labios – ha pasado algo? – dice frunciendo el ceño –

-Ha pasado que es Nochebuena – digo sonriendo bajo su atenta mirada – hay mucha gente? – pregunto mirando al salón –

-Anda pasa… - dice agarrándome de la mano –

-No llego en mal momento ni nada no? – digo pensando que igual estaban en un ambiente íntimo que voy a romper –

-Este niño, qué tonterías dice… - dice su madre adelantándome por la derecha – un momento! – grita entrando al salón – que ha venido Álex a felicitarnos la Navidad!

Miro automáticamente a Malú que se tapa la cara entre risas, y yo, rojo como si fuera Papá Noel de verdad, hago mi entrada triunfal al salón, donde, en un primer vistazo, veo a Pepe, a Jose, y a parte de su familia que no conozco en persona pero sí por fotos. Me miran mientras exclaman saludos y yo alzo mi mano saludando de manera tímida y acierto a decir un “Feliz Navidad”.

-A ti te quería ver yo… - dice Pepe levantándose y dirigiéndose hacia mí – ven aquí hombre…

Sin más, me abraza. Me abraza fuerte, de manera sincera, como esos abrazos que he recibido antes con mi familia. La sensación es la misma, es como si con ese abrazo no hiciera falta que me dijera que se alegra de que esté aquí. Los “Feliz Navidad” se suceden. No pierdo de vista a Malú, me he puesto un poco nervioso con tanta gente, pero su mirada y, sobre todo, su sonrisa, me hace estar tranquilo. Ha sido buena idea venir, sin duda.

Sus primas me observan tras saludarme. A decir verdad, todo el mundo me observa en este momento. Hasta los niños, que supongo que son hijos de sus primas, a los que tampoco conozco y me miran con cierta timidez. Me agacho raudo y veloz a saludarlos. Creo que, cada vez que veo un niño, hago lo mismo, me pongo a hablar como si fuera gilipollas, igual es que lo soy.

Tras las presentaciones de rigor y los primeros momentos en los que me he sentido pequeñito, toda la familia de Malú se empeña en hacerme sentir cómodo. Al principio consiguen todo lo contrario, sin parar de ofrecerme bebida y dulces navideños. A pesar de ser de madrugada, allí parece que nadie se quiere mover, parecen estar a gusto, hablando entre ellos de manera distendida, incluso a carcajadas. Aquello me hace chocarme de bruces con la realidad. Por muchas cosas que pasen, la vida sigue, y, en cierto modo, aquello era una muestra de lo que me había dicho mi madre antes de irme de casa. No era por la Navidad, era por celebrar que estábamos vivos.

-Estás bien? – dice Malú acercándose a mí en la cocina –

-Claro… - contesto sonriendo mirando de reojo a una de sus primas –

-¿Por qué has venido? – alzo una de mis cejas – te hacía con tus padres, con tu familia…

-Va a sonar muy cursi…  - digo en voz baja agarrando sus manos – pero tú también eres mi familia.

-Por dios… - Malú hace un gesto gracioso en forma de arcada –

-Ya sabía yo… - niego con la cabeza haciéndome el ofendido –

-Que es broma… - dice cariñosa acercándose más a mí – me encanta que estés aquí… - veo como su prima sale de la cocina sonriendo – se me hacía muy raro pasar un día entero sin verte…

-Ahora te pones cursi tú? – digo cariñoso agarrándola de la cintura – ha ido bien la cena?

-Si… - me mira fijamente – me han preguntado por ti…

-A mí también por ti… - digo dándole un fugaz beso en los labios –

-Me das otro de esos? – dice sonriendo acercando su rostro al mío –

Sonrío cediendo sin ningún problema. Terminamos besándonos de manera lenta, pero apasionada, abriendo nuestros labios y dejando que nuestras lenguas contacten. Si no fuera porque está la casa llena de gente, ahora mismo la cogía en brazos y la subía a la habitación.

-Buenooooo – la voz de su hermano me hace separarme – Seguid, seguid, como si yo no estuviera… - dice abriendo el frigorífico – no miro… - se tapa la cara al salir de la cocina haciendo que no pueda reprimir una carcajada –

-Deberíamos volver al sofá… - digo riendo al ver la cara que se le ha quedado a Malú –

Malú asiente y, antes de ir al sofá, volvemos a darnos un beso, esta vez más rápido. La noche termina con música, con su hermano tocando la guitarra, su padre y ella cantando, su madre arrancándose tímidamente al principio y después dejándose llevar. Observo como sus primas tocan las palmas y hacen que me contagie del ritmo. Y así, a las 4 de la mañana, la Nochebuena termina y volvemos a quedarnos solos. Me siento en el sofá, con mi gintonic en la mano, noto que el alcohol ha hecho efecto en mí, pero no demasiado. Malú se sienta a mi lado y se recuesta en mi hombro, en silencio.

-Tienes sueño? – dice acurrucándose a mi lado –

-Un poco… - le doy un sorbo al vaso – ya va siendo hora de acostarse… - la miro – donde se queda a dormir tu familia?

-En casa de mi madre y en casa de mis primas… - dice sin moverse –

-Si no hubiera llegado yo, se hubieran quedado aquí no? – digo sintiéndome un tanto culpable –

-Piensas demasiado… - se incorpora y me quita el vaso, dejándolo encima de la mesa – anda, dame un masaje de esos en la cabeza… - se recuesta en mi regazo, no dándome opción a replicar –

-Qué morro tienes… - digo sonriendo comenzando a acariciar su pelo –

-Dios… - dice con cierto tono de placer – me puedes decir cómo hemos tardado tanto tiempo en estar así?

-Eres dura de conquistar… - digo sonriendo –

-Claro… - responde irónica mientras sigo masajeando su cabeza – te puedo preguntar una cosa?

-Miedo me das… - sonrío –

-El tiempo que estuvimos sin hablar… - hace una pausa – sin vernos… - frunzo el ceño – estuviste con alguien?

Giro la cabeza para mirarla, extrañado por esa pregunta tan de repente. Me mira y alzo una ceja antes de responderle.

-Es la mejor pregunta para una Nochebuena, sin duda… - digo irónico –

-Vale, lo he pillado… - dice creo que pensando que la respuesta es que sí –

-Malú, no estuve con nadie – digo seguro – ni siquiera me lo planteé… - se incorpora haciendo que deje de masajearla –

-Yo tampoco – responde antes de que le pregunte – hemos sido muy gilipollas no crees? – me mira fijamente –

-Mucho… - respondo acariciando una de sus mejillas – pero ya hemos dejado de serlo no?

-Si… - responde sonriendo y recostándose en mi hombro tímidamente – Esta noche he pensado varias veces en cómo habría sido hoy si el otro día en la estación…

-Malú… - digo cortándola – no hablemos de eso vale? – asiente un tanto avergonzada – sabes lo que me ha dicho mi madre antes de salir de casa? – niega con la cabeza – que esta noche la alegría no era por la Navidad… sino por estar vivos… - me mira tiernamente – había que celebrar que estamos vivos… - asiente –

-Se me ocurre una forma de celebrarlo… - dice con tono sexy, cambiando del todo su expresión –

-Ah si? – pregunto haciéndome el loco – cuál?

-Esta…

No dice nada más, se incorpora y se sienta a horcajadas sobre mí, mirándome de manera tierna e insinuante al mismo tiempo. Sonrío y pongo mis manos en su cara, acercándola a mí. Comenzamos a besarnos como en la cocina, despacio pero de forma apasionada, queriendo arañar y exprimir cada segundo. Poco tiempo nos hace falta para deshacernos de la ropa que tanto nos molesta.

Tras hacer el amor de forma pausada, lenta, disfrutando cada segundo, yacemos en el sofá, respirando acompasadamente. Miro al techo, con su pelo recubriéndome el pecho, abrazada a mi cuerpo y yo abrazando el suyo. Cierro los ojos intentando que los pensamientos que vienen a mi mente, y que tanto me cuesta apartar, se vayan. Y, al escucharla respirar, tranquila, sabiendo que se ha dormido, se van. Se van y sonrío. Por primera vez en muchos días, he conseguido apartarlos de mi cabeza y solo pensar en el presente. Y el presente es que Malú se ha dormido desnuda sobre mí.

-Malú… - la llamo en voz baja –

-Mmm… - se queja levemente –

-Nos vamos a la cama? – pregunto dulcemente –

-Mmmm… no… - dice sin moverse –

-Y si te llevo a la cama? – sonrío –

-Mmmm… - dice asintiendo –

Me aparto un poco y consigo levantarme del sofá, viendo como se acurruca sin abrir los ojos. Debe tener frío, pero está medio dormida.

-Venga… - la cojo en brazos y la levanto del sofá, notando como pasa sus brazos por mi cuello – estamos para que nos echen una foto… - digo caminando descalzo hacia las escaleras –

-Sería genial… - balbucea con los ojos cerrados –

Me hace gracia cuando se duerme de esa manera. Está tan frágil que podría dejarla en cualquier parte y seguiría durmiendo. Pero no podría dejarla en otro lado que no fuera en la cama. La dejo suavemente sobre ella y, nada más notar el colchón, se recuesta en posición fetal, sonriendo levemente. La tapo con el edredón y entro a la cama por la otra parte. Al notar que estoy en la cama, se da la vuelta y se abraza a mí, en la misma posición que en el sofá. Y así, desnudos, conmigo mirando al techo como en el salón, de nuevo aparece una sonrisa en mi cara. Por si tenía alguna duda, sí, estoy vivo. Estamos vivos. 

CAPÍTULO 114: UNA SONRISA

Sin saber muy bien cómo, la Navidad ha llegado y yo, sin querer, vuelvo a tener ese punto de ilusión que se esfuma si pienso en lo que pasó hace poco más de dos semanas. Sigo teniendo pesadillas, sigo teniendo muy presente todas las imágenes de ese día. Soy consciente que a Malú le pasa lo mismo, pero quizá lo disimula mejor, o sabe manejarlo mejor que yo, pero yo en lo único que pienso en que pasen estos días en los que parece que, obligatoriamente, hay que estar feliz. Aunque este año es distinto. Hay un halo de tristeza que envuelve las calles, los bares, los centros comerciales. Supongo que la gente es consciente que esta Navidad es una Navidad difícil para mucha gente, incluso para los que no perdieron a nadie ese día. El miedo hace que vivamos las cosas de una manera diferente, con mucha menos alegría. Da rabia saber que esa sensación es general en todas partes.

Malú, por su parte, ha organizado la cena de Nochebuena en su casa. Escuchar como habla ilusionada sobre toda la gente que va a ir, me hace tener un poquito de esperanza. Esperanza de poder pasar este trance con su ayuda. Su positividad consigue contagiarme en muchas ocasiones, pero no en todas las que me gustaría. No me gusta que el inicio de nuestra relación esté marcado por esto, pero no es algo que pueda cambiar, ni yo, ni ella.

En casa de mis padres, toda la familia se ha reunido, en cierto modo, porque creo que todos nos hemos dado cuenta que nunca sabemos cuándo van a ser nuestras últimas navidades. Para mí, podrían haber sido las del año pasado. Ese pensamiento se instala en mi cabeza durante unos minutos y me bloquea. No soy capaz de sonreír cuando entro en esos bucles últimamente. Pero, al ver llegar a toda mi familia a casa, me doy cuenta de la importancia de los abrazos. Ese tipo de abrazos en los que unes el pecho con el de la persona que te abrazas y, por un momento, los dos corazones laten a la vez. Es reconfortante. Decido pensar lo menos posible en cómo lo estarán pasando otras familias hoy y me centro en disfrutar de mi familia. Quizá el año que viene falte alguno de nosotros, así que debo aprovechar la oportunidad que tengo de estar aquí con ellos, otro año más.

Tras la cena y las conversaciones distendidas que han conseguido que sonría y consiga evadirme un poco de esos pensamientos, me pongo mi chaqueta, dispuesto a ir a casa de Malú. He decidido sin consultarle que, después de cenar, iría a su casa. Es una decisión un poco egoísta en realidad, la verdad es que lo hago para intentar que me contagie su ilusión. Mi madre me mira con una expresión entre tristeza y alegría, no sabría cómo catalogarla. Sin decir nada, me abraza y me hace una carantoña en el rostro.

-Ten cuidado con el coche – remarca un tanto emocionada –

-Mamá, solo estamos a 20 minutos… - digo restándole importancia –

-Ya lo sé… - dice bajando la cabeza –

-Entiendes que quiera terminar la noche allí no? – digo suavizando mi voz –

-Claro hijo – me mira y sonríe – dale un beso de mi parte… - dice besándome la mejilla de manera sonora –

-Mamá… - digo sonriendo un poco avergonzado –

-Nada de tristeza, me oyes? – me agarra la cara con las dos manos – no tiene nada que ver con la Navidad, solo hay que celebrar que estamos vivos

Sonrío sin poder evitarlo. Mi madre también consigue arrancarme una sonrisa, sobre todo estos días. Mi padre, el hombre tranquilo, me observa sin decir nada. Es de pocas palabras, es más bien de hechos. Me abraza dándome palmadas en la espalda y me da un beso cariñoso en la mejilla. Sonrío de nuevo, creo que hace muchos días que no sonreía tanto. Mi hermana, por su parte, se abrocha el abrigo mirándonos y negando con la cabeza.

-Venga, que parece que se va a la guerra – dice empujándome – y se va a casa de Malú, nada más y nada menos – hace un gesto con las manos – yo me tengo que conformar con el bar de siempre y mis amigos no famosos… - dice con ironía –

-Eres muy imbécil… - digo riendo levemente –

-Si, muy imbécil pero mira que horas! – se señala el reloj – no me da tiempo a beberme mis gintonics…

-Lucía! – exclama mi madre –

-Mamá, no dirás que te has enterado hoy que tu hija bebe cuando sale… - dice mi hermana con ironía de nuevo –

Salgo de casa con una sonrisa que, sorprendentemente, no puedo borrar de mi cara. Al subir al coche, noto que mi hermana me mira. Me mira sin pestañear.

-Dispara – digo pensando que tiene algo que decirme –

-No he querido ponerme sentimental delante de los papás… - dice revolviéndose en el asiento – sabes que mamá se contagia de cualquiera que llora… - la miro sin entender muy bien a qué viene el haberse puesto tan seria – pero no sé lo que hubiera hecho si no hubiera cenado a tu lado esta noche.

La miro fugazmente y veo como tiene sus ojos empañados. Automáticamente, como si fuera contagioso, los míos comienzan a segregar lágrimas que se agolpan, esperando por salir. Sonrío emocionado sin decir nada.

-Lo siento pero tenía que decírtelo… - dice riendo nerviosa – a veces doy por hecho que sabes que te quiero, pero nunca te lo digo… - la miro de nuevo, intentando reprimir las lágrimas – te quiero mucho hermanito…

La observo mientras me detengo en el semáforo. Es cierto que tenemos una relación de colegueo más que de hermanos. Apenas hablamos en serio la mayoría de las veces. Por eso me sorprende que me diga esto ahora. Aparto una de las lágrimas que ha logrado salir de sus ojos y se resbala por su mejilla.

-Y yo te quiero a ti enana… - digo acariciando su mejilla –

El cinturón no es impedimento para que nos abracemos dentro del coche. Es un momento que catalogaría como mágico. De esos momentos que sabes que se te van a quedar en la retina para siempre. Me recompongo y meto la primera para salir del semáforo, intentando no llorar, aunque tengo muchas ganas pero, por primera vez en muchos días, sería de felicidad.

Llegamos al bar donde mi hermana ha quedado con sus amigos y, casualmente, en la radio suena una canción de Malú. Mi hermana ríe a carcajadas y hace que me avergüence un poco.

-Anda tira, que te está esperando… - dice mi hermana saliendo del coche mientras señala a la radio –

-No bebas mucho anda… - digo con tono protector –

-Claro que no – dice irónica quedándose apoyada en la puerta – Feliz Navidad, feo – dice de forma cariñosa –

-Feliz Navidad, fea – le respondo sonriendo –

Al cerrar la puerta, la observo llegar a la entrada del bar y ser recibida por sus amigos con exaltación. Sonrío, no me queda otra. Arranco de nuevo el coche y, mientras me alejo, pienso en que Malú y ella se parecen en algunas cosas. Entre ellas, el entusiasmo que transmiten. Subo el sonido de la radio, la canción no ha terminado, y su voz va a hacer que el camino se me haga más corto.